Han sido semanas, meses, años difíciles para el venezolano. La experiencia que hemos vivido parece que sólo puede ser comparada con los efectos de una guerra. ¡No ha caído una bomba!, pero todo está tan destruido que parece que detonó. En el mundo de las percepciones lo real y lo imaginario parecen jugar con nosotros, lo cierto es que ha surgido una nueva medida del colapso: “somos un país petrolero sin gas, sin gasolina, sin electricidad, sin agua y con hambre…;” sentencia Carmen con un dejo de rabia e indignación. 

Nuestras ciudades dejaron de ser urbanas para convertirse en campos, las enfermedades y hábitos del pasado nos tomaron por asalto. Hoy han reaparecido enfermedades ya superadas —malaria, tuberculosis, chagas, sarna, etc.—, acompañadas por el hambre. El régimen nos obliga a cocinar a leña. El carbón y el querosene son combustibles sofisticados. Nos desplazamos en bicicletas, caminando en medio de un sol que puede llegar a una temperatura de 44° o tomar la cómoda cola en un burro. 

¡No volvimos al siglo XIX! Eso no se puede hacer. Vivimos, sí, la destrucción socialista, las consecuencias de la revolución, la eliminación de las estructuras que dan soporte y sostienen la vida. Con dolor vemos y enfrentamos la vida en un país devastado. 

La revolución

¿Qué es la revolución para un revolucionario que la cree y la practica? La percepción juega con la razón y la realidad, en el fondo el revolucionario ve oportunidad en la destrucción, lo evidente no existe, es siempre tamizado por la ideología. A continuación, cito en extenso el relato de un revolucionario perteneciente a las UBCH, jefe de los Consejos Comunales, perteneciente a las estructuras del poder comunal:

“Tenemos una formación de mucha ética… cómo se nace en una revolución, cómo avanzamos en revolución, cómo crecemos en revolución, de cómo toleramos o soportamos en revolución, cómo sobrevivimos en revolución, o sea, con la revolución tenemos todo… Mantener la revolución quiere decir que nosotros debemos garantizar que nosotros no nos vamos a ir del poder, porque si nosotros estamos con ellos: ¿cuándo vamos a soltar el poder? ¡Las elecciones son fundamentales!”

“No importa. De igual manera yo las hago, la crítica.  Porque por eso Chávez decía “Soy crítico y autocrítico”. La crítica constructiva, la crítica que debe ser honesta para poder avanzar, porque si no lo hacemos nos jodemos. Porque es mentira decir que todo está bien cuando hay cosas que están muy mal.”

Que no haya gas o gasolina, o que nos muramos de hambre o aislados, que tengamos un país tomado por la delincuencia, son cosas que andan mal, pero al mismo tiempo son retos, de ninguna manera cuestionan el valor de la revolución, es más, esos “inconvenientes” deben existir, porque ponen a prueba el sobrevivir en revolución. Lo importante es no soltar el poder. 

Este poder se sostiene en múltiples estructuras diseñadas para mantenerse, la preocupación del socialismo no está en encontrar la residencia del poder sino dominar su ejercicio. Eso de que el poder reside en el pueblo es una idea superada para el chavismo. El poder se ejerce desde las estructuras de control y dominación, requieren estructura con poca gente, necesitan jefes no líderes. En el poder comunal encontraremos jefes de calle, de comunidad, de clap, etc., agentes que obedezcan y ejecuten.

La valentía, el canal de la protesta

El chavismo ha sabido meter el miedo en las comunidades y sociedad venezolana, primero nos vació de referentes organizacionales para poder edificar su edificio de control, su panóptico, para ellos el poder se ejerce desde el dispositivo, la persona no cuenta, pero ¿realmente no cuenta? La fortaleza estructural del socialismo es al mismo tiempo su debilidad. ¿Qué sucedería si esa gente insumisa, desobediente, valiente decide no dejarse dominar por las estructuras diseñadas para ese propósito? 

Como a la sociedad, a la comunidad venezolana se le vació de organización, son muy pocos los tejidos que le dan soporte a ese poder que para la democracia sí reside en el pueblo, en este sentido, van quedando pocos espacios para ejércelo, la protesta es uno de ellos. La protesta no es un mero mecanismo transaccional, es la toma del espacio público, es la puesta en marcha de su poder y organización, ante una tiranía totalitaria como la venezolana, requiere de quienes protestan mucho valor, mucha valentía. 

En este sentido, me sirvo de Arendt (2009) para decir que “la valentía es la primera de todas las virtudes políticas y todavía hoy forma parte de las pocas virtudes cardinales de la política”. Este es el ejercicio ciudadano, comunitario, social del venezolano que protesta. Su acción es política desde el momento que nos desplazamos de la vida familiar, privada, y accedemos a lo público como lugar de encuentro, organización, coexistencia de la pluralidad. Es valiente porque toca lidiar con la represión y la coacción del régimen.

Venezuela está en la calle, ha estado de modo sistemático, por lo menos, desde el año 2014, ¿desde dónde se puede pensar una organización que integre ese poder real? El pueblo es residencia y ejercicio del poder real, ¿los profesionales de la política actúan en consecuencia?

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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

De la misma autora: La universidad, ¡saber y poder! I

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