Las dictaduras dejan su marca represiva. En un proceso generalizado de arbitrariedad hay eventos que resaltan. Se transforman en emblemáticos de la crueldad con la que actuaron pero también, cuando se logra justicia, en ejemplos de lucha contra la impunidad.

La masacre del Junquito realizada por la dictadura de Nicolás Maduro en Venezuela el 15 de enero de 2018 se asemeja a la masacre de la calle 30, la Plata, Buenos Aires, en tiempos de la dictadura de Jorge Rafael Videla en 1976. Esa masacre también se conoce como de la casa de los conejos.

El 24 de noviembre de 1976 en una casa ubicada en calle 30 N° 1134 e/ 55 y 56 en la ciudad de La Plata, la cual tenía como fachada una cría de conejos, se encontraban cinco integrantes de una organización insurgente denominada Montoneros. Allí funcionaba una imprenta clandestina de la resistencia y además se depositaban armas. Además, de las cinco personas adultas, se encontraba una niña de tan solo tres meses.

Los organismos de seguridad de la dictadura ubicaron la casa y prepararon el asalto. La orden era precisa: aniquilar a los guerrilleros. Se desplegó un amplio operativo que incluyó la actuación de policías y militares. Se usaron armas de guerra. Contra los militantes montoneros se usaron ametralladoras, bombas de fósforo, morteros, helicópteros y, cuando las fuerzas de seguridad constataron que no podían acabar con la vida de todos, luego de más de tres horas de combate, buscaron una tanqueta que desplegó todo su poder de fuego destruyendo buena parte de la casa y acabando con la vida de las cincos personas. La niña fue la única que se salvó, pero fue raptada por los militares pasando a ser una de las tantas hijas secuestradas por integrantes de la dictadura.

La masacre cometida y la fuerte resistencia de los montoneros son recordadas hoy por la sociedad argentina desde dos perspectivas. Por un lado, expresa la brutalidad de las fuerzas de seguridad de la dictadura que en esa operación apostaron a la muerte produciendo graves violaciones a los derechos humanos. Por el otro, se resalta el coraje de jóvenes que, por más despliegue represivo y conscientes del riesgo a su vida, reivindicaron sus ideas hasta el último minuto, convencidos de que era su mejor aporte a la lucha contra el gobierno opresor.

Fueron asesinados Diana Teruggi, Roberto Porfidio, Daniel Mendiburu Eliçabe, Juan Carlos Peiris y Alberto Bossio. El gobierno se encargó de afirmar que habían sido liquidados cinco terroristas que planificaban atentados. Toda dictadura tiene sus aduladores y los del momento aplaudieron la acción, pero igualmente una parte de la población incrementó el repudio a los gobernantes. En la afirmación “Videla asesino”, se resumía el rechazo del pueblo a dicha masacre.

La casa de la calle 30 una vez restablecida la democracia fue transformada en Museo en homenaje a los jóvenes caídos y como una forma de destacar su valentía y no dejar en el olvido las graves violaciones a los derechos humanos perpetradas por el gobierno de Videla.

Los jefes de dicha operación policial militar años después fueron detenidos, procesados y condenados a cadena perpetua. La justicia tardó, pero llegó. No todos los responsables materiales e intelectuales fueron condenados, pero sí varios de ellos. Y a los que no les llegó la condena judicial, tienen la condena moral de una sociedad que ha reivindicado el derecho a la verdad y la justicia como uno de los emblemas fundamentales para fortalecer la democracia.

Cuarenta y dos años después, nuestra América vuelve a ser sacudida por un hecho emblemático de graves violaciones a los derechos humanos. Nuevamente una dictadura apuesta a la muerte y lanza un mensaje de intimidación aparentando ser invencible. El 15 de enero de 2018 un contingente de militares y policías reciben la orden de masacrar. Siete personas son ubicadas en una casa en la población de El Junquito, Municipio Libertador de Caracas. Las personas lideradas por Óscar Pérez experimentado piloto de helicópteros y al servicio de un organismo policial, habían levantado su voz contra la dictadura de Maduro. Se habían dado a conocer realizando algunas acciones de propaganda y de logística adquiriendo armamento en una audaz operación que no dejó víctimas.

Una gran diferencia entre la masacre de la casa de los conejos y la de El Junquito, es que en la de Venezuela en tiempos de avances tecnológicos, la población venezolana y la de muchos otros países pudo ver los acontecimientos en pleno desarrollo. Pudo escuchar y ver a quienes resistían el ataque de las fuerzas de seguridad informando lo que pasaba y algo más importante, haciendo el llamado público a que se les garantizara la vida.

Como la dictadura de Videla, la de Maduro apostó también a la muerte. Como los jóvenes rebeldes montoneros de la Argentina, los rebeldes de Venezuela también resistieron y hasta el último minuto mantuvieron sus ideales.

Pero hay otra diferencia. En el contexto internacional de la masacre de la calle 30, los derechos humanos apenas empezaban a ser reivindicados, la comunidad internacional y los pueblos en cada país de nuestra América apenas empezaban a levantar las banderas de defensa de los derechos y a conocer los mecanismos nacionales e internacionales de su protección. La masacre de El Junquito se da en un país que ha suscrito más de 100 convenios internacionales de derechos humanos y tiene una Constitución que garantiza su disfrute.

Pero hay una última y fundamental diferencia. La masacre de El Junquito se realiza en un gobierno que se autodefine gobierno de los pobres, que ha tenido un discurso condenando las graves violaciones a los derechos humanos de las dictaduras y que se ha reivindicado como revolucionario y de izquierda engañando a millones de incautos en el mundo. Demostró ser tan bárbaro, agresivo e inhumano como la dictadura de Videla una de las más feroces que ha tenido en Continente en su historia. La dictadura de Maduro demostró el 15 de enero de 2018 que es un gobierno que viola de manera flagrante los derechos humanos y usa para justificar el mismo discurso de los gobiernos de los cuales pretende ser diferente.

Pero como la dictadura de Videla, tarde o temprano los autores materiales e intelectuales de la masacre de El Junquito tendrán que responder ante la justicia. Tarda, pero llega.

Foto: Archivo Efecto Cocuyo

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