Cada año en Venezuela, unas 63.000 personas experimentan un derrame cerebral. La mayoría de estos eventos, alrededor de tres de cada cuatro, ocurren en mayores de 65 años, y los riesgos se han duplicado cada década. Sin embargo, para los menores de 60 hay muy poca investigación sobre las causas de los accidentes cerebrovasculares tempranos.
Un accidente cerebrovascular (ACV) ocurre cuando se interrumpe el suministro de sangre a una parte del cerebro. Puede suceder debido a la ruptura de un vaso sanguíneo que provoca sangrado, o cuando un pequeño coágulo se atasca en los finos vasos sanguíneos que irrigan el cerebro. El alcance de la pérdida funcional causada por un ACV depende de muchos factores, como qué parte del cerebro se vio afectada y qué tan rápido recibe el paciente atención médica.
Ahora, una investigación genómica publicada en la revista Neurology, donde participaron más de 50 instituciones, ha descubierto una relación clara entre el gen del subgrupo A1 y el ACV de aparición temprana. Los investigadores recopilaron datos de 48 estudios genéticos, que incluyeron a aproximadamente 17.000 pacientes que sufrieron un derrame cerebral. Luego observaron todos los cromosomas recolectados para identificar variantes genéticas asociadas con un accidente cerebrovascular y encontraron un vínculo entre el ACV de inicio temprano, que ocurre antes de los 60 años, y el área del cromosoma que incluye el gen que determina si un tipo de sangre es A, AB, B y O.
Según los resultados obtenidos, aquellos con grupo sanguíneo tipo A tienen más probabilidades de sufrir un derrame cerebral antes de los 60 años, en comparación con las personas que pertenecen a otros tipos de sangre, indicaron recientemente los investigadores. Los tipos de sangre describen la rica variedad de sustancias químicas que se muestran en la superficie de los glóbulos rojos. Incluso dentro de estos tipos de sangre, existen variaciones sutiles que surgen de mutaciones en los genes.
Una búsqueda en todo el genoma reveló dos ubicaciones fuertemente asociadas con el riesgo más temprano de accidente cerebro vascular. El primero coincidió con el lugar donde se encuentran los genes para determinar el tipo de sangre y el segundo codificaba una variación del grupo A. Esto aumentaba en un 16% la posibilidad de sufrir un derrame cerebral antes de los 60 años, en comparación con una población que posee otros tipos de sangre. Para aquellas personas que tenían un gen que produce la variedad de sangre del grupo O (el tipo más común en Venezuela), el riesgo fue un 12% menor.
“Todavía no sabemos por qué el tipo de sangre A conferiría un mayor riesgo”, indicaron los investigadores. “Pero probablemente tenga algo que ver con los responsables de la coagulación de la sangre, como las plaquetas y las células que recubren los vasos sanguíneos, así como con otras proteínas circulantes, todas las cuales juegan un papel en el desarrollo de los coágulos sanguíneos”.
Otro hallazgo clave del estudio provino de la comparación entre personas que sufrieron un ACV antes de los 60 años, con respecto a aquellas que tuvieron un accidente cerebrovascular después de esta edad. Descubrieron que el mayor riesgo de accidente en el grupo sanguíneo tipo A se volvió insignificante cuando se evaluó al grupo de mayor edad, que sufrió un ACV tardío. Esto sugiere que los accidentes cerebrovasculares que suceden más temprano en la vida pueden tener un mecanismo diferente de ocurrencia, en comparación con los que se manifiestan más adelante en el tiempo. Los autores también comentan que los ictus (o ACV) que ocurren en personas más jóvenes tienen menos probabilidades de ser causados por una acumulación de depósitos de grasa en las arterias, un proceso llamado aterosclerosis, siendo más probable que se generen por factores relacionados con la formación de coágulos.
Un estudio anterior ya había sugerido que las personas con un tipo de sangre A tenían un riesgo ligeramente mayor de desarrollar coágulos de sangre en las piernas, lo que se conoce como trombosis venosa profunda. Además, el trabajo científico indicó que estas personas pueden tener un mayor riesgo de producir cálculos renales, desarrollar hipertensión gestacional y algunas condiciones de sangrado.
Otros estudios también habían sugerido que la parte del genoma que codifica el tipo de sangre, llamada “locus ABO”, está asociada con la calcificación de la arteria coronaria que restringe el flujo sanguíneo, y el sufrir un ataque cardíaco. Un estudio de 2017 en PLOS One, una revista científica, señaló un vínculo similar con el cáncer. “En comparación con el tipo de sangre A, el tipo B se asoció con un riesgo reducido de padecer cualquier tipo de cáncer”.
Una limitación del estudio fue la baja diversidad de nacionalidades entre los participantes, encontrándose que alrededor del 65% de las personas eran de ascendencia europea. Además, el estudio fue limitado porque los investigadores excluyeron a las personas con sangre tipo AB, debido a su pequeño número en comparación con los otros tipos de sangre. A la investigación también le falta aportar explicaciones en cuanto a las causas que producen los ACV en estas personas y sus efectos, encontrándose especialmente el aumento en la presión arterial.
Los pacientes con tipos de sangre distintos de O no deben angustiarse con estos hallazgos, sino que los de tipo A deben tomar mayores precauciones para prevenir la aparición de las enfermedades cardiovasculares. Muchas de estas enfermedades se pueden evitar mediante cambios en el estilo de vida, el adecuado tratamiento de la hipertensión y el colesterol. Y como siempre, acuda a su médico de confianza para llevar el control que le permiten llevar una vida sana.
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