Atrapados en Konotop, venezolana cuenta su experiencia en ciudad ucraniana tomada por rusos

Los rusos rodearon la ciudad el 25 de febrero. A través del vidrio congelado de su ventana, Glenda Boscán contempló decenas de tanques de guerra recorriendo las calles enlodadas de Konotop, en la provincia de Sumy, al nordeste de Ucrania y a 90 kilómetros de la frontera con Rusia. Eran pesadas máquinas blindadas, escalofriantes bajo el cielo blanco.

Había pasado solo 24 horas desde que Vladimir Putin, presidente de Rusia, anunciara una operación militar en territorio ucraniano. Glenda marcó por teléfono a su familia para narrar los últimos acontecimientos. Le contestaron en Falcón, uno de los estados del occidente de Venezuela, a 9 mil 922 kilómetros de distancia.

Para el 8 de marzo de 2022, sigue llamando para informar lo que ocurre en la pequeña urbe de poco más de 85 mil habitantes, que pasa los últimos días de invierno amenazada por la presencia militar.

«Vengo del municipio Zamora de Falcón. Yo soy administradora. Llevo cuatro años en Ucrania, pero mi hija nació en Venezuela. Ella tiene ocho», contó Glenda a Efecto Cocuyo. Su esposo es informático y ucraniano. La niña, Sophia, habla con fluidez el idioma de su padre y entiende que afuera hay un conflicto, por lo que no puede ir a la escuela.

«Ella escucha noticias y a los adultos hablando de lo que está sucediendo, entonces absorbe y dice ‘¿Cuándo se va a acabar esta pelea?’. Lo pregunta todo el tiempo. No quiere comer, anda inquieta y de mal humor», señaló la venezolana de 42 años. 

Konotop fue una de las primeras ciudades tomadas por los rusos, quienes lanzaron bombas durante la última semana de febrero, como un aviso a la resistencia. Finalmente, los invasores prometieron arrasar la localidad el 2 de marzo, si esta no se rendía. Sin demasiadas posibilidades de defenderse y tras momentos de deliberación con el alcalde Artem Seminikhin, los residentes acordaron no enfrentarse a las tropas a cambio de que no se desplegaran por completo en las avenidas y los dejaran en paz.

Desde entonces, la orden del gobierno local fue resguardarse en casa. Hay toque de queda y la instrucción es apagar las luces después de las cinco de la tarde para que los militares no puedan apuntar a ningún blanco, si se les ocurre bombardear de nuevo. 

Ahora se ven pocos funcionarios de Rusia en las calles. Las aceras, tiendas y restaurantes están vacíos, como en el primer año de pandemia. En los límites fronterizos, los efectivos revisan los autos, controlan la entrada y salida, se cubren los rostros del frío del invierno y en general no hablan con nadie.

«La ciudad está tomada. Es de ellos, aunque no los ves por ahí metiéndose con otros», comentó Boscán. Escapar no es tan fácil, porque Sumy está a más de mil 259 kilómetros de la frontera con Polonia, la nación que recibe a los desplazados. Son más de 15 horas en carretera, atravesando de punta a punta un país en plena guerra. 

El problema de evacuar

Glenda conoció a su esposo en 2015, cuando él estaba de vacaciones en Caracas, capital de Venezuela, y ella se hallaba de paso en la misma ciudad. Tiempo después ambos acordaron verse en Curazao, lo que terminó en una relación estable. Decidieron mudarse a Konotop en 2018, cuando su hija tenía cuatro años.

Se instalaron con los abuelos paternos en una casa con jardín, en un bonito y amplio vecindario, donde la gente cultiva sus propios tomates y berenjenas, para luego almacenarlos en frascos de vidrio.

A finales de febrero, el techo del hogar parecía a punto de caerse. La familia percibía el estruendo cercano y el temblor de los muros. Un avión estaba bombardeando una zona próxima.

«Me acerqué a la ventana y le dije a mi esposo: ‘¿Qué vamos a hacer? ¡Tenemos que hacer algo! Estoy asustada’, pero él estaba calmado y me dijo que no iban a bombardear puntos residenciales. A los minutos se terminó. Pero sigo nerviosa, tengo mucho miedo: no sé qué están buscando ellos o qué quieren, cuándo volverán a hacerlo o dónde va a caer lo que lanzan de los aviones», narró Boscán a Efecto Cocuyo.

El sótano que antes sirvió para guardar enlatados y alimentos, ahora es un bunker que espera no tener que utilizar. Desde hace una semana, Glenda intenta encontrar ayuda para salir de Ucrania con Sophia. Sin embargo, hay un problema: su pareja no podrá huir con ellas, porque ningún ucraniano mayor de 18 años puede abandonar el país, debido a que es obligatorio prestar servicio militar en el conflicto.

«Mi esposo, lamentablemente, no puede ir a ninguna parte, aunque yo le digo que busquemos la manera para que se vaya con nosotras, si Dios quiere», explicó la venezolana.

Según el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (Acnur), el martes 8 de marzo la cifra de refugiados por el conflicto entre Rusia y Ucrania superó los dos millones de personas. La mitad de ellas se encuentra en Polonia, notificó el organismo. Así mismo, la Organización de la Naciones Unidad confirmó 406 víctimas mortales civiles, el pasado 6 de marzo.

Sin respuesta de Moscú

Venezuela no cuenta con representación en Ucrania, pero sí tiene embajada en Moscú, capital de Rusia, el país más cercano a Konotop. Glenda les envió un correo electrónico pidiendo ayuda, al comienzo del conflicto. Hasta la fecha, no ha recibido respuesta.

«La embajada en Polonia sí me respondió. Pero, ¿cómo hago con esta situación? Está muy peligroso salir de casa y aún no hay corredores humanitarios disponibles en la ciudad», aseguró Boscán. Indicó que la ciudad capital y homónima de Sumy fue bombardeada, por lo que los corredores resultaron suspendidos. El 7 de marzo, al menos 21 personas (entre ellas dos niños), murieron a causa de las bombas de 500 kilogramos que pilotos rusos dejaron caer sobre edificios residenciales, denunció el Servicio Estatal de Emergencias ucraniano.

Mientras intenta trazar un nuevo plan para poder abandonar Konotop, Glenda Boscán se mantiene jugando con su hija, observando cómo se termina de derretir la nieve afuera y escuchando a cualquier noticia de la radio o las redes sociales.

La Asociación de Venezolanos en Hungría estimaba recibir al menos 200 venezolanos provenientes de Ucrania a principios de marzo. Aún se desconoce el número exacto de connacionales que se encuentran actualmente fuera del país.

Crédito de Foto: Vyacheslav Basko / ZomBear

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