Un riesgo de la educación a distancia: la deserción escolar
Un riesgo de la educación a distancia: la deserción escolar. Foto Unicef.

“Maestra, tuve que montarme con el niño en la platabanda de la casa porque aquí es que agarro señal para mandarle la tarea”.

A Sofía Paredes le dio pena decírselo a la maestra Esther el viernes, pero sintió que debía explicar por qué Gael estaba entregando el dibujo de los peces tarde. Cuarenta y cinco minutos tarde porque la señal de Digitel falla en su casa, en lo alto de la zona 7 de José Félix Ribas, municipio Sucre del estado Miranda, y ella no tiene conexión a Internet de banda ancha

“Debo hacer milagros para que me llegue señal aquí. Y apurarme, porque si me tardo mucho, se me acaba rápido el saldo y ahí sí ya no enviamos la tarea hasta que llegue Edgar en la noche”, dice Paredes al 24 de mayo de 2021.

Antes de irse a trabajar con la moto en la mañana, el esposo de Sofía le recarga saldo en el teléfono para que Gael pueda tomar clases remotas. Un total de 2.500.000 bolívares diarios que -a final de mes- suman 75.000.000 bolívares, lo equivalente a unos 25 dólares que Edgar Bermúdez saca de su ingreso familiar de 70 dólares mensuales.

Paredes vive en una casa de tres pisos y todos los días repite la misma rutina: camina de un lado a otro en busca de la esquiva señal. Gael, de 4 años, va detrás de ella, con los papeles y creyones en la mano. 

“Esto me tiene cansada. A veces tengo que bajar hasta la entrada de la zona y ahí es que puedo mandar las tareas del niño y revisar los encargos de las tortas que hago. Me quedo dos o tres horas descargando y enviando todo lo que necesito. Los días que no puedo bajar a la entrada, me toca encaramarme en la platabanda. Ahí llega señal, lentísima pero es algo “, explica Sofía, con voz cansina.

Lleva 22 años viviendo en el mismo lugar y nunca había tenido más problemas con la telefonía que ahora. 

En la zona 10 del mismo barrio petareño, Dai Uzcatia recarga un aproximado de 6.000.000 de bolívares (2 dólares al cambio del día) semanales para dar clases a un grupo de niños de preescolar. 

“En la escuela para la que trabajo nos dan 1 dólar mensual para gastos de datos a las maestras que no tenemos Internet. Eso no alcanza mucho. Bueno, no alcanza nada”, explica Dai, que debe asistir a dos talleres online cada semana. Para evitar desperdiciar demasiados datos móviles de Movistar, desinstaló Instagram, Facebook y Twitter de su celular. 

Solo dejé el WhatsApp. Todo lo del trabajo es por ahí. De paso que el servicio es lentísimo. A eso se le suma la dinámica de las clases remotas. Las de nosotras tienen una estructura con audios, videos y radio que pesan y se tienen que descargar. Las mamás mandan 1 video y deben mandar fotos como evidencia de que los niños realizaron la actividad , dice la maestra. 

Dai también debe llamar a cada uno de sus niños para hacer un reporte y preguntarles cómo se sintieron durante el día. 

“Ahí escuchas los cuentos de las mamás, que se quejan de que la renta se les va en las clases remotas. Claro, si una mamá tiene más de dos niños en casa y no cuenta con Wi-Fi, debe hacer malabares con el saldo”, comenta.  

Ni siquiera mira los 5.000.000 de bolívares que aparecen en su cuenta bancaria cada quincena por su labor docente. Obtiene otros ingresos limpiando ocasionalmente en una casa de italianos en una encumbrada urbanización caraqueña, lejos de la zozobra de José Félix Ribas, el barrio que llaman el más grande de Petare. 

Internet por cable VS datos móviles

Según la Comisión Nacional de Telecomunicaciones de Venezuela (Conatel), para 2019 había un total de 13.476.287 líneas telefónicas activas en el país.

De acuerdo con la empresa de Telecomunicaciones TeleSemana, el líder en ventas de líneas es Movistar (con un 62,7% del mercado), le sigue Digitel (24,6%) y el último lugar lo ocupa Movilnet (10,7%).

Para febrero de 2021, el Observatorio Venezolano de Servicios Públicos (Ovsp) reportó que el 41,5% de las personas encuestadas en Caracas expresaron que los servicios de telefonía e Internet ha empeorado desde 2020. Sin embargo, la tarifa de los primeros sigue aumentando. 

Sandra Caldeira, que vive dos cuadras de la Universidad Alejandro Humbolt en Los Dos Caminos, asegura que el acceso Internet es uno de los principales problemas que enfrenta como emprendedora de una tienda online de productos tecnológicos.

“Mi conexión a Internet por cable es inestable. Viene y va. Hace poco no tenía. Lo que estaba haciendo es utilizar datos del teléfono. Yo recargaba 1 dólar diario en Movistar y lo mínimo en Digitel. Trabajo en el área de la tecnología y siempre estoy enviando fotos y videos de los productos o montando fotos en Instagram. Sino, no vendo”, comenta Caldeira. 

Instagram es una de las redes sociales que más consume datos móviles, según reportan sus usuarios. En el informe de datos arrojado por su propio teléfono, Sandra descubrió que solo una hora en la plataforma puede llegar a consumir 1,17 GB.

Meterme en Instagram era saber que iba a sacrificar básicamente todo lo que había recargado. Es un poco absurdo, pero me tenía que meter para poder publicar los productos. Cuando sacaba cuentas a final de mes, por lo menos gastaba 60 dólares en puro saldo. Esas son como 8 ventas sencillas que puedo hacer en 30 días. Qué injusticia. El Internet va medianamente bien ahora. Es un alivio al bolsillo”. 

La recarga mínima permitida por los bancos para Digitel es de 2.500.000 bolívares, mientras que para las líneas Movistar el monto es de 1.800.000 bolívares.  Hasta ahora, el plan máximo de activación disponible en Digitel es el  Inteligente Plus 1.1 GB, que cuesta 1.238.599, 86 bolívares.

A 6 kilómetros de distancia de Los Dos Caminos y a tres cuadras de la avenida principal de Bello Monte, Aníbal Pedrique baja al estacionamiento del edificio en el que reside para atender llamadas importantes, como entrevistas. 

“Yo estoy en una zona céntrica. No estoy montaña adentro. No sé qué pasa en este edificio que la señal de Movistar es muy mala. Cuando tengo una llamada importante bajo al estacionamiento y me recargo datos. A cada rato tengo que estar recargando datos: 1 dólar o medio dólar”, expresa Pedrique, que es periodista. 

Ha pensado en comprar una línea Digitel, pero uno de los inquilinos con los que vive le ha dicho que se lo piense, pues el cambio no parece ser significativo. En el edificio el servicio de Internet proporcionado por Cantv es una ruleta rusa: un día puede funcionar y el otro no. 

“Uno al final cae en estas conversaciones muy de catarsis, sobre que ninguno de los servicios de telecomunicaciones en el país funciona”, añade Pedrique. 

Un golpe al presupuesto mensual

Desde hace tres meses, Carlos Maza hace las tareas en casa ajena pues su Internet de Aba Cantv dejó de servir de súbito, en octubre de 2020. Ahora debe trabajar con datos móviles desde el celular de su mamá o, lo más reciente, dirigirse a casas de conocidos con conectividad.

Su papá le pidió que lo hiciera así, luego de decirle que no seguiría pagando de 1.800.000,00 a 3.000.000,00 bolívares diarios a Movistar para que el adolescente pudiese terminar las tareas del bachillerato. 

“Mi papá dice que deja de comprar productos por estar recargando tanto el teléfono. A veces gana 60 dólares a veces 70 dólares haciendo trabajos de electricista en un mes. Él era profesor universitario, pero se salió por el sueldo”, reconoce Carlos. Tiene 15 años y su casa está en La California, cerca de Campo Rico. 

En el bachillerato le dejan llevar la tarea en físico. Maza prepara todas las asignaciones con sumo cuidado en un portafolios y lo lleva al liceo una vez cada dos semanas. 

“El viejo me ayuda con las tareas que puede, pero siempre necesitamos Internet para completarlas. No tengo libros para investigar todo. Así que me toca ir a pedir el favor a otro lado. Le pido a amigos cercanos que me dejen estar unas dos horitas en su casa. Lo que no completo, lo busco con datos en el celular. Pero a mi papá no le gusta. Me dice que tres recargas es un kilo de algo que deja de traer para comer”, comenta el estudiante. 

Una rutina que no cambia

De vuelta en José Félix Ribas, Sofía Paredes sigue caminando en su casa con el celular en la mano. Lo alza hacia el techo con la esperanza de atrapar algo de señal, pero pronto se rinde y termina subiendo a la platabanda. Gael está comiendo abajo. Es la 1:00 de la tarde del 25 de mayo.

Paredes es solo una de los miles de usuarios caraqueño, traducidos en números para las principales empresas de telefonía del país, que se quejan por la deficiencia del servicio telefónico y los altos costos que pagan por el.

Muy cerca, Sofía logra marca el número de la maestra Ester. Lo hace rezando porque se mantenga la poca cobertura que acaba de conseguir. Espera un rato el tono, hasta escuchar una voz estricta -y a la vez maternal- y responde:

“¡Maestra, otra vez estoy aquí montada! Ya sé que la entrega era al mediodía, pero el niño si hizo la tarea, ¡ya se la mando!”.

Sin embargo, por la barra casi vacía en la esquina superior derecha de la pantalla de su teléfono, sabe que enviar los dibujos de Gael le tomará una media hora, quizás más.

Foto referencial

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