La maestra del tercer grado del colegio San Judas Tadeo, ubicado en El Valle, Caracas, salió ese día del salón de clases para que los niños no la vieran llorar. Minutos antes, había visto cómo uno de sus alumnos partió su arepa por la mitad y se la dio a un compañerito que no llevó desayuno. «Los niños son muy solidarios frente a esta situación«, aseguró Yelitza Hernández, directora del centro educativo. Cada día, contó, hay más pupitres vacíos a causa de la escasez de alimentos en las loncheras.
El hambre ha calado en las listas de asistencia. Antes, dijo Hernández, los niños no traían desayuno porque sus mamás se levantaban tarde y no les daba chance de prepararlo. Ahora, las excusas cambiaron: «Mi mamá no pudo bachaquear«, «cuando llegamos al final de la cola ya no había comida» y «no vine a la escuela porque no tenía nada que comer en la casa» se convirtieron en las respuestas más frecuentes para los maestros.
El ausentismo no solo ocurre en la escuela San Judas Tadeo, sino a otros planteles en el país y más crítico en las zonas rurales. En Ocumare del Tuy, en la escuela Luis Vicente Donche, los niños dicen que se quieren ir a sus casas porque tienen hambre.
«Hay niños que se desmayan o se ponen pálidos. Llamamos a los padres y, con mucha vergüenza, van a buscarlos. No dicen nada de que no han comido, se quedan callados«, contó Miriam López, directora y fundadora del plantel ubicado en el barrio Simón Bolívar. Agregó que hay padres que se «cohíben» de mandar a sus hijos al colegio porque pueden ver que hay compañeros que tienen meriendas y ellos no.
López aseguró que en su plantel la situación ya era crítica, pero que empezó a empeorar a principios de 2016, cuando los maestros empezaron a pegar carreras porque un niño había caído desmayado en el patio. A partir de ese momento, los educadores también comenzaron a preguntar por la alimentación de los alumnos. Las respuestas no fueron menos alarmantes que las caídas: «Nos decían que no comían desde ayer o desde antier. Uno dijo que nada más tomaba café de desayuno, con pan cuando se conseguía«.
Los desmayos, dolores de cabezas y crujidos en la barriga están a la orden del día en estas aulas, a toda hora. Las inasistencias se van sumando al calendario, incluyendo los viernes, decretados como días no laborables en el sector educativo a manera para ahorrar energía eléctrica. Los cronogramas escolares se quedaron mochos y los niños o se quedan solos en sus casas porque los padres salen a hacer colas o se los llevan con ellos, precisaron ambas docentes.
La impotencia de los educadores llega hasta las redes sociales
A Yelitza Hernández, directora del plantel ubicado en El Valle, un niño le dijo que estaba cansado y le dolían las piernas porque el día anterior estuvo de supermercado en supermercado con su mamá para poder comprar algo de comida.
Hernández también se alarmó cuando vio que siete niños del segundo grado no asistieron a clase el pasado lunes 9 de mayo. «Pensé que quizás se habían ido a celebrar el Día de las Madres con su familia». La situación fue todo lo opuesto: el grupo de representantes salió desde temprano en «cambote» a ver qué conseguían en los anaqueles, llegaron tarde a la casa y los alumnos perdieron el día.
La inasistencia escolar, causada por la falta de comida en casa, pasa en los 171 centros educativos de Fe y Alegría en todo el país, aseguró Noelbis Aguilar, directora nacional de las escuelas. «Si quieres ver dónde se reflejan los problemas de Venezuela, vete a una escuela«, aseguró. No solo los estómagos estragados quedan en los salones, sino también los efectos a mediano y largo plazo: desnutrición, problemas de salud, inasistencia y deserción escolar.
Ni con PAE ni con Cnae
Aunque ni en la escuela San Judas Tadeo, de El Valle, ni en el Luis Vicente Donche, en Ocumare del Tuy, funciona el programa de alimentación promovido por el Estado, Noelbis Aguilar apuntó que hay colegios de la red que se benefician de la medida. Sin embargo, señaló, los insumos para dar de comer a los niños han disminuido en los últimos meses. Desde el inicio del año escolar 2015-2016, no solo los pupitres, sino los platos se han quedado vacíos.
Anteriormente, era el Programa de Alimentación Escolar (PAE), creado formalmente en 1996 como se establece en el decreto número 1.376, el encargado de la provisión de alimentos a los niños y jóvenes estudiantes, para que independientemente del nivel socioeconómico pudiesen tener acceso a la educación. En 2014, el PAE fue sustituido por la Corporación Nacional de Alimentación Escolar (Cnae), creada en noviembre de ese año por el presidente Nicolás Maduro.
«Antes dábamos desayuno y almuerzo y rendía para todo el mes. Ahora no están mandando suficiente comida para todos los niños. Lo poco que mandan alcanza para darle a 30%«, dijo Aguilar. «Tienes que inventarte el menú para que pueda llegar a un número importante de estudiantes».
La arepa, la carne y las legumbres desaparecieron de las listas de proveedores. La escasez toca por igual a los colegios: el queso también dejó de estar presente en las bandejas escolares. Los sacos de tomate se redujeron a unos cuantos kilitos de provisión. En las mesas venezolanas mandan los carbohidratos que se consiguen para llenar las barrigas por más tiempo.
Dos o una vez al día, pero no tres
«En un plantel de Fe y Alegría en el barrio Las Mayas, hay niños que comen una vez al día», puntualizó la directora nacional de las escuelas. La realidad reflejada en las encuestas ocurre todos los días en los centros educativos que dirige Noelbis Aguilar. De acuerdo con la última Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi), publicada en marzo de 2015, más de 3 millones de personas aseguraron comer dos veces al día o menos.
Del total de encuestados, 12,1% dijo haber renunciado a los tres platos diarios. Pero no solo faltan comidas en el día, sino también alimentos nutritivos. El estudio reveló que 40% de las canastas de los venezolanos estaban conformadas por harina de maíz, pasta, arroz y grasas.
Sobre esta situación, la investigadora de la Fundación Bengoa y del Cendes-UCV, Marianella Herrera, aseguró que en Venezuela se está promoviendo un retardo en el crecimiento en talla y no se están cubriendo las necesidades de los niños. Entre las consecuencias que traerá la mala alimentación están las deficiencias respiratorias y el déficit de nutrientes.
«Vamos a ver daños en el desarrollo cerebral porque los niños no tienen acceso a hierro, a acido fólico (…) Hay alumnos de cuarto y quinto grado que no saben leer correctamente ni interpretar lo que leen. Todo esto traerá dificultades de aprendizaje en el futuro«, dijo Herrera.
Este tipo de problemas que surgen a partir de la deficiencia de nutrientes, agregó la investigadora, parecen estar vinculados a los índices de deserción escolar.
Mientras tanto, profesores y alumnos buscan maneras de paliar la falta de alimentos y los altos costos. Los primeros, a veces organizan «vacas» para comprar meriendas a los niños; los segundos, buscan otras vías.
«Un grupo de chamos de sexto grado leyó el cuento de La sopa de piedra y, a raíz de eso, me propusieron hacer algo similar en el colegio: que recogiéramos dinero para hacer una jornada de comida y poder darles alimento a los estudiantes que no tienen nada que comer en casa», recordó la directora Yelitza Hernández. «Todos son muy solidarios ante esta situación«.
Fe y Alegría: «No necesitamos héroes, sino maestros estables y satisfechos»
Fe y Alegría invita a un domingo familiar con recorrido por Catuche
Docentes de Fe y Alegría exigen eliminar instructivo de la Onapre
Las imágenes de la devastación en Mississippi tras el paso del tornado que dejó al menos 26 muertos
Rescatan a cinco migrantes venezolanos abandonados en el Caribe colombiano
ONU atendió 7.100 respuestas sobre la ayuda humanitaria en Venezuela en 2022
Consejo de Europa pide a Reino Unido detener el proyecto de ley migratorio
Muere María Kodama, la viuda de Jorge Luis Borges, a los 86 años
La maestra del tercer grado del colegio San Judas Tadeo, ubicado en El Valle, Caracas, salió ese día del salón de clases para que los niños no la vieran llorar. Minutos antes, había visto cómo uno de sus alumnos partió su arepa por la mitad y se la dio a un compañerito que no llevó desayuno. «Los niños son muy solidarios frente a esta situación«, aseguró Yelitza Hernández, directora del centro educativo. Cada día, contó, hay más pupitres vacíos a causa de la escasez de alimentos en las loncheras.
El hambre ha calado en las listas de asistencia. Antes, dijo Hernández, los niños no traían desayuno porque sus mamás se levantaban tarde y no les daba chance de prepararlo. Ahora, las excusas cambiaron: «Mi mamá no pudo bachaquear«, «cuando llegamos al final de la cola ya no había comida» y «no vine a la escuela porque no tenía nada que comer en la casa» se convirtieron en las respuestas más frecuentes para los maestros.
El ausentismo no solo ocurre en la escuela San Judas Tadeo, sino a otros planteles en el país y más crítico en las zonas rurales. En Ocumare del Tuy, en la escuela Luis Vicente Donche, los niños dicen que se quieren ir a sus casas porque tienen hambre.
«Hay niños que se desmayan o se ponen pálidos. Llamamos a los padres y, con mucha vergüenza, van a buscarlos. No dicen nada de que no han comido, se quedan callados«, contó Miriam López, directora y fundadora del plantel ubicado en el barrio Simón Bolívar. Agregó que hay padres que se «cohíben» de mandar a sus hijos al colegio porque pueden ver que hay compañeros que tienen meriendas y ellos no.
López aseguró que en su plantel la situación ya era crítica, pero que empezó a empeorar a principios de 2016, cuando los maestros empezaron a pegar carreras porque un niño había caído desmayado en el patio. A partir de ese momento, los educadores también comenzaron a preguntar por la alimentación de los alumnos. Las respuestas no fueron menos alarmantes que las caídas: «Nos decían que no comían desde ayer o desde antier. Uno dijo que nada más tomaba café de desayuno, con pan cuando se conseguía«.
Los desmayos, dolores de cabezas y crujidos en la barriga están a la orden del día en estas aulas, a toda hora. Las inasistencias se van sumando al calendario, incluyendo los viernes, decretados como días no laborables en el sector educativo a manera para ahorrar energía eléctrica. Los cronogramas escolares se quedaron mochos y los niños o se quedan solos en sus casas porque los padres salen a hacer colas o se los llevan con ellos, precisaron ambas docentes.
La impotencia de los educadores llega hasta las redes sociales
A Yelitza Hernández, directora del plantel ubicado en El Valle, un niño le dijo que estaba cansado y le dolían las piernas porque el día anterior estuvo de supermercado en supermercado con su mamá para poder comprar algo de comida.
Hernández también se alarmó cuando vio que siete niños del segundo grado no asistieron a clase el pasado lunes 9 de mayo. «Pensé que quizás se habían ido a celebrar el Día de las Madres con su familia». La situación fue todo lo opuesto: el grupo de representantes salió desde temprano en «cambote» a ver qué conseguían en los anaqueles, llegaron tarde a la casa y los alumnos perdieron el día.
La inasistencia escolar, causada por la falta de comida en casa, pasa en los 171 centros educativos de Fe y Alegría en todo el país, aseguró Noelbis Aguilar, directora nacional de las escuelas. «Si quieres ver dónde se reflejan los problemas de Venezuela, vete a una escuela«, aseguró. No solo los estómagos estragados quedan en los salones, sino también los efectos a mediano y largo plazo: desnutrición, problemas de salud, inasistencia y deserción escolar.
Ni con PAE ni con Cnae
Aunque ni en la escuela San Judas Tadeo, de El Valle, ni en el Luis Vicente Donche, en Ocumare del Tuy, funciona el programa de alimentación promovido por el Estado, Noelbis Aguilar apuntó que hay colegios de la red que se benefician de la medida. Sin embargo, señaló, los insumos para dar de comer a los niños han disminuido en los últimos meses. Desde el inicio del año escolar 2015-2016, no solo los pupitres, sino los platos se han quedado vacíos.
Anteriormente, era el Programa de Alimentación Escolar (PAE), creado formalmente en 1996 como se establece en el decreto número 1.376, el encargado de la provisión de alimentos a los niños y jóvenes estudiantes, para que independientemente del nivel socioeconómico pudiesen tener acceso a la educación. En 2014, el PAE fue sustituido por la Corporación Nacional de Alimentación Escolar (Cnae), creada en noviembre de ese año por el presidente Nicolás Maduro.
«Antes dábamos desayuno y almuerzo y rendía para todo el mes. Ahora no están mandando suficiente comida para todos los niños. Lo poco que mandan alcanza para darle a 30%«, dijo Aguilar. «Tienes que inventarte el menú para que pueda llegar a un número importante de estudiantes».
La arepa, la carne y las legumbres desaparecieron de las listas de proveedores. La escasez toca por igual a los colegios: el queso también dejó de estar presente en las bandejas escolares. Los sacos de tomate se redujeron a unos cuantos kilitos de provisión. En las mesas venezolanas mandan los carbohidratos que se consiguen para llenar las barrigas por más tiempo.
Dos o una vez al día, pero no tres
«En un plantel de Fe y Alegría en el barrio Las Mayas, hay niños que comen una vez al día», puntualizó la directora nacional de las escuelas. La realidad reflejada en las encuestas ocurre todos los días en los centros educativos que dirige Noelbis Aguilar. De acuerdo con la última Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi), publicada en marzo de 2015, más de 3 millones de personas aseguraron comer dos veces al día o menos.
Del total de encuestados, 12,1% dijo haber renunciado a los tres platos diarios. Pero no solo faltan comidas en el día, sino también alimentos nutritivos. El estudio reveló que 40% de las canastas de los venezolanos estaban conformadas por harina de maíz, pasta, arroz y grasas.
Sobre esta situación, la investigadora de la Fundación Bengoa y del Cendes-UCV, Marianella Herrera, aseguró que en Venezuela se está promoviendo un retardo en el crecimiento en talla y no se están cubriendo las necesidades de los niños. Entre las consecuencias que traerá la mala alimentación están las deficiencias respiratorias y el déficit de nutrientes.
«Vamos a ver daños en el desarrollo cerebral porque los niños no tienen acceso a hierro, a acido fólico (…) Hay alumnos de cuarto y quinto grado que no saben leer correctamente ni interpretar lo que leen. Todo esto traerá dificultades de aprendizaje en el futuro«, dijo Herrera.
Este tipo de problemas que surgen a partir de la deficiencia de nutrientes, agregó la investigadora, parecen estar vinculados a los índices de deserción escolar.
Mientras tanto, profesores y alumnos buscan maneras de paliar la falta de alimentos y los altos costos. Los primeros, a veces organizan «vacas» para comprar meriendas a los niños; los segundos, buscan otras vías.
«Un grupo de chamos de sexto grado leyó el cuento de La sopa de piedra y, a raíz de eso, me propusieron hacer algo similar en el colegio: que recogiéramos dinero para hacer una jornada de comida y poder darles alimento a los estudiantes que no tienen nada que comer en casa», recordó la directora Yelitza Hernández. «Todos son muy solidarios ante esta situación«.