En 2022 hubo al menos 1.209 solicitudes de asilo de venezolanos en Islandia

La nostalgia por haber abandonado Barquisimeto quedó de lado durante algunos minutos cuando María Gabriela Henríquez se acercó a la ventanilla del avión y miró de cerca las auroras boreales, las hermosas luces del norte que hasta entonces había visto solo en fotos. Era 3 de febrero de 2023 cuando aterrizó por fin en la capital de Islandia, Reikiavik.

Había dejado mucho en Venezuela: a sus padres, su esposo, un empleo como periodista, decenas de reportes de protestas contra el gobierno de Nicolás Maduro. Pero en ese país nórdico que la recibía esperaba encontrar algo que había perdido desde hace años en el suyo, a 7,484 kilómetros de distancia. Paz, la posibilidad de volver a dormir tranquila a los 39 años.

«Me fui por la misma situación de ejercer el periodismo en Venezuela. Trabajé con varios medios, el último fue Termómetro Nacional, cubríamos solo denuncias y protestas. Después cambió la línea editorial y eso para mí fue el detonante», contó María Gabriela a Efecto Cocuyo el 24 de noviembre. Mientras ejerció el periodismo sufrió el bloqueo de sus redes sociales y el hostigamiento de cuerpos policiales, lo que la obligó a estar en alerta permanente, recuerda.

La zozobra quedó atrás desde hace nueve meses, tras migrar con su hijo de 10 años. Reikiavik es una ciudad amable, de gente que recicla, en la que se puede comunicar en inglés la mayor parte del tiempo. Sin embargo, la llegada de cientos de migrantes de varios países en el último año no parece agradarle a muchos locales.

«Se han vuelto un poco celosos por la situación. Han llegado muchos inmigrantes, así como hay venezolanos hay africanos, árabes, de todo. Los últimos en llegar son ucranianos y palestinos», apuntó María Gabriela.

De acuerdo con la Plataforma Regional de Coordinación Interagencial para Refugiados, conocida como R4V, al menos 7,7 millones de personas han abandonado Venezuela a causa de la crisis humanitaria compleja. Las estadísticas oficiales del gobierno islandés arrojan que en 2022 recibieron 1.209 solicitudes de asilo de venezolanos.

Por qué eligen Islandia

Islandia es un país insular pequeño ubicado al noroeste europeo: sus registros estatales indican que tiene una población de unas 380 mil personas. Es decir, vive menos gente allí que en Barquisimeto, la capital del estado Lara al centro occidente de Venezuela, donde en 2011 había más de un millón de habitantes según datos del Instituto Nacional de Estadística Venezuela (INE).

El territorio islandés abarca 103.000 km². De hecho, es más pequeño que el estado Amazonas (177.617 km²). No obstante, resulta un destino atractivo para los migrantes debido a sus altas tasas de seguridad y su sistema de salud público. María Gabriela lo eligió debido a que su hermano ya llevaba varios años viviendo y trabajando en la capital.

«Hace muchísimos años, en 1998 en mi familia recibimos por intercambio estudiantil, por el Rotary Club, a una hermanita islandesa. Yo ya conocía la cultura por medio de ella y me llamó siempre mucho la atención su país», añadió la venezolana.

El clima islandés es diametralmente opuesto al de Venezuela. Los inviernos son rudos; durante ese periodo de casi cinco meses el sol apenas sale por cuatro horas y la temperatura puede bajar hasta rozar los -10 ºC. A pesar del frío, Reikiavik es una de las ciudades más limpias del mundo, con un sistema de transporte público que opera con efectividad, por lo que que cientos de refugiados quieren establecerse allí.

El periodista Mauro Mondello informó en El País de España que en los primeros seis meses de 2023 llegaron a Islandia 2.480 solicitudes de asilo, la mayoría de venezolanos:

«En abril, Islandia incluyó sorprendentemente a Venezuela en la lista de países seguros, una decisión que, en los últimos tres meses, ha provocado más de 500 denegaciones de solicitudes de protección presentadas por venezolanos», publicó Mondello el 2 de septiembre.

De qué trabajan los venezolanos

Usualmente los venezolanos que reciben una aprobación de solicitud de asilo y un posterior permiso de trabajo buscan puestos como personal de mantenimiento o de atención al cliente para comenzar a ganar dinero. El idioma puede ser un problema para ejercer algunas profesiones, porque el islandés es una lengua con una gran complejidad morfológica y no se parece a ninguna otra.

En Reikiavik es difícil encontrar un diccionario de islandés-español. Los latinos deben usar aplicaciones de traducción, a veces inexactas.

«Los islandeses hablan inglés, pero inglés británico. Hay diferencia con el americano y se nota. A veces hablo con alguien y me pregunto: «¿Qué me habrá querido decir?», contó la venezolana.

El 90 % de los cursos para aprender a hablar islandés son dictados en inglés, así que los hispanohablantes que no manejan una segunda lengua se topan de frente con la barrera idiomática. Algunos centros públicos se han actualizado y ofrecen alternativas para ellos.

María Gabriela permanece a la espera de la respuesta de su petición de asilo mientras intenta asimilar la lengua local. Las reglas en Islandia son estrictas y la vigilancia igual. No puede trabajar sin aprobación del gobierno o su caso corre peligro de ser descartado.

«Es muy diferente de lo que podemos hablar, por ejemplo, en Estados Unidos, que hay personas que trabajan en negro. Pero aquí no puedes ni siquiera abrir una cuenta bancaria y aquí el efectivo no lo utilizan tanto, porque todo es digital», indicó.

Alquilar no es sencillo

En Islandia habitualmente se gana un mínimo de 200.000 coronas islandesas al mes, que equivalen a 1.330 euros. Sin embargo, el promedio es de 2.900 euros y recientemente ha ascendido a los 4.200 euros dependiendo del puesto.

Mientras tanto, los alquileres de apartamentos van desde las 150.000 hasta las 350.000 coronas islandesas. En general, el costo de la vida es elevado.

«Hay un problema para alquilar casas y apartamentos porque hay demasiada demanda», apuntó María Gabriela. «Y te alquilan dependiendo de la cantidad de personas que estén contigo, sobre todo niños. Si tienes dos, cada uno debe tener su cuarto, por ejemplo. Eso te sube el precio», añadió.

De acuerdo con la BBC, muchos venezolanos han dejado de recibir la protección subsidiaria del gobierno islandés y se ven en una encrucijada al no poder acceder a empleos estables, ya sea porque no dominan el idioma o no han recibido respuesta del Estado a su situación migratoria.

En Reikiavik la agricultura y la ganadería no tienen gran peso dentro de la economía de la urbe. La principal fuente de ingresos es la pesca y el turismo, ya que el puerto más importante del territorio se encuentra en su capital. Aún así, trabajar en uno de esos dos sectores se ha vuelto cuesta arriba para los extranjeros que no pueden hablar inglés o islandés fluido.

La independencia de los niños

Para María Gabriela adaptarse a la cultura islandesa no ha sido tan difícil. Lo atribuye al contacto temprano que tuvo con aquella estudiante de intercambio, Margareth. Ha podido mantener algunas de sus costumbres y comidas venezolanas, como la arepa, porque en Reikiavik también venden Harina Pan.

Una de las costumbres nacionales que suelen extrañar los migrantes es la de fomentar la autonomía en los niños. Los jóvenes en Islandia desarrollan una amplia independencia desde muy temprana edad y es común verlos solos en el transporte público.

«Mi hijo de 10 años se va solo al colegio. Empezó a estudiar a los 15 días de haber llegado. Agarra dos autobuses, son 20 minutos en total. Las escuelas están cerca de las casas», contó María Gabriela. Las maestras se mantienen en constante comunicación por correo electrónico con todos los representantes. La dinámica funciona bastante bien y muy pocas veces se ha reportado algún incidente.

La tasa de seguridad de Islandia es tan altas que las madres creen que hay más peligro en el clima que en las paradas de autobuses. Abrigan a los pequeños con un mínimo de cinco capas para enviarlos a clases. En un solo día puede llover, granizar y nevar. En invierno, todavía está oscuro a las 8 a.m., dice María Gabriela.

«En ese aspecto es fuerte. Pero creo que me adapté muy rápido. Al principio es fuerte porque uno viene del trópico. Cuando te acostumbras sabes que tienes que revisar cómo va a estar el clima antes de vestirte», agregó.

Los migrantes venezolanos que viajan a Reikiavik se ven obligados a ajustarse a situaciones nuevas, que no se parecen en nada a las de su país de origen. A pesar de ello, María Gabriela compara la amabilidad islandesa con la de los larenses. Hasta la fecha no ha sufrido un episodio de xenofobia, aunque ha oído a algún amigo contar que le increparon en público debido a su nacionalidad.

«Un islandés le dijo que los extranjeros solo venimos a quitarle dinero al país. Pero luego se le acercó una señora, también de aquí, y le pidió disculpas. Le dijo que eso no es así», narró.

La regularización no es tan fácil

El ministro de Justicia islandés, Guðrún Hafsteinsdóttir, señaló recientemente que la inmigración se convirtió en un «problema urgente» para la nación nórdica.

Las leyes migratorias en el lugar se han recrudecido este 2023. A mediados de mes, más de 200 migrantes venezolanos arribaron al país devueltos desde Islandia, donde les negaron la solicitud de asilo que pidieron. Estas personas denunciaron haber sido el pasado 15 de noviembre en el aeropuerto de Maiquetía.

«La parte migratoria no está nada fácil. Las personas que vienen en calidad de refugiados tienen que tener un caso que realmente demuestren al estado Islandés que corren riesgo al estar en Venezuela. Islandia es un país muy pequeño y ellos con sus problemas internos han tenido situaciones, problemas que se unen al tema migratorio», explicó María Gabriela.

Los cambios en las leyes, aprobados en marzo por el Parlamento, indican que los migrantes que piden asilo pierden todos los derechos (asistencia gubernamental) un mes después de obtener una respuesta negativa a su petición.

«Estoy apoyando a la comunidad venezolana. Se están creando grupos para buscar la manera de que el Estado Islandés tome en cuenta las personas que tienen en espera. Hay gente que tiene más de un año. Ahorita están organizándose para ver si obtienen una permisología para trabajar mientras obtienen su respuesta», puntualizó María Gabriela.

Actualmente, Islandia es un donante del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur). En 2022, se convirtió en el séptimo mayor contribuyente a la organización en términos de per cápita. El 18 de noviembre, connacionales en ese país criticaron sus medidas con los venezolanos y se concentraron a las afueras de las instalaciones de la oficina de migración de ese país para denunciar las deportaciones.

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