“Te sientes más seguro con el malandro pagado”. Eso era lo que pensaba el ingeniero civil Ángel Esqueda, encargado de una obra en los Valles del Tuy, estado Miranda, cuando estaba sentado a la mesa negociando con dos jefes sindicales sobre cuántos “convives” debía incluir en nómina si quería construir el proyecto residencial Ciudad Miranda en Charallave.
Con arma, granada y otros objetos intimidantes, llegaron los líderes sindicales a la oficina del ingeniero. La lista estaba sobre la mesa. Lo único que faltaba era la negociación.
Cuando Esqueda se enteró de que uno de los jefes sindicales con el que estaba negociando había asesinado a otro sindicalista de la misma obra con el fin de convertirse en el “nuevo sindicato que mandaba” en esa construcción, le quedo claro que “si quería construir la obra en paz, debía pagar”.
La lista incluye la cantidad de empleados fantasmas que se debe asignar en nómina para que reciban un sueldo semanal, más todos los beneficios laborales de un trabajador corriente, explica el ingeniero.
“A mí me pasan a las personas que tengo que asignar a la nómina”, afirma también Yaneth Franco, encargada de la administración en la Constructora Sierra Larga, quien además señala que el número de empleados sindicales a los que se les debe pagar, varía a medida que la obra va avanzando.
En el caso de otra edificación en los Valles del Tuy, quien recibe la lista es el ingeniero contratista, explica Carlos Duarte, ingeniero empleado en la construcción, quien prefiere ocultar su identidad por seguridad. Sin embargo, Duarte comenta que el contratista no se aparece por la obra desde hace un año, después de haber sido víctima de un secuestro.
“Siempre se debe llegar a una negociación con el sindicato”, afirma con completa naturalidad Franco. Insiste con cierta impotencia en que “no hay forma de evitar la presión de los jefes sindicales. No hay forma de negarse a incluir a quienes ellos deseen”, recalca.
Por su parte, Esqueda recuerda que esta situación “tiene años”. Incluso desde la existencia de la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV), especifica. No obstante, la modalidad se ha profesionalizado, opina. “Antes te pedían la plata de frente. Ahora te exigen incluirlos en nómina”.
La Convención Colectiva de Trabajo de la Industria de Construcción (CCTIC), aprobada para el periodo 2016-2018, expresa en su cláusula 66 que cualquier consorcio que desee iniciar un proyecto debe contratar el 75% de la mano de obra propuesta por el sindicato adjudicado a dicha obra, generalmente personal de la zona en la que se construye.
Este reglamento representa la horca para muchos empresarios con contratos de construcción en zonas de alta peligrosidad y delincuencia. Por ejemplo, Esqueda se niega a liderar obras en Ocumare del Tuy, estado Miranda, donde la mayoría de la mano de obra, como consecuencia de esta norma, son “puros malandros”, admite. «Trabajan con la pistola en la cintura», describe el ingeniero Duarte.
Pero esta normativa no siempre se tiene que cumplir. Especialmente no debe ser así cuando el patrono le puede “mojar la mano al sindicato” para modificar el cumplimiento de la sentencia aplicada por esta ley.
Sierra Larga es una empresa de construcción que estuvo encargada de la ampliación de la carretera Boca de Uchire–Cúpira, en el estado Anzoátegui, durante 2015. Algunos “regalitos” en efectivo le permitieron a la compañía negociar con el sindicato de Lechería incluir tan solo al 50% de los empleados habitantes de la zona y registrar en sus nóminas a 20 delegados sindicales, cuyo mayor esfuerzo sería visitar la obra cada viernes para cobrar o verificar que la transferencia bancaria se hiciese efectiva a tiempo, comenta Franco, encargada de la administración.
Esto ocurrió así pese a que la norma sindical establece que el mayor número de delegados sindicales que puede tener participación en una obra es de 12 representantes, cuando la unidad de trabajo ocupa a más de 1.000 trabajadores. En el caso de que la cifra de empleados sea menor a 150, únicamente se podrán incluir siete sindicalistas, mientras que si la empresa emplea entre 150 y 1.000 trabajadores el número de delegados será igual a nueve, de acuerdo a lo establecido en la Ley Orgánica del Trabajo, Trabajadores y Trabajadoras (LOTTT) en su artículo 419.
En otra obra del estado Miranda, en Cúa, existen 6 grupos sindicales con 2 delegados por cada organización, lo que suma 12 representantes para la obra en la que laboran poco más de 150 personas, dijo Duarte.
En una construcción pueden participar varias empresas contratistas, especialmente cuando se trata de obras grandes. En el caso de ésta, diez diferentes compañías contratistas trabajan para el mismo encargo. Eso quiere decir que los sindicalistas asociados perciben el sueldo negociado multiplicado por diez. Así lo asegura Alfredo Hernández, uno de los dirigentes sindicales de esta construcción mejor conocido como «Pico de Plata».
Desde “mafias”, “parásitos” y hasta “colaboradores del hampa”, esa es la calificación con la que los profesionales de la construcción identifican a los representantes sindicales.
De hecho, entre los mismos sindicalistas se afirma que “la gerencia sindical no existe, lo que existe es la pistola… Las pistolas son las que hablan en la construcción”, como lo dijo Hernández mientras dejaba caer sobre la mesa su carnet de representación de la Unidad Bolivariana de Trabajadores (UBT).
Para los ingenieros, estos delegados sindicales son desconocidos.“Le pagas a gente no conoces porque de lo contrario simplemente no podrías trabajar”, manifiesta el ingeniero Esqueda.
“Yo sabía que ellos (representantes sindicales) venían de parte de “El Tumba”, otros de “Pichicho”, pero yo nunca los conocí. La negociación era con sus representantes”, declara el ingeniero Raymond Duque mientras relata su experiencia trabajando en la construcción del Centro Comercial Ciudad Betania, en los Valles del Tuy.
“El Tumba” era el apodo que recibía José Giovanni Rondón Millán, de 36 años de edad, un reconocido sindicalista que sometía en la zona de los Valles del Tuy, hasta que fue ultimado en el mes de septiembre de 2013.
En referencia a la identidad de los representantes sindicales, el ingeniero Duarte asegura: “Muchas veces son delegados sindicales falsos; solo son personas que cobran el dinero en representación por el verdadero pran que no puede dar su identidad porque está solicitado”.
También pueden ser amigos, familiares -generalmente las novias o esposas- quienes reciben a cambio algún tipo de bono o ayuda para que la misma persona cobre varios sueldos en diversas empresas contratistas y obras, precisó Duarte, ingeniero de un proyecto residencial en Cúa, que prefiere no nombrar.
Pico de Plata, un hombre de cabello canoso que devela su edad avanzada, es representante sindical de varias obras en la zona de los Valles del Tuy. Él se encarga de negociar con los dueños de obra cuántas personas se incluyen en nómina, de cuánto será el pago, entre otros detalles. Pero Pico de Plata no es el “pran” ni es familiar de ninguno de ellos. “Yo soy empleado de un sinfín de malandros”, así se presentó cuando estrechó su mano para el inicio de la entrevista.
“El pran sin su lucero no es nadie”, advierte con una sonrisa. Precisamente, personas como él son los luceros de los pranes que representan al gremio sindical en la actualidad. Pues, “los malandros mandan, pero ellos no saben nada de ley”. Con más de 14 años de experiencia en esta labor, Alfredo Hernández conoce las leyes desde la A hasta la Z y sabe muy bien el “arte de negociar” con los empresarios. De hecho, es con ese propósito que lo contratan pranes “El Antonio”, “El pran del Dividivi”, también fue representante de “El Tumba” en Ciudad Miranda y Ciudad Zamora.
La Convención Colectiva de Trabajo de la Industria de Construcción establece la tabla de sueldos y oficios previstos dentro de este contrato, vigente desde el 1 de enero de 2016 hasta el 1 de mayo de 2018. En esta tabla se encuentran distintos oficios pertenecientes al área de la construcción que perciben un salario diario diferente por cada oficio.
Por ejemplo, el día de trabajo de un obrero de primera cuesta 702,93 bolívares, éste es el pago más bajo de la tabla, mientras que el salario más alto es de Bs 1.203,93 recibido por el operador de maquinaria pesada de primera, entre otras ocupaciones.
Por lo general, el pago que se negocia con los delegados sindicales es el de un albañil de primera, es decir, 943,78 por día. Si este monto se multiplica por los siete días de la semana se obtiene que el sueldo semanal base de un representante sindical es de 6.606,46 Bs, lo que a final de mes sería 26.425,84 Bs.
Pero además, si en la obra hay diez contratistas, como es el caso de la construcción que dirige el ingeniero Duarte, este monto se multiplica, lo que significa que un representante sindical puede ganar hasta 264.258,4 bolívares al mes.
De dicha cifra se negocia el sueldo del delegado sindical. En el caso de Pico de Plata, su sueldo actual es de 52 mil bolívares, comenta. El resto del dinero pasa a manos del pran que representa. El pran, a su vez, reparte el dinero entre los malandros que están por debajo de él en la jerarquía.
Tomando en cuenta estas cifras, si en una obra hay 12 delegados sindicales un patrono puede pagar hasta 3.171.100,8 Bs mensuales para cubrir el sueldo de la representación sindical dentro de la construcción.
“Ellos cobran una bonificación por lo que se les da la gana”, indica el ingeniero Duarte mientras explica que el sueldo base que establece la Convención Colectiva son “pagos camuflajes”, pues ellos perciben montos superiores y además poseen otras fuentes de ingreso, afirma.
Una cantidad de bonos “son inventados por ellos mismos”. Por ejemplo, bonos por iniciar una obra, bonos por finalizarla, bonos por “seguridad y paz” y hasta un bono conocido como “bono para el pran”, enumera. “Pa’ todo hay un bono”, exclama un poco cansado y como faltándole la respiración. Antes de concluir su exposición, recuerda que otro de los “regalitos” para el pran es que se le otorga un apartamento por cada obra finalizada.
“Actualmente mi jefe paga por seis delegados un bono mensual de 800.000 bolívares”, explica, al mismo tiempo que garantiza la veracidad de la información, pues él mismo fue quien entregó el último cheque al sindicato. Posteriormente, pregunta “¿sabes de cuánto es mi sueldo?” A lo que el mismo se responde un poco indignado: tan solo 48.000 bolívares.
“O te adaptas o te retiras. Yo me retiré», afirma Esqueda, quien asegura que actualmente no está trabajando en el área por resguardar su vida. La adaptación parece ser la única opción con la que cuentan los ingenieros venezolanos que se atreven al ejercicio de su profesión aceptando las reglas del hampa sindical.
Cada vez son más los profesionales de la construcción que deciden despedirse de su labor por los riesgos que ésta representa, en un país donde la gerencia sindical representa al hampa.
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Con arma, granada y otros objetos intimidantes, llegaron los líderes sindicales a la oficina del ingeniero. La lista estaba sobre la mesa. Lo único que faltaba era la negociación.
Cuando Esqueda se enteró de que uno de los jefes sindicales con el que estaba negociando había asesinado a otro sindicalista de la misma obra con el fin de convertirse en el “nuevo sindicato que mandaba” en esa construcción, le quedo claro que “si quería construir la obra en paz, debía pagar”.
La lista incluye la cantidad de empleados fantasmas que se debe asignar en nómina para que reciban un sueldo semanal, más todos los beneficios laborales de un trabajador corriente, explica el ingeniero.
“A mí me pasan a las personas que tengo que asignar a la nómina”, afirma también Yaneth Franco, encargada de la administración en la Constructora Sierra Larga, quien además señala que el número de empleados sindicales a los que se les debe pagar, varía a medida que la obra va avanzando.
En el caso de otra edificación en los Valles del Tuy, quien recibe la lista es el ingeniero contratista, explica Carlos Duarte, ingeniero empleado en la construcción, quien prefiere ocultar su identidad por seguridad. Sin embargo, Duarte comenta que el contratista no se aparece por la obra desde hace un año, después de haber sido víctima de un secuestro.
“Siempre se debe llegar a una negociación con el sindicato”, afirma con completa naturalidad Franco. Insiste con cierta impotencia en que “no hay forma de evitar la presión de los jefes sindicales. No hay forma de negarse a incluir a quienes ellos deseen”, recalca.
Por su parte, Esqueda recuerda que esta situación “tiene años”. Incluso desde la existencia de la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV), especifica. No obstante, la modalidad se ha profesionalizado, opina. “Antes te pedían la plata de frente. Ahora te exigen incluirlos en nómina”.
La Convención Colectiva de Trabajo de la Industria de Construcción (CCTIC), aprobada para el periodo 2016-2018, expresa en su cláusula 66 que cualquier consorcio que desee iniciar un proyecto debe contratar el 75% de la mano de obra propuesta por el sindicato adjudicado a dicha obra, generalmente personal de la zona en la que se construye.
Este reglamento representa la horca para muchos empresarios con contratos de construcción en zonas de alta peligrosidad y delincuencia. Por ejemplo, Esqueda se niega a liderar obras en Ocumare del Tuy, estado Miranda, donde la mayoría de la mano de obra, como consecuencia de esta norma, son “puros malandros”, admite. «Trabajan con la pistola en la cintura», describe el ingeniero Duarte.
Pero esta normativa no siempre se tiene que cumplir. Especialmente no debe ser así cuando el patrono le puede “mojar la mano al sindicato” para modificar el cumplimiento de la sentencia aplicada por esta ley.
Sierra Larga es una empresa de construcción que estuvo encargada de la ampliación de la carretera Boca de Uchire–Cúpira, en el estado Anzoátegui, durante 2015. Algunos “regalitos” en efectivo le permitieron a la compañía negociar con el sindicato de Lechería incluir tan solo al 50% de los empleados habitantes de la zona y registrar en sus nóminas a 20 delegados sindicales, cuyo mayor esfuerzo sería visitar la obra cada viernes para cobrar o verificar que la transferencia bancaria se hiciese efectiva a tiempo, comenta Franco, encargada de la administración.
Esto ocurrió así pese a que la norma sindical establece que el mayor número de delegados sindicales que puede tener participación en una obra es de 12 representantes, cuando la unidad de trabajo ocupa a más de 1.000 trabajadores. En el caso de que la cifra de empleados sea menor a 150, únicamente se podrán incluir siete sindicalistas, mientras que si la empresa emplea entre 150 y 1.000 trabajadores el número de delegados será igual a nueve, de acuerdo a lo establecido en la Ley Orgánica del Trabajo, Trabajadores y Trabajadoras (LOTTT) en su artículo 419.
En otra obra del estado Miranda, en Cúa, existen 6 grupos sindicales con 2 delegados por cada organización, lo que suma 12 representantes para la obra en la que laboran poco más de 150 personas, dijo Duarte.
En una construcción pueden participar varias empresas contratistas, especialmente cuando se trata de obras grandes. En el caso de ésta, diez diferentes compañías contratistas trabajan para el mismo encargo. Eso quiere decir que los sindicalistas asociados perciben el sueldo negociado multiplicado por diez. Así lo asegura Alfredo Hernández, uno de los dirigentes sindicales de esta construcción mejor conocido como «Pico de Plata».
Desde “mafias”, “parásitos” y hasta “colaboradores del hampa”, esa es la calificación con la que los profesionales de la construcción identifican a los representantes sindicales.
De hecho, entre los mismos sindicalistas se afirma que “la gerencia sindical no existe, lo que existe es la pistola… Las pistolas son las que hablan en la construcción”, como lo dijo Hernández mientras dejaba caer sobre la mesa su carnet de representación de la Unidad Bolivariana de Trabajadores (UBT).
Para los ingenieros, estos delegados sindicales son desconocidos.“Le pagas a gente no conoces porque de lo contrario simplemente no podrías trabajar”, manifiesta el ingeniero Esqueda.
“Yo sabía que ellos (representantes sindicales) venían de parte de “El Tumba”, otros de “Pichicho”, pero yo nunca los conocí. La negociación era con sus representantes”, declara el ingeniero Raymond Duque mientras relata su experiencia trabajando en la construcción del Centro Comercial Ciudad Betania, en los Valles del Tuy.
“El Tumba” era el apodo que recibía José Giovanni Rondón Millán, de 36 años de edad, un reconocido sindicalista que sometía en la zona de los Valles del Tuy, hasta que fue ultimado en el mes de septiembre de 2013.
En referencia a la identidad de los representantes sindicales, el ingeniero Duarte asegura: “Muchas veces son delegados sindicales falsos; solo son personas que cobran el dinero en representación por el verdadero pran que no puede dar su identidad porque está solicitado”.
También pueden ser amigos, familiares -generalmente las novias o esposas- quienes reciben a cambio algún tipo de bono o ayuda para que la misma persona cobre varios sueldos en diversas empresas contratistas y obras, precisó Duarte, ingeniero de un proyecto residencial en Cúa, que prefiere no nombrar.
Pico de Plata, un hombre de cabello canoso que devela su edad avanzada, es representante sindical de varias obras en la zona de los Valles del Tuy. Él se encarga de negociar con los dueños de obra cuántas personas se incluyen en nómina, de cuánto será el pago, entre otros detalles. Pero Pico de Plata no es el “pran” ni es familiar de ninguno de ellos. “Yo soy empleado de un sinfín de malandros”, así se presentó cuando estrechó su mano para el inicio de la entrevista.
“El pran sin su lucero no es nadie”, advierte con una sonrisa. Precisamente, personas como él son los luceros de los pranes que representan al gremio sindical en la actualidad. Pues, “los malandros mandan, pero ellos no saben nada de ley”. Con más de 14 años de experiencia en esta labor, Alfredo Hernández conoce las leyes desde la A hasta la Z y sabe muy bien el “arte de negociar” con los empresarios. De hecho, es con ese propósito que lo contratan pranes “El Antonio”, “El pran del Dividivi”, también fue representante de “El Tumba” en Ciudad Miranda y Ciudad Zamora.
La Convención Colectiva de Trabajo de la Industria de Construcción establece la tabla de sueldos y oficios previstos dentro de este contrato, vigente desde el 1 de enero de 2016 hasta el 1 de mayo de 2018. En esta tabla se encuentran distintos oficios pertenecientes al área de la construcción que perciben un salario diario diferente por cada oficio.
Por ejemplo, el día de trabajo de un obrero de primera cuesta 702,93 bolívares, éste es el pago más bajo de la tabla, mientras que el salario más alto es de Bs 1.203,93 recibido por el operador de maquinaria pesada de primera, entre otras ocupaciones.
Por lo general, el pago que se negocia con los delegados sindicales es el de un albañil de primera, es decir, 943,78 por día. Si este monto se multiplica por los siete días de la semana se obtiene que el sueldo semanal base de un representante sindical es de 6.606,46 Bs, lo que a final de mes sería 26.425,84 Bs.
Pero además, si en la obra hay diez contratistas, como es el caso de la construcción que dirige el ingeniero Duarte, este monto se multiplica, lo que significa que un representante sindical puede ganar hasta 264.258,4 bolívares al mes.
De dicha cifra se negocia el sueldo del delegado sindical. En el caso de Pico de Plata, su sueldo actual es de 52 mil bolívares, comenta. El resto del dinero pasa a manos del pran que representa. El pran, a su vez, reparte el dinero entre los malandros que están por debajo de él en la jerarquía.
Tomando en cuenta estas cifras, si en una obra hay 12 delegados sindicales un patrono puede pagar hasta 3.171.100,8 Bs mensuales para cubrir el sueldo de la representación sindical dentro de la construcción.
“Ellos cobran una bonificación por lo que se les da la gana”, indica el ingeniero Duarte mientras explica que el sueldo base que establece la Convención Colectiva son “pagos camuflajes”, pues ellos perciben montos superiores y además poseen otras fuentes de ingreso, afirma.
Una cantidad de bonos “son inventados por ellos mismos”. Por ejemplo, bonos por iniciar una obra, bonos por finalizarla, bonos por “seguridad y paz” y hasta un bono conocido como “bono para el pran”, enumera. “Pa’ todo hay un bono”, exclama un poco cansado y como faltándole la respiración. Antes de concluir su exposición, recuerda que otro de los “regalitos” para el pran es que se le otorga un apartamento por cada obra finalizada.
“Actualmente mi jefe paga por seis delegados un bono mensual de 800.000 bolívares”, explica, al mismo tiempo que garantiza la veracidad de la información, pues él mismo fue quien entregó el último cheque al sindicato. Posteriormente, pregunta “¿sabes de cuánto es mi sueldo?” A lo que el mismo se responde un poco indignado: tan solo 48.000 bolívares.
“O te adaptas o te retiras. Yo me retiré», afirma Esqueda, quien asegura que actualmente no está trabajando en el área por resguardar su vida. La adaptación parece ser la única opción con la que cuentan los ingenieros venezolanos que se atreven al ejercicio de su profesión aceptando las reglas del hampa sindical.
Cada vez son más los profesionales de la construcción que deciden despedirse de su labor por los riesgos que ésta representa, en un país donde la gerencia sindical representa al hampa.