Los habitantes del apacible pueblo La Pastora, ubicado a 117 kilómetros de Barquisimeto (estado Lara), cumplen seis días sin luz este domingo 17 de abril.
Una avería en un transformador de Corpoelec los dejó sin energía eléctrica provocando grandes pérdidas de comida, informa a Efecto Cocuyo Janet Aliso, quien reside en esta localidad.
“Aquí lo que hubo fue una gran pérdida en las carnicerías, las verdulerías. Las haciendas tienen plantas eléctricas, pero igual necesitan electricidad para regar los sembradíos. Es crítica la situación, hoy contamos seis noches”, responde mientras carga en su celular en un local que tiene generador eléctrico.
La pobladora comenta que son pocos los comercios que abren sus puertas porque tienen plantas que funcionan con gasolina.
“La luz se nos fue a las 2:00 de la mañana (del martes) y pensamos que era un racionamiento, nadie se había dado cuenta de esto. Estamos mal”, lamenta.
La Pastora es capital de la parroquia Cecilio Zubillaga que tiene una población de 6.946 habitantes, según estimaba el Instituto Nacional de Estadística para 2011.
La crisis eléctrica quemó el sistema de bombeo del pozo que surte al pueblo dejando a las familias sin agua por tubería desde hace más de cuatro meses.
“Nos aprobaron por la gobernación un presupuesto y hace como mes y medio vino Hidrolara y nos hicieron una limpieza al pozo, pero nos dimos cuenta de que nos iba a meter una bomba que no era nueva sino reconstruida, entonces no lo permitimos, el pueblo se opuso porque para eso nos aprobaron el presupuesto para que fuera nueva”, dice Aliso.
Desde entonces cargan agua de los pozos que están cercanos a las haciendas o dependen de cisternas que manda la gobernación.
La larense explica que las condiciones de vida en los pueblos cercanos como San Pedro, Jabón, El Empedrado es aún peor porque no tienen casi plantas eléctricas, internet ni señal telefónica.
Antes de perder comunicación, la habitante de La Pastora confirma que las autoridades locales trasladaron el transformador que necesitan para recuperar la electricidad este domingo. «El acalde del municipio Torres hizo presencia y le dio la información a la comunidad, ahora estamos a la espera de cuánto tiempo va a tomar la instalación de esto», afirma.
El maestro de escuela Alcides Pérez lidia con apagones de cuatro horas todos los días en el sector La Carucieña, ubicado en el municipio Iribarren del estado Lara. Ya perdió un monitor de computadora y un televisor por los continuos cortes eléctricos.
El educador califica la crisis energética que viven en el estado de “catástrofe” y no exagera: las interrupciones del servicio quemaron los equipos de rebombeo en la estación Titicare, ubicada en la parroquia Juan de Villegas. Esto deja sin agua por tubería a unas 60.000 personas, entre los que se cuenta Pérez, en la capital de la entidad del centro occidente de Venezuela.
Juan de Villegas es la parroquia más grande de Iribarren. El Instituto Nacional de Estadísticas (INE) estimaba, para 2014, que la población en esta localidad era de 344.196 habitantes.
En La Carucieña, donde vive Pérez, hay 10 comunidades que son las más pobladas, según el profesor. Por eso calcula que hay cerca de 60 mil afectados por la sequía que es consecuencia directa de los apagones.
Afirma a Efecto Cocuyo que no hay un plan de contingencia porque la gobernación “tiene una deuda con los camiones cisternas” a los que antes abastecía de gasoil y gasolina a cambio de la prestación del servicio, pero ni siquiera con este plan han podido solventar la crisis de agua porque hay una “corrupción muy grande”, denuncia Pérez.
Para tener agua, los habitantes de esta parroquia de la capital larense se ven obligados a comprar agua. Una pipa de agua de 200 litros cuesta dos dólares, mientras que una cisterna de 8 mil litros, 30 dólares.
Pérez comenta que sus vecinos, incluso él, dependen de cocinas eléctricas pequeñas porque tampoco hay gas y cuando se va la luz no tienen cómo cocinar la comida: “Mucha gente de la zona no tiene gas y ya no se usan los fogones porque se ha deforestado prácticamente todo, ya ni leña hay”.
“Las clases a distancia son cada vez más difíciles, la conectividad de internet es muy mala. Esto nos retrasa en todo, si vamos a hacer un informe de evaluación, si vamos a corregir, etc”, expresa.
Antonia Mendoza perdió su nevera y una licuadora por las fluctuaciones y cortes que se registran a diario en Iribarren. Desde entonces depende de la ayuda de familiares y vecinos para preservar sus alimentos.
“Se nos va la luz todos los días por cuatro o seis horas. No hay un horario fijo. A veces se nos va hasta cuatro veces en un día”, dice.
Según Mendoza, la falta de luz afecta a un Centro Diagnóstico Integral (CDI) y un Seguro Social que está cerca de su vivienda.
“El gas es deficiente, aquí nos venden una bombona para tres o cuatro meses, pero la bombona no nos dura más de 20 días, así que dependemos de cocinitas eléctricas y cuando se va la luz toca pasar hambre. Prender un fogón es contaminarnos más, enfermarnos, tener problemas respiratorios”, afirma.
En Santo Domingo, que es el sector donde reside exactamente, no hay agua: “tenemos muchos años sin saber qué es que nos llegue una gota de agua por tubería, el que puede compra agua y el que no carga agua del río Turbio, y se baña y lava la ropa en el río. Hemos ido varias veces a la hidrológica, a la gobernación y es como si no existiéramos, no les importan nuestras vidas, les importa es el poder y el dinero”, cuestiona.
La periodista Karina Peraza vive en Barquisimeto y admite que la falta continua del servicio eléctrico afectó su estado emocional y el de su hija: “Es desgastante para los niños que tienen clases, no descansan bien. Mi niña se deprimió por lo de la luz, lloramos mucho (…) Estuve en Acarigua y es increíble como me sentía cuando tenía agua y luz todo el día. Cuando me devolví, en febrero, me pegó mucho, me sentía como humillada”.
Cerca de su casa está la Unidad de Diálisis Los Ángeles que se paraliza a causa de los apagones porque no tiene planta eléctrica. Esto deja a los pacientes renales sin el servicio que necesitan para salvar sus vidas.
Precisa que los cortes ocurren a diario por tres y hasta cinco horas desde 2019 cuando se registró el apagón nacional.
“Esta situación me quemó una nevera, una computadora. Tuvimos que dejar de usar algunos tomacorrientes de la casa porque se generan muchos cortocircuitos y es peligroso”, agrega.
El dirigente vecinal Franklin Pérez asevera que en la comunidad Los Pocitos de la parroquia Juan Villegas están sin luz desde hace un mes. “Ahí se reventó un transformador y dejó sin el servicio a cuatro sectores y que necesitan luz para tener agua”, denuncia.
“Siento que no hay diligencia ni dolencia por parte del gobernador, ellos dicen que han mejorado, pero la mejora no se ve”, expresa.
Pérez trabaja en una panadería y comenta que cuando se va la luz tienen que transportar la mercancía perecedera de un sector a otro.
“Esto es inhumano, cuando se va la luz, que la quitan hasta por cinco horas, el agua del tanque se regresa porque no funciona el sistema de bombeo”, alerta.
En El Ujano (Barquisimeto) “se nos ha empeorado la calidad de vida”, expresa Elio Medina. Esto se debe a los cortes de cuatro o cinco horas diarios.
“Esto nos genera ansiedad y zozobra. A mí se me dañó la nevera, se te daña la comida. Esta situación es nefasta y pareciera una cuestión de maldad, nos tienen marginados, nos sacrifican para que otras partes del país tengan luz cuando debería ser equitativo, esto no tiene nada de humanista”, lamenta.
El ingeniero eléctrico Raúl Azparren es miembro de Activos por la Luz, una organización ciudadana que lleva el conteo de los apagones que ocurren en 50 comunidades que pertenecen al área metropolitana de Barquisimeto. En la semana del 4 al 10 de abril recibieron reportes de 116 cortes.
“La razón principal de los problemas es que no hay suficiente generación eléctrica para alimentar la demanda, por eso hemos tenido tanto racionamiento”, expone.
Precisa que la capacidad instalada en plantas termoeléctricas del estado es de 300 megavatios aproximadamente, pero actualmente se producen apenas 30 megavatios.
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Los habitantes del apacible pueblo La Pastora, ubicado a 117 kilómetros de Barquisimeto (estado Lara), cumplen seis días sin luz este domingo 17 de abril.
Una avería en un transformador de Corpoelec los dejó sin energía eléctrica provocando grandes pérdidas de comida, informa a Efecto Cocuyo Janet Aliso, quien reside en esta localidad.
“Aquí lo que hubo fue una gran pérdida en las carnicerías, las verdulerías. Las haciendas tienen plantas eléctricas, pero igual necesitan electricidad para regar los sembradíos. Es crítica la situación, hoy contamos seis noches”, responde mientras carga en su celular en un local que tiene generador eléctrico.
La pobladora comenta que son pocos los comercios que abren sus puertas porque tienen plantas que funcionan con gasolina.
“La luz se nos fue a las 2:00 de la mañana (del martes) y pensamos que era un racionamiento, nadie se había dado cuenta de esto. Estamos mal”, lamenta.
La Pastora es capital de la parroquia Cecilio Zubillaga que tiene una población de 6.946 habitantes, según estimaba el Instituto Nacional de Estadística para 2011.
La crisis eléctrica quemó el sistema de bombeo del pozo que surte al pueblo dejando a las familias sin agua por tubería desde hace más de cuatro meses.
“Nos aprobaron por la gobernación un presupuesto y hace como mes y medio vino Hidrolara y nos hicieron una limpieza al pozo, pero nos dimos cuenta de que nos iba a meter una bomba que no era nueva sino reconstruida, entonces no lo permitimos, el pueblo se opuso porque para eso nos aprobaron el presupuesto para que fuera nueva”, dice Aliso.
Desde entonces cargan agua de los pozos que están cercanos a las haciendas o dependen de cisternas que manda la gobernación.
La larense explica que las condiciones de vida en los pueblos cercanos como San Pedro, Jabón, El Empedrado es aún peor porque no tienen casi plantas eléctricas, internet ni señal telefónica.
Antes de perder comunicación, la habitante de La Pastora confirma que las autoridades locales trasladaron el transformador que necesitan para recuperar la electricidad este domingo. «El acalde del municipio Torres hizo presencia y le dio la información a la comunidad, ahora estamos a la espera de cuánto tiempo va a tomar la instalación de esto», afirma.
El maestro de escuela Alcides Pérez lidia con apagones de cuatro horas todos los días en el sector La Carucieña, ubicado en el municipio Iribarren del estado Lara. Ya perdió un monitor de computadora y un televisor por los continuos cortes eléctricos.
El educador califica la crisis energética que viven en el estado de “catástrofe” y no exagera: las interrupciones del servicio quemaron los equipos de rebombeo en la estación Titicare, ubicada en la parroquia Juan de Villegas. Esto deja sin agua por tubería a unas 60.000 personas, entre los que se cuenta Pérez, en la capital de la entidad del centro occidente de Venezuela.
Juan de Villegas es la parroquia más grande de Iribarren. El Instituto Nacional de Estadísticas (INE) estimaba, para 2014, que la población en esta localidad era de 344.196 habitantes.
En La Carucieña, donde vive Pérez, hay 10 comunidades que son las más pobladas, según el profesor. Por eso calcula que hay cerca de 60 mil afectados por la sequía que es consecuencia directa de los apagones.
Afirma a Efecto Cocuyo que no hay un plan de contingencia porque la gobernación “tiene una deuda con los camiones cisternas” a los que antes abastecía de gasoil y gasolina a cambio de la prestación del servicio, pero ni siquiera con este plan han podido solventar la crisis de agua porque hay una “corrupción muy grande”, denuncia Pérez.
Para tener agua, los habitantes de esta parroquia de la capital larense se ven obligados a comprar agua. Una pipa de agua de 200 litros cuesta dos dólares, mientras que una cisterna de 8 mil litros, 30 dólares.
Pérez comenta que sus vecinos, incluso él, dependen de cocinas eléctricas pequeñas porque tampoco hay gas y cuando se va la luz no tienen cómo cocinar la comida: “Mucha gente de la zona no tiene gas y ya no se usan los fogones porque se ha deforestado prácticamente todo, ya ni leña hay”.
“Las clases a distancia son cada vez más difíciles, la conectividad de internet es muy mala. Esto nos retrasa en todo, si vamos a hacer un informe de evaluación, si vamos a corregir, etc”, expresa.
Antonia Mendoza perdió su nevera y una licuadora por las fluctuaciones y cortes que se registran a diario en Iribarren. Desde entonces depende de la ayuda de familiares y vecinos para preservar sus alimentos.
“Se nos va la luz todos los días por cuatro o seis horas. No hay un horario fijo. A veces se nos va hasta cuatro veces en un día”, dice.
Según Mendoza, la falta de luz afecta a un Centro Diagnóstico Integral (CDI) y un Seguro Social que está cerca de su vivienda.
“El gas es deficiente, aquí nos venden una bombona para tres o cuatro meses, pero la bombona no nos dura más de 20 días, así que dependemos de cocinitas eléctricas y cuando se va la luz toca pasar hambre. Prender un fogón es contaminarnos más, enfermarnos, tener problemas respiratorios”, afirma.
En Santo Domingo, que es el sector donde reside exactamente, no hay agua: “tenemos muchos años sin saber qué es que nos llegue una gota de agua por tubería, el que puede compra agua y el que no carga agua del río Turbio, y se baña y lava la ropa en el río. Hemos ido varias veces a la hidrológica, a la gobernación y es como si no existiéramos, no les importan nuestras vidas, les importa es el poder y el dinero”, cuestiona.
La periodista Karina Peraza vive en Barquisimeto y admite que la falta continua del servicio eléctrico afectó su estado emocional y el de su hija: “Es desgastante para los niños que tienen clases, no descansan bien. Mi niña se deprimió por lo de la luz, lloramos mucho (…) Estuve en Acarigua y es increíble como me sentía cuando tenía agua y luz todo el día. Cuando me devolví, en febrero, me pegó mucho, me sentía como humillada”.
Cerca de su casa está la Unidad de Diálisis Los Ángeles que se paraliza a causa de los apagones porque no tiene planta eléctrica. Esto deja a los pacientes renales sin el servicio que necesitan para salvar sus vidas.
Precisa que los cortes ocurren a diario por tres y hasta cinco horas desde 2019 cuando se registró el apagón nacional.
“Esta situación me quemó una nevera, una computadora. Tuvimos que dejar de usar algunos tomacorrientes de la casa porque se generan muchos cortocircuitos y es peligroso”, agrega.
El dirigente vecinal Franklin Pérez asevera que en la comunidad Los Pocitos de la parroquia Juan Villegas están sin luz desde hace un mes. “Ahí se reventó un transformador y dejó sin el servicio a cuatro sectores y que necesitan luz para tener agua”, denuncia.
“Siento que no hay diligencia ni dolencia por parte del gobernador, ellos dicen que han mejorado, pero la mejora no se ve”, expresa.
Pérez trabaja en una panadería y comenta que cuando se va la luz tienen que transportar la mercancía perecedera de un sector a otro.
“Esto es inhumano, cuando se va la luz, que la quitan hasta por cinco horas, el agua del tanque se regresa porque no funciona el sistema de bombeo”, alerta.
En El Ujano (Barquisimeto) “se nos ha empeorado la calidad de vida”, expresa Elio Medina. Esto se debe a los cortes de cuatro o cinco horas diarios.
“Esto nos genera ansiedad y zozobra. A mí se me dañó la nevera, se te daña la comida. Esta situación es nefasta y pareciera una cuestión de maldad, nos tienen marginados, nos sacrifican para que otras partes del país tengan luz cuando debería ser equitativo, esto no tiene nada de humanista”, lamenta.
El ingeniero eléctrico Raúl Azparren es miembro de Activos por la Luz, una organización ciudadana que lleva el conteo de los apagones que ocurren en 50 comunidades que pertenecen al área metropolitana de Barquisimeto. En la semana del 4 al 10 de abril recibieron reportes de 116 cortes.
“La razón principal de los problemas es que no hay suficiente generación eléctrica para alimentar la demanda, por eso hemos tenido tanto racionamiento”, expone.
Precisa que la capacidad instalada en plantas termoeléctricas del estado es de 300 megavatios aproximadamente, pero actualmente se producen apenas 30 megavatios.