La vida en la Cota 905 a un mes de los tiroteos

LA HUMANIDAD · 7 AGOSTO, 2021 07:56

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Mabel Sarmiento | @mabelsarmiento


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El sonido de las motos que pasan por Los Laureles, hacia Las Quintas, en la Cota 905, es producido por el paso frecuente de los policías. Ellos son los únicos que campean y desfilan con sus armas largas por todo ese sector, que hasta hace un mes era un territorio bajo el asedio de una de las megabandas delictivas más grandes del área metropolitana.

La soledad ahora se impone bajo el sol. Todas las puertas y ventanas permanecen cerradas. Ya no hay mujeres cotorreando en las esquinas, ni la muchachera desgastando los balones de básquet. Tampoco se ven los adolescentes y los mecánicos apoderados de la rutina del barrio.

Lo que abunda, aun mes de los sucesos, son las heridas dejadas por los cruentos enfrentamientos entre los integrantes de la megabanda que lideran Carlos Luis Revete, alias “el Koki”; Carlos Calderón Martínez, apodado “el Vampi” y Garbis Ochoa Ruiz, «el Galvis”, y cuerpos de seguridad el estado.

Una tanqueta de la Guardia Nacional aparcada en lo alto de la montaña, más arriba del sector Las Quintas, dibuja un nuevo panorama en la Cota 905.

Esa unidad flanqueada por seis funcionarios, todos vestidos de negro y mostrando armas largas, habla del presunto “control” de la zona.

Desde el 9 de julio los funcionarios tomaron el lugar

Llegaron hasta ese punto tras el despliegue de la Operación Guaicaipuro, un operativo que se lanzó el gobierno que administra Nicolás Maduro con la intención de “neutralizar” a los delincuentes más buscados por los órganos de seguridad. Una tarea pendiente aún por ejecutar.

Antes de su llegada, durante casi 72 horas, lo que en ese terreno se escenificó fue una batalla campal. En plena montaña y en donde no hay asfalto, los delincuentes dieron rinda suelta a su poderío.

Las balas que aún se cuelan entre los matorrales o ya están siendo trituradas sobre la vía por el peso de los cauchos, no dejan olvidar las muertes de esos días.

Tampoco las heridas dejadas en paredes, techos, carros, en los postes e incluso en el cableado de alta tensión suavizan el terror vivido esa semana.

La mayoría de las casas tienen las marcas de los enfrentamientos

Los impactos de balas en las fachadas son de todos los calibres. Hay quienes los han tapado, pero muchos resisten a diario con esas marcas, que recuerdan también los allanamientos, el asesinato de inocentes, el dolor de las madres y a los desplazados.

Las personas cuentan que están vivas de milagro

Pero no solo en la parte alta de Las Quitas, en el barrio que llaman Bolivariano, está la fuerza de seguridad.

También están en Los Laureles, ocupando una de las primeras garitas que da la bienvenida al sector. Esa casa, de un solo cuarto y que está siendo rehabilitada para albergar a los policías, era usada por los delincuentes para controlar el acceso hasta de los mismos residentes.

A pocos metros de ese sitio hay un arco, hecho por los mismos hampones, alusivo a la navidad y decorado con luces, cuya estructura todavía permanece inmóvil.

Los policías ocupan unas de las garitas levantadas por los delincuentes y dejadas hace un mes

Los vigías y las barricadas

Pero los puestos de vigías no era las únicas barricadas. Por la subida de Los Laureles hay restos de los reductores de velocidad.

No eran simples conos, policías acostados o alcabalas. Eran vigas con puyas en forma de equis que anclaban en la calle para pinchar los cauchos y no las removían, a no ser por el ruego insistente de algún vecino que necesitaba salir a la carrera por una emergencia médica.

 —Les decían, si sales no entras, comentó un vecino.

Los pincha cauchos con los que evitaban el acceso de la policía

Cerro arriba los malandros fueron ocupando casas, amedrentando a las familias para que desalojaran o vendieran las viviendas que estaba en zonas estratégicas para montar observadores.

También se apropiaron de los matorrales que pudieron servir en una época como miradores, de las paradas del transporte público y de cuanta azotea era de su agrado, pues así podían tener una visión 180 grado de La Vega, El Paraíso y El Cementerio.

Esto era una parada del transporte público que fue tomada por los delincuentes y desde donde se tiene toda la vista de El Cementerio
Hay garitas que permanecen cerradas

Hasta el comercio

La megabanda -que según periodistas de la fuente de sucesos tenía más de 200 hombres y se batía a tiros para expandir su territorio- minó todos los espacios. Se apoderó de las canchas y controlaba las bodegas.

En Las Quintas había una especie de calle del hambre. Ahí los vecinos montaron pequeños tarantines de comida los cuales tenían vida, monetariamente hablando, porque los principales comensales eran los gariteros y otros integrantes de la megabanda, a quienes vestían con ropa de marca y pagaban en dólares.

Pues esa calle, a un mes de los sucesos le hace honor al nombre: todo luce desolado y los escasos carritos yacen aparcados en los costados de las casas.

Ciertamente en esta parte de la Cota 905, muy tímidamente, comienzan a verse las bodeguitas y uno que otro puesto informal donde venden comida perecedera, chupis, helados de teta, aguacates, mangos y parchita.

También los niños y adolescentes vuelven a las canchas, donde “el Koki” fue visto participando en fiestas. No obstante, es muy poco el terreno recuperado por la comunidad.

Una de las tres canchas recuperada luego de los enfrentamientos

Aún, las casas tienen en las puertas avisos para que no las allanen, para que no tumben las puertas, alertando que hay niñas, que ya no queda nada.

Y eso da la sensación de miedo y desprotección. “Mire yo sentí terror. Eso fue algo que nos va a costar superar. El portón del estacionamiento parece un colador, la pared también. Tuve que refugiarme debajo de la cama con mi esposa”.

El sábado 7 se cumple un mes de los tiroteos y este vecino todavía siente angustia.

 — Fueron muchos los muertos, acotó.

Avisos así se replican por toda la zona
Las personas dejan esos letreros cuando van a salir a trabajar. Eso ocurre desde hace un mes

Angustia que se transmite en las miradas de las madres a quienes les toca salir con sus hijos pequeños, que llevan el apurado porque saben que no hay transporte y que ya la calle no es la misma de antes.

Un jeep, dos camionetas pequeñas y carros particulares es lo único que funciona en la zona. Cobran 700 mil bolívares el pasaje y un dólar por personas los taxis.

Quien no tiene para pagar emprende la larga caminata por el barrio y va topándose con la policía que sube y baja ya con propiedad por una zona que intenta volver a la normalidad.

Solo dos camionetas van hacia Las Quintas

En las mañanas el flujo de personas es casi nulo. En las tardes se ve más movimiento, que es cuando la gente va regresando de sus jornadas laborales y, luego, se refugian en sus casas.

Hasta el nivel de volumen de la salsa, el reguetón o el ballenato fue silenciado.

Los restos de la megabanda

Desde el sector El Cují, parte alta de la Cota 905, se puede ver de forma estratégica las posiciones que ocupaban los integrantes de la megabanda delictiva liderada por “el Koki”, “el Vampi” y el Garbis”, y por quienes el gobierno de Maduro ofreció recompensa en dólares.

Ahí hay otra garita protegida por una pared de cemento frisado, de aproximadamente cinco metros de largo, que hacía las veces de muralla y que todavía tiene los huecos que facilitaban a los vigías tener el control de quién entraba a la Cota 905 por los lados de Los Laureles, el acceso que se comunica con la parroquia El Paraíso.

 

Desde ese punto hay una visual de El Paraíso, del distribuido Araña, de Quinta Crespo, de San Martín, se ven incluso las torres gemelas de Parque Central.

Para llegar a ese extremo hay que pasar por una de las canchas controladas por “el Koki” y justo al frente había una panadería perteneciente a la mujer de uno de los integrantes de la banda.

Aquí funcionaba una panadería cuya dueña, dicen los vecinos, tenía vinculación con uno de los integrantes de la banda

De nuevo por todo ese trayecto hay soledad y miradas que apenas se sienten a través de las ventanas.

Nadie habla, nadie hace algo fuera de lo normal por esos lados, pues los policías (aunque entretenidos con sus celulares y sus armas) imponen distancia y precaución.

De hecho, no hay relaciones con ellos, los vecinos se mantienen al margen. Hay quienes dicen que es por temor a que regresen los malandros y descubran que hubo cierta convivencia entre los vecinos y los funcionarios.

Así como el transporte es precario, el agua también. La quita los días miércoles y la ponen el domingo. Las bolsas del clap llegan una vez al mes y con retraso, el camión del gas ahora sí está subiendo, las fallas en la telefonía celular son constantes y, la luz, hay días en los que no hay carga suficiente de energía.

Los ambulatorios de Barrio Adentro funcionan a medias. Por ejemplo, el de Las Quintas abrió hace poco y solo funciona para poner la vacuna antigripal. Y el Mercal hace años que cerró sus puertas.

Después de muchos años abrió este módulo de Barrio Adentro

Una semana después de haberse iniciado el Operativo Guaicaipuro, una delegación de la Asamblea Nacional del 6D, acompañada de los funcionarios, subió a varios sectores y levantaron un censo con los datos de las personas que habían perdido bienes materiales, igualmente para conocer los casos de abusos y violaciones a los DD.HH.

De esos encuentros hoy en día lo que hay es la rehabilitación de tres canchas a las que les pusieron colores azul y verde y los logos gubernamentales.

Uno de esos espacios era “administrado” por una de las mujeres pareja de uno de los líderes. “Ella tenía la llave de la reja”, informó un vecino.

Luego de un mes están abiertas y les dan uso. De hecho, para este viernes 6 de agosto está convocado un torneo de básquet con invitados de otros sectores.

Y así como hay puertas donde están pegadas las pancartas con la que los residentes claman que no hagan más daños, hay otros carteles que invitan a preservar la vida.

En esa zona hay varios grupos religiosos que con audacia van y pegan afiches. Incuso en una de las alcabalas más fuertes, en el sector la vereda entre la Cota 905 y El Cementerio, dejaron varios avisos que todos parecen respetar, pues no los han removido.

Este jueves 5 de agosto, todavía las mujeres hablan de los allanamientos y de los ajusticiamientos de las Faes. También comentan que los policías están tocando las puertas en busca de más declaraciones sobre los sucesos.

Pero los vecinos están recelosos. “Se llevaron a gente detenida, se llevaron motos, destrozaron casas por completo. Qué más quieren”.

En la Cota 905 no hay por completo calma. La zozobra se suma a la precariedad de la calidad de vida. Hay gente, como se ve, intentando regresar a una cierta normalidad.

En Mata de Caucho, muy cerca de la casa del “Vampi” (que fue allanada durante los sucesos y el video se hizo viral y que ahora está tomada por funcionarios de las Faes), hay bodegas abiertas y más adelante, ya al cruzar la frontera que conecta con El Cementerio, empieza a verse más movimiento.

Justo al frente de la barricada policial está la casa de «el Vampi», allanada hace un mes

Incluso hay muchachos que cambian comida por piezas de gold field, motorizados que hacen transporte por toda la calle Altamira desde el bulevar César Rengifo en El Cementerio y, poco a poco, la gente se asoma a las puertas.

“Vamos a ver qué va a pasar cuando los policías se vayan. No van a estar aquí para siempre y vendrán los relevos de esas bandas”, esa es la duda que ahora se siembra, a un mes de los tiroteos, en las mentes de los habitantes.

Arriba de la casa que se vende estallo una granada. Al fondo una de las canchas donde «el Koki» hacía fiestas y en donde altos funcionarios del gobierno de Maduro entregaban juguetes

Los datos

❌En la Cota 905 viven más de 700.000 personas. Los conflictos con las bandas arreciaron a partir de 2015. La primera Operación Liberación del Pueblo tuvo su escenario en la Cota 905 ese año y pretendía neutralizar a Revete.

❌ Los enfrentamientos, tras los cuales los hampones huyeron, comenzaron el 7 de julio.

❌ El gobierno local actualmente ofrece una recompensa de 500.000 dólares por información que permita capturarlo a Luis Carlos Revete, alias “el Koki”.

❌ En las 30 horas de los enfrentamientos de hace un mes se usaron armas de alto calibre, granadas, balas trazadoras, además de drones con los que las bandas tenían una amplia visual de las zonas que controlaban.

LA HUMANIDAD · 7 AGOSTO, 2021

La vida en la Cota 905 a un mes de los tiroteos

Texto por Mabel Sarmiento | @mabelsarmiento

El sonido de las motos que pasan por Los Laureles, hacia Las Quintas, en la Cota 905, es producido por el paso frecuente de los policías. Ellos son los únicos que campean y desfilan con sus armas largas por todo ese sector, que hasta hace un mes era un territorio bajo el asedio de una de las megabandas delictivas más grandes del área metropolitana.

La soledad ahora se impone bajo el sol. Todas las puertas y ventanas permanecen cerradas. Ya no hay mujeres cotorreando en las esquinas, ni la muchachera desgastando los balones de básquet. Tampoco se ven los adolescentes y los mecánicos apoderados de la rutina del barrio.

Lo que abunda, aun mes de los sucesos, son las heridas dejadas por los cruentos enfrentamientos entre los integrantes de la megabanda que lideran Carlos Luis Revete, alias “el Koki”; Carlos Calderón Martínez, apodado “el Vampi” y Garbis Ochoa Ruiz, «el Galvis”, y cuerpos de seguridad el estado.

Una tanqueta de la Guardia Nacional aparcada en lo alto de la montaña, más arriba del sector Las Quintas, dibuja un nuevo panorama en la Cota 905.

Esa unidad flanqueada por seis funcionarios, todos vestidos de negro y mostrando armas largas, habla del presunto “control” de la zona.

Desde el 9 de julio los funcionarios tomaron el lugar

Llegaron hasta ese punto tras el despliegue de la Operación Guaicaipuro, un operativo que se lanzó el gobierno que administra Nicolás Maduro con la intención de “neutralizar” a los delincuentes más buscados por los órganos de seguridad. Una tarea pendiente aún por ejecutar.

Antes de su llegada, durante casi 72 horas, lo que en ese terreno se escenificó fue una batalla campal. En plena montaña y en donde no hay asfalto, los delincuentes dieron rinda suelta a su poderío.

Las balas que aún se cuelan entre los matorrales o ya están siendo trituradas sobre la vía por el peso de los cauchos, no dejan olvidar las muertes de esos días.

Tampoco las heridas dejadas en paredes, techos, carros, en los postes e incluso en el cableado de alta tensión suavizan el terror vivido esa semana.

La mayoría de las casas tienen las marcas de los enfrentamientos

Los impactos de balas en las fachadas son de todos los calibres. Hay quienes los han tapado, pero muchos resisten a diario con esas marcas, que recuerdan también los allanamientos, el asesinato de inocentes, el dolor de las madres y a los desplazados.

Las personas cuentan que están vivas de milagro

Pero no solo en la parte alta de Las Quitas, en el barrio que llaman Bolivariano, está la fuerza de seguridad.

También están en Los Laureles, ocupando una de las primeras garitas que da la bienvenida al sector. Esa casa, de un solo cuarto y que está siendo rehabilitada para albergar a los policías, era usada por los delincuentes para controlar el acceso hasta de los mismos residentes.

A pocos metros de ese sitio hay un arco, hecho por los mismos hampones, alusivo a la navidad y decorado con luces, cuya estructura todavía permanece inmóvil.

Los policías ocupan unas de las garitas levantadas por los delincuentes y dejadas hace un mes

Los vigías y las barricadas

Pero los puestos de vigías no era las únicas barricadas. Por la subida de Los Laureles hay restos de los reductores de velocidad.

No eran simples conos, policías acostados o alcabalas. Eran vigas con puyas en forma de equis que anclaban en la calle para pinchar los cauchos y no las removían, a no ser por el ruego insistente de algún vecino que necesitaba salir a la carrera por una emergencia médica.

 —Les decían, si sales no entras, comentó un vecino.

Los pincha cauchos con los que evitaban el acceso de la policía

Cerro arriba los malandros fueron ocupando casas, amedrentando a las familias para que desalojaran o vendieran las viviendas que estaba en zonas estratégicas para montar observadores.

También se apropiaron de los matorrales que pudieron servir en una época como miradores, de las paradas del transporte público y de cuanta azotea era de su agrado, pues así podían tener una visión 180 grado de La Vega, El Paraíso y El Cementerio.

Esto era una parada del transporte público que fue tomada por los delincuentes y desde donde se tiene toda la vista de El Cementerio
Hay garitas que permanecen cerradas

Hasta el comercio

La megabanda -que según periodistas de la fuente de sucesos tenía más de 200 hombres y se batía a tiros para expandir su territorio- minó todos los espacios. Se apoderó de las canchas y controlaba las bodegas.

En Las Quintas había una especie de calle del hambre. Ahí los vecinos montaron pequeños tarantines de comida los cuales tenían vida, monetariamente hablando, porque los principales comensales eran los gariteros y otros integrantes de la megabanda, a quienes vestían con ropa de marca y pagaban en dólares.

Pues esa calle, a un mes de los sucesos le hace honor al nombre: todo luce desolado y los escasos carritos yacen aparcados en los costados de las casas.

Ciertamente en esta parte de la Cota 905, muy tímidamente, comienzan a verse las bodeguitas y uno que otro puesto informal donde venden comida perecedera, chupis, helados de teta, aguacates, mangos y parchita.

También los niños y adolescentes vuelven a las canchas, donde “el Koki” fue visto participando en fiestas. No obstante, es muy poco el terreno recuperado por la comunidad.

Una de las tres canchas recuperada luego de los enfrentamientos

Aún, las casas tienen en las puertas avisos para que no las allanen, para que no tumben las puertas, alertando que hay niñas, que ya no queda nada.

Y eso da la sensación de miedo y desprotección. “Mire yo sentí terror. Eso fue algo que nos va a costar superar. El portón del estacionamiento parece un colador, la pared también. Tuve que refugiarme debajo de la cama con mi esposa”.

El sábado 7 se cumple un mes de los tiroteos y este vecino todavía siente angustia.

 — Fueron muchos los muertos, acotó.

Avisos así se replican por toda la zona
Las personas dejan esos letreros cuando van a salir a trabajar. Eso ocurre desde hace un mes

Angustia que se transmite en las miradas de las madres a quienes les toca salir con sus hijos pequeños, que llevan el apurado porque saben que no hay transporte y que ya la calle no es la misma de antes.

Un jeep, dos camionetas pequeñas y carros particulares es lo único que funciona en la zona. Cobran 700 mil bolívares el pasaje y un dólar por personas los taxis.

Quien no tiene para pagar emprende la larga caminata por el barrio y va topándose con la policía que sube y baja ya con propiedad por una zona que intenta volver a la normalidad.

Solo dos camionetas van hacia Las Quintas

En las mañanas el flujo de personas es casi nulo. En las tardes se ve más movimiento, que es cuando la gente va regresando de sus jornadas laborales y, luego, se refugian en sus casas.

Hasta el nivel de volumen de la salsa, el reguetón o el ballenato fue silenciado.

Los restos de la megabanda

Desde el sector El Cují, parte alta de la Cota 905, se puede ver de forma estratégica las posiciones que ocupaban los integrantes de la megabanda delictiva liderada por “el Koki”, “el Vampi” y el Garbis”, y por quienes el gobierno de Maduro ofreció recompensa en dólares.

Ahí hay otra garita protegida por una pared de cemento frisado, de aproximadamente cinco metros de largo, que hacía las veces de muralla y que todavía tiene los huecos que facilitaban a los vigías tener el control de quién entraba a la Cota 905 por los lados de Los Laureles, el acceso que se comunica con la parroquia El Paraíso.

 

Desde ese punto hay una visual de El Paraíso, del distribuido Araña, de Quinta Crespo, de San Martín, se ven incluso las torres gemelas de Parque Central.

Para llegar a ese extremo hay que pasar por una de las canchas controladas por “el Koki” y justo al frente había una panadería perteneciente a la mujer de uno de los integrantes de la banda.

Aquí funcionaba una panadería cuya dueña, dicen los vecinos, tenía vinculación con uno de los integrantes de la banda

De nuevo por todo ese trayecto hay soledad y miradas que apenas se sienten a través de las ventanas.

Nadie habla, nadie hace algo fuera de lo normal por esos lados, pues los policías (aunque entretenidos con sus celulares y sus armas) imponen distancia y precaución.

De hecho, no hay relaciones con ellos, los vecinos se mantienen al margen. Hay quienes dicen que es por temor a que regresen los malandros y descubran que hubo cierta convivencia entre los vecinos y los funcionarios.

Así como el transporte es precario, el agua también. La quita los días miércoles y la ponen el domingo. Las bolsas del clap llegan una vez al mes y con retraso, el camión del gas ahora sí está subiendo, las fallas en la telefonía celular son constantes y, la luz, hay días en los que no hay carga suficiente de energía.

Los ambulatorios de Barrio Adentro funcionan a medias. Por ejemplo, el de Las Quintas abrió hace poco y solo funciona para poner la vacuna antigripal. Y el Mercal hace años que cerró sus puertas.

Después de muchos años abrió este módulo de Barrio Adentro

Una semana después de haberse iniciado el Operativo Guaicaipuro, una delegación de la Asamblea Nacional del 6D, acompañada de los funcionarios, subió a varios sectores y levantaron un censo con los datos de las personas que habían perdido bienes materiales, igualmente para conocer los casos de abusos y violaciones a los DD.HH.

De esos encuentros hoy en día lo que hay es la rehabilitación de tres canchas a las que les pusieron colores azul y verde y los logos gubernamentales.

Uno de esos espacios era “administrado” por una de las mujeres pareja de uno de los líderes. “Ella tenía la llave de la reja”, informó un vecino.

Luego de un mes están abiertas y les dan uso. De hecho, para este viernes 6 de agosto está convocado un torneo de básquet con invitados de otros sectores.

Y así como hay puertas donde están pegadas las pancartas con la que los residentes claman que no hagan más daños, hay otros carteles que invitan a preservar la vida.

En esa zona hay varios grupos religiosos que con audacia van y pegan afiches. Incuso en una de las alcabalas más fuertes, en el sector la vereda entre la Cota 905 y El Cementerio, dejaron varios avisos que todos parecen respetar, pues no los han removido.

Este jueves 5 de agosto, todavía las mujeres hablan de los allanamientos y de los ajusticiamientos de las Faes. También comentan que los policías están tocando las puertas en busca de más declaraciones sobre los sucesos.

Pero los vecinos están recelosos. “Se llevaron a gente detenida, se llevaron motos, destrozaron casas por completo. Qué más quieren”.

En la Cota 905 no hay por completo calma. La zozobra se suma a la precariedad de la calidad de vida. Hay gente, como se ve, intentando regresar a una cierta normalidad.

En Mata de Caucho, muy cerca de la casa del “Vampi” (que fue allanada durante los sucesos y el video se hizo viral y que ahora está tomada por funcionarios de las Faes), hay bodegas abiertas y más adelante, ya al cruzar la frontera que conecta con El Cementerio, empieza a verse más movimiento.

Justo al frente de la barricada policial está la casa de «el Vampi», allanada hace un mes

Incluso hay muchachos que cambian comida por piezas de gold field, motorizados que hacen transporte por toda la calle Altamira desde el bulevar César Rengifo en El Cementerio y, poco a poco, la gente se asoma a las puertas.

“Vamos a ver qué va a pasar cuando los policías se vayan. No van a estar aquí para siempre y vendrán los relevos de esas bandas”, esa es la duda que ahora se siembra, a un mes de los tiroteos, en las mentes de los habitantes.

Arriba de la casa que se vende estallo una granada. Al fondo una de las canchas donde «el Koki» hacía fiestas y en donde altos funcionarios del gobierno de Maduro entregaban juguetes

Los datos

❌En la Cota 905 viven más de 700.000 personas. Los conflictos con las bandas arreciaron a partir de 2015. La primera Operación Liberación del Pueblo tuvo su escenario en la Cota 905 ese año y pretendía neutralizar a Revete.

❌ Los enfrentamientos, tras los cuales los hampones huyeron, comenzaron el 7 de julio.

❌ El gobierno local actualmente ofrece una recompensa de 500.000 dólares por información que permita capturarlo a Luis Carlos Revete, alias “el Koki”.

❌ En las 30 horas de los enfrentamientos de hace un mes se usaron armas de alto calibre, granadas, balas trazadoras, además de drones con los que las bandas tenían una amplia visual de las zonas que controlaban.