Dos colas y dos realidades: horas de espera por gasolina y agua en San Bernardino

Dos colas y dos realidades. A las 11:10 am la cola de vehículos para surtir gasolina en la estación de servicio Anauco, en San Bernardino, abarcaba 1,2 kilómetros. Se extendía por la calle Parque Forestal, cruzaba la avenida Michelena, doblaba en la avenida López Méndez hasta desembocar en la avenida Cecilio Acosta.

La doctora Graciela Desir llegó a esa cola después de pasar primero por la de Parque Central, donde no encontró el final de la fila entre el laberinto que formaban los carros para acceder a esta gasolinera.

Optó por ir a la bomba de plaza La Estrella, en San Bernardino, donde la cola tomaba toda la avenida Panteón hasta cruzar el paseo Anauco.

Decidió, entonces, ir más arriba y comenzar la espera en la tercera gasolinera que visitó un domingo 7 de junio. Su hija mayor la alcanzó en este punto y juntas esperaron. Anotaron las horas de espera: De 11:10 a. m. a 12:10 p. m. avanzaron solo un poco por la calle Campo Forestal. La cola se detuvo ocho vehículos antes de tomar la avenida Michelena.

Allí esperaron hasta las 12:57 del mediodía cuando en menos de cinco minutos la fila avanzó hasta la avenida López Méndez. En este punto, un militar comenzó a repartir unos tickets con el sello del Ministerio de la Defensa.

Para surtir gasolina la doctora Graciela Desir esperó 5 horas y 18 minutos

Se alegraron porque el cartoncito cuadrado marcaba el número 81. Ese era el número de automóviles que tenían por delante y una garantía de que podrían comprar combustible. Calcularon el trayecto que les faltaba para llegar a la estación Anauco: 450 metros, menos de la mitad de cuando comenzaron la fila.

Las especulaciones comenzaron entre quienes esperaban con ellas y bajaban de sus vehículos para estirar las piernas y tomar un poco de aire.

Ya en la avenida Cecilio Acosta a las 2:00 p. m. se escuchó a los vecinos gritar: “llegó el agua”; “muchacha quédate en la casa para que apagues la cocina”, le dijo una mujer a una niña de unos 8 años mientras avanzaba por la acera con dos tobos vacíos.

Llegó el agua en cisternas

La doctora y su hija quedaron de segundas en la fila para entrar a la estación de servicio. Diagonal a su vehículo, en la calle Cajigal, vieron cómo adultos mayores, jóvenes, mujeres, hombres y niños se aglomeraban en otra cola con envases de diferentes tamaños y colores.

Al final de esa calle los vecinos hacían la fila mientras se estacionaban dos cisternas de agua; la primera era un camión con baranda con tres tanques y un sistema rudimentario de bombeo. La segunda, que llegó minutos después, era una de las importadas recientemente desde China, aunque no era una súper cisterna.

Una mujer con una carpeta tomaba foto a quienes esperaban llenar sus tobos. Por un parlante un hombre gritó “¡Qué viva Maduro!”, en alusión al gobernante.

En San Bernardino se acentuaron las fallas de agua potable

La cola de gasolina seguía inmóvil. Unos militares dijeron que había gasolina, pero que había que cambiar los tanques y mangueras; otros que los trabajadores de la estación debían almorzar.

Así transcurrieron 54 minutos. A las 2:56 pm llegó una cisterna de gasolina a la estación. El conductor que iba adelante y no podía apagar su vehículo porque su batería estaba descargada se bajó a lamentarse: “Ahora van a descargar esa gandola y tendremos que esperar más, porque dicen que después de ese proceso hay que esperar que baje la presión”.

Aunque no convencida de la explicación de su compañero en la cola, la doctora Desir siguió en la fila. Pero la espera se prolongó como vaticinó como dijo el conductor.  A las 3:00 pm comenzó a llover y la cirujana, que no surtía gasolina desde que comenzó la cuarentena en el país el 16 de marzo, encendió el ventilador de su aire acondicionado.

Minutos después, la batería de su vehículo que ya venía fallando se descargó. Su hija entró en pánico: ahora debían empujar el vehículo para encenderlo y llegar los 30 metros restantes a la gasolinera. Su mamá que ya había visto a otras personas en la misma situación en la cola le pidió que acudiera unos automóviles más atrás a pedir ayuda a un conductor que tenía unos cables auxiliares.

El joven llegó sin problemas y un hombre que esperaba atrás en la fila movió su camioneta para ayudar a encender el vehículo. Lograron hacerlo y a partir de allí la espera fue de otra hora más. A las 4:20 pm la hicieron pasar a la estación, a la tercera isla para surtir gasolina.

Se demoraron en llenarle el tanque ocho minutos; primero porque no estaba el trabajador para surtir y después por la forma de pago. Una mujer con una mascarilla que realizaba el cobro soltó “la gasolina hay que pagarla, ya no es gratis”.

Ella se encargó de tomarle los datos al menos a cuatro conductores en dos islas: Cédula, litros de combustible y la huella. La doctora Desir cargó 25 litros y el cobro era de 125.000 bolívares. Así quedó registrado en un mensaje de texto a su teléfono y en el sistema patria.

En la otra cola, en la del agua, la realidad seguía: una larga fila de personas con y sin mascarillas cargando agua. La crisis por la pandemia del COVID-19 se acentúa: sin agua para cumplir con las normas sanitarias de limpieza y sin la gasolina suficiente para la nueva etapa de la flexibilización de la cuarentena.

Mientras hacían cola para cargar agua, comenzó a lloviznar en San Bernardino

Dos colas, dos realidades, una larga espera y la misma Venezuela: la de la escasez con pandemia.

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