“Si no usas el tapabocas pasas un mal rato”, megabanda de la Cota 905 impone horarios de salida ante el COVID-19

SUCESOS · 20 MAYO, 2020 20:19

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Reynaldo Mozo Zambrano | @reymozo


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Un enemigo que no se combate con armas. Desde que *María tiene uso de razón las bandas delictivas tienen el control en la Cota 905, un barrio populoso ubicado en el  oeste de Caracas.  Nada entra ni sale del sector sin que lo sepa Carlos Luis Revette, alías «El Coqui», y su grupo criminal.

Desde que se anunciaron los casos de coronavirus en Venezuela, estos delincuentes entraron en alerta e impusieron toques de queda en los diferentes sectores que componen la comunidad. A diferencia de los funcionarios de seguridad del Estado, el COVID-19 es un enemigo al que no pueden hacerle frente con su arsenal  de armas.

Quienes habitan en la Cota 905 deben acatar las reglas de El Coqui, El Garvis y El Vampi. A pesar de que el barrio está casi a 5 kilómetros del Palacio de Miraflores, el gobierno de Nicolás Maduro no tiene el control de ese territorio, la delincuencia organizada se lo arrebató.

Una de las reglas más importantes que resalta María es la del “ojo por ojo”. La banda delictiva impone un castigo que debe ser igual al crimen cometido. A esta regla se le añade otra recientemente creada, pero con el mismo nivel de importancia: la reducción de horarios de salidas para contener el coronavirus.

María señala que cuando se anunciaron los casos de COVID-19 en el país, el grupo delictivo impuso un horario de salida a los vecinos. “Ellos pidieron a la comunidad que salieran a hacer sus compras de 7:00 am a 4:00 pm y han traído al sector productos (alimenticios) para que la gente compre y no tenga que bajar a la avenida”.

Estas acciones impuestas por la megabanda criminal venezolana se comparan con las de narcotraficantes en Brasil y México, donde por redes sociales la delincuencia organizada anunció toques de queda para prevenir los contagios de COVID-19.

“¡Atención a todos los residentes de Rio das Pedras, Muzema y Tijuquinha! Toque de queda a partir de hoy 20:00 hrs. ¡Quien sea visto en la calle después de este tiempo aprenderá a respetar a los demás!”, reseña la agencia de noticias EFE.

Como si de un ente gubernamental se tratase, las bandas delictivas que controlan la Cota 905 imponen sanciones a quienes no usen mascarillas para prevenir el coronavirus. “Si no usas los tapabocas pasas un mal rato”, dice María, sin especificar a qué tipo de castigo son sometidos.

“Desde que la policía dejó de entrar a la zona han crecido las bandas delictivas”, asegura la habitante del sector.

Un barrio estigmatizado y bajo toque de queda

Aunque María estudia en una importante universidad del país, se ha sentido discriminada por decir que vive en la Cota 905. “La gente piensa que en este sector se forman personas que pertenecerán a bandas criminales”, dice.

En la Cota 905 también son frecuentes los toques de queda que dictan las bandas. Cuando los funcionarios de seguridad han intentado penetrar en el lugar, los delincuentes les informan a los habitantes de manera indirecta que nadie debe salir. “Cuando escuchamos plomo ya sabemos que hay toque de queda y no salimos”, dice una vecina que prefiere estar en anonimato.

Los delincuentes armados que tienen el control del sector merodean diariamente por las calles de la zona con armas largas visibles. Para María, es “normal” verlos por su casa todos los días de la semana cada dos horas. “Van en grupos de tres jóvenes, armados siempre”.

“No teníamos las armas para combatirlos”, qué pasó en la Cota 905

El control en la Cota 905

No todo el que quiera puede ingresar a la comunidad. Existen controles y especie de alcabalas en sectores de la Cota 905. “Si vienes con alguien de la comunidad es probable que no te pregunten nada y pases tranquilo; pero si estás solo te van a parar y te van a preguntar a dónde vas y a quién visitarás”, explica un vecino.

A diferencia del barrio José Félix Ribas, en Petare, igualmente controlado por la delincuencia organizada, en la Cota 905 los Consejos Comunales no están totalmente controlados por la megabanda de El Coqui, pero éste sí tiene influencias.

“Por ejemplo, si vives en el sector y tienes una niña, un niño, familia, y no tienes dinero, vas a dónde ellos (delincuentes) a explicarle tu situación. Ellos van a los consejos comunales y les exigen que te den una bolsa de comida (Clap) o que te incluyan en el censo para recibir el beneficio. Tienen control para evitar el abuso de las personas de la comunidad”, alega un vecino.

María cuenta que como ella, hay muchos jóvenes estudiantes en la Cota 905, que lamentablemente terminan con sueños frustrados, por no tener recursos para continuar sus estudios. En algunos casos los mismos delincuentes los ayudan.

“Aquí hay gente que se siente más protegida por ellos (delincuentes) que por el propio Estado”.

Revender gasolina, un negocio que quiere el paraestado

El pasado 17 de mayo, las autoridades detuvieron una gandola de gasolina que tenía como destino la llamada Cota 905. Eiber Johan Guzmán Romero, conductor del vehículo, confesó que de los 30 mil litros que carga el vehículo, 800 serían destinados para la banda que lidera El Coqui, El Garvis y El Vampi.

Para Luis Izquiel, abogado penalista y profesor de criminología de la Universidad Central de Venezuela (UCV), la impunidad que disfruta la banda delictiva se puede traducir, como hipótesis, en que tuviera alianzas con funcionarios del régimen de Nicolás Maduro, pero realmente los grupos delictivos “no actúan por ideología, sino que se manejan por negocios”.

Agrega que con el inicio de la cuarentena por la pandemia del coronavirus los negocios habituales de los grupos criminales han caído. Y debido a la escasez de combustible en el país, la reventa de gasolina se ha convertido en una forma de ingreso para muchos; en especial para la delincuencia.

Para Izquiel, el desvío de la gandola con combustible de Pdvsa tiene dos propósitos: el primero sería surtir los vehículos de la banda para seguir operando; y el segundo era apoderarse de los 30 mil litros para que El Coqui participara en el negocio de la reventa en dólares del hidrocarburo.

“Es probable que las dos cosas estuvieran en mente de esta banda de El Coqui. Se aprovecha de la zona de paz que es hoy la Cota 905, para desviar hasta una gandola hasta allá. Saben que, hagan lo que hagan, la Policía no puede entrar a la zona”, indica el criminólogo.

No es una práctica nueva

Aunque el contrabando de gasolina no se había registrado en Caracas, en las ciudades fronterizas del país es una práctica habitual. “El Coqui se atreve a realizar esto porque sus contraparte en otros lugares del país lo hacen a cada momento”, lo advierte el sociólogo y director de la Asociación Civil Paz Activa, Luis Cedeño.

Cedeño explica que este modus operandi ya se ha ejecutado, aunque no se ha difundido por medios de comunicación. “Imagínate la cantidad de gandolas que cruzan las fronteras diariamente”, dice el sociólogo.

El contrabando de gasolina es un esquema a gran escala que está controlado por funcionarios de la Guardia Nacional Bolivariana, enfatiza. En su opinión, no es de extrañar que por la escasez del combustible se incrementen los secuestros a las gandolas de gasolina para llevarlas a otros sitios.

“Por supuest, esto no se veía en Caracas, porque aquí no había escasez de combustible”, reitera.

“Imagínate la cantidad de puntos que El Coqui hubiera ganado en la Cota 905 si pudiera surtir de gasolina a los habitantes; así como distribuye agua, comida y juguetes a los niños. Se convierte en la única ‘autoridad’ capaz de llevar bienestar a la comunidad”, expresa Cedeño.

*Nombre ficticio para proteger la identidad de la fuente.

SUCESOS · 20 MAYO, 2020

“Si no usas el tapabocas pasas un mal rato”, megabanda de la Cota 905 impone horarios de salida ante el COVID-19

Texto por Reynaldo Mozo Zambrano | @reymozo

Un enemigo que no se combate con armas. Desde que *María tiene uso de razón las bandas delictivas tienen el control en la Cota 905, un barrio populoso ubicado en el  oeste de Caracas.  Nada entra ni sale del sector sin que lo sepa Carlos Luis Revette, alías «El Coqui», y su grupo criminal.

Desde que se anunciaron los casos de coronavirus en Venezuela, estos delincuentes entraron en alerta e impusieron toques de queda en los diferentes sectores que componen la comunidad. A diferencia de los funcionarios de seguridad del Estado, el COVID-19 es un enemigo al que no pueden hacerle frente con su arsenal  de armas.

Quienes habitan en la Cota 905 deben acatar las reglas de El Coqui, El Garvis y El Vampi. A pesar de que el barrio está casi a 5 kilómetros del Palacio de Miraflores, el gobierno de Nicolás Maduro no tiene el control de ese territorio, la delincuencia organizada se lo arrebató.

Una de las reglas más importantes que resalta María es la del “ojo por ojo”. La banda delictiva impone un castigo que debe ser igual al crimen cometido. A esta regla se le añade otra recientemente creada, pero con el mismo nivel de importancia: la reducción de horarios de salidas para contener el coronavirus.

María señala que cuando se anunciaron los casos de COVID-19 en el país, el grupo delictivo impuso un horario de salida a los vecinos. “Ellos pidieron a la comunidad que salieran a hacer sus compras de 7:00 am a 4:00 pm y han traído al sector productos (alimenticios) para que la gente compre y no tenga que bajar a la avenida”.

Estas acciones impuestas por la megabanda criminal venezolana se comparan con las de narcotraficantes en Brasil y México, donde por redes sociales la delincuencia organizada anunció toques de queda para prevenir los contagios de COVID-19.

“¡Atención a todos los residentes de Rio das Pedras, Muzema y Tijuquinha! Toque de queda a partir de hoy 20:00 hrs. ¡Quien sea visto en la calle después de este tiempo aprenderá a respetar a los demás!”, reseña la agencia de noticias EFE.

Como si de un ente gubernamental se tratase, las bandas delictivas que controlan la Cota 905 imponen sanciones a quienes no usen mascarillas para prevenir el coronavirus. “Si no usas los tapabocas pasas un mal rato”, dice María, sin especificar a qué tipo de castigo son sometidos.

“Desde que la policía dejó de entrar a la zona han crecido las bandas delictivas”, asegura la habitante del sector.

Un barrio estigmatizado y bajo toque de queda

Aunque María estudia en una importante universidad del país, se ha sentido discriminada por decir que vive en la Cota 905. “La gente piensa que en este sector se forman personas que pertenecerán a bandas criminales”, dice.

En la Cota 905 también son frecuentes los toques de queda que dictan las bandas. Cuando los funcionarios de seguridad han intentado penetrar en el lugar, los delincuentes les informan a los habitantes de manera indirecta que nadie debe salir. “Cuando escuchamos plomo ya sabemos que hay toque de queda y no salimos”, dice una vecina que prefiere estar en anonimato.

Los delincuentes armados que tienen el control del sector merodean diariamente por las calles de la zona con armas largas visibles. Para María, es “normal” verlos por su casa todos los días de la semana cada dos horas. “Van en grupos de tres jóvenes, armados siempre”.

“No teníamos las armas para combatirlos”, qué pasó en la Cota 905

El control en la Cota 905

No todo el que quiera puede ingresar a la comunidad. Existen controles y especie de alcabalas en sectores de la Cota 905. “Si vienes con alguien de la comunidad es probable que no te pregunten nada y pases tranquilo; pero si estás solo te van a parar y te van a preguntar a dónde vas y a quién visitarás”, explica un vecino.

A diferencia del barrio José Félix Ribas, en Petare, igualmente controlado por la delincuencia organizada, en la Cota 905 los Consejos Comunales no están totalmente controlados por la megabanda de El Coqui, pero éste sí tiene influencias.

“Por ejemplo, si vives en el sector y tienes una niña, un niño, familia, y no tienes dinero, vas a dónde ellos (delincuentes) a explicarle tu situación. Ellos van a los consejos comunales y les exigen que te den una bolsa de comida (Clap) o que te incluyan en el censo para recibir el beneficio. Tienen control para evitar el abuso de las personas de la comunidad”, alega un vecino.

María cuenta que como ella, hay muchos jóvenes estudiantes en la Cota 905, que lamentablemente terminan con sueños frustrados, por no tener recursos para continuar sus estudios. En algunos casos los mismos delincuentes los ayudan.

“Aquí hay gente que se siente más protegida por ellos (delincuentes) que por el propio Estado”.

Revender gasolina, un negocio que quiere el paraestado

El pasado 17 de mayo, las autoridades detuvieron una gandola de gasolina que tenía como destino la llamada Cota 905. Eiber Johan Guzmán Romero, conductor del vehículo, confesó que de los 30 mil litros que carga el vehículo, 800 serían destinados para la banda que lidera El Coqui, El Garvis y El Vampi.

Para Luis Izquiel, abogado penalista y profesor de criminología de la Universidad Central de Venezuela (UCV), la impunidad que disfruta la banda delictiva se puede traducir, como hipótesis, en que tuviera alianzas con funcionarios del régimen de Nicolás Maduro, pero realmente los grupos delictivos “no actúan por ideología, sino que se manejan por negocios”.

Agrega que con el inicio de la cuarentena por la pandemia del coronavirus los negocios habituales de los grupos criminales han caído. Y debido a la escasez de combustible en el país, la reventa de gasolina se ha convertido en una forma de ingreso para muchos; en especial para la delincuencia.

Para Izquiel, el desvío de la gandola con combustible de Pdvsa tiene dos propósitos: el primero sería surtir los vehículos de la banda para seguir operando; y el segundo era apoderarse de los 30 mil litros para que El Coqui participara en el negocio de la reventa en dólares del hidrocarburo.

“Es probable que las dos cosas estuvieran en mente de esta banda de El Coqui. Se aprovecha de la zona de paz que es hoy la Cota 905, para desviar hasta una gandola hasta allá. Saben que, hagan lo que hagan, la Policía no puede entrar a la zona”, indica el criminólogo.

No es una práctica nueva

Aunque el contrabando de gasolina no se había registrado en Caracas, en las ciudades fronterizas del país es una práctica habitual. “El Coqui se atreve a realizar esto porque sus contraparte en otros lugares del país lo hacen a cada momento”, lo advierte el sociólogo y director de la Asociación Civil Paz Activa, Luis Cedeño.

Cedeño explica que este modus operandi ya se ha ejecutado, aunque no se ha difundido por medios de comunicación. “Imagínate la cantidad de gandolas que cruzan las fronteras diariamente”, dice el sociólogo.

El contrabando de gasolina es un esquema a gran escala que está controlado por funcionarios de la Guardia Nacional Bolivariana, enfatiza. En su opinión, no es de extrañar que por la escasez del combustible se incrementen los secuestros a las gandolas de gasolina para llevarlas a otros sitios.

“Por supuest, esto no se veía en Caracas, porque aquí no había escasez de combustible”, reitera.

“Imagínate la cantidad de puntos que El Coqui hubiera ganado en la Cota 905 si pudiera surtir de gasolina a los habitantes; así como distribuye agua, comida y juguetes a los niños. Se convierte en la única ‘autoridad’ capaz de llevar bienestar a la comunidad”, expresa Cedeño.

*Nombre ficticio para proteger la identidad de la fuente.