Redondos, cuadrados u ovalados, y, con la promesa de ser exfoliantes o generar extrema suavidad, la existencia de los jabones se da por sentada; aunque su origen no sea tan evidente.
En distintas presentaciones, olores y colores, el jabón es un producto de uso diario para la higiene personal con el que se busca eliminar las bacterias y gérmenes que se acumulan en la piel. Desde los inicios de la pandemia, las autoridades sanitarias han recordado la importancia de lavarse las manos y así disminuir los riesgos de contagio de COVID-19.
En pastilla, en polvo, en crema o líquido, la palabra jabón es de origen germánico: “una especie de ungüento grasiento de sebo de cabra y cenizas que se dan en el pelo para untárselo y teñirlo en los pueblos bárbaros, al que le llaman sapon”, según lo describió el historiador y naturalista latino Plinio el Viejo.
Se descubrió hace 4.500 años. Un artículo de SModa, de El País, dice que en una excavación arqueológica en la antigua Babilonia se encontraron pruebas de que en el 2.800 a.C. el jabón ya era fabricado con procedimientos rudimentarios.
“En unos tarros de arcilla, las inscripciones describen la mezcla de grasas hervidas con cenizas y mezcladas con agua. En las cenizas de la madera se encuentra los álcalis (sosa y potasa cáusticas), unas sustancias que se disuelven en agua y que reaccionan en contacto con las grasas activando el proceso conocido como saponificación”, explica el artículo.
La saponificación es un proceso químico que transforma un cuerpo graso -aceite vegetal o grasa animal-, que incluye un álcali y lo hace jabón. El artículo especifica que “la primera receta conocida se compone de una cuarta parte de grasa y seis cuartas partes de potasa” (un mineral industrial).
No hay registros que confirmen que en ese entonces el jabón se utilizaba para la limpieza del cuerpo; más bien representaba un valioso producto para la industria textil, pues permitía remover la lanolina -cera que producían algunos mamíferos- de la lana y para limpiar el algodón.
Dicho descubrimiento representa una especie de misterio para la historia. De acuerdo con el libro ¿Quién comió la primera ostra?, del escritor y periodista Cody Cassidy, durante la época sumeria -conocida como la primera civilización del mundo- el sector textil se encontraba en pleno apogeo y dominado, según la antropóloga Joy McCorriston, por mujeres; todo su sistema era dependiente de esclavas, deudores y trabajadoras forzosas.
La persona que descubrió el jabón pudo haber sido una mujer, trabajadora del sector textil, y con la fortuna de haberse dado cuenta de que las mezclas de cenizas y agua, junto a las grasas de la lana, limpiaban mejor. “Todo se basa en especulaciones. Eso sí, con toda una bibliografía científica detrás”.
Hay registros de distintas civilizaciones que también utilizaban el jabón; las recetas varían, pero en esencia se parecen. Sin embargo, en el mediterráneo antiguo no lo conocían, por lo que utilizaban aceite de oliva cocinada; tampoco en Roma, donde utilizaban una mezcla de piedra pómez y aceite.
La pastilla de jabón
La fabricación a partir de un ácido graso y álcali fue utilizada desde la antigüedad hasta mediados del siglo XX; en algún momento se sustituyó las grasas de animales por aceites vegetales, como el de oliva o el de girasol; y el álcali de las cenizas por el hidróxido sódico.
Al llegar el siglo XVIII, gracias a un accidente el químico suizo Carl Wilhelm Scheele descubrió la reacción que actualmente se utiliza para producir el jabón: aceite de oliva, hervido en oxido de plomo que produce la sustancia de la glicerina. Y en 1791 Nicolas LeBlanc, un químico francés, ideo un procedimiento para eliminar la necesidad de cenizas y obtener carbonato de sodio.
Sin embargo, no fue hasta 1903 que Adolph Klump inventó la barra de jabón que conocemos actualmente. Con una prensa refrigerada para fabricarlo, el alemán logró reducir el tiempo de producción a un cuarto de hora, cuando anteriormente se necesitaba un par de semanas antes de prensar el jabón.
Para hacer la pastilla de jabón se utilizaba un proceso de enfriamiento por agua que facilitaba dividir en bloques o porciones la masa, etiquetarlas y empaquetarlas.
Hoy en día no todos los jabones son elaborados con el proceso de saponificación en frío. Según el portal web Ashes to life “, 99% están elaborados de forma industrial, saponificando a altas temperaturas, extrayendo la glicerina y desplazando partes valiosas de las propiedades de los aceites”, pero que siguen siendo “jabones”.
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Redondos, cuadrados u ovalados, y, con la promesa de ser exfoliantes o generar extrema suavidad, la existencia de los jabones se da por sentada; aunque su origen no sea tan evidente.
En distintas presentaciones, olores y colores, el jabón es un producto de uso diario para la higiene personal con el que se busca eliminar las bacterias y gérmenes que se acumulan en la piel. Desde los inicios de la pandemia, las autoridades sanitarias han recordado la importancia de lavarse las manos y así disminuir los riesgos de contagio de COVID-19.
En pastilla, en polvo, en crema o líquido, la palabra jabón es de origen germánico: “una especie de ungüento grasiento de sebo de cabra y cenizas que se dan en el pelo para untárselo y teñirlo en los pueblos bárbaros, al que le llaman sapon”, según lo describió el historiador y naturalista latino Plinio el Viejo.
Se descubrió hace 4.500 años. Un artículo de SModa, de El País, dice que en una excavación arqueológica en la antigua Babilonia se encontraron pruebas de que en el 2.800 a.C. el jabón ya era fabricado con procedimientos rudimentarios.
“En unos tarros de arcilla, las inscripciones describen la mezcla de grasas hervidas con cenizas y mezcladas con agua. En las cenizas de la madera se encuentra los álcalis (sosa y potasa cáusticas), unas sustancias que se disuelven en agua y que reaccionan en contacto con las grasas activando el proceso conocido como saponificación”, explica el artículo.
La saponificación es un proceso químico que transforma un cuerpo graso -aceite vegetal o grasa animal-, que incluye un álcali y lo hace jabón. El artículo especifica que “la primera receta conocida se compone de una cuarta parte de grasa y seis cuartas partes de potasa” (un mineral industrial).
No hay registros que confirmen que en ese entonces el jabón se utilizaba para la limpieza del cuerpo; más bien representaba un valioso producto para la industria textil, pues permitía remover la lanolina -cera que producían algunos mamíferos- de la lana y para limpiar el algodón.
Dicho descubrimiento representa una especie de misterio para la historia. De acuerdo con el libro ¿Quién comió la primera ostra?, del escritor y periodista Cody Cassidy, durante la época sumeria -conocida como la primera civilización del mundo- el sector textil se encontraba en pleno apogeo y dominado, según la antropóloga Joy McCorriston, por mujeres; todo su sistema era dependiente de esclavas, deudores y trabajadoras forzosas.
La persona que descubrió el jabón pudo haber sido una mujer, trabajadora del sector textil, y con la fortuna de haberse dado cuenta de que las mezclas de cenizas y agua, junto a las grasas de la lana, limpiaban mejor. “Todo se basa en especulaciones. Eso sí, con toda una bibliografía científica detrás”.
Hay registros de distintas civilizaciones que también utilizaban el jabón; las recetas varían, pero en esencia se parecen. Sin embargo, en el mediterráneo antiguo no lo conocían, por lo que utilizaban aceite de oliva cocinada; tampoco en Roma, donde utilizaban una mezcla de piedra pómez y aceite.
La pastilla de jabón
La fabricación a partir de un ácido graso y álcali fue utilizada desde la antigüedad hasta mediados del siglo XX; en algún momento se sustituyó las grasas de animales por aceites vegetales, como el de oliva o el de girasol; y el álcali de las cenizas por el hidróxido sódico.
Al llegar el siglo XVIII, gracias a un accidente el químico suizo Carl Wilhelm Scheele descubrió la reacción que actualmente se utiliza para producir el jabón: aceite de oliva, hervido en oxido de plomo que produce la sustancia de la glicerina. Y en 1791 Nicolas LeBlanc, un químico francés, ideo un procedimiento para eliminar la necesidad de cenizas y obtener carbonato de sodio.
Sin embargo, no fue hasta 1903 que Adolph Klump inventó la barra de jabón que conocemos actualmente. Con una prensa refrigerada para fabricarlo, el alemán logró reducir el tiempo de producción a un cuarto de hora, cuando anteriormente se necesitaba un par de semanas antes de prensar el jabón.
Para hacer la pastilla de jabón se utilizaba un proceso de enfriamiento por agua que facilitaba dividir en bloques o porciones la masa, etiquetarlas y empaquetarlas.
Hoy en día no todos los jabones son elaborados con el proceso de saponificación en frío. Según el portal web Ashes to life “, 99% están elaborados de forma industrial, saponificando a altas temperaturas, extrayendo la glicerina y desplazando partes valiosas de las propiedades de los aceites”, pero que siguen siendo “jabones”.