Foto: Daniel Hernández Garcia
Foto: Daniel Hernández Garcia Credit: Daniel Hernández Garcia

Yraidy Blanco nació con una pierna más corta que otra. Desde lo siete meses de edad, el Hospital Dr. Domingo Luciani, en Caracas, Venezuela, se convirtió en su segunda casa, pues desde entonces las cirugías para alargar dicha extremidad fueron habituales en su vida. 

Muchos años después, dice que se sometió a tantas operaciones que no podría decir con exactitud cuántas fueron; las recuerda como extremadamente dolorosas “por la cantidad de clavos que me colocaban”. 

Con una diferencia de 29 centímetros con respecto a su pierna izquierda, Yraidy decidió a los 27 años que, a pesar de las esperanzas de algunos de sus médicos, una prótesis era la mejor opción para superar el dolor y continuar su camino. 

“Caminé más de 20 años con muletas, hasta que decidí que la amputación era la mejor opción”, cuenta Yraidy, quien actualmente es mamá a tiempo completo y líder de su propio proyecto para recaudar fondos que le permitan renovar su prótesis. 

En su infancia aprendió a tocar el clarinete, por lo que fue instructora musical en el Sistema Nacional de Orquestas de Venezuela, en la Orquesta Sinfónica Alef y de manera independiente. Además, es locutora certificada por el Instituto de Altos Estudios en Educación Laboral y Liberadora (IAEL), con la Pontificia Universidad Católica de Santa Rosa, y se encuentra en la etapa final de su tesis de Musicología en la Universidad Nacional Experimental de las Artes (Unearte). 

Sin embargo, nunca se pudo haber imaginado que aprendería sobre los movimientos que podía hacer su cuerpo gracias al baile y el yoga. 

En 2018 decidió aprender a caminar con una prótesis. En Solaz, te contamos su historia. 

Crecer en muletas

Yraidy nació en Caracas en la década de los noventa, pero pasó la mayoría de su infancia y adolescencia en Barlovento, específicamente en la parroquia Curiepe. Gracias a esos años se dió cuenta de la importancia de enseñarle a los niños lo diferente que son los seres humanos. 

Afirma haber recibido numerosas burlas en su etapa escolar; constantemente se preguntaba: “¿Por qué me dicen eso? ¿No se dan cuenta de que me duele?”. 

“Es importante enseñarle a los más pequeños que no todos somos iguales; hay personas en sillas de ruedas, otras con extremidades más cortas y algunas con facciones poco comunes, y todas merecen respeto”, dice Yraidy. 

Aunque asegura que la adolescencia fue mucho más fácil, le atribuye gran parte del crédito a su madre quien trabajaba como camarera del recinto médico y que en medio de las dificultades siempre buscaba la manera de mantenerla animada.

“Ella hizo que esa etapa llena de operaciones no fuese tan traumática para mí. Era como irme de vacaciones al hospital, mientras mi mamá  me consentía en medio de sus posibilidades”.

Yraidy dice que su madre siempre buscó apoyo extra para poder contar con los medios económicos que ameritaba la situación. No obstante, afirma que el hospital contaba con todos los recursos necesarios e incluso la apoyaron con muletas para poder caminar. 

Opina que eso fue posible porque eran unos tiempos completamente diferentes al actual, haciendo referencia a la crisis hospitalaria que ha sido denunciada por la Federación Médica Venezolana (FMV) a lo largo de los años. 

Una nueva pierna derecha

Tras tener una vida caminando en muletas, el nuevo reflejo que Yraidy veía en el espejo le resultaba ajeno y le fue difícil de aceptar: “cuando me puse la prótesis me daba pena y me preocupaba lo que fuese a pensar la gente de mí”, cuenta. 

La Compañía Danza de Habilidades Mixtas, que busca fortalecer habilidades artísticas en personas discapacitadas, fue parte de su proceso de adaptación con la prótesis y le permitieron descubrir movimientos que no sabía que podía hacer. 

Su prótesis para amputación de tipo supracondilea necesita ser renovada, pues Yraidy afirma que tras cinco años de uso se ha deteriorado. 

Para recolectar el dinero necesario ha desarrollado la iniciativa ‘Trabajando por una pierna’ en su cuenta personal de Instagram; una serie de cursos cortos, que van desde lecciones de música, hasta una clase para aprender a hacer galletas.

Su esposo, amigos cercanos y ella misma, serán los tutores de dichas actividades. Para ella: “Es la manera que tienen ellos para contribuir conmigo. No será con dinero, pero sí con su trabajo”. 

Yraidy decidió no pedir dinero en redes sociales, sino aportar algo a cambio para quien decidiese confiar en sus talentos y aportar a su objetivo. 

Mientras tanto, invita a quienes tengan una situación similar a la suya a rodearse de personas que no le recuerden sus dificultades, sino que les impulsen a ser mejores. 

“Hay que saber elegir un entorno que te ayude a ver lo bueno qué hay en ti. Gracias a eso, para mi el único camino es hacia adelante, ya lo demás pasó y no importa”, asevera Yraidy. 

Foto por Yordi Arteaga
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