“La doctora fue muy clara y nos dijo que iba a ser muy difícil de conseguir el medicamento”, recuerda Milagros Velásquez sobre la vez que internaron a su hermano en el Centro Médico Dr. Rafael Guerra Méndez, en Valencia, por una infección en el estómago. Pero no se imaginó que iba a hacerse tan cuesta arriba conseguir los ocho diales de albúmina humana para el tratamiento. Con cada frasco en 57 mil bolívares aproximadamente, la familia tuvo que vender hasta el carro para costear todos los gastos de salud. Aún así, Milagros sigue buscando hasta debajo de las piedras los tres diales que faltan.
“Estábamos locos buscándolos”, aseguró. En mes y medio, ha podido ubicar cinco frascos de albúmina: cuatro en la Maternidad del Sur y una en Drodelca. Incluso ha considerado buscar el tratamiento fuera de las fronteras venezolanas. “Hemos pensado hasta en comprarlo en Colombia, pero no creo que podamos por como está el dólar”, indicó.
Aunque algunos “buenos samaritanos” han ofrecido venderle la medicina por menos, con una especie de descuento de unos 20 mil bolívares, Milagros se rehúsa a salirse de la vía formal de comercialización. “Uno no sabe si el frasco fue adulterado o si lo que le venden a uno es el medicamento de verdad. Es algo muy delicado porque se trata de la salud”, argumentó.
El hermano de Milagros, de 60 años, y su familia no son los únicos que resienten entre sus dolores la parada de planta de Quimbiotec que se dio en septiembre de 2015. La paralización afecta a los pacientes que dependen de los derivados sanguíneos que produce la empresa venezolana: Albúmina humana, inmunoglobulinas, antitetánicas y Factor VIII (para los pacientes con hemofilia).
Una serie de irregularidades por parte de la junta directiva de la empresa desangraron a Quimbiotec. Con contratos dictados a dedo, la remodelación de la planta de derivados sanguíneos se quedó congelada, así como su producción. La planta lucha por arrancar, mientras se enfrenta a la fuga de talentos altamente especializados y a la falta de insumos.
Desde hace 14 meses, la estatal que alguna vez llegó a exportar tratamientos a Bolivia y a Aruba, ahora difícilmente produce para abastecer una décima parte del mercado. “Ni siquiera en nuestro mejor momento de 2016 superamos el 10% de producción”, afirmó a Efecto Cocuyo Nixon Berríos, operador de producción de Quimbiotec. Mientras tanto, en 2011, indicó, la empresa llegaba a producir más de 90% de su capacidad.
La parada de planta dejó secuelas en la única productora de hemoderivados en el país: 2015 cerró con cero producción en medio de los riesgos que trajeron el zika y el Síndrome de Guillain-Barré. La demanda de inmunoglobulinas se incrementó debido a esta última enfermedad; sin embargo, con la paralización de los trabajadores, el Gobierno tuvo que importar los medicamentos para aliviar la situación.
“Con el zika hubo un repunte enorme. Esa fue una de las alertas que nosotros dimos y nadie nos escuchó. Fue responsabilidad del Gobierno que eso pasara”, dijo Berríos sobre las advertencias que dieron los trabajadores para finales de 2015. No obstante, no fue sino entre marzo y abril del año siguiente que la planta volvería a sacar al mercado su primer lote tras más de seis meses.
Hasta noviembre de 2016, Quimbiotec solo ha producido un lote de inmunoglobulina anti-D; y cinco de inmunoglobulina G, albúmina humana y factor VIII. Anteriormente, llegaba a producir 30 o 40 lotes de cada tratamiento, que podían incluir entre 9 o 2 mil diales, dependiendo del producto.
El drama de producir para Quimbiotec no es solo producto de la falta de divisas que le corresponde asignar al Ministerio para la Educación Universitaria, Ciencia y Tecnología. Los trabajadores también atribuyen la desidia por parte de la junta directiva a los números en rojo de la empresa.
«Tenemos dos centros de recolección en el país, uno en Barquisimeto y otro en Valencia; pero en ambos están botando el plasma (principal materia prima de Quimbiotec). No tienen cómo traerlo hasta acá (a la sede ubicada en la carretera Panamericana) porque todos los vehículos para transportarlo están dañados», afirmó un trabajador de la empresa que no quiso revelar su identidad.
Sin materia prima, sin recursos y con una reducción de su personal especializado, Quimbiotec sigue tratando de mantenerse en pie luego de haber sido un referente en el tratamiento de hemoderivados en la región. Mientras tanto, Milagros Velásquez continúa la búsqueda de los tres diales de albúmina que le faltan para el tratamiento de su hermano.
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“La doctora fue muy clara y nos dijo que iba a ser muy difícil de conseguir el medicamento”, recuerda Milagros Velásquez sobre la vez que internaron a su hermano en el Centro Médico Dr. Rafael Guerra Méndez, en Valencia, por una infección en el estómago. Pero no se imaginó que iba a hacerse tan cuesta arriba conseguir los ocho diales de albúmina humana para el tratamiento. Con cada frasco en 57 mil bolívares aproximadamente, la familia tuvo que vender hasta el carro para costear todos los gastos de salud. Aún así, Milagros sigue buscando hasta debajo de las piedras los tres diales que faltan.
“Estábamos locos buscándolos”, aseguró. En mes y medio, ha podido ubicar cinco frascos de albúmina: cuatro en la Maternidad del Sur y una en Drodelca. Incluso ha considerado buscar el tratamiento fuera de las fronteras venezolanas. “Hemos pensado hasta en comprarlo en Colombia, pero no creo que podamos por como está el dólar”, indicó.
Aunque algunos “buenos samaritanos” han ofrecido venderle la medicina por menos, con una especie de descuento de unos 20 mil bolívares, Milagros se rehúsa a salirse de la vía formal de comercialización. “Uno no sabe si el frasco fue adulterado o si lo que le venden a uno es el medicamento de verdad. Es algo muy delicado porque se trata de la salud”, argumentó.
El hermano de Milagros, de 60 años, y su familia no son los únicos que resienten entre sus dolores la parada de planta de Quimbiotec que se dio en septiembre de 2015. La paralización afecta a los pacientes que dependen de los derivados sanguíneos que produce la empresa venezolana: Albúmina humana, inmunoglobulinas, antitetánicas y Factor VIII (para los pacientes con hemofilia).
Una serie de irregularidades por parte de la junta directiva de la empresa desangraron a Quimbiotec. Con contratos dictados a dedo, la remodelación de la planta de derivados sanguíneos se quedó congelada, así como su producción. La planta lucha por arrancar, mientras se enfrenta a la fuga de talentos altamente especializados y a la falta de insumos.
Desde hace 14 meses, la estatal que alguna vez llegó a exportar tratamientos a Bolivia y a Aruba, ahora difícilmente produce para abastecer una décima parte del mercado. “Ni siquiera en nuestro mejor momento de 2016 superamos el 10% de producción”, afirmó a Efecto Cocuyo Nixon Berríos, operador de producción de Quimbiotec. Mientras tanto, en 2011, indicó, la empresa llegaba a producir más de 90% de su capacidad.
La parada de planta dejó secuelas en la única productora de hemoderivados en el país: 2015 cerró con cero producción en medio de los riesgos que trajeron el zika y el Síndrome de Guillain-Barré. La demanda de inmunoglobulinas se incrementó debido a esta última enfermedad; sin embargo, con la paralización de los trabajadores, el Gobierno tuvo que importar los medicamentos para aliviar la situación.
“Con el zika hubo un repunte enorme. Esa fue una de las alertas que nosotros dimos y nadie nos escuchó. Fue responsabilidad del Gobierno que eso pasara”, dijo Berríos sobre las advertencias que dieron los trabajadores para finales de 2015. No obstante, no fue sino entre marzo y abril del año siguiente que la planta volvería a sacar al mercado su primer lote tras más de seis meses.
Hasta noviembre de 2016, Quimbiotec solo ha producido un lote de inmunoglobulina anti-D; y cinco de inmunoglobulina G, albúmina humana y factor VIII. Anteriormente, llegaba a producir 30 o 40 lotes de cada tratamiento, que podían incluir entre 9 o 2 mil diales, dependiendo del producto.
El drama de producir para Quimbiotec no es solo producto de la falta de divisas que le corresponde asignar al Ministerio para la Educación Universitaria, Ciencia y Tecnología. Los trabajadores también atribuyen la desidia por parte de la junta directiva a los números en rojo de la empresa.
«Tenemos dos centros de recolección en el país, uno en Barquisimeto y otro en Valencia; pero en ambos están botando el plasma (principal materia prima de Quimbiotec). No tienen cómo traerlo hasta acá (a la sede ubicada en la carretera Panamericana) porque todos los vehículos para transportarlo están dañados», afirmó un trabajador de la empresa que no quiso revelar su identidad.
Sin materia prima, sin recursos y con una reducción de su personal especializado, Quimbiotec sigue tratando de mantenerse en pie luego de haber sido un referente en el tratamiento de hemoderivados en la región. Mientras tanto, Milagros Velásquez continúa la búsqueda de los tres diales de albúmina que le faltan para el tratamiento de su hermano.