La participación de las mujeres en los procesos de negociación incrementa en un 20% la probabilidad de que un acuerdo de paz dure como mínimo dos años, y en un 35% la probabilidad de que dure 15 años. Estos resultados están contenidos en un estudio dirigido y coordinado por ONU Mujeres en 2015 que evaluó el impacto mundial de la aplicación de la resolución 1325.
La resolución 1325 fue aprobada por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, en el 2000, con el objetivo de ratificar la importancia de la igualdad de participación y de la plena implicación de las mujeres en todas las iniciativas dirigidas a mantener y promover la paz y la seguridad.
La directora del Centro de Justicia y Paz (Cepaz), Beatriz Borges, explica por qué la paridad de género en los procesos de negociación aumenta la probabilidad de tener acuerdos más sostenibles.
“Las mujeres aportan un entendimiento desde la afectación diferenciada, las mujeres estamos muy presentes en los espacios comunitarios y conocemos de primera mano las necesidades, ese conocimiento repercute en que los acuerdos tengan una perspectiva más amplia y esto es lo que permite que haya sostenibilidad. Al no estar incluidas en estos procesos se excluye una mirada integral. Los espacios únicamente masculinos no representan a la población, ahí no hay pluralidad”.
De acuerdo con la ONU, las mujeres tienen a su disposición menos recursos para protegerse y con frecuencia representan, junto con sus hijas e hijos, la mayor parte de las poblaciones desplazadas y de refugiados.
En las guerras se utilizan tácticas específicamente dirigidas contra ellas como la violencia sexual, una práctica que la misión de determinación de hechos sobre Venezuela alertó que ocurre como mecanismo de tortura contra la disidencia en el país. Esto es lo que se conoce como afectación diferenciada.
No obstante, la defensora de derechos humanos sostiene que en Venezuela se debe usar la negociación, que inició formalmente el pasado 13 de agosto en México, no solo para garantizar la igualdad de género.
“Este mecanismo tiene que incluir una participación robusta de los sectores sociales, se debe procurar una representación más integral en términos de voces diferenciadas porque el país es complejo y en esa diversidad tiene que haber paridad, eso va a cambiar la foto de Venezuela”, afirma.
“Las mujeres son pacificadoras efectivas en el ámbito comunitario, esto es algo que necesita Venezuela y no pueden ser excluidas de la conversación”, agrega.
Negociación en México
“Las mujeres no solamente aportamos una visión diferente desde la protección de la vida sino que velamos por los derechos de las mujeres y de las niñas que son tan necesarios en la formulación de las políticas públicas”, explica la activista Alba Purroy, creadora del programa de formación Mujeres Venezolanas Constructoras de Paz.
La catedrática española Carmen Magallón Portolés comparte esta opinión en su artículo Mujeres en los procesos de paz: la Resolución 1325 del Consejo de Seguridad: “Las mujeres aportan a la causa de la paz entre los pueblos y las naciones experiencias, competencias y perspectivas diferentes. La función que cumplen las mujeres de dar y sustentar la vida les ha proporcionado aptitudes e ideas esenciales para unas relaciones humanas pacíficas y para el desarrollo social. Las mujeres se adhieren con menos facilidad que los hombres al mito de la eficacia de la violencia y pueden aportar una amplitud, una calidad y un equilibrio de visión nuevos con miras al esfuerzo común que supone pasar de una cultura de guerra a una cultura de paz”.
Actualmente en Venezuela los factores políticos (el gobierno de Nicolás Maduro y la oposición liderada por Juan Guaidó) intentan una nueva negociación en México y la escasa representación femenina en las delegaciones generó polémica.
Sobre esto, Purroy considera que no se garantiza la paridad de género en la mesa: “Hubiese querido que estuvieran por lo menos cuatro mujeres en cada delegación. Del lado del gobierno tiene que haber mujeres, esto debe ser una exigencia incluso de la Plataforma Unitaria”.
Señala que la redacción del punto 3 del Memorándum de Entendimiento firmado por las partes que establece que “cada parte designará su delegación de nueve miembros y se esforzará por incluir a mujeres en las delegaciones” no fue bien concebido.
“Yo como activista estoy trabajando con un grupo de mujeres porque nos queremos manifestar en contra de eso, la incorporación de la mujer no debería ser considerado un esfuerzo, me sorprende que el Reino de Noruega haya acordado firmar el punto 3 de esa manera, se pudo redactar de otra forma”, cuestiona.
“Ojala que se incorporen liderazgos femeninos y feministas, mujeres con conciencia de derechos, de la discriminación y la violencia que viven hoy las mujeres. Esto va a tener un impacto en lo que es la reconstrucción del país”, sostiene Borges.
Constructoras de paz
Los antecedentes que evidencian el rol de las mujeres como constructoras de paz se remontan a los tiempos de la primera guerra mundial y más allá. En 1914, la Alianza Internacional por el Voto de la Mujer, en nombre de doce millones de mujeres de 26 países lanzó un manifiesto llamando a la conciliación y el arbitraje.
Unos meses más tarde, en mayo de 1915, ya en plena guerra, alrededor de un millar de mujeres representando a doce países, beligerantes y neutrales, se reunieron en La Haya en lo que fue el Primer Congreso integral de Mujeres, allí surgió la Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad, reseña la española Carmen Magallón Portolés en su publicación referida anteriormente.
Un ejemplo latinoamericano lo encontramos en el acuerdo de paz colombiano que, aunque ha tenido un revés importante por el surgimiento de las disidencias de las Farc, entre otros acontecimientos, implicó la participación de mujeres, muchas de ellas víctimas de crímenes de guerra, en procesos de perdón y justicia transicional.
Las mujeres de Mampujám encontraron en el tejido de colchas un mecanismo para curar sus heridas tras sobrevivir a una masacre en su poblado a manos de paramilitares.
Alba Purroy destaca dos experiencias más:
La Coalición de Mujeres de Irlanda del Norte (1996) que logró involucrar a las mujeres en las negociaciones de paz y hacer campañas contra la violencia sectaria.
La Acción Masiva por la Paz de Mujeres de Liberia. En medio de una cruenta guerra civil, las madres, las abuelas y las hermanas de Liberia dieron un paso al frente y formaron un movimiento por la paz.
Una de las distintas acciones que emprendieron fue bloquear todos los puntos de entrada y salida, incluidas las ventanas, lo que impidió que los negociadores abandonaran las conversaciones sin una resolución. Su acción, así como la presiones ejercidos por la Comunidad Económica de Estados de África Occidental llevaron a la firma del acuerdo general de paz de 2003.