En las protestas opositoras de las últimas semanas, cada vez se siente que llega antes la represión. Si bien fue sorpresivo que el pasado sábado 8 de abril los uniformados lanzaran la primera bomba lacrimógena mucho antes de que la marcha se acercara siquiera al piquete, este lunes 10 de abril apenas dieron chance a que la marcha arrancara.

Los diputados apenas iban a anunciar el destino final de la concentración -que, más tarde se supo, sería nuevamente la Defensoría del Pueblo-, cuando un nutrido grupo de manifestantes gritando “pa’ la autopista” se alejó de la Plaza Brion de Chacaíto hacia la Francisco Fajardo, por el medio de El Rosal.

Marcha opositora 10 de abril

Solo avanzaron unos metros cuando se vio por primera vez el humo blanco que indica que en segundos los ojos se pondrán llorosos y la cara picará. Aunque la gente intentó resistir, la represión de los funcionarios no los dejaba. Cada vez que se organizaban para avanzar, los efectivos los hacían retroceder a punta de bombas.

Las bombas no eran lanzadas a sitios cercanos al grupo manifestante para dispersarlo; las tiraban directamente donde estaba la gente. Así fue como se registraron varios heridos, como el reportero Román Camacho, a quien por el impacto de una bomba sufrió fractura de la tibia derecha o la diputada Delsa Solórzano, quien tuvo una neuritis a causa de una bomba que le tiraron al pecho.

Marcha opositora 10 de abril

Como en las concentraciones de las últimas semanas, la gente buscaba quedarse e intentaba superar los piquetes. Con cánticos se motivaba: desde el tradicional “¡y va a caer, y va a caer, este Gobierno va a caer!” hasta el “¡resistencia!”. Cada vez que pasaba un helicóptero identificado como “Policía” por debajo -y desde los que presuntamente lanzaban bombas lacrimógenas– los insultos no se hacían esperar.

Aunque la gente intentaba resistir como podía, cada tanto tiempo el avance de los funcionarios los hacía retroceder. Un grupo llegó hasta la plaza Francia de Altamira, emblemático bastión opositor. Otro se trasladó hacia la autopista, donde también fueron víctimas de represión. El que quedó en El Rosal, menguado, hizo frente por cerca de dos horas a las lacrimógenas que no paraban.

Marcha opositora 10 de abril

La Policía Nacional Bolivariana se movía en grupos grandes, de al menos 20 motos -con dos pasajeros cada una-, haciendo retroceder cada vez más a los opositores. Quedar entre una de las emboscadas equivalía a verse rodeado de una nube blanca de terror sin saber a dónde avanzar. Si corrían, terminaban acompañando a decenas de personas de la tercera edad rezagadas, con la respiración entrecortada por el gas. Si se quedaban en el mismo sitio, se enfrentaban al miedo de terminar heridos o detenidos.

Incluso salir de una marcha como esta resulta complicado. Puedes avanzar un poco, pero hay una posibilidad de que te toque correr a otra emboscada policial. Y, si te encuentras en una zona con varios accesos (como El Rosal), en muchas ocasiones los efectivos policiales aparecen, precisamente, por el lado que estás viendo como posible salida.

Marcha opositora 10 de abril

No solo son los manifestantes los afectados. Entre todo el “bululú” del lunes, si alguien logra acercarse lo suficiente -como lo logró un grupo de prensa cuando le pidieron ubicarse más atrás de los PNB-, se ve que los ojos de los uniformados también están llorosos y su respiración es pesada.

El regreso a casa incluye, de forma casi infalible, un agregado al paisaje: un contingente de funcionarios motorizados camino al lugar donde esté el próximo grupo de protesta que quieran reprimir.

Fotos: EFE

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