OPINIÓN · 21 ENERO, 2022 05:30

Venezuela ¿“iranizada”?

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Oscar Doval

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QUÉ CHÉVERE
QUÉ INDIGNANTE
QUÉ CHIMBO

—Ibrahím ¿Tú crees que vuelva a ganar?

—Said qué pregunta tan inocente, ¡Claro que va a ganar! ¡De hecho, va a arrasar!

—Ibrahím siempre lo mismo, año tras año, siempre lo mismo. No hay salida. Ya llevan más de 30 años en el poder y nada. ¡Nada de nada!

—No digas eso Said, el país está mucho mejor. Ciertamente, después de las sanciones de los gringos tuvimos unos años muy malos. De estar entre los primeros productores de petróleo del mundo pasamos a ser, qué sé yo, el número 10,15.

—Después de todo Said, las sanciones nos ayudaron a no depender tanto del petróleo. La economía se diversificó. Ahora, contamos con una real soberanía alimentaria y un aparato industrial enorme. Somos autosuficientes. Antes de la revolución, dependíamos sólo del petróleo, de los americanos y de su «santa palabra».

—No estoy de acuerdo contigo. Antes de la revolución había mucha más plata en la calle y vivíamos mejor. Estos desgraciados, llegaron por la fuerza y ahora, no hay quien los saque del poder. Y si a uno se le ocurre ir en contra, ya sabes lo que pasa:  —¡a comer hierro en la cárcel!

—¡Déjate de vainas mi pana! La revolución llegó porque el gobierno anterior ni escuchaba ni veía a la gente. Había un descontento global, porque el cogollo que gobernaba hacía lo que les daba la gana, se enriquecían ellos solos, y por supuesto, seguían el guion de los americanos.

Aunque podría tratarse de una charla entre venezolanos, ya habrán imaginado, que la conversación no es sobre nuestro país. Se trata de 2 iraníes contemporáneos, compañeros de trabajo, en un cotidiano intercambio de ideas.

El último monarca

El Shah Reza Pahlaví -heredero de una dinastía monárquica fundada por su padre tras un violento golpe de estado en 1922- reinó en Irán desde 1946 hasta su derrocamiento en 1979, sobre uno de los territorios más antiguos y extensos del Medio Oriente, con tradiciones y un acervo cultural milenario: “el Gran Imperio Persa”.

Pahlaví, con una esmerada educación occidental, pretendía sembrar una «nueva Francia» en las puertas del Medio Oriente. Hacer de Irán, un país moderno, con gran desarrollo económico e industrial, y sobre todo, laico.

El pueblo, no sólo resentía la corrupción y asimetrías sociales vividas durante el gobierno del Sha, sino la violación flagrante de sus tradiciones y religión, que eran y son, el aire y orgullo, que todavía hoy, los mantiene vivos.

Reza Pahlaví agrandado y respaldado por las enormes fuerzas occidentales fue derrocado por un movimiento teocrático liderado por los Ayatolás y la mayoría del pueblo persa.

El Ayatola Jomeiní, líder del movimiento político religioso que «pateó» la monarquía Pahlaví, instauró una revolución islámica chiita, en virtud de la cual, Irán es dirigido por un Líder Supremo Religioso, un presidente y un congreso, estos 2 últimos, elegidos por el voto popular.

La mayoría de los movimientos políticos, más conservadores o liberales, en bloque apoyan el régimen teocrático y el estatus quo. Existe una intolerancia absoluta por la disidencia, siendo sujeta a la persecución y exilio forzado, lo que confieren al régimen iraní una ralea totalitaria.

Los grupos opositores, tanto en el exilio o en una suerte de semiclandestinidad, son tan caóticos y fragmentados, que parecen dirigidos por María Corina Machado con Burka o Leopoldo López, con barba y turbante chiita.

¿Y después?

Es historia conocida, la toma de rehenes en la embajada de los Estados Unidos por parte del nuevo gobierno iraní, entre 1979 y 1981, sumada a la prolongada guerra entre Irán e Irak en los 80’s, y el desarrollo del programa nuclear iraní, generaron una escalada de sanciones financieras y comerciales por parte de los gringos y la Unión Europea, que comienzan tras la caída del Sha y encuentran su máximo punto de gravedad comenzando el siglo XXI.

Las sanciones hacen que Irán pase de ser el tercer productor de petróleo del mundo, con un promedio de 4 millones de barriles diarios, a situarse hoy en día, en la posición número 10, con 1,4 millones de barriles diarios. Esto, junto con el aislamiento financiero, generaron en sus inicios, una recesión económica con tasas de inflación que superaron el 40% interanual, significativa devaluación, gran desempleo y altos índices de pobreza.

Lejos de amilanarse, los iraníes que son más duros que «sancocho de pato», como política de Estado, comienzan a buscar otras fuentes de ingresos, inversión internacional y asociación a nuevos actores comerciales alineados ideológicamente con el régimen.

Resultados…

20 años después, la revolución islámica logró diversificar su PIB, y hoy en día, la explotación petrolera representa un 17,5% del mismo, en los 80’s, el petróleo aportaba un 40% al PIB. Por otra parte, el hacer industrial ocupa el segundo lugar con un 14,8%, la agricultura y agroindustria 11,7%, la construcción 4,9%, la industria automotriz 2%, y el sector servicios, alrededor del 49% del PIB. En 2021 el FMI reportó un PIB per cápita de $9.945, lo que pone a Irán en la posición 68 entre 195 países del mundo, muy por encima del promedio del Medio Oriente, Norte de África, Europa del Este y Latinoamérica.

Un 35% de la población se encuentra por debajo de la línea de pobreza, sin ser reportadas evidencias de «hambre» por organismos multilaterales como la ONU. Existe un 10,8% de desempleo, y el coeficiente Gini, de asimetría social de ingresos fue recientemente reportado por el FMI en 42%, lo que se encuentra al mismo nivel de casi todos los países latinoamericanos, asiáticos y algunos europeos menos ricos.

Con 83 millones de habitantes, se puede afirmar que Irán es totalmente autosuficiente desde el punto alimentario, industrial, automotriz, petrolero y petroquímico. De hecho, sus excedentes son exportados, alcanzando recientemente una balanza comercial positiva: mayores exportaciones que importaciones. Cuenta como principales aliados comerciales, a más de 30 países del orbe a los que no le importan las sanciones, así como sorprendentemente, a Alemania, Italia y España, quienes por un lado los sancionan, pero, por otro lado, no «pelan» el exquisito caviar iraní.

Y me pregunto…

Ante el caso de Irán, me surgen varias interrogantes.

¿Las sanciones realmente han servido o sirven para algo en Irán, más allá de satisfacer el tradicional ego imperial de los gringos y ahora de los europeos? Parece que no mucho, en vista de que los 20 países sancionados actualmente viven penurias económicas y persisten con los mismos regímenes políticos por los que han sido sancionados. Lo mismo ha ocurrido con los 56 países sancionados por Estados Unidos desde que terminara la Segunda Guerra Mundial.

¿Será el destino de Venezuela parecido al de Irán? Un país eternamente sancionado y aislado por las potencias tradicionales, que logre reinventarse en lo económico y social, pero con un régimen político totalitario e intolerante, en el cual se perpetúen en el poder las mismas personas con diferentes máscaras. Un pueblo acallado, en virtud de un bienestar económico relativo y la represión.

Mis propias interrogantes se vuelven preocupaciones. No me resigno a una Venezuela “iranizada”, creo que todavía estamos muy a tiempo de hacer un rescate económico, social y político del país. 

Para ello hace falta que nosotros, los ciudadanos, nos organicemos, hagamos activismo social y de calle, escojamos líderes políticos competentes y no sigamos con la bazofia narcisista que llamamos oposición. Asimismo, como un solo bloque unido inconforme con lo que vivimos, en un grito ciudadano único, dado a través del voto masivo, podemos demostrar y demostrarnos, la posibilidad de erigir e imponer una agenda Venezuela diferente, libre, democrática y próspera. ¡Esto no compete a los gringos ni a la oposición tradicional señores, sino a Usted y a mi!

***

Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

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—Después de todo Said, las sanciones nos ayudaron a no depender tanto del petróleo. La economía se diversificó. Ahora, contamos con una real soberanía alimentaria y un aparato industrial enorme. Somos autosuficientes. Antes de la revolución, dependíamos sólo del petróleo, de los americanos y de su «santa palabra».

—No estoy de acuerdo contigo. Antes de la revolución había mucha más plata en la calle y vivíamos mejor. Estos desgraciados, llegaron por la fuerza y ahora, no hay quien los saque del poder. Y si a uno se le ocurre ir en contra, ya sabes lo que pasa:  —¡a comer hierro en la cárcel!

—¡Déjate de vainas mi pana! La revolución llegó porque el gobierno anterior ni escuchaba ni veía a la gente. Había un descontento global, porque el cogollo que gobernaba hacía lo que les daba la gana, se enriquecían ellos solos, y por supuesto, seguían el guion de los americanos.

Aunque podría tratarse de una charla entre venezolanos, ya habrán imaginado, que la conversación no es sobre nuestro país. Se trata de 2 iraníes contemporáneos, compañeros de trabajo, en un cotidiano intercambio de ideas.

El último monarca

El Shah Reza Pahlaví -heredero de una dinastía monárquica fundada por su padre tras un violento golpe de estado en 1922- reinó en Irán desde 1946 hasta su derrocamiento en 1979, sobre uno de los territorios más antiguos y extensos del Medio Oriente, con tradiciones y un acervo cultural milenario: “el Gran Imperio Persa”.

Pahlaví, con una esmerada educación occidental, pretendía sembrar una «nueva Francia» en las puertas del Medio Oriente. Hacer de Irán, un país moderno, con gran desarrollo económico e industrial, y sobre todo, laico.

El pueblo, no sólo resentía la corrupción y asimetrías sociales vividas durante el gobierno del Sha, sino la violación flagrante de sus tradiciones y religión, que eran y son, el aire y orgullo, que todavía hoy, los mantiene vivos.

Reza Pahlaví agrandado y respaldado por las enormes fuerzas occidentales fue derrocado por un movimiento teocrático liderado por los Ayatolás y la mayoría del pueblo persa.

El Ayatola Jomeiní, líder del movimiento político religioso que «pateó» la monarquía Pahlaví, instauró una revolución islámica chiita, en virtud de la cual, Irán es dirigido por un Líder Supremo Religioso, un presidente y un congreso, estos 2 últimos, elegidos por el voto popular.

La mayoría de los movimientos políticos, más conservadores o liberales, en bloque apoyan el régimen teocrático y el estatus quo. Existe una intolerancia absoluta por la disidencia, siendo sujeta a la persecución y exilio forzado, lo que confieren al régimen iraní una ralea totalitaria.

Los grupos opositores, tanto en el exilio o en una suerte de semiclandestinidad, son tan caóticos y fragmentados, que parecen dirigidos por María Corina Machado con Burka o Leopoldo López, con barba y turbante chiita.

¿Y después?

Es historia conocida, la toma de rehenes en la embajada de los Estados Unidos por parte del nuevo gobierno iraní, entre 1979 y 1981, sumada a la prolongada guerra entre Irán e Irak en los 80’s, y el desarrollo del programa nuclear iraní, generaron una escalada de sanciones financieras y comerciales por parte de los gringos y la Unión Europea, que comienzan tras la caída del Sha y encuentran su máximo punto de gravedad comenzando el siglo XXI.

Las sanciones hacen que Irán pase de ser el tercer productor de petróleo del mundo, con un promedio de 4 millones de barriles diarios, a situarse hoy en día, en la posición número 10, con 1,4 millones de barriles diarios. Esto, junto con el aislamiento financiero, generaron en sus inicios, una recesión económica con tasas de inflación que superaron el 40% interanual, significativa devaluación, gran desempleo y altos índices de pobreza.

Lejos de amilanarse, los iraníes que son más duros que «sancocho de pato», como política de Estado, comienzan a buscar otras fuentes de ingresos, inversión internacional y asociación a nuevos actores comerciales alineados ideológicamente con el régimen.

Resultados…

20 años después, la revolución islámica logró diversificar su PIB, y hoy en día, la explotación petrolera representa un 17,5% del mismo, en los 80’s, el petróleo aportaba un 40% al PIB. Por otra parte, el hacer industrial ocupa el segundo lugar con un 14,8%, la agricultura y agroindustria 11,7%, la construcción 4,9%, la industria automotriz 2%, y el sector servicios, alrededor del 49% del PIB. En 2021 el FMI reportó un PIB per cápita de $9.945, lo que pone a Irán en la posición 68 entre 195 países del mundo, muy por encima del promedio del Medio Oriente, Norte de África, Europa del Este y Latinoamérica.

Un 35% de la población se encuentra por debajo de la línea de pobreza, sin ser reportadas evidencias de «hambre» por organismos multilaterales como la ONU. Existe un 10,8% de desempleo, y el coeficiente Gini, de asimetría social de ingresos fue recientemente reportado por el FMI en 42%, lo que se encuentra al mismo nivel de casi todos los países latinoamericanos, asiáticos y algunos europeos menos ricos.

Con 83 millones de habitantes, se puede afirmar que Irán es totalmente autosuficiente desde el punto alimentario, industrial, automotriz, petrolero y petroquímico. De hecho, sus excedentes son exportados, alcanzando recientemente una balanza comercial positiva: mayores exportaciones que importaciones. Cuenta como principales aliados comerciales, a más de 30 países del orbe a los que no le importan las sanciones, así como sorprendentemente, a Alemania, Italia y España, quienes por un lado los sancionan, pero, por otro lado, no «pelan» el exquisito caviar iraní.

Y me pregunto…

Ante el caso de Irán, me surgen varias interrogantes.

¿Las sanciones realmente han servido o sirven para algo en Irán, más allá de satisfacer el tradicional ego imperial de los gringos y ahora de los europeos? Parece que no mucho, en vista de que los 20 países sancionados actualmente viven penurias económicas y persisten con los mismos regímenes políticos por los que han sido sancionados. Lo mismo ha ocurrido con los 56 países sancionados por Estados Unidos desde que terminara la Segunda Guerra Mundial.

¿Será el destino de Venezuela parecido al de Irán? Un país eternamente sancionado y aislado por las potencias tradicionales, que logre reinventarse en lo económico y social, pero con un régimen político totalitario e intolerante, en el cual se perpetúen en el poder las mismas personas con diferentes máscaras. Un pueblo acallado, en virtud de un bienestar económico relativo y la represión.

Mis propias interrogantes se vuelven preocupaciones. No me resigno a una Venezuela “iranizada”, creo que todavía estamos muy a tiempo de hacer un rescate económico, social y político del país. 

Para ello hace falta que nosotros, los ciudadanos, nos organicemos, hagamos activismo social y de calle, escojamos líderes políticos competentes y no sigamos con la bazofia narcisista que llamamos oposición. Asimismo, como un solo bloque unido inconforme con lo que vivimos, en un grito ciudadano único, dado a través del voto masivo, podemos demostrar y demostrarnos, la posibilidad de erigir e imponer una agenda Venezuela diferente, libre, democrática y próspera. ¡Esto no compete a los gringos ni a la oposición tradicional señores, sino a Usted y a mi!

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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

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