Los medios se volvieron incómodos

Me registré en el Colegio Nacional de Periodistas (CNP) a inicios de 1990, unos pocos meses después de defender mi trabajo de grado y apenas al recibir mi título de licenciado en Comunicación Social. Han pasado 30 años.

Tuve claridad de que quería trabajar en el campo periodístico, y eso fue una certeza desde que tenía 14 años. Si bien me resultaban atractivas, en su momento, otras carreras como la sociología o la ciencia política, opté por cursar la licenciatura en comunicación social, ya que había una alcabala profesional. Para ejercer como periodista en Venezuela tienes que estar colegiado.

Mucha agua ha corrido debajo del puente desde 1990. Por ejemplo, en cinco encuestas nacionales a periodistas aplicadas entre 2015 y 2019 por la asociación civil Medianálisis, de la cual soy fundador y director, salió a relucir que sólo la mitad de los encuestados estaba afiliada al CNP. La otra mitad trabajaba como periodista, pero sin estar colegiada.

En diversas discusiones, conversaciones, foros y reuniones en la última década ha salido a relucir, en más de una ocasión, la pregunta: para qué sirve la colegiación obligatoria de periodistas en Venezuela.

Sigo afiliado al CNP, cada tanto tiempo me pongo al día con mis cuotas de afiliado y hago lo mismo con la membresía que tengo en el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa (SNTP), desde 1988. Cuando he sido convocado, y cuando no también, he cerrado filas con el CNP y el SNTP para defender la libertad de expresión en Venezuela.

Ni de lejos me considero un enemigo del gremio periodístico, pero sí considero válido abrir una discusión sobre qué papel tiene en el periodismo actual la colegiación obligatoria, por cierto, una excepción en el continente americano.

En una decisión sobre la cual conviene volver, la Corte Interamericana de Derechos Humanos consideró en 1985 que “el periodismo es la manifestación primaria y principal de la libertad de expresión del pensamiento y, por esa razón, no puede concebirse meramente como la prestación de un servicio al público a través de la aplicación de unos conocimientos o capacitación adquiridos en una universidad o por quienes están inscritos en un determinado colegio profesional, como podría suceder con otras profesiones, pues está vinculado con la libertad de expresión que es inherente a todo ser humano”.

La opinión consultiva fue solicitada en su momento por el gobierno de Costa Rica, para determinar si derogar la colegiación obligatoria de periodistas en ese país estaba reñida con los derechos humanos. Sobre esta opinión consultiva pude conversar en un par de ocasiones con mi estimado Pedro Nikken (1945-2019), quien en 1985 era juez de la Corte Interamericana.

Para él no existía contradicción alguna entre la vigencia y necesidad de que existiesen colegios profesionales de periodistas, con fines asociativos y gremiales, y la posibilidad de que el periodismo (como sucede en prácticamente buena parte del mundo) se ejerza tanto por periodistas como por profesionales de las ciencias sociales o humanidades que adquieren destrezas en el oficio periodístico, bien con un curso posterior a su licenciatura de base o bien haciendo prácticas profesionales en algún medio.

El momento histórico en el cual se creó el CNP y se hizo un esfuerzo por fortalecer al gremio, teniendo una actitud de cerrazón, tuvo su razón de ser. Aquello no tiene ya mucho sentido en este tiempo. Y además lo que nos dicen los hechos es que muchos jóvenes ya no salen corriendo a colegiarse, como fue mi caso, ni los medios de comunicación (viviendo éstos su propia metamorfosis) colocan como un requisito que se tenga el carnet del CNP para darle trabajo a alguien.

¿Por qué debatir sobre la colegiación?

Cada cierto tiempo pienso en la colegiación, pero es la primera vez que escribo un artículo para generar una discusión abierta al respecto. Tal vez en esta ocasión me haya alentado haber leído una nota sobre una renovación importante que se hizo en la dirección periodística de El País, el emblemático periódico español que difícilmente se pueda cuestionar en términos de su apuesta por el periodismo.

Se hicieron cinco cambios importantes este mes de octubre. De las cinco personas designadas para conducir unidades periodísticas o incluso niveles más altos que engloban a todo el medio, apenas uno era egresado de periodismo. Los otros eran abogados, politólogo y filósofo.

Todos sí tenían en común, incluso el que había estudiado periodismo como carrera base, que habían realizado cursos cortos o de mediano alcance relacionados con la práctica y la gestión periodística.

El futuro está, creo yo, en esta dirección. Es la hora de debatir sobre la colegiación obligatoria para periodistas que aún persiste en Venezuela.

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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

Del mismo autor: El periodismo y la memoria

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