En días recientes, observamos cómo múltiples cuentas oficialistas promovían a través de un video, totalmente en inglés, un proyecto turístico multimillonario en la isla de La Tortuga, como parte del plan de desarrollo de la Zona Económica Especial (ZEE).

Dicho video, que se hizo viral, muestra la intención de construir diez hoteles de alto nivel tipo resort, un aeropuerto internacional, un puerto para cruceros de alta gama, un sistema de energía sustentable y un centro de investigación tecnológica.

Si bien las críticas y comentarios negativos no se hicieron esperar, tildándolo de «sólo para enchufados», «desmedido lujo entre tanta pobreza», «lavadora de dinero», y muchos más; a los que creemos en una Venezuela posible, nos llama particularmente la atención como el gobierno ha iniciado el scouting de fondos en busca de inversores internacionales con apetito de riesgo, dispuestos a hacerse cargo de un proyecto de inmenso calado, que sin duda competiría con cualquier oferta turística de las islas caribeñas.

A la noticia de la ZEE, la semana pasada, se sumó otra que causa buena impresión, al menos a este servidor quien está en el trance de sacar su pasaporte, con las penurias propias que vivimos todos los venezolanos. Después de meses desastrosos con la plataforma del SAIME para la emisión y renovación de documentos, por fin, el gobierno, decide «darle a una patada» a la ineficiente empresa cubana que manejaba los aspectos tecnológicos y logísticos del SAIME desde el 2011, y contrató a la empresa argentina, Exclé, de reconocida trayectoria en temas tecnológicos y digitales en Suramérica, primando por fin, la excelencia operacional, sobre cualquier compromiso político.


¿Venezuela se arregló?

Esto me lo preguntaba mi querida María Isabel Párraga en una reciente entrevista radiofónica sobre la economía nacional, y la respuesta categórica fue: ¡No, pero está en eso!

Estamos claros que una economía de rebusque, bodegones, restaurantes de lujo y conciertos rimbombantes, para nada refleja una mejora estructural de las finanzas del país. También estamos claros que Caracas para nada es el espejo de la realidad de la provincia. La claridad además nos enceguece, cuando hablamos de los pobres salarios y paupérrimos servicios básicos que hacen pasar trabajo a todos los venezolanos.

Pero no podemos tapar el sol con un dedo, existe una activación incipiente de la economía nacional y un aumento del consumo a nivel global, dado por el incesante trabajo de nuestros empresarios, aquellos que siguen apostando por la patria, así como de «nuestra gente de a pie», la que madruga y se trasnocha, para cubrir las necesidades básicas de su familia.

Cuando vamos semanalmente a Petare, donde hacemos vida con proyectos de microfinancimiento; cuando visitamos los diferentes mercados municipales del país para realizar «pulsos de consumo»; y cuando recorremos zonas agropecuarias en el interior de Venezuela; productores, vendedores y compradores dicen lo mismo: ¡la «cosa» no está todavía bien, pero está mucho mejor que antes!

¿Y el gobierno qué está haciendo?

Nos guste o nos disguste, el gobierno de Maduro ha venido «des-dogmatizando» y despolitizando la economía. La restricción de liquidez y la dolarización informal del ecosistema monetario para estabilizar «variables macro» como la inflación y devaluación, el cese de expropiaciones, el levantamiento del control de precios y el aligeramiento de políticas arancelarias, dan cuenta del viraje de Venezuela hacia una economía de mercado.

Por otra parte, el gobierno nacional tiene entre «ceja y ceja» aumentar la producción petrolera por encima del millón de barriles diarios, lo que no ha logrado todavía. No obstante, este primer semestre del año se ha logrado estabilizar la producción de crudo en 700 mil barriles con respecto al mismo período en 2021 que solo llegó a 300 mil barriles diarios. Asimismo, el gobierno espera poder mejorar sustancialmente el servicio eléctrico el año entrante, necesidad mínima, de cualquier activación productiva.

El empeño del ejecutivo para que se liberen los dineros soberanos, secuestrados en EE. UU. y Europa por las sanciones financieras, tiene como objetivo el contar con los recursos para invertir en la industria petrolera y en la infraestructura para proveer de servicios básicos decentes. Otro tanto, busca el oficialismo con las incesantes giras internacionales en busca de fondos e inversionistas de países alineados.

A diferencia de una nefasta oposición, si así merece llamarse, aquellos que nos gobiernan, «de pendejos tienen poco», y en ellos prima la vertical claridad, de que existen, al menos, 10 millones de venezolanos en serias condiciones de vulnerabilidad social. A esto, se suma una clase media evaporada, un sector productivo apenas despertándose de su mínima capacidad histórica, y todo un país, aislado internacionalmente. De allí, el reciente acercamiento con los gringos, de allí, todo tipo de maromas y peripecias para manejar, birlar y negociar, las criminales sanciones que afectan a nuestro pueblo, mucho, pero mucho más, que al propio gobierno.

¿Qué más hace falta?

Hace falta mucho, muchísimo. Inversión local y extranjera -en ingentes cantidades- es necesaria para el rescate de la industria petrolera, la infraestructura relacionada con servicios básicos, mínima capacidad logística, activación del aparato industrial, salud, educación, vivienda, seguridad alimentaria y pare Usted de contar.

Se estima que alrededor de 150 mil millones de dólares, en un periodo de 5 años, son requeridos para «poner a tono» al país y brindar el mínimo bienestar requerido por los venezolanos. Esto, sin contar la inversión requerida para conducir a Venezuela al estado del arte en temas de conectividad, tecnología, educación de primer mundo, sostenibilidad, y otras tantas cosas, propias de los países desarrollados.

Para acceder a montos tan grandes de dinero necesitamos el financiamiento de grandes capitales en manos de los imperios y de las grandes multilaterales, que son la misma vaina. También se requiere del gobierno nacional mostrar clara voluntad de pago de la deuda externa, en default desde el 2017.

Hasta Almagro, máximo representante de la OEA, enemigo acérrimo del oficialismo, comienza a ceder en su postura «mariacorinista», y ya está hablando de cohabitación entre gobierno y oposición. Asimismo, sabemos de múltiples fuentes, que los gringos y la Unión Europea están cansados del gobierno fantasma de Guaidó, y buscan la forma diplomáticamente adecuada, de brindar legitimidad a un gobierno venezolano, reconocido por chavistas, antichavistas y «ninis».

La «mesa internacional está servida», para que, de una vez por todas, se den acuerdos entre oficialismo y oposición y puedan aligerarse las sanciones financieras, bloqueo comercial y el ostracismo internacional que vivimos.

¿Qué estamos esperando?

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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

Del mismo autor: La nueva Fedecámaras: camino hacia el 2035

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