La pregunta del título de este artículo es parte de la letra de una balada que el cantante argentino, Leo Dan, popularizó en los años 70. Viene al caso porque es una pregunta que suele hacerse ante la muerte de alguien y no alude a las causas de la muerte, sino a la explicación del hecho, a lo inadmisible que resulta el fin de la vida. Más, cuando es la propia persona fallecida quien ha decidido finalizarla. Entonces, los enigmas se multiplican.
Si los enigmas no se despejan, quedan como interrogantes eternas o se resuelven en la fantasía. Eso ocurre con los de la muerte y más con las razones de los suicidios. La gente le atribuye pensamientos y sentires al suicida que no sabemos si los tenía. No importaría que eso quedara en el plano de lo imaginario, pero el asunto se complica cuando se asume que lo imaginado sobre el suicida es la verdad y se hacen juicios de su decisión con base a suposiciones.
Por el tabú que hay sobre el suicidio, poco sabemos más allá de la noticia. Poco se dice, se escribe y, mucho menos, se debe pensar. A pesar de que cuando alguien se suicida saltan las interrogantes y la culpa. Por supuesto, mayor es el impacto cuando quien se suicida es una persona conocida, ya por ser figura pública o de nuestro círculo social y más, si se trata de un ser querido.
Aun cuando hay muchos enigmas sobre los suicidas, científicamente se han logrado establecer algunos antecedentes, como son los intentos fallidos, suicidio en la familia, la dependencia de estupefacientes y lo que suele ser más común: características de personalidad, estados de angustia, depresión, crisis de miedo o rabia, entre otros. También se han estudiado rasgos socio demográficos, como edad y sexo.
Suicidio y masculinidad
Comúnmente se cree que el suicido es un acto de debilidad, de flaqueza, de cobardía. “No tuvo fuerza para enfrentar la situación”, dice la gente. Por lo tanto, en términos de estereotipos de género se podría pensar que las mujeres se suicidan más, pero no es así. Mundialmente de cada 4 suicidas, 3 son hombres.
Una posible razón de por qué los hombres se suicidan más que las mujeres es que ellos viven más reprimidos emocionalmente, porque la sociedad, la familia, no les permiten expresar emociones. Se asume que expresar miedo, tristeza, dolor no es masculino. Hombre que se asuste, no aguante dolor físico o se ponga triste es considerado débil, frágil. El pensamiento simplista asume que la fragilidad es propia de lo femenino, mientras que la fortaleza es masculina. Al hombre frágil se le ve como débil, medio mariquita, medio femenino, pues. Y los hombres recios temen sentirse así, mucho menos dar la imagen de frágil. Puede ser que lo sean, inclusive, miedosos, pero no deben parecerlo.
A los hombres también se les exige ser exitosos. Hombre fracasado se ve como débil. Con la mujer, la sociedad es más tolerante en este aspecto y considera que el gran éxito femenino es conseguir una buena pareja, ser madres y tener una familia consolidada. Parece cuento de antaño, pero, no, es contemporáneo. Hombres y mujeres que se salgan de esa pauta, la tienen que pagar, ahora menos que antes, pero las sanciones sociales persisten.
El sentirse fracasado, no corresponder con las expectativas que se tienen de él, puede llevar a un hombre al suicidio. Y más si ese fracaso tiene que ver con las expectativas que ese hombre tiene de sí mismo. Hay hombres que no saben manejar el fracaso, el fallar. Prefieren matarse.
Seducción y masculinidad
Tanto al hombre como a la mujer se les enseña, en la medida que van creciendo, el arte de la seducción, de atraer al otro, a la otra, por lo general del sexo opuesto. Aunque la seducción no solo se aplica en el plano de erótico sexual, van de la mano. Tu me gustas, tu me atraes erótica, sexual, afectivamente, yo te seduzco.
La seducción, aunque se exprese en los dos géneros, se asume que debe ser diferente en cada uno. La de los hombres más agresiva, lo que les corresponde como hombres, y las mujeres con cierta sutileza, cierta modosidad, según establecen las convenciones.
Mujer que es muy osada en las artes seductoras es vista como fácil, medio puta; hombre osado en las artes seductoras es un galán, un triunfador. Al hombre se le exige, de cierta forma, acosar sexualmente. Es parte de las pautas de la masculinidad tradicional y del orgullo varonil. Parece cuento de otros tiempos, pero no es. Cada vez hay más gente que rompe ese esquema, pero todavía es minoría.
El hombre tiene que ser cautivador, “acostador” (léase bien: acostador, de acostar), mientras con más mujeres se acueste, tenga relaciones sexuales, mas reafirmada su hombría. De eso, hay algunos que hacen aspaviento, otros son más discretos. Lo importante es que lo hagan, reconozcan la capacidad de seducción, por aquello de la identidad masculina. Y hombría tiene que ver con fuerza. Si soy hombre, macho, rudo, hasta puedo ser violento. Así se expresa un precario pero extendido pensamiento de la masculinidad.
Salvavidas
El machismo mata. Agrede, hiere, mata a las mujeres, pero también puede agredir, herir, matar a quien se comporta como macho.
Si queremos reducir la violencia en general y la de género, en particular, es imperativo que eduquemos a la gente de todas las edades y, particularmente a la más joven, a relacionarse consigo misma y con las otras personas de una forma más tolerante en lo sexual, en lo que tiene que ver con el género sexual, con lo transgénero.
Hombres, mujeres y los que no se sientan ni lo uno, ni lo otro, tenemos que aprender el sentido del límite, de que no es no, que seducir no es imponer. Que se puede ser hombre y mostrar debilidades, ser mujer y tener fortalezas, ser transgénero y ser fuerte. Se puede ser distinto a lo que se espera de nosotros y sentirnos bien con nosotros mismos y ante la gente. Cuando seamos así, serán tiempos en que den más ganas de vivir, lo contrario a querer morir.
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Del mismo autor: Me too y mea culpa