En Venezuela, como en otras partes del mundo en otros momentos, las redes sociales se han calentado con denuncias de mujeres agredidas sexualmente, por hombres machistas. Ellas están diciendo #ElVioladorEresTu. En algunos casos hasta con nombre y apellido.

La actual campaña de denuncias de abuso sexual en Venezuela, semejante a la estadounidense #MeToo, usa los hashtags #YoTeCreo y #NoEstásSola con miras a fortalecer las denuncias y expresar solidaridad con las denunciantes. ¡Enhorabuena!

La idea de este tipo de campañas consiste en “yo echo mi cuento” y “sigue tu con el tuyo”, produciendo un efecto de bola de nieve, que va creciendo mientras más información rueda. Parece un juego, pero no es. En esta ocasión son dramas, tragedias de mujeres ocasionadas por un hombre machista.

#MeToo y #NoEstásSola son campañas en las que las mujeres alzan su voz, para denunciar la violencia o abuso sexual que algunos hombres, valiéndose de sus posiciones de poder, ponen en práctica habilidades de seducción o imposición aprendidas durante su educación machista.

Abuso sexual en cualquier lugar

La falsa creencia es que el abusador sexual es un hombre con cara de malo y actitud sospechosa, que espera a la mujer en un callejón oscuro o, a la luz del día, detrás de un árbol para abusar de ella.  Puede ser que haya casos así en la vida real, pero esa es, fundamentalmente, la representación que se hace del abusador sexual, del “sádico”, en el cine, el teatro y la literatura mediocre, creando ese imaginario sexual y social.

En la realidad, el abusador sexual suele ser un hombre atractivo, no necesariamente guapo, sino seductor, que, en el mejor de los casos, usa sus artes y aprovecha el privilegio que le da cualquier tipo de poder, incluido el del solo hecho de ser hombre, creerse macho cabrío y tener fuerza física, para abusar de la mujer, cualquiera sea su edad y relación con ella.

Por lo general, el abusador sexual es alguien conocido por la niña, la adolescente o la mujer adulta y tiene cierta ascendencia sobre ella. Es su padre, abuelo, tío, un amigo de la familia, su jefe en el trabajo, su profesor, entrenador deportivo, un cura, un médico, una figura del espectáculo. Cualquiera. El abusador sexual no parece serlo. Suele ser amable, cariñoso. Engañador.

Las denuncias que circulan en las redes sociales sobre abuso sexual de adolescentes en Venezuela han sido muchas en poco tiempo, aunque los delitos sean remotos. Esto evidencia un grave problema social que, por razones culturales, ha llegado a “normalizarse”.  Ahora, ellas, envalentonadas por la fuerza del movimiento femenino, en casi todo el mundo, han decidido decir a los machistas ¡basta! Y ellos saben que si lo hacen pueden acusarlo. Algo de susto puede sentir el agresor, por más bestia que sea.

Del mea culpa al enredo

Un serio obstáculo en la reducción de la violencia hacia las mujeres es la impunidad del agresor. Se ha denunciado varias veces que la policía y jueces suelen ser “muy considerados” con el agresor sexual. Inclusive, sectores de la comunidad e individualidades suelen buscar “justificativos” de la conducta agresiva del macho, minimizando las lesiones físicas y psicológicas de la mujer.

Sin embargo, cada vez hay más casos en los que el agresor de una mujer es sentenciado judicialmente. Quizás no con todo el peso que su delito merece, pero al menos, recibe un castigo legal. Un avance en la larga lucha contra la violencia machista.

En los casos de abuso sexual recientemente denunciados en las redes sociales en Venezuela, se ha producido algo inédito e insólito.  Algunos de los acusados han asumido públicamente su responsabilidad en lo que se les acusa.  Lo han hecho en una forma tan semejante y cercana en el tiempo, que bien pudieron haber creado el hashtag: #YoSiFui.  Pareciera que buscaban reducir su pena judicial e, inclusive, la social. Cualquiera que haya sido la razón, se incendió la pradera, pero el lamentable suicidio de uno de los acusados apagó un poco el fuego.                                                                          

El Ministerio Público de Venezuela ha decidido abrir investigaciones, para sancionar a los culpables denunciados con nombres y apellidos.  Sin embargo, las denunciantes tienen que actuar con valentía y prudencia, porque el tiro puede salir por la culata. Las redes no son la instancia para denunciar un delito cuando se acusa con nombre y apellido, porque se enreda la cosa.  Hay que seguir, como dicen los abogados, el debido proceso. Ese que exigimos para otro tipo de delitos.

El que usuarias y usuarios de las redes se conviertan en tribunal, que sentencie, es un peligro social. Más que lograr que se haga justicia -que es lo que se aspira en estos casos- la denuncia puede convertirse en delito y se pierde el objetivo, aunque se haga escándalo. Ante estos casos, he aprendido que no se puede denunciar en las redes con nombre y apellido, mucho menos cuando se denuncia desde el anonimato. Si luchamos por erradicar la violencia machista no podemos hacerlo generando otra violencia. No, por el bien de todas y todos. 

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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

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Leoncio Barrios, psicólogo y analista social. Escribidor de crónicas, memorias, mini ensayos, historias de sufrimiento e infantiles. Cinéfilo y bailarín aficionado. Reside en Caracas.