El artículo que he querido presentarles esta semana no es de mi autoría sino de mi hijo Piero Miguel, que desde hace ya unos cinco años ve la política y el mundo desde España. Me ha parecido muy importante a propósito de los énfasis que he venido sosteniendo en relación a la antipolítica como fenómeno que está afectando severamente al funcionamiento de las democracias en muchos lugares del mundo. A continuación el texto íntegro:
Sólo los partidos políticos capaces de reconocer al ciudadano como un verbo, en lugar de un sustantivo, serán capaces de sobrevivir a las arremetidas de la antipolítica.
La política engloba todo aquello que nos rodea en una determinada geografía. Si la comparamos con una producción cinematográfica, lo primero que debemos reconocer es que, queramos o no, todos formamos parte del mismo guion, quizá unos con más participación que otros, incluso a algunos les tocará trabajar tras bastidores, mientras otros serán la imagen del filme, pero el resultado final es el reflejo de lo bien engranadas que estén todas las piezas.
Si llevamos esto al terreno político tenemos a los actores, que son los líderes que vemos en los medios de comunicación o las figuras más representativas de los partidos, y aunque son las caras más conocidas, la realidad es que detrás de todo ello hay muchísima más desde sus comunidades, barrios, distritos, sectores, comunidades autónomas, etc., que respaldan con criterio propio y mucho trabajo a estos protagonistas.
La antipolítica, según el politólogo Moisés Naím (2022): «Se trata de una poderosa fuerza centrífuga que deshace la capacidad de las viejas élites de gobernar y prepara el terreno para unas fuerzas centrípetas que quienes aspiran a convertirse en autócratas pueden aprovechar para volver a concentrar el poder, esta vez solo en sus manos». Es una fuerza que acaba con todos los protocolos de diplomacia y normas de conducta establecidos durante años por los líderes en su afán de transmitir su mensaje a las diferentes audiencias. Persigue objetivos personales lejos de hacer frente a los intereses de los ciudadanos.
De la antipolítica emergen los cimientos que sostienen el autoritarismo, cuyo liderazgo es guiado por el afán de alcanzar el poder, que gobernar.
Podemos identificar a un autócrata por medio de las denominadas «Tres Pes» de Naím, que son: Populismo, Polarización y Posverdad. Es muy probable que estemos frente a un autócrata de las tres pes, cuando vemos a un líder que se vende así mismo como la voz única del pueblo y que pretende «acabar» con los abusos y la corrupción, al mismo tiempo que está rodeado de escándalos mediáticos.
Debemos ser cada vez más críticos en los asuntos públicos, ser parte importante de las decisiones del Estado, porque ese letargo político que sienten los ciudadanos cuando están fatigados de ver los mismos partidos, discursos o pensar que todos son corruptos, es lo que da paso a estos seres de ofrecernos soluciones efímeras con la intención de alcanzar y mantenerse en el poder.
Los partidos políticos se forman partiendo de estructuras, organización, liderazgos, ideales, sea cual sea la tendencia, color o perspectiva, como si se tratara de una pintura, su misión es dibujar sobre el lienzo e ilustrar que existen diferentes pensamientos, que los colores están allí para identificarse y aportar ideas distintas, soluciones y demás, no para ser señalados y catalogados como oponentes; cada color tiene sus matices y es por eso que en cada obra de arte la diversidad produce esa majestuosidad que la hace única.
Es mejor ser parte y colaborar, incentivar a otros, fomentar la participación ciudadana, reflexionar y analizar, más que adoctrinar. La política funciona como un verbo, y es importante que, como ciudadanos, no seamos criticones, sino críticos y participativos en los asuntos de importancia nacional, ya que una sociedad no se define por individuos, sino por colectivos, como nación.
La política, al igual que un juego de ajedrez, es una estrategia colaborativa. Una pieza importante no puede ejecutar un ataque sin el consentimiento de los peones, mientras que los peones no podrían ganar la partida si prescinden de las ventajas del resto de piezas. Al final, tienen que aprender a convivir unas con otras si quieren ganar la partida. Así son los partidos, deben existir, pero deben estimular más el compromiso y la participación ciudadana. No ser espectadores o simple electores, sino ser más bien colaboradores.
Entonces, los partidos sí pueden hacer frente a la antipolítica, y deben hacerlo, no sea que este fenómeno se convierta en el modelo de referencia con el cual alcancen el poder los futuros líderes y se adhieran al él de tal forma que no haya forma de relevarlos por medios democráticos.
La libertad es un tesoro que ha costado mucha sangre a lo largo de la historia, y es deber de todos protegerla de la tiranía.
***
Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
Del mismo autor: Petropolítica
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Sólo los partidos políticos capaces de reconocer al ciudadano como un verbo, en lugar de un sustantivo, serán capaces de sobrevivir a las arremetidas de la antipolítica.
La política engloba todo aquello que nos rodea en una determinada geografía. Si la comparamos con una producción cinematográfica, lo primero que debemos reconocer es que, queramos o no, todos formamos parte del mismo guion, quizá unos con más participación que otros, incluso a algunos les tocará trabajar tras bastidores, mientras otros serán la imagen del filme, pero el resultado final es el reflejo de lo bien engranadas que estén todas las piezas.
Si llevamos esto al terreno político tenemos a los actores, que son los líderes que vemos en los medios de comunicación o las figuras más representativas de los partidos, y aunque son las caras más conocidas, la realidad es que detrás de todo ello hay muchísima más desde sus comunidades, barrios, distritos, sectores, comunidades autónomas, etc., que respaldan con criterio propio y mucho trabajo a estos protagonistas.
La antipolítica, según el politólogo Moisés Naím (2022): «Se trata de una poderosa fuerza centrífuga que deshace la capacidad de las viejas élites de gobernar y prepara el terreno para unas fuerzas centrípetas que quienes aspiran a convertirse en autócratas pueden aprovechar para volver a concentrar el poder, esta vez solo en sus manos». Es una fuerza que acaba con todos los protocolos de diplomacia y normas de conducta establecidos durante años por los líderes en su afán de transmitir su mensaje a las diferentes audiencias. Persigue objetivos personales lejos de hacer frente a los intereses de los ciudadanos.
De la antipolítica emergen los cimientos que sostienen el autoritarismo, cuyo liderazgo es guiado por el afán de alcanzar el poder, que gobernar.
Podemos identificar a un autócrata por medio de las denominadas «Tres Pes» de Naím, que son: Populismo, Polarización y Posverdad. Es muy probable que estemos frente a un autócrata de las tres pes, cuando vemos a un líder que se vende así mismo como la voz única del pueblo y que pretende «acabar» con los abusos y la corrupción, al mismo tiempo que está rodeado de escándalos mediáticos.
Debemos ser cada vez más críticos en los asuntos públicos, ser parte importante de las decisiones del Estado, porque ese letargo político que sienten los ciudadanos cuando están fatigados de ver los mismos partidos, discursos o pensar que todos son corruptos, es lo que da paso a estos seres de ofrecernos soluciones efímeras con la intención de alcanzar y mantenerse en el poder.
Los partidos políticos se forman partiendo de estructuras, organización, liderazgos, ideales, sea cual sea la tendencia, color o perspectiva, como si se tratara de una pintura, su misión es dibujar sobre el lienzo e ilustrar que existen diferentes pensamientos, que los colores están allí para identificarse y aportar ideas distintas, soluciones y demás, no para ser señalados y catalogados como oponentes; cada color tiene sus matices y es por eso que en cada obra de arte la diversidad produce esa majestuosidad que la hace única.
Es mejor ser parte y colaborar, incentivar a otros, fomentar la participación ciudadana, reflexionar y analizar, más que adoctrinar. La política funciona como un verbo, y es importante que, como ciudadanos, no seamos criticones, sino críticos y participativos en los asuntos de importancia nacional, ya que una sociedad no se define por individuos, sino por colectivos, como nación.
La política, al igual que un juego de ajedrez, es una estrategia colaborativa. Una pieza importante no puede ejecutar un ataque sin el consentimiento de los peones, mientras que los peones no podrían ganar la partida si prescinden de las ventajas del resto de piezas. Al final, tienen que aprender a convivir unas con otras si quieren ganar la partida. Así son los partidos, deben existir, pero deben estimular más el compromiso y la participación ciudadana. No ser espectadores o simple electores, sino ser más bien colaboradores.
Entonces, los partidos sí pueden hacer frente a la antipolítica, y deben hacerlo, no sea que este fenómeno se convierta en el modelo de referencia con el cual alcancen el poder los futuros líderes y se adhieran al él de tal forma que no haya forma de relevarlos por medios democráticos.
La libertad es un tesoro que ha costado mucha sangre a lo largo de la historia, y es deber de todos protegerla de la tiranía.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
Del mismo autor: Petropolítica