El año 2022 cerró con una estela de dolor por el caso de niños y niñas víctimas de abuso sexual, maltrato de diversa índole, acoso escolar e infanticidios, que hicieron revivir a Herodes.
Fueron tantos y tan seguidos los casos que resonaron en la opinión pública con la pregunta: ¿Qué nos está pasando? La variedad de los sucesos y sus circunstancias nos hablan de una multiplicidad de factores. No todos ellos los podemos controlar desde casa; pero sí está en nosotros la posibilidad de formar a nuestros niños para que puedan ir ejercitando la autonomía y la asertividad.
Es por ello que en el año que se inicia propongamos formar a nuestros niños para poder poner límites y decir no. La negativa de un niño a dar un beso o abrazar a un conocido o vecino solemos interpretarla como un acto de malcriadez. Esta situación se da con mucha frecuencia. Ciertamente a los niños hay que formarlos para que aprendan pautas de cortesía, como dar las gracias, pedir disculpas, permiso, saludar, despedirse. Lo irán aprendiendo poco a poco, dependerá de cada niño, a los más tímidos puede que le cueste más. Si tienen el ejemplo de los adultos significativos lo verán y lo repetirán con espontaneidad.
Lo que sí no es conveniente es reclamarle públicamente que lo hagan. Le generará tensión y malestar sentirse obligados a hacer algo que no quieren. Se pueden sentir molestos y culpables de no complacer a mamá o papá y ponerse hostiles haciendo más complicada la situación.
Sabemos que en los casos de abuso sexual los abusadores suelen ser, en más de un 90% de los casos, personas cercanas al niño. Se valen de la cercanía afectiva para abusar de ellos. Comienzan con besos, abrazos que se van convirtiendo en caricias sexuales a las que el niño no puede decir «No», porque aprendió que está mal rechazar las exigencias de los adultos.
El niño crece con la creencia que debe agradar a los demás, y para ello decir siempre «Si» a las solicitudes de sus familias, maestros, amigos, traen como consecuencia no poder desarrollar su autonomía, tener un criterio propio, capacidad de disentir, pocas habilidades para exponer sus puntos de vista, sentirse culpable o en deuda por ser diferentes, pensar distinto.
Desde muy pequeños aprendemos si es válido o no decir «No» sin sentirnos culpables.
No se trata de ser grosero, insensible, poco empático y solidario, de lo que se trata es de poder actuar apegados a lo que sentimos, necesitamos y deseamos de forma equilibrada y abierta a respetar los «No» de los demás, sin juzgarlos o percibirlo como desamor, de eso se trata el convivir, aceptando que somos diferentes.
Los niños aprenden que es válido decir «No» cuando sienten que lo pueden decir y son escuchados y si no están de acuerdo con su «No», que le planteen los argumentos.
Si desde niños crecemos que con la creencia de sentir que a la autoridad no se le puede decir «No»; cuando hacen uso de la jerarquía y del poder tendremos ciudadanos dependientes, sometidos y resignados.
***
Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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Fueron tantos y tan seguidos los casos que resonaron en la opinión pública con la pregunta: ¿Qué nos está pasando? La variedad de los sucesos y sus circunstancias nos hablan de una multiplicidad de factores. No todos ellos los podemos controlar desde casa; pero sí está en nosotros la posibilidad de formar a nuestros niños para que puedan ir ejercitando la autonomía y la asertividad.
Es por ello que en el año que se inicia propongamos formar a nuestros niños para poder poner límites y decir no. La negativa de un niño a dar un beso o abrazar a un conocido o vecino solemos interpretarla como un acto de malcriadez. Esta situación se da con mucha frecuencia. Ciertamente a los niños hay que formarlos para que aprendan pautas de cortesía, como dar las gracias, pedir disculpas, permiso, saludar, despedirse. Lo irán aprendiendo poco a poco, dependerá de cada niño, a los más tímidos puede que le cueste más. Si tienen el ejemplo de los adultos significativos lo verán y lo repetirán con espontaneidad.
Lo que sí no es conveniente es reclamarle públicamente que lo hagan. Le generará tensión y malestar sentirse obligados a hacer algo que no quieren. Se pueden sentir molestos y culpables de no complacer a mamá o papá y ponerse hostiles haciendo más complicada la situación.
Sabemos que en los casos de abuso sexual los abusadores suelen ser, en más de un 90% de los casos, personas cercanas al niño. Se valen de la cercanía afectiva para abusar de ellos. Comienzan con besos, abrazos que se van convirtiendo en caricias sexuales a las que el niño no puede decir «No», porque aprendió que está mal rechazar las exigencias de los adultos.
El niño crece con la creencia que debe agradar a los demás, y para ello decir siempre «Si» a las solicitudes de sus familias, maestros, amigos, traen como consecuencia no poder desarrollar su autonomía, tener un criterio propio, capacidad de disentir, pocas habilidades para exponer sus puntos de vista, sentirse culpable o en deuda por ser diferentes, pensar distinto.
Desde muy pequeños aprendemos si es válido o no decir «No» sin sentirnos culpables.
No se trata de ser grosero, insensible, poco empático y solidario, de lo que se trata es de poder actuar apegados a lo que sentimos, necesitamos y deseamos de forma equilibrada y abierta a respetar los «No» de los demás, sin juzgarlos o percibirlo como desamor, de eso se trata el convivir, aceptando que somos diferentes.
Los niños aprenden que es válido decir «No» cuando sienten que lo pueden decir y son escuchados y si no están de acuerdo con su «No», que le planteen los argumentos.
Si desde niños crecemos que con la creencia de sentir que a la autoridad no se le puede decir «No»; cuando hacen uso de la jerarquía y del poder tendremos ciudadanos dependientes, sometidos y resignados.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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