Antonio Pasquali
Credit: Daniel Herández

Hay un afán popular de fotografiarse con celebridades, de hacer saber que uno ha estado cerca de ellas y la fantasía de que uno es importante, adquiere prestigio, por haberse retratado con ellas.  Esta reseña sobre Antonio Pasquali no tiene ese afán, se los juro. 

Este es mi homenaje a Pasquali, quien fue mi mentor profesional en el campo de la comunicación, como Eduardo Santoro lo fue en la Psicología.  De eso me estoy dando cuenta a raíz de su reciente muerte.  A veces, me da por pensar más en los muertos que en los vivos.

El encuentro

Todavía se sentían los vientos huracanados de la renovación académica que promovimos en la Universidad Central de Venezuela  al final de la década de los 60.  Pasquali no solo había salido airoso de las críticas que los estudiantes dirigimos a muchos profesores por resistirse a los cambios académicos,  sino que era admirado por sus aportes a la comunicación desde la Filosofía.

Por esa época, siguiendo el postulado la paridad académica que logramos con la renovación, Pasquali invitó a un mismo número de profesores que de estudiantes a un seminario dirigido por él para investigar el tiempo libre de los caraqueños.  

Entre los docentes, sentados en pupitres como casi alumnos, estaban Héctor Mujica, Luis Aníbal Gómez, Adolfo Herrera, Gloria Cuenca, Evangelina García Prince, Eduardo Santoro, que recuerde. Puro lomito! Entre los privilegiados estudiantes:  Elizabeth Saffar, Clara Kizer, Rafael Angulo, otros poquitos que no me acuerdo, y yo.

Cuatro meses pasamos discutiendo con la profundidad que caracterizaba a Pasquali, el concepto de tiempo libre.  Sin el concepto claro no podemos avanzar, decía. Y lecturas iban y venían.  Pero llegó un comandante de la Guardia, a nombre de un ministro, de aquel Presidente y mandó a parar.  Allanaron la UCV y estudiantes y profesores quedamos con mucho tiempo libre, frustrados y con rabia. Pa´ la casa!

Mientras la UCV estuvo intervenida y semiparalizada, Pasquali, quien preparaba la segunda edición de su obra maestra, Comunicación y Cultura de Masas, me invitó, junto a otros de los estudiantes del seminario, a actualizar datos. Cada reunión del equipo era una clase magistral sobre tópicos de Filosofía, Sociología, Comunicación para sus cuatro asistentes de investigación. Un lujo!

Cerradas las aulas, las reuniones del equipo eran en el apartamento de Pasquali, en Chuao.  Un templo a la exquisitez por las obras de arte, a la sabiduría en la biblioteca y al disfrute en la mesa. Las pastas y salsas hechas por Pasquali y el vino, como Dios manda, más arias de ópera de fondo, cerraban la reunión. Aprender con goce es la forma más eficiente de aprender. De eso estoy convencido.

Dos años después

Cuando el gobierno nos dejó volver a los salones de la universidad, retomar el Seminario sobre el tiempo libre no tenía sentido. Los compromisos e intereses de los participantes habían cambiado.  A mi me animaba iniciar mi trabajo de grado –la tesis-, lo único que me faltaba para graduarme cuando cerraron la UCV.  

Estando en Psicología le pedí a Eduardo Santoro, también asistente al Seminario de Pasquali, que fuese mi tutor en una investigación sobre el uso del tiempo libre de escolares caraqueños.  Lo del concepto y marco teórico lo tenía listo. El año de la tesis, Pasquali, estuvo en mi quehacer.

Ya psicólogo, comencé a dar clases en la Escuela de Comunicación y Pasquali fundó el Instituto de Investigaciones de la Comunicación, el Ininco.  Allí, gané un concurso de oposición como investigador, pero le pedí a él, como Director, que me permitiera seguir con mis clases en la Escuela.  Me quedé con la chiva y el mecate. Esa combinación fue determinante en mi ejercicio profesional. La celebraré siempre.

En el Ininco ya no hablamos más de tiempo libre. Por ese entonces, Pasquali propuso un proyecto de investigación sobre la telenovela como el gran aporte venezolano a la cultura de masas. Nos reunimos casi el mismo grupo del seminario de hace años.  La gran diferencia estaba en que los estudiantes de entonces ya éramos profesores y la presencia de Marta Colomina, quien desde la Universidad del Zulia estaba investigando sobre telenovelas. Fue otro banquete teórico.

Hablando de Cultura de Masas, los aportes de la Escuela de Frankfurt, aquella de Adorno, Horkheimer, Benjamin, Marcuse, eran cruciales.  Las disertaciones de Pasquali sobre esos autores, seductoras.  

Entonces, no fue antojadizo que, en cuanto pude, realicé una maestría en Filosofía y que un ensayo sobre la Escuela de Frankfurt fue mi primer trabajo de ascenso como profesor universitario.  Por allí estaba rondando Pasquali con su sabiduría y severidad.

En el entretanto, Pasquali, quien postulaba la televisión pública –que no al servicio del gobierno, mucho menos del partido gobernante- sino al servicio de la teleaudiencia, dirigió el proyecto Ratelve con ese fin.  En ese equipo no estuve.

Más adelante

Tiempo después, Pasquali se fue a París a trabajar en la Unesco y yo a Nueva York a realizar un doctorado y a leer sobre la Escuela de Frankfurt que era como seguir con él.

De regreso a Caracas, Paquali y yo fuimos vecinos de urbanización.  Ya no me encontré con el académico, sino con el comprador de lo básico y las exquisiteces que usaba para  cocinar. Pasquali, el gourmet, caminaba con su inseparable pipa o conducía su Vespa hasta el supermercado.  El buen vivir fue su otra gran pasión. 

Fue sabia la decisión de Pasquali de dedicar las últimas décadas de su vida a los fogones, a hacer bombones, en particular, en paralelo a sus escritos y disertaciones sobre la comunicación.  

Ido Pasquali, me queda, además de sus enseñanzas y recuerdos, una amiga.  En Caracas, su nuera-hija, seguirá amasando la pasta, preparando la pasatta, trayendo esencias de los encuentros internacionales de slow food y haciendo rellenos de bombones como una manera de tener presente a quien tanto dio.

Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

 

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