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María Corina Muskus Toro | @macomuskus.
Recientemente, participé en un taller organizado por WOLA y DeJusticia titulado “Construyendo una respuesta regional a la crisis en Venezuela”. Durante el taller compartí con organizaciones defensoras de derechos humanos que siguen, a pesar de la circunstancias adversas, luchando por todas y todos los venezolanos con un empuje y una fortaleza admirable.
Este esfuerzo de WOLA y Dejusticia no sólo pone un foco de atención a la crisis en Venezuela sino que entiende que la crisis venezolana traspasó ya hace tiempo las fronteras, y que tenemos que construir redes para discutir medidas pacíficas y democráticas que tengan como fin la búsqueda de una solución regional a esta dolorosa crisis con los y las venezolanas en el centro.
Conversé sobre los vacíos y las fortalezas de la respuesta hemisférica a la crisis política y compartí mi opinión sobre la ausencia de un enfoque diferenciado y de género cuando hablamos de la migración forzada de venezolanos y venezolanas. En primer lugar, no podemos ver a la migración venezolana como un grupo homogéneo de personas. Al migrar, las mujeres y las niñas sufren de impactos diferenciados, los cuales implican riesgos adicionales como es el riesgo a ser víctima de: la trata y tráfico, violencia sexual y psicológica, feminicidio, explotación sexual y laboral, xenofobia, entre otras.
En el caso particular de la trata, la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, mencionó en su informe reciente sobre Venezuela que desde su oficina “han seguido documentando casos de personas migrantes víctimas de trata, particularmente mujeres, niñas y niños, con fines de explotación sexual, laboral y de reclutamiento para actividades ilícitas por parte del crimen organizado y de otros grupos armados.” Al migrar todas los factores de riesgo se intensifican, por ejemplo, las venezolanas migrantes son más propensas a sufrir violencia sexual, 2% de las venezolanas en el exterior son sobrevivientes de violencia sexual.
También se incrementa el riesgo a morir violentamente, es impactante y doloroso este mapa que muestra el número de venezolanas asesinadas, muertas en el extranjero, siendo Colombia uno de los países más mortíferos para las venezolanas, seguidos de Perú y México, lo que no es de extrañar.
Ahora bien, cuando se habla de la crisis venezolana, no sólo no existe un reconocimiento de este impacto diferenciado que mencionaba, sino que tampoco somos tomadas en cuenta en la participación política y la toma de decisiones. Ni hablar de que somos más del 50% de la población venezolana, sino que existe un marco jurídico internacional como lo es la Resolución 1325 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que reconoce la importancia de la participación de las mujeres así como de la inclusión de la perspectiva de género en las negociaciones de paz, la planificación humanitaria, las operaciones de mantenimiento y consolidación de la paz y la gobernanza.
Hay que reconocer a las mujeres no solo como víctimas sino como agentes de cambios a través de su participación en todas las esferas políticas, económicas y sociales. La participación de las mujeres no puede quedar reducida en el despacho de la primera dama sino en todos los espacios de toma de decisiones.
En este taller compartí que la respuesta a la crisis venezolana tiene que visibilizar, sensibilizar e incluir a las mujeres. Hay que visibilizar la situación particular de las venezolanas migrantes, niñas y mujeres, para entender que el fenómeno tiene consecuencias diferenciadas por razones de género, clase y raza. También sensibilizar a los países receptores sobre el apoyo que se les debe brindar a las personas migrantes, en especial a las mujeres y niñas observando sus necesidades particulares y las razones que ocasionan la migración forzada. En la respuesta humanitaria y política sobre la crisis de Venezuela, las mujeres tenemos que estar presente como tomadoras de decisiones y agentes de cambio.
Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
Sigamos siendo mujeres infames
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Recientemente, participé en un taller organizado por WOLA y DeJusticia titulado “Construyendo una respuesta regional a la crisis en Venezuela”. Durante el taller compartí con organizaciones defensoras de derechos humanos que siguen, a pesar de la circunstancias adversas, luchando por todas y todos los venezolanos con un empuje y una fortaleza admirable.
Este esfuerzo de WOLA y Dejusticia no sólo pone un foco de atención a la crisis en Venezuela sino que entiende que la crisis venezolana traspasó ya hace tiempo las fronteras, y que tenemos que construir redes para discutir medidas pacíficas y democráticas que tengan como fin la búsqueda de una solución regional a esta dolorosa crisis con los y las venezolanas en el centro.
Conversé sobre los vacíos y las fortalezas de la respuesta hemisférica a la crisis política y compartí mi opinión sobre la ausencia de un enfoque diferenciado y de género cuando hablamos de la migración forzada de venezolanos y venezolanas. En primer lugar, no podemos ver a la migración venezolana como un grupo homogéneo de personas. Al migrar, las mujeres y las niñas sufren de impactos diferenciados, los cuales implican riesgos adicionales como es el riesgo a ser víctima de: la trata y tráfico, violencia sexual y psicológica, feminicidio, explotación sexual y laboral, xenofobia, entre otras.
En el caso particular de la trata, la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, mencionó en su informe reciente sobre Venezuela que desde su oficina “han seguido documentando casos de personas migrantes víctimas de trata, particularmente mujeres, niñas y niños, con fines de explotación sexual, laboral y de reclutamiento para actividades ilícitas por parte del crimen organizado y de otros grupos armados.” Al migrar todas los factores de riesgo se intensifican, por ejemplo, las venezolanas migrantes son más propensas a sufrir violencia sexual, 2% de las venezolanas en el exterior son sobrevivientes de violencia sexual.
También se incrementa el riesgo a morir violentamente, es impactante y doloroso este mapa que muestra el número de venezolanas asesinadas, muertas en el extranjero, siendo Colombia uno de los países más mortíferos para las venezolanas, seguidos de Perú y México, lo que no es de extrañar.
Ahora bien, cuando se habla de la crisis venezolana, no sólo no existe un reconocimiento de este impacto diferenciado que mencionaba, sino que tampoco somos tomadas en cuenta en la participación política y la toma de decisiones. Ni hablar de que somos más del 50% de la población venezolana, sino que existe un marco jurídico internacional como lo es la Resolución 1325 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que reconoce la importancia de la participación de las mujeres así como de la inclusión de la perspectiva de género en las negociaciones de paz, la planificación humanitaria, las operaciones de mantenimiento y consolidación de la paz y la gobernanza.
Hay que reconocer a las mujeres no solo como víctimas sino como agentes de cambios a través de su participación en todas las esferas políticas, económicas y sociales. La participación de las mujeres no puede quedar reducida en el despacho de la primera dama sino en todos los espacios de toma de decisiones.
En este taller compartí que la respuesta a la crisis venezolana tiene que visibilizar, sensibilizar e incluir a las mujeres. Hay que visibilizar la situación particular de las venezolanas migrantes, niñas y mujeres, para entender que el fenómeno tiene consecuencias diferenciadas por razones de género, clase y raza. También sensibilizar a los países receptores sobre el apoyo que se les debe brindar a las personas migrantes, en especial a las mujeres y niñas observando sus necesidades particulares y las razones que ocasionan la migración forzada. En la respuesta humanitaria y política sobre la crisis de Venezuela, las mujeres tenemos que estar presente como tomadoras de decisiones y agentes de cambio.
Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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