Hace unos días renunció una amiga a su Empresa para irse a ayudar al esposo a su negocio particular, debido que está ganando nuevos clientes que requieren más atención y servicio. En lugar de contratar a una persona para esta labor, le pidió a ella que dejara su trabajo y se fuera a ayudarlo. Ella estuvo de acuerdo y se fue.
No es una decisión fácil esta. Y menos aún trabajar en un mismo espacio, al mismo tiempo, en lo mismo que tu pareja. Lo digo porque no siempre tenemos la capacidad para separar roles y metas laborales, de los roles y metas personales, o de los roles y metas relacionales, parentales, sociales, familiares… Conozco varias parejas que han vivido este panorama, algunas fracasaron estrepitosamente, otras están ahí guapeando.
Soy partidaria de que cada quien tenga su propio espacio. Hace la vida mucho más rica, sobre todo para la mujer, a quien le ha costado tanto abrirse a terrenos productivos. La verdadera independencia, como hemos dicho antes, es económica. Si tienes tus propios ingresos, si te puedes agenciar tus proyectos y clientes de forma autónoma, eres poderosa. Decidir en qué gastas lo tuyo, en qué lo inviertes, si te expandes o no, cualquier movimiento que tomes, sea o no consultado con él, es tuyo. Asimismo, diversificar las fuentes de ingreso familiar y no poner todos los huevos en la misma canasta, parece una opción positiva.
Todo lo anterior cambia radicalmente cuando eres la empleada de tu marido. Sobre todo si trabajan en el mismo espacio físico, y comparten todas las horas de labor y además la casa. Y más delicado aún, cuando él es el que te paga tu sueldo. Podrías ser su socia… o su jefa, cuando el emprendimiento es tuyo. Eso le da un giro interesante.
Pero para todas las situaciones, tanto como empleada, jefa o socia, te recomiendo que desde un inicio converses y negocies para establecer reglas de juego claras. Separen lo que es trabajo de vida personal. Pongan horarios de fiel cumplimiento. Acuerden que no se habla de trabajo fuera de esas horas. Tengan el espacio laboral fuera del hogar; protejan el espacio de la casa y la relación con los hijos, de los conflictos laborales. Ténganse paciencia para respetar ritmos, creencias, ideas, decisiones que cada uno tome.
Piensen en la empresa como un ente autónomo que existe independientemente de Ustedes y que requiere de sus cuidados, pero no son Ustedes. Hablen de lo que espera el uno del otro, clarifiquen muy bien los roles que ejercerá cada uno, prevean conflictos y acuerden formas de solucionarlo antes de que se presenten. Establezcan normas de forma que ambos sepan lo que se puede y no se puede hacer. Conversen siempre que sientan que se están irrespetando los acuerdos, o que están teniendo más conflictos de lo necesario. Estas podrían ser recomendaciones útiles para que el experimento resulte.
El matrimonio es una sociedad y quien vive con otro ya sabe lo que implica compartir de forma íntima todo lo que les acontece. Podría aventurarme a decir que si la calidad de la relación interpersonal es buena, el proyecto de trabajar juntos tenga más esperanzas de éxito que en el caso de que haya ausencia de amor entre ambos. Podría uno confundirse y pretender que ambos espacios no se influyeran, pero ello ocurrirá sin duda alguna; por ello hay que tener la inteligencia para advertirlo a tiempo y estar dispuestos a cambiar de rumbo para que ni la Empresa ni la pareja sufran.
Foto: Entrepreneur
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