En los últimos 15 días, el escándalo de corrupción de PDVSA ha ocupado los titulares de los medios. Todo ello da cuenta del deterioro que vivimos en Venezuela. Aunque la corrupción administrativa como otros desmanes de orden político y social deben ser atendidos por el gobierno y por todos nosotros, ahora mismo lo que importa a la gran mayoría de los venezolanos, según dicen las encuestas, es el bajo poder adquisitivo y las enormes dificultades para sobrevivir el día a día, desde el punto de vista económico.
Durante los últimos dos años, hemos vivido apenas las bondades de un tímido crecimiento de la economía nacional a expensas del sector comercial, pero sin un sustancial incremento de la producción petrolera, será muy difícil lograr un bienestar económico sustentable que permee a todos los venezolanos. La única manera de aumentar la producción petrolera es a través de una ingente inversión y mayores libertades para la comercialización internacional de nuestro crudo, para lo que resulta obligatorio un levantamiento, o al menos aligeramiento, de las sanciones financieras y comerciales que pesan sobre Venezuela.
Por lo mencionado, insistiremos en las siguientes entregas en tema de las sanciones.
A lo largo de la historia contemporánea, muy pocos son los países que lograron una transición política luego de haber sido sancionados o bloqueados. Por el contrario, la gran mayoría quedó sumergida en la miseria, con niveles de pobreza acelerados exponencialmente y un statu quo afianzado en lo político.
De los países sancionados por los gringos, la Unión Europea y la ONU, pocos han sido los casos que tras invasiones y arremetidas bélicas, con derramamiento de sangre, se ha logrado a la fuerza algún tipo de cambio político -claro está- tutelado por EE UU.
Las sanciones, en la mayoría de los casos, han sido auspiciadas por la oposición política de los países sancionados e interpuestas por los gringos y sus acólitos imperiales. Venezuela no es la excepción.
Cuba e Irán son quizás los casos más icónicos de países fallidamente sancionados. A ellos se suma una larga lista de naciones en que estas medidas han resultado políticamente estériles, como Corea del Norte, Siria, Irak, Libia, Vietnam, Rusia, y 48 países más, sancionados desde la Segunda Guerra Mundial, de los cuales 20 arrastramos esa calamidad.
En promedio, el retiro de sanciones y bloqueo de los países víctimas de estas ha durado entre 5 y 7 años. Esto, una vez que EE UU considera y decide que están dadas las condiciones para cesar con dicho castigo.
Según diferentes encuestas nacionales, 80% de los venezolanos estamos en contra de las sanciones. Asimismo, políticos oficialistas y de oposición, incluso algunos que las promovieron, claman por su levantamiento.
En este momento Venezuela es víctima de 763 sanciones directas que impiden el libre comercio y acceso a los mercados financieros.
La administración Biden ha manifestado en diferentes ocasiones que está dispuesta a «suavizar» las sanciones contra el gobierno de Nicolás Maduro, si finalmente se retoman los acuerdos entre el oficialismo y la oposición de cara a las elecciones presidenciales del año entrante.
Para el gobierno el tema del diálogo con la oposición se ha vuelto un tema de honor bañado de pragmatismo, ya que está a la espera que se liberen los 3,2 millardos de dólares acordados en México en noviembre pasado. Este dinero pertenece al Estado venezolano y debería fondear un fideicomiso administrado por la ONU para atender asuntos de servicios básicos, salud y educación.
Lamentablemente, muchos factores de la oposición y los propios países que secuestran nuestros bienes ven estos activos en manos del gobierno como un combustible para que el oficialismo se perpetúe y gane las elecciones del 24, que bien podría arrasar dado el precario papel que hasta el momento ha hecho la oposición.
El juego parece estar trancado hasta ahora. Por una parte el oficialismo está dispuesto a sentarse a negociar después de lograr los objetivos económicos mencionados, mientras la oposición y EE UU no quieren soltar lo reales para no darle aliento a Maduro.
Los venezolanos no queremos más sanciones ni injerencia internacional sobre Venezuela. Los venezolanos deseamos el diálogo entre las facciones nacionales en pugna y queremos que los problemas del país se resuelvan en casa. Estamos cansados de los problemas políticos y deseamos soluciones de orden económico y social. Eso dicen las diferentes mediciones y pulsos que se han realizado durante el último año. Eso dice la gente con la que hablamos cuando salimos a la calle.
***
Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
Del mismo autor: El impacto de las sanciones económicas
El modelo machista tiene entre sus particularidades el alentar a los hombres a regar su semilla sin ocuparse mucho de hacerse cargo de los frutos.
Los «hombres de barro» carecen de capacidades cognitivas para confrontar las exigencias sociaes, económicas y políticas.
Después de 15 años se convocan elecciones en la Universidad Central de Venezuela. Ha pasado mucha agua debajo del puente, hemos vivido desgarradoras experiencias como comunidad universitaria. Una de las lecciones aprendidas, para mí, ha sido que el poder corrompe se vista de dictadura, totalitarismo o emplee el lenguaje y los argumentos de la democracia. […]
En un exceso de pragmatismo, Lula quiso soslayar la situación de Venezuela y perjudicó la iniciativa que buscaba promover la unión suramericana.
En los últimos 15 días, el escándalo de corrupción de PDVSA ha ocupado los titulares de los medios. Todo ello da cuenta del deterioro que vivimos en Venezuela. Aunque la corrupción administrativa como otros desmanes de orden político y social deben ser atendidos por el gobierno y por todos nosotros, ahora mismo lo que importa a la gran mayoría de los venezolanos, según dicen las encuestas, es el bajo poder adquisitivo y las enormes dificultades para sobrevivir el día a día, desde el punto de vista económico.
Durante los últimos dos años, hemos vivido apenas las bondades de un tímido crecimiento de la economía nacional a expensas del sector comercial, pero sin un sustancial incremento de la producción petrolera, será muy difícil lograr un bienestar económico sustentable que permee a todos los venezolanos. La única manera de aumentar la producción petrolera es a través de una ingente inversión y mayores libertades para la comercialización internacional de nuestro crudo, para lo que resulta obligatorio un levantamiento, o al menos aligeramiento, de las sanciones financieras y comerciales que pesan sobre Venezuela.
Por lo mencionado, insistiremos en las siguientes entregas en tema de las sanciones.
A lo largo de la historia contemporánea, muy pocos son los países que lograron una transición política luego de haber sido sancionados o bloqueados. Por el contrario, la gran mayoría quedó sumergida en la miseria, con niveles de pobreza acelerados exponencialmente y un statu quo afianzado en lo político.
De los países sancionados por los gringos, la Unión Europea y la ONU, pocos han sido los casos que tras invasiones y arremetidas bélicas, con derramamiento de sangre, se ha logrado a la fuerza algún tipo de cambio político -claro está- tutelado por EE UU.
Las sanciones, en la mayoría de los casos, han sido auspiciadas por la oposición política de los países sancionados e interpuestas por los gringos y sus acólitos imperiales. Venezuela no es la excepción.
Cuba e Irán son quizás los casos más icónicos de países fallidamente sancionados. A ellos se suma una larga lista de naciones en que estas medidas han resultado políticamente estériles, como Corea del Norte, Siria, Irak, Libia, Vietnam, Rusia, y 48 países más, sancionados desde la Segunda Guerra Mundial, de los cuales 20 arrastramos esa calamidad.
En promedio, el retiro de sanciones y bloqueo de los países víctimas de estas ha durado entre 5 y 7 años. Esto, una vez que EE UU considera y decide que están dadas las condiciones para cesar con dicho castigo.
Según diferentes encuestas nacionales, 80% de los venezolanos estamos en contra de las sanciones. Asimismo, políticos oficialistas y de oposición, incluso algunos que las promovieron, claman por su levantamiento.
En este momento Venezuela es víctima de 763 sanciones directas que impiden el libre comercio y acceso a los mercados financieros.
La administración Biden ha manifestado en diferentes ocasiones que está dispuesta a «suavizar» las sanciones contra el gobierno de Nicolás Maduro, si finalmente se retoman los acuerdos entre el oficialismo y la oposición de cara a las elecciones presidenciales del año entrante.
Para el gobierno el tema del diálogo con la oposición se ha vuelto un tema de honor bañado de pragmatismo, ya que está a la espera que se liberen los 3,2 millardos de dólares acordados en México en noviembre pasado. Este dinero pertenece al Estado venezolano y debería fondear un fideicomiso administrado por la ONU para atender asuntos de servicios básicos, salud y educación.
Lamentablemente, muchos factores de la oposición y los propios países que secuestran nuestros bienes ven estos activos en manos del gobierno como un combustible para que el oficialismo se perpetúe y gane las elecciones del 24, que bien podría arrasar dado el precario papel que hasta el momento ha hecho la oposición.
El juego parece estar trancado hasta ahora. Por una parte el oficialismo está dispuesto a sentarse a negociar después de lograr los objetivos económicos mencionados, mientras la oposición y EE UU no quieren soltar lo reales para no darle aliento a Maduro.
Los venezolanos no queremos más sanciones ni injerencia internacional sobre Venezuela. Los venezolanos deseamos el diálogo entre las facciones nacionales en pugna y queremos que los problemas del país se resuelvan en casa. Estamos cansados de los problemas políticos y deseamos soluciones de orden económico y social. Eso dicen las diferentes mediciones y pulsos que se han realizado durante el último año. Eso dice la gente con la que hablamos cuando salimos a la calle.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
Del mismo autor: El impacto de las sanciones económicas