En el artículo anterior mencionábamos que a pesar de la difícil situación económica de Venezuela, la gradual dolarización de los salarios, el trabajo informal y la resiliente capacidad de rebusque de la población han aumentado la capacidad adquisitiva de la población.
El impacto de las sanciones de Estados Unidos en Venezuela ha sido objeto de controversia. Mientras algunos creen que las medidas son necesarias para presionar al gobierno de Maduro a tomar decisiones políticas, casi un 80% de los venezolanos pensamos que las sanciones son contraproducentes y solo empeoran la crisis humanitaria que ya existe.
Un informe de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA) examina cómo las sanciones han afectado a diversos sectores, incluyendo la industria petrolera, las importaciones de alimentos, medicinas y combustible, así como el trabajo de organizaciones humanitarias y no gubernamentales.
El informe concluye que las sanciones han contribuido significativamente al deterioro de la calidad de vida de los venezolanos, ya que han generado pérdidas de 31.000 millones de dólares en los ingresos del Estado venezolano.
A pesar de que las sanciones no restringen directamente la importación de alimentos y medicinas, la economía venezolana depende en gran medida de los ingresos del petróleo para suplirnos de los productos que necesitamos. Además, el aislamiento financiero ha dificultado y encarecido notablemente las operaciones de pago y cobro de los sectores público y privado. Las sanciones pues, si bien no han sido determinantes, sí han contribuido importantemente en el descenso significativo de las exportaciones e importaciones venezolanas, lo que ha afectado directamente a los más vulnerables en Venezuela, no a los ricos. Alimentos y medicamentos, inclusos aquellos vitales destinados al sistema público de salud, encuentran trabas y altos precios, derivados de las sanciones.
En la medida que no se levanten, o al menos, se aligeren las sanciones, será muy difícil una mejora estructural de la economía venezolana. La incipiente recuperación comercial que ha experimentado Venezuela parece haber llegado a su límite máximo, comenzando a ver una ralentización de la economía y del consumo que solo puede mejorar con mayores ingresos e inyección de dinero a la economía.
Más allá del levantamiento de sanciones, es necesario plantear una estrategia de desarrollo económico sostenible en Venezuela con el objetivo de superar la crisis actual y lograr un crecimiento y desarrollo a muy largo plazo, planteando un horizonte de crecimiento no menor de 50 años.
La industria petrolera y energética en general deben ser el motor inicial para la recuperación económica del país. Además de ser bendecidos por innumerables recursos naturales, históricamente hemos sido un país petrolero y de ello no debemos desdeñar. Tenemos los yacimientos y la infraestructura para reactivar la producción de petróleo y gas e incluso superar nuestros máximos históricos de 3 millones de barriles por día. Esto requiere una importante inversión que algunos expertos estiman en torno a los 50 mil millones de dólares. El Estado venezolano obviamente no cuenta con estos recursos, pero las multinacionales del sector sí. Por esto es importante promover el ingreso y la libertad de operación de empresas como Chevron, Eni, Repsol, Maurel & Prom, y muchas otras más, que tradicionalmente han sido socias de Venezuela.
Con base en los recursos naturales que tiene nuestro país, la explotación petrolera, puede dar el rédito necesario para el desarrollo de diferentes fuentes energía fósiles y no fósiles, tales como la energía hidráulica, mineral, solar y atómica. Esto podría convertir a nuestro país en una potencia latinoamericana especializada en la generación y exportación de energía.
Si el robustecimiento económico no se lleva a la par de un plan de desarrollo social dirigido a la inclusión e igualdad de oportunidades con miras a cimentar una robusta clase media y zanjar las asimetrías sociales, entonces no es sostenible lo logrado en el plano económico. Sin un mercado robusto, conformado por una mayoría poblacional con buen poder adquisitivo, la industria local no tendría mayor razón de ser.
Todo desarrollo social inevitablemente incluye el asegurar una buena educación masiva como elemento clave de ascenso social. Contar con gente preparada al nivel de los mayores estándares internacionales nos hace competitivos dentro y fuera del país. Sin duda a la par de la educación, debe promoverse la generación de empleos a través del fomento de la industria y el emprendimiento.
Como podemos ver tenemos grandes retos por delante en lo que respecta a la recuperación económica y social de nuestro amado país. No sólo es el Estado el que debe agenciar tales retos, sino usted y yo como ciudadanos de a pie en la medida que entendamos a nuestro país no como una caja chica de la que debemos sacar dinero a como dé lugar, sino un sueño posible de una Venezuela prospera y grande para nuestros hijos y nietos.
***
Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
Del mismo autor: Recuperación estructural de la economía
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El impacto de las sanciones de Estados Unidos en Venezuela ha sido objeto de controversia. Mientras algunos creen que las medidas son necesarias para presionar al gobierno de Maduro a tomar decisiones políticas, casi un 80% de los venezolanos pensamos que las sanciones son contraproducentes y solo empeoran la crisis humanitaria que ya existe.
Un informe de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA) examina cómo las sanciones han afectado a diversos sectores, incluyendo la industria petrolera, las importaciones de alimentos, medicinas y combustible, así como el trabajo de organizaciones humanitarias y no gubernamentales.
El informe concluye que las sanciones han contribuido significativamente al deterioro de la calidad de vida de los venezolanos, ya que han generado pérdidas de 31.000 millones de dólares en los ingresos del Estado venezolano.
A pesar de que las sanciones no restringen directamente la importación de alimentos y medicinas, la economía venezolana depende en gran medida de los ingresos del petróleo para suplirnos de los productos que necesitamos. Además, el aislamiento financiero ha dificultado y encarecido notablemente las operaciones de pago y cobro de los sectores público y privado. Las sanciones pues, si bien no han sido determinantes, sí han contribuido importantemente en el descenso significativo de las exportaciones e importaciones venezolanas, lo que ha afectado directamente a los más vulnerables en Venezuela, no a los ricos. Alimentos y medicamentos, inclusos aquellos vitales destinados al sistema público de salud, encuentran trabas y altos precios, derivados de las sanciones.
En la medida que no se levanten, o al menos, se aligeren las sanciones, será muy difícil una mejora estructural de la economía venezolana. La incipiente recuperación comercial que ha experimentado Venezuela parece haber llegado a su límite máximo, comenzando a ver una ralentización de la economía y del consumo que solo puede mejorar con mayores ingresos e inyección de dinero a la economía.
Más allá del levantamiento de sanciones, es necesario plantear una estrategia de desarrollo económico sostenible en Venezuela con el objetivo de superar la crisis actual y lograr un crecimiento y desarrollo a muy largo plazo, planteando un horizonte de crecimiento no menor de 50 años.
La industria petrolera y energética en general deben ser el motor inicial para la recuperación económica del país. Además de ser bendecidos por innumerables recursos naturales, históricamente hemos sido un país petrolero y de ello no debemos desdeñar. Tenemos los yacimientos y la infraestructura para reactivar la producción de petróleo y gas e incluso superar nuestros máximos históricos de 3 millones de barriles por día. Esto requiere una importante inversión que algunos expertos estiman en torno a los 50 mil millones de dólares. El Estado venezolano obviamente no cuenta con estos recursos, pero las multinacionales del sector sí. Por esto es importante promover el ingreso y la libertad de operación de empresas como Chevron, Eni, Repsol, Maurel & Prom, y muchas otras más, que tradicionalmente han sido socias de Venezuela.
Con base en los recursos naturales que tiene nuestro país, la explotación petrolera, puede dar el rédito necesario para el desarrollo de diferentes fuentes energía fósiles y no fósiles, tales como la energía hidráulica, mineral, solar y atómica. Esto podría convertir a nuestro país en una potencia latinoamericana especializada en la generación y exportación de energía.
Si el robustecimiento económico no se lleva a la par de un plan de desarrollo social dirigido a la inclusión e igualdad de oportunidades con miras a cimentar una robusta clase media y zanjar las asimetrías sociales, entonces no es sostenible lo logrado en el plano económico. Sin un mercado robusto, conformado por una mayoría poblacional con buen poder adquisitivo, la industria local no tendría mayor razón de ser.
Todo desarrollo social inevitablemente incluye el asegurar una buena educación masiva como elemento clave de ascenso social. Contar con gente preparada al nivel de los mayores estándares internacionales nos hace competitivos dentro y fuera del país. Sin duda a la par de la educación, debe promoverse la generación de empleos a través del fomento de la industria y el emprendimiento.
Como podemos ver tenemos grandes retos por delante en lo que respecta a la recuperación económica y social de nuestro amado país. No sólo es el Estado el que debe agenciar tales retos, sino usted y yo como ciudadanos de a pie en la medida que entendamos a nuestro país no como una caja chica de la que debemos sacar dinero a como dé lugar, sino un sueño posible de una Venezuela prospera y grande para nuestros hijos y nietos.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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