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Paulino Betancourt Figueroa | @p_betanco
Cada bucle del cabello castaño de Rosa González nos contaría una historia. Un fragmento nos puede narrar un momento de un verano caraqueño inusualmente húmedo, otro puede recordarnos un diciembre seco. Pero leídos en su totalidad, sus cabellos revelan la epidemia de viruela en 1898 cuando Rosa falleció, de 3 años, en el Hospital Nacional de Caracas (hoy Hospital Vargas). Rosa es un personaje ficticio que refleja bien cómo hemos sido una sociedad siempre desprevenida ante cualquier catástrofe. En el centro de esta realidad se hallaba el venezolano común en el más completo estado de indefensión. Para 1900, por ejemplo, los niños menores de 5 años representaban el 37% de todas las muertes en Venezuela, a menudo por tuberculosis y gripe.
El usar cabellos preservados podría ayudar a revelar epidemias olvidadas de todo el mundo, e incluso rescatar la memoria de nuestro personaje, Rosa González. En algunos aspectos, analizar los cabellos puede ofrece una herramienta muy parecida a leer los anillos de los árboles o las capas apiladas de rocas antiguas. En un reciente estudio publicado en el American Journal of Physical Anthropology, los investigadores plantean un método para decodificar el momento de la muerte de un individuo usando su cabello. Este trabajo entrega con precisión el momento en que las personas murieron al rastrear una firma química específica en su cabello, a partir de isótopos de hidrógeno. Este trabajo podría ayudar a descubrir cómo los cambios estacionales influyeron en la mortalidad de las comunidades de todo el mundo. Los registros revelan que históricamente las muertes han oscilado con las condiciones estacionales. Y analizar esta estacionalidad para personas de cualquier edad, lugar o época puede documentar una historia antropológica más vívida. Algunos grupos pueden incluso revelar epidemias antiguas o historias olvidadas de violencia temporal.
Los isótopos son formas más pesados o ligeros de elementos químicos y los científicos pueden usar instrumentos llamados espectrómetros de masas para identificar y cuantificar isótopos en una muestra de cabello. Formalmente, un isótopo es un átomo que pertenece al mismo elemento químico, tiene su mismo número atómico, pero distinta masa atómica. Con los restos humanos, los arqueólogos ven los isótopos como cachés (memorias intermedias) de interacciones entre un individuo y su entorno.
El cabello puede ser una fuente de isótopos particularmente útil en arqueología. A diferencia de los huesos y los dientes que también transportan isótopos, pero dejan de crecer a los 20 años, el cabello sigue creciendo y registrando la historia. Milímetro a milímetro, los folículos ensamblan proteínas de queratina con carbono, nitrógeno e hidrógeno ambientales. El cabello es fantástico porque crece muy rápido y podemos obtener un registro ordenado en la vida de alguien. Pero, el inconveniente es que por lo general el cabello no dura tanto como los huesos. Es un caso muy, muy raro hallar cabello en buenas condiciones, porque los ambientes cálidos y húmedos favorecen su fractura. Los ataúdes herméticos momifican la piel y evitan que el cabello se descomponga durante siglos.
Los investigadores del reciente artículo analizaron por primera vez los isótopos de carbono y nitrógeno en cabellos, demostrando con un caso de estudio, que una persona no identificada había muerto mientras luchaba contra una enfermedad que la dejó famélica por mucho tiempo. Más allá, los investigadores tuvieron el pálpito de que los átomos de hidrógeno incrustados en el cabello podían indicar más detalles sobre la vida de la persona. El equipo de científicos comenzó compilando datos sobre la fluctuación de los isótopos de hidrógeno en el agua, para la fecha de la muerte del sujeto de estudio. El clima y la altitud distribuyen el hidrógeno y su isótopo “pesado” menos común, el hidrógeno-2 (deuterio), de manera diferente. Su proporción en el cabello, por lo tanto, representa ubicaciones específicas y patrones climáticos anuales. El agua de un riachuelo en Sucre, por ejemplo, probablemente tenga una relación de isótopos de hidrógeno distinta a una laguna en el centro de Cojedes, y las proporciones de isótopos en ambos lugares subirán y bajarán con las estaciones.
Para rastrear esa estacionalidad en el cabello, el equipo alineó 50 mechones de la persona fallecida y lo segmentó cuidadosamente en secciones, cada una de cinco centímetros de largo. Esperaban que los niveles variables de isótopos de hidrógeno en la queratina de su cabello coincidieran exactamente con los cambios estacionales. Y, de hecho, los cabellos presentaban los picos y caídas químicas que coincidían con su modelo de isótopos de hidrógeno en el transcurso del último año de su vida. Usando un modelo ambiental y un análisis del cabello, los autores del artículo dedujeron donde había vivido y precisó el momento de su muerte.
Otros autores también proponen usarlo en su propio trabajo arqueológico con restos humanos momificados naturalmente por las condiciones áridas del norte de Chile. Se han presentado muchas teorías sobre por qué hay una mortalidad tan alta en personas de la cultura Chinchorro, que vivieron en esa región entre el 7000 a. C. y 1500 a. C. Alguna evidencia de escorbuto en esa área sugiere que las sequías inducidas por El Niño llevaron al hambre. Estudiar el cabello bien conservado de los restos podría demostrar una conexión entre el clima y las muertes.
En fin, es posible que los cabellos nos proporcionen las pistas finales sobre las vidas pasadas, epidemias y cambios climáticos que azotaron a nuestros antepasados. ¡La historia de la vida crece sobre nuestras cabezas!
***
Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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El usar cabellos preservados podría ayudar a revelar epidemias olvidadas de todo el mundo, e incluso rescatar la memoria de nuestro personaje, Rosa González. En algunos aspectos, analizar los cabellos puede ofrece una herramienta muy parecida a leer los anillos de los árboles o las capas apiladas de rocas antiguas. En un reciente estudio publicado en el American Journal of Physical Anthropology, los investigadores plantean un método para decodificar el momento de la muerte de un individuo usando su cabello. Este trabajo entrega con precisión el momento en que las personas murieron al rastrear una firma química específica en su cabello, a partir de isótopos de hidrógeno. Este trabajo podría ayudar a descubrir cómo los cambios estacionales influyeron en la mortalidad de las comunidades de todo el mundo. Los registros revelan que históricamente las muertes han oscilado con las condiciones estacionales. Y analizar esta estacionalidad para personas de cualquier edad, lugar o época puede documentar una historia antropológica más vívida. Algunos grupos pueden incluso revelar epidemias antiguas o historias olvidadas de violencia temporal.
Los isótopos son formas más pesados o ligeros de elementos químicos y los científicos pueden usar instrumentos llamados espectrómetros de masas para identificar y cuantificar isótopos en una muestra de cabello. Formalmente, un isótopo es un átomo que pertenece al mismo elemento químico, tiene su mismo número atómico, pero distinta masa atómica. Con los restos humanos, los arqueólogos ven los isótopos como cachés (memorias intermedias) de interacciones entre un individuo y su entorno.
El cabello puede ser una fuente de isótopos particularmente útil en arqueología. A diferencia de los huesos y los dientes que también transportan isótopos, pero dejan de crecer a los 20 años, el cabello sigue creciendo y registrando la historia. Milímetro a milímetro, los folículos ensamblan proteínas de queratina con carbono, nitrógeno e hidrógeno ambientales. El cabello es fantástico porque crece muy rápido y podemos obtener un registro ordenado en la vida de alguien. Pero, el inconveniente es que por lo general el cabello no dura tanto como los huesos. Es un caso muy, muy raro hallar cabello en buenas condiciones, porque los ambientes cálidos y húmedos favorecen su fractura. Los ataúdes herméticos momifican la piel y evitan que el cabello se descomponga durante siglos.
Los investigadores del reciente artículo analizaron por primera vez los isótopos de carbono y nitrógeno en cabellos, demostrando con un caso de estudio, que una persona no identificada había muerto mientras luchaba contra una enfermedad que la dejó famélica por mucho tiempo. Más allá, los investigadores tuvieron el pálpito de que los átomos de hidrógeno incrustados en el cabello podían indicar más detalles sobre la vida de la persona. El equipo de científicos comenzó compilando datos sobre la fluctuación de los isótopos de hidrógeno en el agua, para la fecha de la muerte del sujeto de estudio. El clima y la altitud distribuyen el hidrógeno y su isótopo “pesado” menos común, el hidrógeno-2 (deuterio), de manera diferente. Su proporción en el cabello, por lo tanto, representa ubicaciones específicas y patrones climáticos anuales. El agua de un riachuelo en Sucre, por ejemplo, probablemente tenga una relación de isótopos de hidrógeno distinta a una laguna en el centro de Cojedes, y las proporciones de isótopos en ambos lugares subirán y bajarán con las estaciones.
Para rastrear esa estacionalidad en el cabello, el equipo alineó 50 mechones de la persona fallecida y lo segmentó cuidadosamente en secciones, cada una de cinco centímetros de largo. Esperaban que los niveles variables de isótopos de hidrógeno en la queratina de su cabello coincidieran exactamente con los cambios estacionales. Y, de hecho, los cabellos presentaban los picos y caídas químicas que coincidían con su modelo de isótopos de hidrógeno en el transcurso del último año de su vida. Usando un modelo ambiental y un análisis del cabello, los autores del artículo dedujeron donde había vivido y precisó el momento de su muerte.
Otros autores también proponen usarlo en su propio trabajo arqueológico con restos humanos momificados naturalmente por las condiciones áridas del norte de Chile. Se han presentado muchas teorías sobre por qué hay una mortalidad tan alta en personas de la cultura Chinchorro, que vivieron en esa región entre el 7000 a. C. y 1500 a. C. Alguna evidencia de escorbuto en esa área sugiere que las sequías inducidas por El Niño llevaron al hambre. Estudiar el cabello bien conservado de los restos podría demostrar una conexión entre el clima y las muertes.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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