Si hay algo que se ha hecho imprescindible para todos los seres activos de esta época es la internet. Sin ella, mucha gente no puede estudiar, trabajar, socializar, hacer gestiones, en fin, vivir. Parece que esa tecnología dominara nuestras vidas, sin embargo, nosotros la usamos según lo que decidamos. Inclusive que ella nos domine haciéndonos adictos. Las redes sirven para enredar o desenredar nuestras vidas, según el uso que le demos.

La vida actual se hace de gadgets

La vida contemporánea nos ha generado una dependencia de los dispositivos electrónicos -los gadgets– que nos rodean por todos lados y en todo momento. El móvil, la computadora, la tableta, el reloj electrónico, las calculadoras, los controles electrónicos forman parte de la cotidianidad, aunque solo estén al alcance de quienes pueden pagar por ellos.

Para la gente de escasos recursos económicos, los gadgets son parte de sus ansiados deseos que además de resolverle necesidades prácticas, dan status social.

A pesar de que el acceso a la tecnología no es universal, ni democrática, en donde haya gente de cualquier edad, mucha está mirando una pantalla.  Hemos creado la sociedad de las miradas bajas.

En la comunicación actual predomina el uso de dispositivos y la internet. A las empresas e instituciones les va muy bien con esa dupla y a las personas también, pero, mientras las primeras obtienen casi solo beneficios, para las personas, junto a las ventajas, hay riesgos de problemas.

Familias, educadores, psicólogos, sociólogos, médicos han expresado su preocupación por la cantidad de tiempo que pasamos con la vista puesta en una pantalla y los dedos en un teclado.  Eso afecta la sociabilidad presencial, las formas de prestar atención, la vista, los músculos, las articulaciones, aumenta el sedentarismo con todas las consecuencias que ello trae. Pero también tiene muchas ventajas. Como decíamos, sin internet y sin gadgets, no podemos vivir.

La vida actual se hace de apps

Entre las demasiadas cosas buenas que trajo internet, unas fundamentales son las aplicaciones o apps para lo que necesitemos. Cada quien instala las apps que desee, pero con el suministro de datos personales, comienza un toma y dame: la app te facilita contenidos y nosotros le damos la información personal que nos requiera. Y los administradores, hacen con nuestra información, lo que quieran.

A pesar de aceptar “términos y condiciones de uso” de cada app -en las cuales hay un compromiso ético de protección de datos por parte de la empresa que las administra- a la hora de la verdad, esos términos pueden ser violados por la empresa sin que nos enteremos.

Una vez que introducimos información en las redes, esa información deja de pertenecemos y pasa a viajar en el espacio virtual, hasta que alguien la quiera encontrar.  Los propietarios de cada app, los servicios de inteligencia gubernamental, quien sepa cómo acceder a esa información, la puede obtener. Los hackers existen y los algoritmos funcionan.

Internet de mis amores

Internet ha roto los límites del espacio, el tiempo, ha ampliado las comunicaciones entre las empresas, instituciones, los grupos, es un gran recurso individual.  En estos tiempos de pandemia, con restricción de la movilidad y el distanciamiento físico, internet ha sido un elemento clave para la solución de problemas y el encuentro social. 

Las redes son espacios públicos que pueden ser maravillosos recursos para compartir información que de otra forma no llegaría. Lo podemos hacer con un mínimo costo y en cualquier momento. El único requisito es que haya internet.

No aporta mucho extenderse en las ventajas de la internet, porque sería hacerlo sobre lo que es obvio, internet nos ha resuelto la vida, pero también, como el amor, la puede complicar.  Sobre todo, en el uso que demos a aplicaciones que tejen redes sociales (por razones del foco de este artículo, omito referencias a los fines comerciales de estas redes).

Las redes a través de las cuales nos comunicamos con la familia, los amigos y amigas, encontramos viejas amistades, hacemos nuevas, sin duda alguna tienen una gran incidencia en la divulgación de información de todo tipo, incluyendo la personal. Asimismo, sirven para dar masajes al ego de quien publica (¿cuántos “me gusta” obtuve?, ¿cuántos seguidores tengo?), y generar diálogos o debates en torno a la publicación que hacemos. Una forma de ser líder.

Las redes sociales son como una gran vitrina de tienda por departamentos. Se encuentran desde necedades, pasando por noticias preocupantes, dolorosas, hasta gozosas que tienen que ver con éxitos, celebraciones y por supuesto con sexo.  Esto nos lleva a considerar que un rasgo definitorio de la sociedad contemporánea es un nuevo concepto de privacidad.

Internet de mis temores

Algunas redes sociales y blogs son espacios que dejan ver cómo se han flexibilizado los limites entre lo público y lo privado, e incluso, lo íntimo. Hay quienes dicen y muestran en estas redes lo que en otros espacios no se atreverían. El anonimato facilita el sentimiento de libertad virtual y, a eso se agrega la casi carencia de control de esos espacios. El poco que existe opera a posteriori.

En las redes se encuentran publicaciones con características de catarsis personal, la necesidad de expresar algo que nos angustia y que al escribirlo nos libera, pero, la exposición de asuntos personales en las redes tiene el riesgo de que, como hemos dicho, una vez lanzada esa información al espacio virtual, deja de ser de quien la publique y pasa a ser de quién la encuentre.

A lo mejor, la publicación de asuntos íntimos en las redes tiene el solo fin de compartirlos y ya, pero las redes permiten comentarios y allí aparecen desde los prudentes, que se limitan a expresar solidaridad, los necios que no dicen nada, pero intentan decir, hasta los atrevidos que, sin tener conocimientos, se atreven a hacer diagnósticos o juicios, según el tormento expresado. En el mejor de los casos, también aparecen los comentarios autorizados, con propiedad, que ayudan.

Las redes virtuales son espacios públicos que admiten el insulto, la agresión, la mentira, casi que cualquier cosa. Son espacios muy peligrosos, terrenos de nadie. Cuando no hay límites no se sabe hasta dónde llegar, cuando no hay normas no se sabe cómo llegar.

La influencia de las redes en nuestras vidas

Las redes virtuales, como cualquier otro medio de comunicación pueden inducir conductas en quienes se exponen a ellas, particularmente en niños, niñas, adolescentes y personas adultas crédulas y sensibles ante la información que reciben. 

Pudiera ser que un influencer, o algo visto en las redes, sea más poderoso, en términos de influencia, sobre el público, que un medio tradicional, como el cine o la televisión. La relación individuo-red suele ser cara a pantalla, oído a audífonos, en unas circunstancias que se asemejan a condiciones de intimidad, de confianza y eso facilita la influencia.

La posibilidad de inducción de conductas en quienes usen las redes dependerá, entre otros factores, de las necesidades de esos receptores, de aspectos de su personalidad y de que lo inducido forme parte de sus posibles conductas.  Algo de esperanza queda.

***

Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

Del mismo autor: La edad de la inocencia

 

</div>