OPINIÓN · 9 DICIEMBRE, 2020 04:33

Gestos heroicos

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Susana Reina | @feminismoinc

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“Paula decidió sentarse de espaldas a la fila entre sus compañeras en señal de protesta”

Hace falta coraje y valentía para hacer lo que Paula Dapena hizo en medio de un homenaje póstumo a Maradona en el centro del campo de la ciudad deportiva de Abegondo, en La Coruña. Como vimos por varias redes, decidió sentarse en el suelo de espaldas a la fila entre sus compañeras en señal de protesta, mientras guardaban un minuto de silencio pedido por la Real Federación Española de Fútbol en honor al futbolista fallecido.

Ella misma dio sus razones: “No podía homenajear a un hombre que fue un agresor, un violador, un pedófilo, un putero”. Sobre todo, cuando tal suceso se dio casualmente el fin de semana dedicado a conmemorar el Día Internacional contra la Violencia de Género: “Por las mujeres víctimas de violencia no se guardó un minuto de silencio. Mis ideales feministas no me permitían homenajearle”, dijo. 

En respuesta a su irreverencia, recibió demostraciones de odio y amenazas de muerte en sus redes sociales, pero también mensajes de ánimo aplaudiendo su gesto y hasta peticiones por parte de diversos países pidiendo camisetas con el dorsal que ella usa con su nombre, así como solicitudes de entrevistas de parte de diversos medios.

Paula Dapena, gallega de 24 años, es futbolista del equipo Viajes Interrías FC y cursa un máster en educación física, desde donde quiere dedicarse a romper estereotipos sexistas para trabajar por la igualdad en los deportes. Se define como una feminista radical, abolicionista de género, que forma parte de las Juventudes Feministas y de las Docentes Feministas por la Coeducación.

Icónico

En medio de un contexto machista que castiga duramente la disidencia feminista, hacer exactamente lo contrario de lo que se espera, refleja valor y compromiso firme con las ideas de cambio. 

Así lo hizo Rosa Parks cuando no quiso levantarse para darle el asiento en al autobús a un hombre blanco. Lo hizo Tarana Burke, violada y asaltada sexualmente cuando era niña y adolescente, al acuñar la etiqueta #MeToo para generar conciencia sobre la omnipresencia del abuso y la agresión sexual en la sociedad. 

Lo hicieron las sufragistas para que hoy pudiésemos votar y las feministas obreras de la fábrica aquella en Nueva York, cuando se negaron a trabajar largas horas por un sueldo miserable, para finalmente morir quemadas. O las hermanas Mirabal, asesinadas en su lucha contra el dictador Trujillo allá en Dominicana, o las mexicanas furiosas que hoy protestan duramente en las calles contra los femicidios, o las chilenas cuando se paran frente al Estado para cantarle en su cara “el violador eres tú”.

Lo hace cada mujer que dice en voz alta que no, que pone límites, que no se queda callada y denuncia una injusticia o hace evidente una discriminación en su contra por su sexo, su clase, su raza, su edad o su condición social. Son todos actos simbólicos que nos ayudan a avanzar en la defensa de nuestros derechos. Demostraciones necesarias de autonomía y libertad de pensamiento y acción.

Más rebeldía

Todo proceso de transformación social y cultural profundo exige sacrificios de quienes dan un paso al frente. Sólo el coraje y la fuerza de los ideales de cambio nos permiten actuar con coherencia a pesar de recibir por ello descrédito, deshonor o represalias sociales. 

Quizás lo que le faltó a esta hazaña de Paula Dapena ese día en el campo fue que sus compañeras dieran la espalda y se sentaran con ella también. Eso le habría dado mucha más fuerza al acto rebelde, pero aun asumido de forma individual, es una contundente declaración política que fija un precedente frente a los abusos contra las mujeres.

Son estos los pequeños gestos heroicos que tienen el poder de cambiar el mundo.

***

Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

De la misma autora: ¿Cómo acelerar la igualdad entre mujeres y hombres?

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Ella misma dio sus razones: “No podía homenajear a un hombre que fue un agresor, un violador, un pedófilo, un putero”. Sobre todo, cuando tal suceso se dio casualmente el fin de semana dedicado a conmemorar el Día Internacional contra la Violencia de Género: “Por las mujeres víctimas de violencia no se guardó un minuto de silencio. Mis ideales feministas no me permitían homenajearle”, dijo. 

En respuesta a su irreverencia, recibió demostraciones de odio y amenazas de muerte en sus redes sociales, pero también mensajes de ánimo aplaudiendo su gesto y hasta peticiones por parte de diversos países pidiendo camisetas con el dorsal que ella usa con su nombre, así como solicitudes de entrevistas de parte de diversos medios.

Paula Dapena, gallega de 24 años, es futbolista del equipo Viajes Interrías FC y cursa un máster en educación física, desde donde quiere dedicarse a romper estereotipos sexistas para trabajar por la igualdad en los deportes. Se define como una feminista radical, abolicionista de género, que forma parte de las Juventudes Feministas y de las Docentes Feministas por la Coeducación.

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Lo hace cada mujer que dice en voz alta que no, que pone límites, que no se queda callada y denuncia una injusticia o hace evidente una discriminación en su contra por su sexo, su clase, su raza, su edad o su condición social. Son todos actos simbólicos que nos ayudan a avanzar en la defensa de nuestros derechos. Demostraciones necesarias de autonomía y libertad de pensamiento y acción.

Más rebeldía

Todo proceso de transformación social y cultural profundo exige sacrificios de quienes dan un paso al frente. Sólo el coraje y la fuerza de los ideales de cambio nos permiten actuar con coherencia a pesar de recibir por ello descrédito, deshonor o represalias sociales. 

Quizás lo que le faltó a esta hazaña de Paula Dapena ese día en el campo fue que sus compañeras dieran la espalda y se sentaran con ella también. Eso le habría dado mucha más fuerza al acto rebelde, pero aun asumido de forma individual, es una contundente declaración política que fija un precedente frente a los abusos contra las mujeres.

Son estos los pequeños gestos heroicos que tienen el poder de cambiar el mundo.

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