negociar, transición
diálogo suspendido

Es bien sabido que cuando usted toma la decisión de sentarse a negociar algún plan, proyecto o postura, no lo perderá todo, pero tampoco lo ganará todo. Con esta regla básica presente,  se debe iniciar la conversación. Además, los manuales de negociación sugieren que usted debe ir sin complejos -ni vergüenza- por tener la disposición de consentir ciertas demandas de la otra parte.

Igualmente, se sabe que el adversario al cual nos enfrentamos, no lo representan lindos querubines, pero lamentablemente son los que controlan el poder real en el país y quienes atienden en el Palacio Presidencial, por lo cual, tenemos la obligación de ir a plantar cara con ellos. Siempre se menciona el siguiente ejemplo: Si a usted le tienen secuestrada a su madre, ¿no va a conversar con el secuestrador porque es un criminal y/o porque no le cae bien? Juzgue usted.

Trump se ha sentado con Kim Jong-un, Nixon lo hizo con los chinos y Obama con los iraníes. Además, Pinochet se quedó un tiempo después protegido e influyendo en algunos espacios políticos, a pesar de que salió derrotado, y no por ello, Aylwin y su gobierno -y los sucesivos-  no se dedicaron a desmontar la arquitectura dictatorial, al contrario, lograron –sistemáticamente- recuperar las instituciones democráticas, y hoy Chile ha sido el país más exitoso de Latinoamérica en este siglo.  Entonces, ¿cuál es el problema de que lleguemos a un acuerdo con Maduro y su camarilla?

Asimismo, se sabe que existe mucha sed de justicia –y venganza-  en nuestro país, pero con la lluvia de extremismos no llegaremos a la solución del conflicto político. La venganza no es el remedio. Satisfacer ese deseo de revanchismo o desquite, quizás nos demoremos 20 años más para resolver las múltiples crisis que vivimos, pero seguramente tendremos un país sobre escombros.

Negociar para zanjar el conflicto

Francamente, no existe una sola alternativa para destrabar el juego político. En consecuencia, desgraciadamente, no nos ponemos de acuerdo, y los problemas cotidianos no cesan, mientras el debate ideológico estéril y los odios personales se afirman. Tal como están las cosas, no podemos cerrarnos a una opción para la solución, porque estaremos en un eterno debate que solo servirá para afianzar a Maduro en el poder. Solamente a modo de ejemplo, les dejo las siguientes preguntas que sirvan de alternativas para zanjar el conflicto:

a) ¿Qué tal si se convocan elecciones presidenciales sin Guaidó ni Maduro como candidatos? b) ¿Qué tal si se realizan parlamentarias y presidenciales en una sola fecha? c) ¿Qué tal si se nombra una junta de gobierno con dos militares y tres civiles (representando al chavismo, oposición e independientes) por un año y se llama a elecciones generales terminado ese lapso? d) ¿Qué tal si se constituye un gobierno de coalición y se llama a elecciones presidenciales en un año? e) ¿Qué tal si se convoca elecciones parlamentarias ahora, pero con el acuerdo de que se llame a elecciones presidenciales en 6 o 9 meses?

Todo lo anterior que implique elecciones, se realizaría con un nuevo CNE, observación internacional, voto en el exterior y todas las garantías electorales pertinentes. Las alternativas señaladas es una forma de ganarle al odio, a  las rencillas políticas y a las agendas personales que no permiten avanzar y tienen sufriendo –dramáticamente- a toda la población. Lleguemos a un acuerdo, por favor. En Islas de Toas lo imploran y en Güiria también.

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