Tengo amigas que al admitir que ok, que son feministas, se apresuran a aclarar: «pero no de las radicales». Cuando les pido que definan qué es ser radical, dicen «extremistas, peleonas, antihombres, nazis, quemasostenes, axilaspeludas» y otras expresiones que dan cuenta de la falta de información acerca de lo que el feminismo radical significa.
Por eso quise escribir este artículo para aclarar de qué va esta tendencia dentro del movimiento, qué busca y qué la originó, pero sobre todo por qué justamente ahora, es más necesario que nunca.
Radical, según su etimología, significa ir a la raíz. Este feminismo se propone buscar la raíz de la dominación. Se llama feminismo radical (Radfem es su abreviatura) porque se opone radicalmente al patriarcado como causa de la organización política y social existente. Su radicalidad se debe a que no propone una reforma del patriarcado sino la eliminación o supresión total del orden social existente.
Se diferencia del feminismo liberal porque este sólo pide la integración de las mujeres en el mundo del trabajo asalariado y de la cultura y de todos los ámbitos de la vida pública tal cual los conocemos, con sus mismas reglas. Para las feministas radicales, por el contrario, mejorar la condición de las mujeres implica mucho más que la incorporación femenina al espacio público.
El feminismo radical es una corriente feminista defensora de la eliminación del patriarcado como forma de supremacismo machista, básicamente porque es un sistema de dominación primario basado en la relación entre los sexos y sobre el cual se asientan los demás sistemas de dominación de clase y raza.
Por un lado, la mujer es concebida como un objeto sexual en su capacidad biológica para dar vida, pero además es utilizada como objeto sexual para proporcionar placer a hombres, de donde surgen la mercantilización, cosificación y otras explotaciones asociadas como la pornografía y prostitución.
Gracias a las teóricas del feminismo radical, se acuñó el concepto de patriarcado como dominación sobre el colectivo de mujeres; se propuso una noción de poder y de política ampliadas; se comenzó a usar la categoría «género» para rechazar los rasgos adscriptivos ilegítimos adjudicados al sexo y con el cual se naturaliza la opresión; se analizó la sexualidad criticando la heterosexualidad normativa y obligatoria; se hizo de la violencia sexual una manifestación política sacándola del ámbito de lo privado, entre otros grandes aportes.
Ser feminista radical es defender la idea de que existen condiciones materiales que impiden una verdadera elección a las mujeres, porque como dice Kate Millet – pionera feminista radical-: «los hombres poseen todos los resortes del poder: no sólo controlan la ideología del sistema desde la ciencia, el arte, la religión, la filosofía, sino también la industria, las finanzas, el ejército, la policía y el gobierno». Desde está lógica las mujeres son secundarias, invisibilizadas, inferiorizadas y discriminadas.
Durante los años sesenta y setenta, muchas feministas comenzaron a señalar que las reivindicaciones conseguidas hasta ese momento por el feminismo no habían logrado revertir aún la situación de opresión y marginación de las mujeres. Por ello fundaron esta corriente que cuestiona la ilusión de alcanzar igualdad a través de la mimetización de las mujeres en el mismo sistema que las excluye.
Podríamos afirmar que el surgimiento del feminismo radical se debió a la necesidad de profundizar en la condición de ser mujer y de trasformar radicalmente la posición de las mujeres en todos ámbitos de la vida pública y privada. En efecto, las feministas radicales lograron poner en la agenda pública problemáticas antes consideradas concernientes a la esfera privada, poniendo así al descubierto que más allá de las concepciones morales de cada persona, en dichas problemáticas se entretejen relaciones de poder.
El feminismo radical no es reformista porque el patriarcado no se puede reformar sino solo abolir. La abolición del patriarcado es lo que busca el feminismo radical y con ello, toda forma de discriminación contra las mujeres como la violación, prostitución o pornografía.
La pornografía es una forma de cosificación de la mujer. La prostitución es una forma de esclavitud de la mujer. La violación es otra forma de subordinación y sometimiento patriarcal. La gestación subrogada busca convertir el cuerpo de la mujer en una máquina reproductora en serie. Las leyes están organizadas para subordinar y oprimir a las mujeres porque fueron concebidas desde el propio esquema patriarcal de dominación. Por ello los avances son muy lentos.
Igualmente, se desea abolir la categoría de «género» para rechazar los estereotipos de adscritos de modo arbitrario a las mujeres en base a su sexo, haciendo creer que existen atributos asociados a la feminidad que son naturales, no sociales, o esencialistas.
¿Cómo hacerlo? A través de la creación de grupos de concienciación, organizando protestas públicas contra la discriminación sexista, a través de estrategias de co-educación que cuestione los roles y normas sexistas. A través de leyes abolicionistas que no consientan las esclavitudes disfrazándolas de empoderamiento, poniendo el mayor peso en el sistema prostituyente, explotador y violentador de los derechos de las mujeres.
A pesar de los enormes avances que las mujeres hemos conseguido desde la primera ola del movimiento feminista muchas conquistas están siendo puestas en tela de juicio y cualquier crisis barre con años de luchas, quedando las mujeres nuevamente en posiciones vulnerables. El patriarcado de la coacción ha mutado en patriarcado del consentimiento, con el peligro que este gatopardismo representa para todas nosotras.
El llamado “feminismo liberal” es un espejismo patriarcal que les hace creer a las mujeres que, con solo desearlo, la igualdad es alcanzable. No se pasea por las causas de la opresión ni de la violencia que viene aparejada con los intentos de emancipación. Usualmente esta narrativa viene de la experiencia de las más privilegiadas, no conscientes de la urgencia que tiene la mayoría de las mujeres, para acabar con la subordinación.
No es un activismo fácil porque el feminismo radical recibe críticas de todos los sectores antifeministas y de quienes defienden un feminismo más convencional. Las que logran penetrar espacios de poder se diferencian y declaran «femeninas» o no feministas, llegando a ser las mejores aliadas patriarcales, ya que niegan la opresión sexista, fortaleciendo el mismo sistema que las oprime sin saberlo.
Por ello, con más conciencia feminista radical, podemos analizar las causas de la opresión de las mujeres en la historia, eliminar la perspectiva masculina o androcentrista de los problemas de las mujeres, defender que lo personal es político ya que toda experiencia individual es un ejemplo de un sistema discriminatorio e injusto, y acercarnos lo más posible al ideal de alcanzar igual acceso a las posibilidades sociales de hombres y mujeres con base en reglas de juego verdaderamente feministas.
***
Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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Por eso quise escribir este artículo para aclarar de qué va esta tendencia dentro del movimiento, qué busca y qué la originó, pero sobre todo por qué justamente ahora, es más necesario que nunca.
Radical, según su etimología, significa ir a la raíz. Este feminismo se propone buscar la raíz de la dominación. Se llama feminismo radical (Radfem es su abreviatura) porque se opone radicalmente al patriarcado como causa de la organización política y social existente. Su radicalidad se debe a que no propone una reforma del patriarcado sino la eliminación o supresión total del orden social existente.
Se diferencia del feminismo liberal porque este sólo pide la integración de las mujeres en el mundo del trabajo asalariado y de la cultura y de todos los ámbitos de la vida pública tal cual los conocemos, con sus mismas reglas. Para las feministas radicales, por el contrario, mejorar la condición de las mujeres implica mucho más que la incorporación femenina al espacio público.
El feminismo radical es una corriente feminista defensora de la eliminación del patriarcado como forma de supremacismo machista, básicamente porque es un sistema de dominación primario basado en la relación entre los sexos y sobre el cual se asientan los demás sistemas de dominación de clase y raza.
Por un lado, la mujer es concebida como un objeto sexual en su capacidad biológica para dar vida, pero además es utilizada como objeto sexual para proporcionar placer a hombres, de donde surgen la mercantilización, cosificación y otras explotaciones asociadas como la pornografía y prostitución.
Gracias a las teóricas del feminismo radical, se acuñó el concepto de patriarcado como dominación sobre el colectivo de mujeres; se propuso una noción de poder y de política ampliadas; se comenzó a usar la categoría «género» para rechazar los rasgos adscriptivos ilegítimos adjudicados al sexo y con el cual se naturaliza la opresión; se analizó la sexualidad criticando la heterosexualidad normativa y obligatoria; se hizo de la violencia sexual una manifestación política sacándola del ámbito de lo privado, entre otros grandes aportes.
Ser feminista radical es defender la idea de que existen condiciones materiales que impiden una verdadera elección a las mujeres, porque como dice Kate Millet – pionera feminista radical-: «los hombres poseen todos los resortes del poder: no sólo controlan la ideología del sistema desde la ciencia, el arte, la religión, la filosofía, sino también la industria, las finanzas, el ejército, la policía y el gobierno». Desde está lógica las mujeres son secundarias, invisibilizadas, inferiorizadas y discriminadas.
Durante los años sesenta y setenta, muchas feministas comenzaron a señalar que las reivindicaciones conseguidas hasta ese momento por el feminismo no habían logrado revertir aún la situación de opresión y marginación de las mujeres. Por ello fundaron esta corriente que cuestiona la ilusión de alcanzar igualdad a través de la mimetización de las mujeres en el mismo sistema que las excluye.
Podríamos afirmar que el surgimiento del feminismo radical se debió a la necesidad de profundizar en la condición de ser mujer y de trasformar radicalmente la posición de las mujeres en todos ámbitos de la vida pública y privada. En efecto, las feministas radicales lograron poner en la agenda pública problemáticas antes consideradas concernientes a la esfera privada, poniendo así al descubierto que más allá de las concepciones morales de cada persona, en dichas problemáticas se entretejen relaciones de poder.
El feminismo radical no es reformista porque el patriarcado no se puede reformar sino solo abolir. La abolición del patriarcado es lo que busca el feminismo radical y con ello, toda forma de discriminación contra las mujeres como la violación, prostitución o pornografía.
La pornografía es una forma de cosificación de la mujer. La prostitución es una forma de esclavitud de la mujer. La violación es otra forma de subordinación y sometimiento patriarcal. La gestación subrogada busca convertir el cuerpo de la mujer en una máquina reproductora en serie. Las leyes están organizadas para subordinar y oprimir a las mujeres porque fueron concebidas desde el propio esquema patriarcal de dominación. Por ello los avances son muy lentos.
Igualmente, se desea abolir la categoría de «género» para rechazar los estereotipos de adscritos de modo arbitrario a las mujeres en base a su sexo, haciendo creer que existen atributos asociados a la feminidad que son naturales, no sociales, o esencialistas.
¿Cómo hacerlo? A través de la creación de grupos de concienciación, organizando protestas públicas contra la discriminación sexista, a través de estrategias de co-educación que cuestione los roles y normas sexistas. A través de leyes abolicionistas que no consientan las esclavitudes disfrazándolas de empoderamiento, poniendo el mayor peso en el sistema prostituyente, explotador y violentador de los derechos de las mujeres.
A pesar de los enormes avances que las mujeres hemos conseguido desde la primera ola del movimiento feminista muchas conquistas están siendo puestas en tela de juicio y cualquier crisis barre con años de luchas, quedando las mujeres nuevamente en posiciones vulnerables. El patriarcado de la coacción ha mutado en patriarcado del consentimiento, con el peligro que este gatopardismo representa para todas nosotras.
El llamado “feminismo liberal” es un espejismo patriarcal que les hace creer a las mujeres que, con solo desearlo, la igualdad es alcanzable. No se pasea por las causas de la opresión ni de la violencia que viene aparejada con los intentos de emancipación. Usualmente esta narrativa viene de la experiencia de las más privilegiadas, no conscientes de la urgencia que tiene la mayoría de las mujeres, para acabar con la subordinación.
No es un activismo fácil porque el feminismo radical recibe críticas de todos los sectores antifeministas y de quienes defienden un feminismo más convencional. Las que logran penetrar espacios de poder se diferencian y declaran «femeninas» o no feministas, llegando a ser las mejores aliadas patriarcales, ya que niegan la opresión sexista, fortaleciendo el mismo sistema que las oprime sin saberlo.
Por ello, con más conciencia feminista radical, podemos analizar las causas de la opresión de las mujeres en la historia, eliminar la perspectiva masculina o androcentrista de los problemas de las mujeres, defender que lo personal es político ya que toda experiencia individual es un ejemplo de un sistema discriminatorio e injusto, y acercarnos lo más posible al ideal de alcanzar igual acceso a las posibilidades sociales de hombres y mujeres con base en reglas de juego verdaderamente feministas.
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