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María Corina Muskus Toro | @macomuskus.
Todavía recuerdo lo que sentí la primera vez que pusieron frente a mi la famosa “T” de cobre, aquellas que usaban nuestras madres, tías, primas, quizás incluso a escondidas de sus padres por esas épocas. Una T, literalmente de cobre, yo pensaba que era una expresión su nombre de “cobre”. Pero no: es un dispositivo intrauterino recubierto de cobre.
Sentí rabia, frustración, nervios que a mis tres décadas de vida por primera vez tuviera frente a mi este dispositivo intrauterino que me permite planificar y evitar embarazos no deseados, gracias a la información sesgada que recibí durante mi adolescencia. Porque claro que ya he intentado otros métodos anticonceptivos a lo largo de mi vida. Comenzando por las famosas pastillas anticonceptivas, las que, generalmente te recomienda la amiga de tu amiga cuando estás en el colegio, que probablemente no se adapten a su cuerpo, tus circunstancias, pero como no tienes acceso a educación sexual prefieres prevenir que lamentar. Porque aunque los efectos secundarios de las pastillas pueden ser cambio en el estado de ánimo, dolor de cabeza, aumento de peso, trombosis, cuando una mujer no desea llevar un embarazo a término, está dispuesta a poner en peligro hasta su propia vida para evitarlo.
En mi caso, me he informado sobre mis opciones de planificación familiar por experiencias de amigas, conocidas y el maravilloso acceso al Internet. La confianza de hablar con personal médico especializado ocurrió mucho más adelante, cuando ha debido ocurrir primero que las referencias de las amigas.
La planificación familiar es un derecho humano y los Estados tienen la obligación de proporcionarle a la mujer y al hombre, información y medios para el acceso a los métodos voluntarios de planificación familiar y así poder gozar de derechos sexuales y reproductivos. Esto no se trata de una teoría conspirativa, como algunos dirán, para controlar la natalidad, esto se trata de darle a las mujeres las oportunidades de elegir el número de hijes y el intervalo con el cual deseen tenerlo. La disminución del número de hijes que tenía la mujer hace 50 años, no tiene que ver con la existencia de métodos de anticoncepción, es un tema de elección de cada mujer. Sin embargo, no todas las mujeres ni adolescentes tienen la capacidad de elegir.
En el mundo hay aproximadamente unas 220 millones de mujeres en países en desarrollo que no desean tener hijes, carecen de anticonceptivos, de información y acceso a servicios de planificación familiar. En Venezuela las mujeres y las adolescentes tampoco tienen estas oportunidades de planificación familiar, algunas de las razones se debe a la escasez bárbara de estos métodos que oscila entre el 70 y el 90%, según información documentada por varias ONG que trabajan en la materia y, por otro lado, la falta de información.
La importancia de la planificación familiar voluntaria se puede explicar en cuatro puntos fundamentales. Previene embarazos no deseados y en consecuencia abortos, en algunos casos clandestinos; disminuye la mortalidad materna y la mortalidad infantil; permite la supervivencia de les hijes y contribuye a la igualdad de género.
El incremento de anticonceptivos y métodos de planificación familiar tiene como consecuencia la disminución de muertes de mujeres y niñas y mortalidad infantil durante el parto, un tasa menor de embarazos no deseados y disminución del aborto. La planificación familiar también favorece a les hijes, ya que cuando una mujer tiene a sus hijes con un intervalo promedio de dos a tres años, aumentan a más del doble las probabilidades de supervivencia del bebé. También deviene en bebés más saludables, pues la madre podrá dedicar más tiempo a la lactancia materna lo que a su vez favorece a la salud física y emocional.
La planificación familiar previene el embarazo adolescente, lo que a su vez hace posible la escolaridad y las oportunidades futuras. Cuando las adolescentes salen embarazadas generalmente abandonan la escuela, lo que a su vez reduce sus oportunidades y su futuro. Recordemos que sin independencia económica es cuesta arriba alcanzar el empoderamiento de las mujeres y las niñas.
Por ello hoy, en el Día Internacional de la Planificación Familiar, recordemos que la información es poder. Poder decidir sobre nuestros cuerpos y planificar el número de hijes que deseamos tener. Por ello necesitamos educación sexual, acceso a métodos anticonceptivos y a derechos sexuales y reproductivos para las mujeres y adolescentes, en especial para aquellas en situación de pobreza y vulnerabilidad.
***
Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
Ver más artículos de la misma autora: En el feminismo, nosotras somos las protagonistas
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Sentí rabia, frustración, nervios que a mis tres décadas de vida por primera vez tuviera frente a mi este dispositivo intrauterino que me permite planificar y evitar embarazos no deseados, gracias a la información sesgada que recibí durante mi adolescencia. Porque claro que ya he intentado otros métodos anticonceptivos a lo largo de mi vida. Comenzando por las famosas pastillas anticonceptivas, las que, generalmente te recomienda la amiga de tu amiga cuando estás en el colegio, que probablemente no se adapten a su cuerpo, tus circunstancias, pero como no tienes acceso a educación sexual prefieres prevenir que lamentar. Porque aunque los efectos secundarios de las pastillas pueden ser cambio en el estado de ánimo, dolor de cabeza, aumento de peso, trombosis, cuando una mujer no desea llevar un embarazo a término, está dispuesta a poner en peligro hasta su propia vida para evitarlo.
En mi caso, me he informado sobre mis opciones de planificación familiar por experiencias de amigas, conocidas y el maravilloso acceso al Internet. La confianza de hablar con personal médico especializado ocurrió mucho más adelante, cuando ha debido ocurrir primero que las referencias de las amigas.
La planificación familiar es un derecho humano y los Estados tienen la obligación de proporcionarle a la mujer y al hombre, información y medios para el acceso a los métodos voluntarios de planificación familiar y así poder gozar de derechos sexuales y reproductivos. Esto no se trata de una teoría conspirativa, como algunos dirán, para controlar la natalidad, esto se trata de darle a las mujeres las oportunidades de elegir el número de hijes y el intervalo con el cual deseen tenerlo. La disminución del número de hijes que tenía la mujer hace 50 años, no tiene que ver con la existencia de métodos de anticoncepción, es un tema de elección de cada mujer. Sin embargo, no todas las mujeres ni adolescentes tienen la capacidad de elegir.
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La planificación familiar previene el embarazo adolescente, lo que a su vez hace posible la escolaridad y las oportunidades futuras. Cuando las adolescentes salen embarazadas generalmente abandonan la escuela, lo que a su vez reduce sus oportunidades y su futuro. Recordemos que sin independencia económica es cuesta arriba alcanzar el empoderamiento de las mujeres y las niñas.
Por ello hoy, en el Día Internacional de la Planificación Familiar, recordemos que la información es poder. Poder decidir sobre nuestros cuerpos y planificar el número de hijes que deseamos tener. Por ello necesitamos educación sexual, acceso a métodos anticonceptivos y a derechos sexuales y reproductivos para las mujeres y adolescentes, en especial para aquellas en situación de pobreza y vulnerabilidad.
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