Latigazo cervical

Después de un accidente automovilístico en el que el cuello se flexiona violentamente moviendo la cabeza de delante hacia atrás o de atrás hacia delante, se suele producir el denominado síndrome de latigazo.  Uno queda adolorido, solo mirando hacia adelante, tieso por el corset.  Temes caerte, darte otro golpe.

Después de la oscurana de comienzos de este mes en Venezuela y de la extensión de la aguda crisis política en este país, el clima mental se ha hecho más inestable.  Los venezolanos quedamos sufriendo del síndrome de latigazo.  Con dolor, desestabilizados, a media marcha, tratando de agilizarla.

A una semana de restablecido en sistema eléctrico en gran parte del país, hay otras partes que siguen en la oscurana y junto a ese desnivel, quedó el temor de que, en cualquier momento, la luz se irá y volveremos a las tinieblas, con todas sus consecuencias.  No es solo temor, ha pasado.  La amenaza, la inestabilidad hacen los días.

El suministro de agua sigue crítico.  Las condiciones sanitarias en las que vivimos nos hacen estar en riesgo constante.  La higiene corporal puede atentar al olfato y los trastornos gástricos al gusto.  Otra amenaza.  Más inestabilidad, más miedo.

La carestía de la vida que sentimos diariamente quienes vivimos en Venezuela y que en un ranking mundial, hecho recientemente, Caracas, la ciudad más cara del país,  aparezca como la ciudad más barata de mundo, pareciera desquiciante.  Ese estudio, realizado por una de las firmas más prestigiosas del mundo, es descalificado por un sector del país que solo quiere ver en una dirección. El latigazo.

El que ante la carencia de medicinas, que lleva años, sea ahora cuando el gobierno decide importar de mercados alternos, o quien fue el responsable oficial de esas compras durante casi una década, aparezca tratando de lavar su cara y sus manos, al decir que fueron otros quienes no lo dejaban abastecer de medicamentos al país, parece de locos.

Los anuncios de la inminente invasión extranjera, cualquiera sea el nombre que se le ponga, por más que alegre a algunos, imprime temor en parte de la población. Nadie se contenta porque a su casa llegue gente violentamente, así sean familiares o conocidos. Es difícil saber qué pasará después si la invasión se da.  La amenaza, la incertidumbre, desestabilizan.

La presencia de dos presidentes, con el epíteto que se les quieran llamar, de los poderes políticos duplicados en un mismo país produce una sensación esquizoide. Dos cabezas pensando en sentido contrario sobre un mismo cuerpo nacional, además de un hecho extraordinario, es enloquecedor.  La locura desestabiliza.

El gobierno no reconoce ni la existencia, ni la gravedad de la crisis. Un Presidente desentendido, hablando de cualquier tema, haciendo cualquier cosa,  como que si no fuera suya la responsabilidad de lo que ocurre y ha ocurrido, a nivel macro, y mucho de lo micro, en el país.

Las denuncias a nivel internacional de torturas y violaciones de derechos humanos por parte del gobierno parece no ser escuchadas, ni leídas por los altos jerarcas. Obviamente saben lo que sucede en los ámbitos carcelarios y manifestaciones de protesta pero hablan públicamente como disociados de la realidad.

Se producen saqueos de comercios y ambos bandos se acusan mutuamente. Nadie es responsable.  En el medio,  la gente afectada, la que pierde su negocio, la que queda sin trabajo y la que se queda con menos sitios donde comprar en un país donde ya hay muy pocos.  Saquear es como escupir pa´rriba.  Cosa de tontos pero se comprende, la rabia.

Cada día más aislados

Junto a las amenazas de que lo que viene es joropo y tienen que ponerse las alpargatas que llegan desde el exterior, algunas embajadas cierran sus sedes y la gente que está en el país se siente más desamparada. El aislamiento es doloroso, da miedo.

Para colmo,  la decidida política represiva del gobierno sigue adelante. El que se demande lleva palo, como mínimo.  Las libertades son tan cortas, o más, que en los peores tiempos de la Cuarta. A algunos nos da miedo.

El periodismo amenazado, acorralado.  Salvando la distancia, en Caracas el gobierno censura y agrede por cumplir con el deber de informar y, en Nueva York,  gente de la oposición protesta frente al New York Times porque cumplió con el deber de informar.

En el país, alguna gente conduce aceleradamente para ver si llega rápido, otra marcha con firmeza, otra camina taciturnamente, otra casi no se mueve.  Los pies, el cuerpo se cansan.

Una pregunta que se oye frecuentemente es hasta cuándo. Y es que junto al síndrome de latigazo, a los venezolanos, nos está pegando el síndrome del hamster, aquel que rueda y rueda y sigue rodando.

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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

Foto: http://www.esguincecervical.es

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