Son momentos espantosos -aunque ya se han convertido en años- llenos de lamentos y dolor. Tantas necesidades y frustraciones que no escampan. Sin embargo, a veces se percibe que se abre una ventana de oportunidad para revertir esta situación calamitosa, pero al poco andar se destruye nuevamente las buenas perspectivas.
Así pues, por un lado, se emprende una persecución sin piedad a dirigentes y activistas defensores de los derechos humanos, por el otro, se notan mejorías en las condiciones electorales. Por una parte, se degrada la convivencia pluralista, sin embargo, por el otro costado hay tímidos avances -pero avances al fin- de un proceso de vacunación. En cierto modo, a ratos dan señales de libertades económicas, pero por otro canal se estima que nadie cree en ellos y ni sospechan que tengan un plan económico riguroso y sostenible.
Todas estas señales contradictorias reflejan con precisión en dónde y por qué estamos estancados: el desprecio a las leyes, el irrespeto a las normas o el rechazo a las reglas, o como usted prefiera. El filósofo John Locke lo desmenuzó hace tiempo cuando dijo: «Donde termina la ley, empieza la tiranía. Así ocurre cuando el que gobierna, por mucho derecho que tenga al cargo, no se guía por la ley sino por su voluntad propia; y su mandato y acciones no están dirigidos a la conservación de las propiedades de su pueblo, sino a satisfacer su propia ambición, venganza, avaricia o cualquier otra pasión irregular».
Por esta razón, es que el bienestar de una sociedad no se construye por decreto ni por la buena voluntad de quien gobierna, sino que es necesario el esfuerzo compartido de todos sus miembros para sujetarse a las reglas, promover el buen funcionamiento del Estado de derecho y de interiorizar que cualquier cambio de ley debe tramitarse mediante un proceso regular y NO a través de la fuerza o algún acto caprichoso del gobernante de turno (como dijo Torcuato Fernández-Miranda: «De la ley a la ley, a través de la ley»).
Los infortunios de nuestro país son derivados de esta conducta festiva, que menosprecia las disposiciones legales y alienta abiertamente a sus ciudadanos a secundarlos en este propósito. Por cierto, bajo el fundamento -y promesa- de que todo se hace en nombre de una causa noble y justa. ¿Y al poco tiempo qué ocurre? El populismo, el colectivismo, el autoritarismo o sus primos hermanos arrasan con toda la tierra fértil que puedan encontrar.
Muchos pensadores, analistas y académicos nos advirtieron esta tragedia, pero el país estaba muy ocupado prestando oídos a los fascinantes sonsonetes de las falsas ilusiones. Ahora llegó el tiempo de procurar resolver este desengaño, pero ojalá que sea de la ley a la ley, a través de la ley, porque sino la ruina de hoy podría ser esa por la que suspiremos mañana.
***
Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
Del mismo autor: La democracia es tarea diaria
La política tiene la capacidad necesaria para afianzar realidades o, por lo contrario, desarticularlas y desguazarlas. Quizás, esto fue la razón para que John Morley, reconocido escritor y político inglés, expresara que “la política es un campo en el que su praxis ocurre, principalmente, entre tumbos y desaciertos”. Advertir cómo una realidad resulta dislocada, por […]
Un artículo pionero demostró que limitar la ingesta de calorías en ratas prolonga sus vidas un 40%.
Twitter puede convertirse en un mecanismo que aísle al gobernante y afectar severamente la acción de gobierno.
Un sacerdote jesuita admitió, en un diario, haber violado al menos a 85 niños en Bolivia y otros países latinoamericanos.
Son momentos espantosos -aunque ya se han convertido en años- llenos de lamentos y dolor. Tantas necesidades y frustraciones que no escampan. Sin embargo, a veces se percibe que se abre una ventana de oportunidad para revertir esta situación calamitosa, pero al poco andar se destruye nuevamente las buenas perspectivas.
Así pues, por un lado, se emprende una persecución sin piedad a dirigentes y activistas defensores de los derechos humanos, por el otro, se notan mejorías en las condiciones electorales. Por una parte, se degrada la convivencia pluralista, sin embargo, por el otro costado hay tímidos avances -pero avances al fin- de un proceso de vacunación. En cierto modo, a ratos dan señales de libertades económicas, pero por otro canal se estima que nadie cree en ellos y ni sospechan que tengan un plan económico riguroso y sostenible.
Todas estas señales contradictorias reflejan con precisión en dónde y por qué estamos estancados: el desprecio a las leyes, el irrespeto a las normas o el rechazo a las reglas, o como usted prefiera. El filósofo John Locke lo desmenuzó hace tiempo cuando dijo: «Donde termina la ley, empieza la tiranía. Así ocurre cuando el que gobierna, por mucho derecho que tenga al cargo, no se guía por la ley sino por su voluntad propia; y su mandato y acciones no están dirigidos a la conservación de las propiedades de su pueblo, sino a satisfacer su propia ambición, venganza, avaricia o cualquier otra pasión irregular».
Por esta razón, es que el bienestar de una sociedad no se construye por decreto ni por la buena voluntad de quien gobierna, sino que es necesario el esfuerzo compartido de todos sus miembros para sujetarse a las reglas, promover el buen funcionamiento del Estado de derecho y de interiorizar que cualquier cambio de ley debe tramitarse mediante un proceso regular y NO a través de la fuerza o algún acto caprichoso del gobernante de turno (como dijo Torcuato Fernández-Miranda: «De la ley a la ley, a través de la ley»).
Los infortunios de nuestro país son derivados de esta conducta festiva, que menosprecia las disposiciones legales y alienta abiertamente a sus ciudadanos a secundarlos en este propósito. Por cierto, bajo el fundamento -y promesa- de que todo se hace en nombre de una causa noble y justa. ¿Y al poco tiempo qué ocurre? El populismo, el colectivismo, el autoritarismo o sus primos hermanos arrasan con toda la tierra fértil que puedan encontrar.
Muchos pensadores, analistas y académicos nos advirtieron esta tragedia, pero el país estaba muy ocupado prestando oídos a los fascinantes sonsonetes de las falsas ilusiones. Ahora llegó el tiempo de procurar resolver este desengaño, pero ojalá que sea de la ley a la ley, a través de la ley, porque sino la ruina de hoy podría ser esa por la que suspiremos mañana.
***
Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
Del mismo autor: La democracia es tarea diaria