En mi búsqueda, como investigadora, hace 10 años, me acerqué a un viejo amigo con la intención de comprender el sentido de fondo que mueve el proyecto chavista, cuáles podían ser las motivaciones éticas para creer y permanecer bajo sus ideas.

Ante la pregunta: ¿qué te hace chavista? Mi amigo, de formación de izquierda, responde: “Bueno, no es que me hace chavista, me hace partidario del gobierno que tenemos ahorita, porque podemos vivir… o sea, este gobierno sin Chávez sí puede ser, que tenga las mismas ideas, que tengan los mismos principios y Chávez puede desaparecer…”

Para esa época estaba la idea del proyecto revolucionario que podía permanecer más allá de su líder y ambos se autopercibían indestructibles. El ideal se concreta en una primera afirmación: “podemos vivir…”. Toda una historia en esa frase. “Podemos vivir”, en tiempo presente, una idea que se contrapone al sin vivir o no poder vivir de otro momento de la historia venezolana, según esta expresión. ¿Podemos encontrar en nuestra historia algún rastro de hambre con estas dimensiones de tragedia?

Ante la pregunta: “Ajá, pero qué otras cosas te hacen ser chavista.” Me responde: “¿Otra? Los diferentes tipos de misiones, a pesar que, por ejemplo, para la oposición, mejor dicho, las misiones no valen nada. Yo digo que sí…”.

Este grupo de personas se agarra de los programas sociales, ayudas directas, parten del supuesto de que antes no había nada, pero ¿es eso cierto? Mi amigo trabajó en el ministerio de Sanidad por más de 30 años, estuvo en campañas de vacunación, control de malaria y paludismo, el hospital ofrecía servicios gratuitos de medicamentos y complementos nutricionales a la población. Esos programas los gestionó él, estamos hablando de la década de los 70 y 80, pero esto parece haberse borrado de su memoria.

Continuamos la conversación y me dice: “Yo fui adeco…, me calé aquel libro que decía de la filosofía de Acción Democrática que ellos ponían: “guerra contra el latifundio”. ¿Qué pasó? Eso fue mentira, pero este gobierno sí está afrontando el latifundio y ha tenido la lucha con muchos hacendaos y con muchos burgueses con respecto a eso… Bueno, y por eso yo voté por el gobierno, y si viniera otro con las mismas ideas, también votara…”

Hasta ahora tenemos una gruesa capa ideológica que se sobrepone a la vivencia, se trata de un determinado hombre que tiene las condiciones de posibilidad de pensar desde ahí.

En nuestro diálogo se desprende otro elemento: “Bueno, también me hizo votar por este gobierno, porque por primera vez, se puede decir, se tiene respeto a la gente, a la gente pobre y los pobres participan, ahí tenemos los consejos comunales, participación del pueblo, es decir, poder del pueblo…”

Un poder del pueblo convertido en impostura, calza en toda esa ideología que sostiene a este régimen. En mi amigo están suspendidas las vivencias que no dan soporte a la ideología. ¿En la suspensión está la clave para entender el enganche ideológico-político?

Punto de quiebre

En el 2018, diez años después, enero, para ser precisa, me encuentro nuevamente con mi viejo amigo, retomamos la conversación de las afinidades políticas, me encuentro con un relato denso, que dejaré hablar por sí mismo:

“Hoy me siento muy triste y avergonzado, me siento engañado, creí en un gobierno que decía que los pobres éramos importante. Estoy muy triste, estamos pasando hambre, esas tierras que expropiaron se la quitaron a la gente que producía y las destruyeron, hoy no hay comida, todo es un negocio para ellos, quienes gobiernan. Dicen muchas mentiras por el Canal 8, ellos dicen que no hay emigración ni hambre y yo veo que cada vez se va más gente del país, se fue mi nieta con sus dos hijas, veo como cada vez salen más porque aquí no hay trabajo, no hay que comer, los jóvenes no pueden hacer un proyecto de vida”.

“Eso de la democracia participativa es una falacia, yo prefiero aquella que me representaba pero que me permitía comer y vivir, hoy tengo una jubilación, una pensión, la ayuda de mis hijos, mi esposa tiene una pensión, recibo los bonos del gobierno y todo eso no me alcanza para mantener a mi familia. Yo fui un hombre muy responsable y producto de mi trabajo mantuve una familia de 5 hijos, a mi esposa y a mi suegro con sólo un salario mínimo. No tuve grandes cosas, pobremente, pero cumplí, no fallé ni como padre ni como esposo, hoy con todos esos ingresos no logro mantener una familia de sólo 4 miembros, me siento muy deprimido.”

“Siempre fui socialista pero hoy veo que las cosas como que no funcionan en esa manera de gobernar. Puedo decir que las mentiras se van cayendo y voy viendo las cosas con claridad. Lo más importante es la familia y este gobierno no me permite protegerla.”

Mi amigo, nacido el año 1936, de una familia de 14 hermanos, todos con primaria completa y él bachiller, de padre pescador; desde su experiencia no puede decir que vivió el hambre, la produce ficticiamente desde sus ideas políticas, pero cuando la convivencia se afecta y se pone en peligro su sentido de vida centrado en la familia, cae la pesada ideología. La vivencia de no poder proteger a los que más quiere es el punto de quiebre de un sistema que se creía invencible.

¿Sanaremos nuestras heridas? Tenemos un gran reto.

Foto: ElImpulso,com

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Las opiniones expresadas en esta sección son de la entera responsabilidad de sus autores.

Doctora en Ciencias Sociales y Licenciada en Trabajo Social. Profesora titular de la Universidad Central de Venezuela. Investigadora en antropología cultural del pueblo venezolano y sobre el fenómeno...

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