Por
Dulce Yumar
Belfast ha sido leitmotiv de una importante producción cinematográfica, por haber sido la capital de un país con un conflicto que se extendió por más de tres décadas, y que se originó por enfrentamientos entre protestantes más fuertes políticamente y católicos que argumentaban discriminación. También por el peso de un arraigo colonialista británico de muchos años. Un sector abogaba por la independencia de Irlanda del Reino Unido y la unificación del pueblo irlandés, dividido desde que en 1922 se logró la independencia de la República de Irlanda en una negociación política con el Reino Unido.
El conflicto recibió el nombre de The Troubles, un eufemismo para paliar la dureza de un enfrentamiento que se inició a finales de la década del 60, y que bien podría llamarse guerra, tanto por el número de víctimas como por el despliegue de fuerzas militares y paramilitares. Para captar geográficamente el asunto, si miramos el mapa del noreste de Europa destacan dos islas: Irlanda y Gran Bretaña. Una constituida por el Reino Unido y su capital Londres. Al lado izquierdo se encuentra otra isla más pequeña que se divide en Irlanda del Norte, que también pertenece a Gran Bretaña, capital Belfast, y al sur, La República de Irlanda, capital Dublín. Reino Unido es el Estado formado por Inglaterra, Escocia y el país de Gales, mientras que Gran Bretaña es la isla principal del Reino Unido en la que se encuentran Inglaterra, Gales y Escocia.
Esta guerra aparece en muy variadas películas con temas como venganza, traición y afines. En 2021 se estrenó Belfast, un relato autobiográfico de su director Kenneth Branagh, con un enfoque distinto que ha tenido muy buena crítica, y recibió el premio Oscar (2022) al mejor guion cinematográfico. Este film cuenta la visión subjetiva de un niño de 9 años que confronta su inocencia con la transformación progresiva y violenta del barrio obrero donde vive con su familia, debido a la irrupción del conflicto en el verano de 1969. Es la perspectiva de Buddy la que va encadenando las secuencias con ese tema universal de la asunción de la madurez inesperada en la evolución infantil. Este personaje, interpretado excelentemente por Jude Hill, constituye el eje del relato y le adjudica una ternura inusual en el manejo del tema.
La experiencia de la violencia que Buddy ha tenido viene solo de la TV y lo que observa en ese momento cambia por completo. Habitualmente en su barrio apacible todos los vecinos se llevaban bien y ahora son enemigos irreconciliables. La violencia de barricadas y enfrentamientos lo impacta y solo encuentra refugio en la dulzura de los abuelos, y la dedicación de su madre siempre sola, porque el padre trabaja en Inglaterra, y el apoyo que él representa solo surge ocasionalmente. Es el padre quien comienza a pensar en la posibilidad de emigrar para salir de la inseguridad que proyectan los acontecimientos en la ciudad de Belfast.
Quizás la emigración y la incertidumbre de Kenneth Branagh, al haber salido de su ciudad natal en su infancia, matiza de nostalgia subjetiva el relato. Emociones expresadas según la óptica infantil que se acentúa con el uso del blanco y negro en la escenificación. Esto confiere un matiz de evocación de recuerdos que lo marcaron y que ahora evoca con una mezcla de ternura y pérdida. Hay algo de añoranza indiscutible que pese a la dureza del contexto deja un toque de dulce apacibilidad en el espectador, lo que le confiere una absoluta originalidad.
Dentro del mismo contexto de The Troubles pero en otro tiempo aparece En el nombre del padre (1993), una excelente película que vale la pena volver a ver. Es un relato biográfico de denuncia de la justicia británica, que también evidencia cómo es factible lograr la rectificación de la injusticia en el marco democrático. Se cuenta la historia del irlandés Gerry Conlon y su familia cristiana, él sale de Belfast con tan solo 20 años en 1974, en búsqueda de trabajo porque su vida de delincuente juvenil es cuestionada por su familia. Llega a Londres y se instala en una comuna de hippies, con los que entabla amistad. No tiene dinero y al disgustarse con alguien en este sitio se va con otro irlandés a un parque público, allí conoce a Charles Burke, un vagabundo a quien da los pocos centavos que le quedan. Este personaje es clave en su historia porque estaba con él cuando estalló una bomba en un pub en Guildfort donde mueren 5 personas y hay numerosos heridos. De este delito es acusado Conlon inesperadamente.
Debido a su conexión con la comuna, y por un comentario que hace uno de los hippies, Conlon es arrestado, y obligado con torturas y amenazas a reconocer su culpabilidad en la Corte. Ahí es condenado a cadena perpetua por terrorismo, así como a sus familiares, a su padre y a otros con cargos menores. Es detenido en una cárcel, donde posteriormente llega el verdadero autor material del estallido de la bomba quien lo ha confesado a la policía, y se lo dice también a los inculpados injustamente. Entonces comienza a develarse que el fallo obedece a un montaje policial que se mantiene para no afectar la trayectoria de los implicados, y porque es una familia del bando objeto de la discriminación, ¿por qué habría que desconocer lo “investigado”?
Es por la valiente y constante investigación de una abogada de derechos humanos que accede al expediente, que se descubre el montaje y se apela al veredicto después de que Gerry Conlon ha vivido 15 años en prisión, y visto ahí la muerte de su padre. Ante la inobjetable defensa de la abogada que presenta todas las evidencias que fueron ocultadas por la policía, la Corte declara la inocencia y otorga la libertad a todos los implicados injustamente. Conlon es resarcido económicamente, pero quedó con sus nervios muy afectados por el drama. Se vuelve adicto al alcohol y a las drogas, e incluso intenta suicidarse. No obstante, milita por la defensa de los derechos de otros afectados por la justicia. Muere en 2014 por cáncer de pulmón. Esta historia real es reportada como uno de los errores de la justicia británica, y el personaje central es actuado muy excelentemente por el actor Daniel Day Lewis. La película recibe premios y 7 nominaciones al Oscar, pese a cuestionar el poder establecido.
Hoy Belfast es una apacible ciudad cuya población no llega a los dos millones de habitantes. Solo pudiera quizá ser inspiración de una película que explique el logro de una especie de justicia transicional, pese a que a veces afloran como latentes algunas tensiones. Pero ya nadie quiere embarcarse en algo que vaya más allá, hay que espantar las malas vibraciones. La vida sigue con tranquilidad, y parece gente aficionada a la alegría y al buen trago, hay pubs concurridos y la cerveza y el whisky son muy reconocidos. Aunque todavía hay separación entre barrios protestantes y católicos, y en algunas paredes se ven coloridos murales que llaman “de la paz”, pero que marcan territorios grupales, y reflejan eventos de la guerra: barricadas, enfrentamientos y violencia extrema. También evocan el fin del conflicto que terminó el 10 de abril de 1998, durante la gestión de Tony Blair y con la participación de los Estados Unidos en la negociación. Con una guerra fratricida en Ucrania, que sin duda afectará al resto de Europa, hay que celebrar que en Belfast la guerra es cosa del pasado. Estamos aquí por las vueltas y golpes que da la vida, observando y esperando que todo retome su buen curso allá donde nacimos. Como dijo un defensor de derechos humanos, el gobierno neutralizó a los profesores universitarios con la estrategia de quitarle el agua al pez. Hay que seguir con esperanza, y agradecer a mi hija este refugio que con amor me ofrece.
***
Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
De la misma autora: El milagro de Sudáfrica: una cultura democrática centrada en valores cívicos
La crisis de la educación se manifiesta no solamente en las dificultades materiales y financieras que atraviesa sino en la falta de conexión con los adolescentes y jóvenes de nuestros tiempos. La Unesco revela que, antes de la pandemia, en América Latina y el Caribe ya había doce millones de niños, niñas y adolescentes fuera […]
La informalidad empuja a los países a la baja productividad y, en definitiva, al menor bienestar social.
La política tiene la capacidad necesaria para afianzar realidades o, por lo contrario, desarticularlas y desguazarlas. Quizás, esto fue la razón para que John Morley, reconocido escritor y político inglés, expresara que “la política es un campo en el que su praxis ocurre, principalmente, entre tumbos y desaciertos”. Advertir cómo una realidad resulta dislocada, por […]
Un artículo pionero demostró que limitar la ingesta de calorías en ratas prolonga sus vidas un 40%.
Por
Dulce Yumar
Belfast ha sido leitmotiv de una importante producción cinematográfica, por haber sido la capital de un país con un conflicto que se extendió por más de tres décadas, y que se originó por enfrentamientos entre protestantes más fuertes políticamente y católicos que argumentaban discriminación. También por el peso de un arraigo colonialista británico de muchos años. Un sector abogaba por la independencia de Irlanda del Reino Unido y la unificación del pueblo irlandés, dividido desde que en 1922 se logró la independencia de la República de Irlanda en una negociación política con el Reino Unido.
El conflicto recibió el nombre de The Troubles, un eufemismo para paliar la dureza de un enfrentamiento que se inició a finales de la década del 60, y que bien podría llamarse guerra, tanto por el número de víctimas como por el despliegue de fuerzas militares y paramilitares. Para captar geográficamente el asunto, si miramos el mapa del noreste de Europa destacan dos islas: Irlanda y Gran Bretaña. Una constituida por el Reino Unido y su capital Londres. Al lado izquierdo se encuentra otra isla más pequeña que se divide en Irlanda del Norte, que también pertenece a Gran Bretaña, capital Belfast, y al sur, La República de Irlanda, capital Dublín. Reino Unido es el Estado formado por Inglaterra, Escocia y el país de Gales, mientras que Gran Bretaña es la isla principal del Reino Unido en la que se encuentran Inglaterra, Gales y Escocia.
Esta guerra aparece en muy variadas películas con temas como venganza, traición y afines. En 2021 se estrenó Belfast, un relato autobiográfico de su director Kenneth Branagh, con un enfoque distinto que ha tenido muy buena crítica, y recibió el premio Oscar (2022) al mejor guion cinematográfico. Este film cuenta la visión subjetiva de un niño de 9 años que confronta su inocencia con la transformación progresiva y violenta del barrio obrero donde vive con su familia, debido a la irrupción del conflicto en el verano de 1969. Es la perspectiva de Buddy la que va encadenando las secuencias con ese tema universal de la asunción de la madurez inesperada en la evolución infantil. Este personaje, interpretado excelentemente por Jude Hill, constituye el eje del relato y le adjudica una ternura inusual en el manejo del tema.
La experiencia de la violencia que Buddy ha tenido viene solo de la TV y lo que observa en ese momento cambia por completo. Habitualmente en su barrio apacible todos los vecinos se llevaban bien y ahora son enemigos irreconciliables. La violencia de barricadas y enfrentamientos lo impacta y solo encuentra refugio en la dulzura de los abuelos, y la dedicación de su madre siempre sola, porque el padre trabaja en Inglaterra, y el apoyo que él representa solo surge ocasionalmente. Es el padre quien comienza a pensar en la posibilidad de emigrar para salir de la inseguridad que proyectan los acontecimientos en la ciudad de Belfast.
Quizás la emigración y la incertidumbre de Kenneth Branagh, al haber salido de su ciudad natal en su infancia, matiza de nostalgia subjetiva el relato. Emociones expresadas según la óptica infantil que se acentúa con el uso del blanco y negro en la escenificación. Esto confiere un matiz de evocación de recuerdos que lo marcaron y que ahora evoca con una mezcla de ternura y pérdida. Hay algo de añoranza indiscutible que pese a la dureza del contexto deja un toque de dulce apacibilidad en el espectador, lo que le confiere una absoluta originalidad.
Dentro del mismo contexto de The Troubles pero en otro tiempo aparece En el nombre del padre (1993), una excelente película que vale la pena volver a ver. Es un relato biográfico de denuncia de la justicia británica, que también evidencia cómo es factible lograr la rectificación de la injusticia en el marco democrático. Se cuenta la historia del irlandés Gerry Conlon y su familia cristiana, él sale de Belfast con tan solo 20 años en 1974, en búsqueda de trabajo porque su vida de delincuente juvenil es cuestionada por su familia. Llega a Londres y se instala en una comuna de hippies, con los que entabla amistad. No tiene dinero y al disgustarse con alguien en este sitio se va con otro irlandés a un parque público, allí conoce a Charles Burke, un vagabundo a quien da los pocos centavos que le quedan. Este personaje es clave en su historia porque estaba con él cuando estalló una bomba en un pub en Guildfort donde mueren 5 personas y hay numerosos heridos. De este delito es acusado Conlon inesperadamente.
Debido a su conexión con la comuna, y por un comentario que hace uno de los hippies, Conlon es arrestado, y obligado con torturas y amenazas a reconocer su culpabilidad en la Corte. Ahí es condenado a cadena perpetua por terrorismo, así como a sus familiares, a su padre y a otros con cargos menores. Es detenido en una cárcel, donde posteriormente llega el verdadero autor material del estallido de la bomba quien lo ha confesado a la policía, y se lo dice también a los inculpados injustamente. Entonces comienza a develarse que el fallo obedece a un montaje policial que se mantiene para no afectar la trayectoria de los implicados, y porque es una familia del bando objeto de la discriminación, ¿por qué habría que desconocer lo “investigado”?
Es por la valiente y constante investigación de una abogada de derechos humanos que accede al expediente, que se descubre el montaje y se apela al veredicto después de que Gerry Conlon ha vivido 15 años en prisión, y visto ahí la muerte de su padre. Ante la inobjetable defensa de la abogada que presenta todas las evidencias que fueron ocultadas por la policía, la Corte declara la inocencia y otorga la libertad a todos los implicados injustamente. Conlon es resarcido económicamente, pero quedó con sus nervios muy afectados por el drama. Se vuelve adicto al alcohol y a las drogas, e incluso intenta suicidarse. No obstante, milita por la defensa de los derechos de otros afectados por la justicia. Muere en 2014 por cáncer de pulmón. Esta historia real es reportada como uno de los errores de la justicia británica, y el personaje central es actuado muy excelentemente por el actor Daniel Day Lewis. La película recibe premios y 7 nominaciones al Oscar, pese a cuestionar el poder establecido.
Hoy Belfast es una apacible ciudad cuya población no llega a los dos millones de habitantes. Solo pudiera quizá ser inspiración de una película que explique el logro de una especie de justicia transicional, pese a que a veces afloran como latentes algunas tensiones. Pero ya nadie quiere embarcarse en algo que vaya más allá, hay que espantar las malas vibraciones. La vida sigue con tranquilidad, y parece gente aficionada a la alegría y al buen trago, hay pubs concurridos y la cerveza y el whisky son muy reconocidos. Aunque todavía hay separación entre barrios protestantes y católicos, y en algunas paredes se ven coloridos murales que llaman “de la paz”, pero que marcan territorios grupales, y reflejan eventos de la guerra: barricadas, enfrentamientos y violencia extrema. También evocan el fin del conflicto que terminó el 10 de abril de 1998, durante la gestión de Tony Blair y con la participación de los Estados Unidos en la negociación. Con una guerra fratricida en Ucrania, que sin duda afectará al resto de Europa, hay que celebrar que en Belfast la guerra es cosa del pasado. Estamos aquí por las vueltas y golpes que da la vida, observando y esperando que todo retome su buen curso allá donde nacimos. Como dijo un defensor de derechos humanos, el gobierno neutralizó a los profesores universitarios con la estrategia de quitarle el agua al pez. Hay que seguir con esperanza, y agradecer a mi hija este refugio que con amor me ofrece.
***
Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
De la misma autora: El milagro de Sudáfrica: una cultura democrática centrada en valores cívicos