OPINIÓN · 15 FEBRERO, 2022 05:45

El milagro de Sudáfrica: una cultura democrática centrada en valores cívicos

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Efecto Cocuyo | @efectococuyo

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Dulce Yumar

La muerte del líder religioso sudafricano Desmond Tutu a finales del año pasado trajo al primer plano lo que pudiera llamarse: el milagro de Sudáfrica, del que fue protagonista al igual que Nelson Mandela. Ambos fueron militantes contra el apartheid que mantenía a este país bajo la hegemonía del racismo, expresado en el control de la vida de todos los ciudadanos negros.

Con 76 años, Mandela llegó en 1994 a ser el primer presidente negro de ese país, después de luchar por él desde que era estudiante de derecho, y luego obtuvo el título de abogado. Fue detenido y enjuiciado en varias oportunidades, militó en el Partido Nacional, pero también tendía puentes hacia otros sectores políticos, y se interesó transitoriamente por el marxismo.  A comienzos de los 60 es enjuiciado de nuevo, acusado de traición y estuvo preso 27 años. Salió a negociar en política, no a vengarse. Practicó la desobediencia civil, y fue influenciado por Gandhi, quien estuvo varios años en Sudáfrica, y auspiciaba la lucha no violenta.

El presidente de la minoría blanca en ejercicio Frederik de Klerk fue uno de los actores de la negociación, logró ver a los enemigos como oponentes, por ello promueve elecciones generales, que gana el Congreso Nacional Africano  liderado por Mandela, a quien había decidido liberar de prisión. Y comienza a abolir las leyes racista. Es uno de los invitados a la toma de posesión del nuevo gobierno, que termina con el apartheid, por ello también gana el Nobel de  la Paz en 1993. También es el Vicepresidente del gobierno interracial que resulta de los acuerdos alcanzados, durante dos años.

Tutu era 13 años menor que Mandela. Pese a ello, fue su confidente, y lo visitó en la cárcel en varias ocasiones. Este religioso llegó a ser Obispo y su alta jerarquía lo protegió de la violencia discriminatoria. Era pacifista, y obtuvo el Nobel de la Paz en 1984, pero estuvo implicado en la lucha contra el racismo y llegó a decir: Si eres neutral en una situación de injusticia, es que has elegido el lado del opresor. Mandela lo nombró presidente de la Comisión de la Verdad y Reconciliación.

El proceso de Justicia y Reconciliación durante la presidencia de Mandela empezó con una negociación política, y con la formación de un gobierno de integración con otros partidos, y una nueva Constitución no racista. La Comisión de la Verdad evidenció la violación de los derechos humanos de los ciudadanos negros, y funcionó de tal manera que se ha convertido en ejemplo mundial de transición. En el mismo año del inicio de su gestión Nelson Mandela recibe el Nobel de la Paz.

La fuerza solidaria de la unión

Ahora bien, paralelamente a la discriminación se fue gestando una especie de proceso social de construcción de identidad liberadora, en el plano moral, de los ciudadanos negros reprimidos. Esto se consolidó a lo largo de la historia represiva del apartheid, que se fundamentaba en la supuesta superioridad racial de los blancos occidentales, quienes impedían el acceso a la educación, a la propiedad de la tierra, y a los servicios de salud a los ciudadanos negros, a quienes estimaban inferiores y solo objetos de producción.

En esta liberación de los oprimidos, centrada en una filosofía comunal, se tenía como axioma la expresión: Tú eres, luego yo soy. Se trata de una máxima de la empatía con los otros, a los que se considera iguales y que deberían ser sujetos de un trato ético fundamentado en estos valores cívicos: compasión, generosidad, agradecimiento, honestidad, magnanimidad, comprensión, solidaridad, y perdón.

Según esto las opciones que una persona tiene ante la vida no dependen de la raza. La rebelión civil partió de un humanismo liberador. Una persona es una persona a través de su convivencia con las otras. Lo que alguien alcanza como logro no es una amenaza para los otros, sino que los complementa en el poder que da la unión, única manera de llegar a liberarnos todos. La fuerza del amor es un impulso de insospechada riqueza. Esta filosofía se llama Ubuntu en lengua africana.

En las redes se encuentran ejemplos clásicos y conmovedores, de cómo el Ubuntu está arraigado en la comunidad, incluso en los niños, y cómo operó ante los dramas de la Comisión de la Verdad. En el primer caso un antropólogo propone una competencia a unos niños: ganará un saco de frutas frescas quien resulte ganador en la carrera. Sorprendentemente, todos los niños se agarran de las manos y corren conjuntamente. Entonces, todos son ganadores y disfrutan del premio.

En 1996, en el tribunal de la Comisión de la Verdad, se presenta, entre muchos más, el drama de una anciana que perdió violentamente a toda su familia: un hijo y su esposo. El acusado era un agente de seguridad y ha sido juzgado, en un proceso publicado por radio y tv. Está en el banquillo junto otros guardias. La anciana víctima toma la palabra y narra que este hombre llegó a su casa un día y le disparó a boca de jarro a su hijo, quien es después incinerado. Posteriormente va a buscar al marido y lo desparecen por dos años. Ella permaneció sin noticias. Luego el acusado la busca y la lleva al borde de un río donde lo encuentra maniatado, y torturado al borde de la muerte frente a una hoguera. El hombre solo alcanza a decir antes de morir incinerado enfrente de ella: perdónalo, Señor.

El acusado ha aceptado sus crímenes y cuando le preguntan a la anciana qué quiere que se haga con él, ella dice: -Que me lleve al río a recoger las cenizas de mi esposo para darle sepultura. Que pase a ser mi familia, mi hijo, ya que no tengo a nadie, y que me visite frecuentemente. Por ello quiero que me permita ahora acercarme, abrazarlo y perdonarlo. Impresionado por lo dicho por la víctima, el victimario cae desmayado en pleno acto, mientras el público canta una canción que expresa el poder del perdón.

Se supone que con estas acciones se alcance una especie de catarsis dignificadora de las víctimas, quienes pasan a tener voz y a ejercer un poder moral para perdonar y volver a hacer personas a los victimarios. Por estos logros y los cambios  generados, de una dimensión tan poco usual en el terreno político, y humano -que implicaron un trabajo, riesgos y dolor de todo tipo, expresión plena de esta cultura-, Tutu terminó diciendo que su país era ahora: La nación arcoíris, en tanto que Mandela pasó a ser el Padre de la Nación Sudafricana.

***

Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

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El proceso de Justicia y Reconciliación durante la presidencia de Mandela empezó con una negociación política, y con la formación de un gobierno de integración con otros partidos, y una nueva Constitución no racista. La Comisión de la Verdad evidenció la violación de los derechos humanos de los ciudadanos negros, y funcionó de tal manera que se ha convertido en ejemplo mundial de transición. En el mismo año del inicio de su gestión Nelson Mandela recibe el Nobel de la Paz.

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En esta liberación de los oprimidos, centrada en una filosofía comunal, se tenía como axioma la expresión: Tú eres, luego yo soy. Se trata de una máxima de la empatía con los otros, a los que se considera iguales y que deberían ser sujetos de un trato ético fundamentado en estos valores cívicos: compasión, generosidad, agradecimiento, honestidad, magnanimidad, comprensión, solidaridad, y perdón.

Según esto las opciones que una persona tiene ante la vida no dependen de la raza. La rebelión civil partió de un humanismo liberador. Una persona es una persona a través de su convivencia con las otras. Lo que alguien alcanza como logro no es una amenaza para los otros, sino que los complementa en el poder que da la unión, única manera de llegar a liberarnos todos. La fuerza del amor es un impulso de insospechada riqueza. Esta filosofía se llama Ubuntu en lengua africana.

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En 1996, en el tribunal de la Comisión de la Verdad, se presenta, entre muchos más, el drama de una anciana que perdió violentamente a toda su familia: un hijo y su esposo. El acusado era un agente de seguridad y ha sido juzgado, en un proceso publicado por radio y tv. Está en el banquillo junto otros guardias. La anciana víctima toma la palabra y narra que este hombre llegó a su casa un día y le disparó a boca de jarro a su hijo, quien es después incinerado. Posteriormente va a buscar al marido y lo desparecen por dos años. Ella permaneció sin noticias. Luego el acusado la busca y la lleva al borde de un río donde lo encuentra maniatado, y torturado al borde de la muerte frente a una hoguera. El hombre solo alcanza a decir antes de morir incinerado enfrente de ella: perdónalo, Señor.

El acusado ha aceptado sus crímenes y cuando le preguntan a la anciana qué quiere que se haga con él, ella dice: -Que me lleve al río a recoger las cenizas de mi esposo para darle sepultura. Que pase a ser mi familia, mi hijo, ya que no tengo a nadie, y que me visite frecuentemente. Por ello quiero que me permita ahora acercarme, abrazarlo y perdonarlo. Impresionado por lo dicho por la víctima, el victimario cae desmayado en pleno acto, mientras el público canta una canción que expresa el poder del perdón.

Se supone que con estas acciones se alcance una especie de catarsis dignificadora de las víctimas, quienes pasan a tener voz y a ejercer un poder moral para perdonar y volver a hacer personas a los victimarios. Por estos logros y los cambios  generados, de una dimensión tan poco usual en el terreno político, y humano -que implicaron un trabajo, riesgos y dolor de todo tipo, expresión plena de esta cultura-, Tutu terminó diciendo que su país era ahora: La nación arcoíris, en tanto que Mandela pasó a ser el Padre de la Nación Sudafricana.

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