El 2016 ha sido un año particularmente complejo en los escenarios políticos venezolanos. Si algo nos ha dejado de manera contundente es una despolarización constante de la sociedad. Prácticamente todos los indicadores de opinión pública revelan que el país cambió en sus percepciones políticas comparativamente hablando con respecto a la última década.
El énfasis mayor viene dado en los niveles de relacionamiento político, que han ido poco a poco desarticulando la intolerancia que en un momento determinado abrazó el funcionamiento general del país en todos los ámbitos.Todo ello nos hizo llegar a la conclusión que estábamos en una etapa de “fin de un ciclo” que caracteriza una situación particular de la política donde van feneciendo las expectativas y los ideales que mantienen a una población adherida a un proyecto en particular.
2017 inicia de una manera aún más compleja. La agudización de los indicadores económicos y sociales apuntalan un nivel de conflictividad política elevado. Cuando se está cerrando un ciclo se presenta una contradicción enorme entre lo viejo y lo nuevo. Lo viejo se apega a la resistencia al cambio y lo nuevo no termina de configurarse en el corto plazo. Esta etapa en particular, con un escenario de dificultades económicas severas, puede ofrecernos situaciones extremadamente complicadas.
Este primer trimestre del año se puede caracterizar en esa dimensión. Una economía que requiere urgente atención y formas diferentes de abordaje integral y una política enrarecida que no permite la viabilización de soluciones concretas. En este escenario de agudización el pueblo venezolano con sus organizaciones intermedias tendrá un papel estelar en la búsqueda de alternativas de solución.
Hasta ahora ha quedado claro que sin cambio político no habrá cambios en la economía del país. Quienes ostentan el gobierno, próximos a cumplir 18 años en el ejercicio del mismo, apuestan a una mejora sustancial del ingreso fiscal vía aumento de los precios de la cesta petrolera. Una especie de esquema de gestión soportado en el “Dios proveerá” mencionado en una alocución pública del presidente Nicolás Maduro Moros.
Siguen apostando en el ataque a las consecuencias de la política económica actual y no a las causas que originan el deterioro creciente de las condiciones de vida de la población. Las consecuencias inmediatas de este proceder tienen que ver con la profundización de la “ley del embudo” en la población venezolana que fortalece la desigualdad empobreciendo cada día más a las grandes mayorías y enriqueciendo a unos pocos que tienen el acceso “político” a dólares preferenciales. De esta manera se consolida el crecimiento constante de la tensión social en el país en una especie de bomba de tiempo.
Frente a ese crecimiento sostenido de la tensión social en el país es necesaria una interpretación correcta del liderazgo político para actuar en consecuencia y poder encaminar articuladamente el deseo de cambio de la sociedad. Las contradicciones más que evidentes de la plataforma de partidos de la oposición venezolana, han debilitado las expectativas de la amplia mayoría de la población nacional.
En un escenario de creciente tensión esto es absolutamente contraproducente ya que un cauce social concentrado puede desbordarse sin la presencia activa de vocerías responsables que direccionen correctamente el cambio político anhelado. En este sentido, los partidos políticos y los líderes más destacados deben mejorar sus mecanismos internos de discusión y análisis de cara a consolidar un mejor procesamiento de los fenómenos actuales y sus respuestas inmediatas.
La línea de actuación del gobierno viene dada por cerrar sostenidamente los procesos de cambio en el país. El nuevo gabinete ministerial así lo refleja. Esa línea dura desarrollada actualmente a contravía de las percepciones y sentimientos generalizados en la opinión pública venezolana, va a tener implicaciones en los niveles de complejidad del primer trimestre del año.
Para desmontar o aflojar esa línea dura se necesita mucha articulación social y política. Lo político no puede estar separado de lo social en estas circunstancias especiales que vivimos. Allí está la clave. Conectar las expectativas de la gente con los mensajes del liderazgo político puede facilitar el cambio. Urge entonces mejorar considerablemente la vocería. Hacer sentir a la gente que hay esperanza porque nuestra actuación busca reivindicar la economía de cada familia venezolana. El tiempo actual es crucial para interpretar los deseos de cambio.
Foto: Tal Cual
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El 2016 ha sido un año particularmente complejo en los escenarios políticos venezolanos. Si algo nos ha dejado de manera contundente es una despolarización constante de la sociedad. Prácticamente todos los indicadores de opinión pública revelan que el país cambió en sus percepciones políticas comparativamente hablando con respecto a la última década.
El énfasis mayor viene dado en los niveles de relacionamiento político, que han ido poco a poco desarticulando la intolerancia que en un momento determinado abrazó el funcionamiento general del país en todos los ámbitos.Todo ello nos hizo llegar a la conclusión que estábamos en una etapa de “fin de un ciclo” que caracteriza una situación particular de la política donde van feneciendo las expectativas y los ideales que mantienen a una población adherida a un proyecto en particular.
2017 inicia de una manera aún más compleja. La agudización de los indicadores económicos y sociales apuntalan un nivel de conflictividad política elevado. Cuando se está cerrando un ciclo se presenta una contradicción enorme entre lo viejo y lo nuevo. Lo viejo se apega a la resistencia al cambio y lo nuevo no termina de configurarse en el corto plazo. Esta etapa en particular, con un escenario de dificultades económicas severas, puede ofrecernos situaciones extremadamente complicadas.
Este primer trimestre del año se puede caracterizar en esa dimensión. Una economía que requiere urgente atención y formas diferentes de abordaje integral y una política enrarecida que no permite la viabilización de soluciones concretas. En este escenario de agudización el pueblo venezolano con sus organizaciones intermedias tendrá un papel estelar en la búsqueda de alternativas de solución.
Hasta ahora ha quedado claro que sin cambio político no habrá cambios en la economía del país. Quienes ostentan el gobierno, próximos a cumplir 18 años en el ejercicio del mismo, apuestan a una mejora sustancial del ingreso fiscal vía aumento de los precios de la cesta petrolera. Una especie de esquema de gestión soportado en el “Dios proveerá” mencionado en una alocución pública del presidente Nicolás Maduro Moros.
Siguen apostando en el ataque a las consecuencias de la política económica actual y no a las causas que originan el deterioro creciente de las condiciones de vida de la población. Las consecuencias inmediatas de este proceder tienen que ver con la profundización de la “ley del embudo” en la población venezolana que fortalece la desigualdad empobreciendo cada día más a las grandes mayorías y enriqueciendo a unos pocos que tienen el acceso “político” a dólares preferenciales. De esta manera se consolida el crecimiento constante de la tensión social en el país en una especie de bomba de tiempo.
Frente a ese crecimiento sostenido de la tensión social en el país es necesaria una interpretación correcta del liderazgo político para actuar en consecuencia y poder encaminar articuladamente el deseo de cambio de la sociedad. Las contradicciones más que evidentes de la plataforma de partidos de la oposición venezolana, han debilitado las expectativas de la amplia mayoría de la población nacional.
En un escenario de creciente tensión esto es absolutamente contraproducente ya que un cauce social concentrado puede desbordarse sin la presencia activa de vocerías responsables que direccionen correctamente el cambio político anhelado. En este sentido, los partidos políticos y los líderes más destacados deben mejorar sus mecanismos internos de discusión y análisis de cara a consolidar un mejor procesamiento de los fenómenos actuales y sus respuestas inmediatas.
La línea de actuación del gobierno viene dada por cerrar sostenidamente los procesos de cambio en el país. El nuevo gabinete ministerial así lo refleja. Esa línea dura desarrollada actualmente a contravía de las percepciones y sentimientos generalizados en la opinión pública venezolana, va a tener implicaciones en los niveles de complejidad del primer trimestre del año.
Para desmontar o aflojar esa línea dura se necesita mucha articulación social y política. Lo político no puede estar separado de lo social en estas circunstancias especiales que vivimos. Allí está la clave. Conectar las expectativas de la gente con los mensajes del liderazgo político puede facilitar el cambio. Urge entonces mejorar considerablemente la vocería. Hacer sentir a la gente que hay esperanza porque nuestra actuación busca reivindicar la economía de cada familia venezolana. El tiempo actual es crucial para interpretar los deseos de cambio.
Foto: Tal Cual