Hace varias décadas, el núcleo de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (Upel) en Maturín, estado Monagas, era un lugar limpio, iluminado y equipado, donde se formaban cientos de docentes del oriente de Venezuela. Hoy solo queda una estructura maltrecha, de aulas desvalijadas y pasillos lúgubres. 

De acuerdo con Neida Montiel, decana de la institución, 58 salones han sido desmantelados así como los laboratorios, las bibliotecas y el auditorio. Techos y muros rotos, ventanas sin cristales o marcos de cobre y restos de pupitres es lo que hay dentro del centro universitario. Son las huellas de la delincuencia y el abandono por la cuarentena, decretada por el gobierno de Nicolás Maduro en marzo de 2020, tras la expansión del coronavirus en el país. 

«Estamos en nada. No tenemos luz: nos robaron 17 transformadores. Los bajaron y los destrozaron. Nos quitaron el cableado eléctrico. No se cuantos miles de dólares se llevaron. También nos robaron la bomba y nos dejaron sin agua. Además, nos destrozaron el aire acondicionado. Lo único que no nos quitaron fue la dignidad y el animo de seguir formando», explicó Montiel a Efecto Cocuyo. 

La Upel, que a principios de siglo tenía por lo menos 8.000 estudiantes, hoy tiene una matrícula aproximada de 1.600 inscritos, dicen sus autoridades. Los libros de la biblioteca están a punto de dañarse por la filtración de las paredes y los baños están deshabilitados. El movimiento estudiantil Unidad Upelista asegura que el núcleo llegó a contar con 60.000 pupitres, pero profesores reportan que actualmente quedan 700. 

«Los laboratorios están en una situación lamentable. De Física se llevaron absolutamente todo. Lo único que no se robaron fue un modelo anatómico del laboratorio de Anatomía, porque nos los llevamos nosotros por prevención, en pandemia», puntualizó la decana. 

Aun en ruinas, la universidad continúa ofreciendo clases en sus 14 especialidades e inició el proceso de admisión para estudiantes de pregrado y postgrado. Los docentes se resisten a abandonar su sitio, a pesar de que a las inscripciones cada vez acude menos gente. Montiel recuerda que la migración y el bajo salario de los profesores universitarios influye en la decisiones de los jóvenes de no recibirse como educadores. 

De hecho, en febrero de 2022, el profesor e investigador Tulio Ramírez informó que la matricula de estudiantes de Educación en la Universidad Metropolitana (Unimet) descendió 86,2 % entre 2011 y 2019; en la Universidad Central de Venezuela (UCV) bajó 65,6 % entre 2004 y 2010 y en la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (Upel) cayó 73% entre 2008 y 2020.

La ruina en pandemia

A principios de 2021, varios estudiantes y profesores se acercaron a la Upel de Maturín para verificar su estado. El gobierno de Nicolás Maduro había suspendido las clases desde marzo de 2020 y la mayoría de los centros universitarios permanecían sin vigilancia. Entre ese mes y marzo de 2022, el Observatorio Venezolano de Universidades (OBU) registró 240 hechos delictivos contra 11 universidades públicas en el país. 

Los upelistas encontraron con una institución diferente a la que recordaban. Las puertas habían sido arrancadas y a los autobuses de transporte estudiantil les faltaban las ventanas y los motores. De los baños se llevaron los inodoros y los lavamanos. En las oficinas apenas quedaban escritorios: no estaban las computadoras, sillas, impresoras y carpetas con papeles importantes. 

«Estuvimos un tiempo respaldados por la policía del estado. En función a lo que expresaban los funcionarios, tenían poco personal y no podían permanecer todo el tiempo en el instituto. Entonces llegó un momento que la policía no volvió más», comentó Montiel. 

Para mediados de 2021, Jonathan Caripe, dirigente de Unidad Upelista, denunció que por lo menos 20.000 pupitres fueron sustraídos de la Upel de Maturín, para ser usados como leña a raíz de la intensa crisis del gas en Monagas. En mayo de ese año, también informó que varios delincuentes se llevaron 21 láminas de zinc.  

De vuelta a clases presenciales

El personal docente y obrero de la Upel de Maturín acató la suspensión de clases por la cuarentena en 2020. «Ese fue un error gravísimo, porque en pandemia fue que empezaron a robar», expresó Montiel. 

Posteriormente, en 2021 las autoridades decidieron programar un semestre semipresencial, bajo el argumento de que no se podían dejar solas las instalaciones del instituto. 

«Acordamos que el personal se acercara una o dos veces a la semana e hiciera presencia en la mañana. El semestre siguiente lo hicimos más presencial para que el estudiante pudiese conocer a su docente cara a cara», explicó la decana. 

Actualmente, el núcleo funciona con al menos 50 % de presencialidad. Sus salones, aunque desvalijados, están abiertos. Los jóvenes se integran poco a poco, tras la larga pausa de dos años de COVID-19. 

Sin ayuda

A pesar de las continuas denuncias que estudiantes y profesores han realizado a las autoridades del estado Monagas, aún no han recibido una respuesta concreta. El primer fin de semana de julio la decana Montiel denunció públicamente la situación, que fue difundida por el diario El Oriental como un «llamado de SOS» al Estado. 

«Espero que la gobernación o la alcaldía envíe gente especializada a inspeccionar los espacios de la universidad para hacer las reparaciones y rehabilitaciones pertinentes que permitan a los docentes trabajar de una manera más grata. Sé que es un proceso difícil, pero esto no es imposible cuando el Estado, que es el dueño de todo lo que se robaron, hace su trabajo», expresó Montiel a Efecto Cocuyo

Mientras tanto, son los estudiantes, profesores y obreros los que mantienen la limpieza en la Upel de Maturín. No hay condiciones para ver clases pero hacen el intento de cumplir con el cronograma académico.

«Es terrible, pero algunos nos queremos graduar. Y agradecemos que no se detenga la universidad porque luego ese proceso se alarga y la gente empieza a irse dejando todo a medias», indicó Mariela Ortiz, estudiante del centro universitario. 

Los profesores que persisten

Montiel señaló que la Upel de Maturín se mantiene con un estimado de 138 profesores desde 2021. Indica que durante el último año la deserción docente no ha sido alta, como en otras universidades del país. 

«En estos momentos, puedo decir que en tiempo de pandemia los docentes más bien regresaron. Hay incluso jubilados que volvieron. Solo hay dos docentes que oficialmente renunciaron. Aquí todavía tenemos fuerza para pelear», comentó. 

La decana aseguró que, a pesar de la reducción de beneficios laborales por el instructivo de la Oficina Nacional de Presupuesto (Onapre) y los bajos sueldos, no ha habido una fuga de profesionales. En el presente, según las tablas salariales actualizadas por el Ministerio de Educación Universitaria en marzo de 2022, la remuneración de un profesor titular de tiempo completo es de 442,51 bolívares equivalentes a 80 dólares. 

Para mayo de 2022, la canasta básica alimentaria alcanzó los 477,52 dólares, de acuerdo con el Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros (Cendas-FVM).

«Somos pioneros en la formación de los docentes de Monagas y el oriente de Venezuela. Muchos de ellos han ocupado cargos importantes en este país. No vamos a irnos. Esta universidad todavía tiene mucho que dar», apuntó Montiel. La Upel de Maturín está próxima a cumplir 51 años: fue fundada el 20 de octubre de 1971 bajo el decreto Nº 776 del entonces presidente de Venezuela, Rafael Caldera.

</div>