Siendo apenas una adolescente de 16 años, Ana Yranzo aprendió con su mamá a hacer submarinismo en las cristalinas aguas del Parque Nacional Morrocoy. Ubicado en la región centro-occidental del estado Falcón, este parque, de 28.736 hectáreas, tenía la mayor diversidad de arrecifes coralinos continentales del país.
La cantidad de colores y la vistosidad de los peces que vio mientras buceaba entre cayos de arenas blancas y abundantes manglares, la asombraron. Pocos meses después, cuando volvió a sumergirse, toda la exuberancia se había ido.
En enero de 1996 una mortandad masiva acabó con el 90 % de los corales y los invertebrados bentónicos. “No sabíamos lo que teníamos, ahora hay que decirle a los estudiantes más jóvenes que se lo imaginen, es una lástima”, dice Yranzo, ahora Licenciada en Estudios Ambientales con maestría en Ciencias Biológicas.
Luego de 20 años, Yranzo lidera una investigación para poder evaluar el estado de conservación de dos especies de corales en Morrocoy: Orbicella annularis y Orbicella faveolata. Lo que encontró fue que estos animales, aun muertos, sentaron las bases para que otras colonias se formaran sobre ellos.
Un estudio realizado entre 1995 y 1999 reveló que en Playa Mero, en el Parque Nacional Morrocoy, la cobertura coralina cayó de 36,56 % a tan solo 4,84 % tres meses después del evento de mortandad masiva y solo quedaban nueve de las 26 especies coralinas identificadas, pero casi toda la cobertura correspondía a solo cuatro especies.
Chichiriviche. Foto Carlos Cordero
Aunque no hay razones claras de la mortandad, se han planteado dos hipótesis: una anomalía climatológica que generó el enfriamiento de las aguas y una disminución de la salinidad o el vertido de contaminantes provenientes de escorrentías urbanas y agrícolas.
En 2017, Yranzo fue seleccionada como Segré Fellow de EDGE of Existence, un programa de la Sociedad Zoológica de Londres, para investigar el estado de salud actual de las especies coralinas Orbicella.
Para mediados de 2020, Yranzo y su equipo deben revelar sus hallazgos en términos de abundancia, densidad, cobertura, tamaño, mortalidad, prevalencia a enfermedades y blanqueamiento.
Una de las dificultades es que “no hay estudios de estas especies previo a 1996. Solo hay líneas de base generales en siete lugares de Morrocoy, no específicas de Orbicella”, cuenta Yranzo.
Carlos Pereira, biólogo marino de la Universidad de Oriente con doctorado en Ecología en la Universidad Central de Venezuela, es uno de los asistentes de investigación del proyecto.
“En Morrocoy marcamos las colonias para hacerles el seguimiento de sus enfermedades y sobrevivencia”, cuenta.
Luego de mapear los corales con GPS, programa e instala los sensores de temperatura en el fondo marino y boyas para marcar su ubicación.
El proyecto monitorea 10 áreas en Morrocoy y dos en el Refugio de Fauna Cuare, designado como sitio Ramsar de Venezuela en 1998.
Los resultados demuestran que la zona central de Morrocoy se encuentra en buen estado. Sin embargo, en la zona sur y norte existe poca cobertura coralina. Además, más de la mitad de los sitios de monitoreo están en mal estado, lo que se revela por la escasa presencia de peces herbívoros —fundamentales para la conservación de los corales puesto que impiden que estos se cubran de algas —y una consecuente abundancia de macroalgas.
Uno de los objetivos de la investigación es generar información para proponer estrategias de conservación en Morrocoy.
En 2018, la ONG Conbive publicó una fotografía aérea que mostraba decenas de yates en Los Juanes, uno de los cayos de Morrocoy, tipificado por la Ley de Parques Nacionales como como Zona Primitiva Marina. Allí, se prohíbe el consumo de bebidas etílicas, el anclaje de embarcaciones sobre fondos coralinos, el uso de motos de agua, el vertido de desechos, el uso de equipos de sonido y concentrar a más de 300 personas.
Los Juanes en Morrocoy. Foto: Sergio Crudo
Las salidas de campo del Proyecto Orbicella incluyen visitas a prestadores de servicio turístico para acercar el conocimiento científico sobre la importancia de la conservación de los corales.
El equipo pudo comprobar que la gente desconoce qué es un coral. “Lo confunden con rocas por lo que les causan daño al no saber que son seres vivos, como al tomarse fotos sentados sobre estos”, cuenta Yranzo.
Tras aplicar encuestas a 15 posaderos, se diseñaron afiches y trípticos para turistas y aunque «existe una gran disposición y recepción de posaderos y turistas», dice Yranzo, “la gente no lee los materiales. Debemos intentar algo distinto”.
Aunque los fondos en dólares son un alivio para enfrentar la hiperinflación, hay mucho que no se puede solucionar con dinero, como la escasez de alquileres de equipos de submarinismo, las frecuentes fallas eléctricas o los problemas para conseguir aceite y gasolina.
La profesora de Ecología Marina, Jeannette Pérez, parte del equipo de Proyecto Orbicella, se emociona cuando habla al respecto. “Anita se ha tenido que enfrentar con problemas que no existían hace diez años. Ahora hay menos disponibilidad de cámaras de descompresión y tienes que pasar más tiempo en otras actividades como comprar comida o repuestos automotrices».
Un ejemplo basta para explicar que los usuales obstáculos encontrados para hacer ciencia en Latinoamérica tienen un nuevo nivel en Venezuela. “Recurríamos a un señor en Chichiriviche para el llenado de tanques, pero emigró, lo que nos complicó porque tuvimos que viajar hasta Tucacas solo para alquilar los equipos”, cuenta Yranzo.
La emergencia en Venezuela trae consecuencias inesperadas. Así como la huella ecológica mostró una reducción de 2014 a 2016 por un menor uso del suelo para la producción agrícola, la disminución de agroquímicos y sus descargas en Morrocoy también parecen haberse reducido. Según información que recibió el equipo de investigadores, los agricultores estarían usando productos menos nocivos por la escasez de los habituales.
Como un reflejo de la adaptación de los corales, Yranzo asegura que a pesar de las dificultades seguirá amando, cuidando y estudiando los arrecifes en Morrocoy.
Este es un extracto de un amplio trabajo, lea la versión completa en MongabayLatam.
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Siendo apenas una adolescente de 16 años, Ana Yranzo aprendió con su mamá a hacer submarinismo en las cristalinas aguas del Parque Nacional Morrocoy. Ubicado en la región centro-occidental del estado Falcón, este parque, de 28.736 hectáreas, tenía la mayor diversidad de arrecifes coralinos continentales del país.
La cantidad de colores y la vistosidad de los peces que vio mientras buceaba entre cayos de arenas blancas y abundantes manglares, la asombraron. Pocos meses después, cuando volvió a sumergirse, toda la exuberancia se había ido.
En enero de 1996 una mortandad masiva acabó con el 90 % de los corales y los invertebrados bentónicos. “No sabíamos lo que teníamos, ahora hay que decirle a los estudiantes más jóvenes que se lo imaginen, es una lástima”, dice Yranzo, ahora Licenciada en Estudios Ambientales con maestría en Ciencias Biológicas.
Luego de 20 años, Yranzo lidera una investigación para poder evaluar el estado de conservación de dos especies de corales en Morrocoy: Orbicella annularis y Orbicella faveolata. Lo que encontró fue que estos animales, aun muertos, sentaron las bases para que otras colonias se formaran sobre ellos.
Un estudio realizado entre 1995 y 1999 reveló que en Playa Mero, en el Parque Nacional Morrocoy, la cobertura coralina cayó de 36,56 % a tan solo 4,84 % tres meses después del evento de mortandad masiva y solo quedaban nueve de las 26 especies coralinas identificadas, pero casi toda la cobertura correspondía a solo cuatro especies.
Chichiriviche. Foto Carlos Cordero
Aunque no hay razones claras de la mortandad, se han planteado dos hipótesis: una anomalía climatológica que generó el enfriamiento de las aguas y una disminución de la salinidad o el vertido de contaminantes provenientes de escorrentías urbanas y agrícolas.
En 2017, Yranzo fue seleccionada como Segré Fellow de EDGE of Existence, un programa de la Sociedad Zoológica de Londres, para investigar el estado de salud actual de las especies coralinas Orbicella.
Para mediados de 2020, Yranzo y su equipo deben revelar sus hallazgos en términos de abundancia, densidad, cobertura, tamaño, mortalidad, prevalencia a enfermedades y blanqueamiento.
Una de las dificultades es que “no hay estudios de estas especies previo a 1996. Solo hay líneas de base generales en siete lugares de Morrocoy, no específicas de Orbicella”, cuenta Yranzo.
Carlos Pereira, biólogo marino de la Universidad de Oriente con doctorado en Ecología en la Universidad Central de Venezuela, es uno de los asistentes de investigación del proyecto.
“En Morrocoy marcamos las colonias para hacerles el seguimiento de sus enfermedades y sobrevivencia”, cuenta.
Luego de mapear los corales con GPS, programa e instala los sensores de temperatura en el fondo marino y boyas para marcar su ubicación.
El proyecto monitorea 10 áreas en Morrocoy y dos en el Refugio de Fauna Cuare, designado como sitio Ramsar de Venezuela en 1998.
Los resultados demuestran que la zona central de Morrocoy se encuentra en buen estado. Sin embargo, en la zona sur y norte existe poca cobertura coralina. Además, más de la mitad de los sitios de monitoreo están en mal estado, lo que se revela por la escasa presencia de peces herbívoros —fundamentales para la conservación de los corales puesto que impiden que estos se cubran de algas —y una consecuente abundancia de macroalgas.
Uno de los objetivos de la investigación es generar información para proponer estrategias de conservación en Morrocoy.
En 2018, la ONG Conbive publicó una fotografía aérea que mostraba decenas de yates en Los Juanes, uno de los cayos de Morrocoy, tipificado por la Ley de Parques Nacionales como como Zona Primitiva Marina. Allí, se prohíbe el consumo de bebidas etílicas, el anclaje de embarcaciones sobre fondos coralinos, el uso de motos de agua, el vertido de desechos, el uso de equipos de sonido y concentrar a más de 300 personas.
Los Juanes en Morrocoy. Foto: Sergio Crudo
Las salidas de campo del Proyecto Orbicella incluyen visitas a prestadores de servicio turístico para acercar el conocimiento científico sobre la importancia de la conservación de los corales.
El equipo pudo comprobar que la gente desconoce qué es un coral. “Lo confunden con rocas por lo que les causan daño al no saber que son seres vivos, como al tomarse fotos sentados sobre estos”, cuenta Yranzo.
Tras aplicar encuestas a 15 posaderos, se diseñaron afiches y trípticos para turistas y aunque «existe una gran disposición y recepción de posaderos y turistas», dice Yranzo, “la gente no lee los materiales. Debemos intentar algo distinto”.
Aunque los fondos en dólares son un alivio para enfrentar la hiperinflación, hay mucho que no se puede solucionar con dinero, como la escasez de alquileres de equipos de submarinismo, las frecuentes fallas eléctricas o los problemas para conseguir aceite y gasolina.
La profesora de Ecología Marina, Jeannette Pérez, parte del equipo de Proyecto Orbicella, se emociona cuando habla al respecto. “Anita se ha tenido que enfrentar con problemas que no existían hace diez años. Ahora hay menos disponibilidad de cámaras de descompresión y tienes que pasar más tiempo en otras actividades como comprar comida o repuestos automotrices».
Un ejemplo basta para explicar que los usuales obstáculos encontrados para hacer ciencia en Latinoamérica tienen un nuevo nivel en Venezuela. “Recurríamos a un señor en Chichiriviche para el llenado de tanques, pero emigró, lo que nos complicó porque tuvimos que viajar hasta Tucacas solo para alquilar los equipos”, cuenta Yranzo.
La emergencia en Venezuela trae consecuencias inesperadas. Así como la huella ecológica mostró una reducción de 2014 a 2016 por un menor uso del suelo para la producción agrícola, la disminución de agroquímicos y sus descargas en Morrocoy también parecen haberse reducido. Según información que recibió el equipo de investigadores, los agricultores estarían usando productos menos nocivos por la escasez de los habituales.
Como un reflejo de la adaptación de los corales, Yranzo asegura que a pesar de las dificultades seguirá amando, cuidando y estudiando los arrecifes en Morrocoy.
Este es un extracto de un amplio trabajo, lea la versión completa en MongabayLatam.