A las 10:30 am la marcha arrancó su rumbo hacia Las Mercedes.

Hace tres semanas velaron a Carlos Moreno, el joven que recibió un disparo en la plaza la Estrella, en San Bernardino. Dos semanas atrás, los universitarios marcharon desde la Unimet hasta Altamira para honrar la memoria de Juan Pablo Pernalete. La semana pasada, la Sinfónica Juvenil José Francisco del Castillo tocó para Armando Cañizales durante su velorio. Este jueves 11 de mayo, bachilleres, estudiantes de la Universidad Santa María y del colegio San Ignacio de Loyola caminaron más de tres kilómetros y cantaron por tres horas para despedir a Miguel Castillo.

“Hoy no despedimos a un luchador cualquiera. Miguel era un guerrero vestido de shorts, franela y zapatos de goma”, dijo una amiga de la promoción 81 del colegio San Ignacio de Loyola, donde estudió el joven de 26 años. Según quienes lo conocieron, era un deportista nato: practicaba el béisbol, le apasionaba el fútbol y nunca se perdía una caimanera. “Gracias, negro, por todas las lecciones de vida”, finalizó con la voz quebrada.

A las 9:00 am comenzó la despedida de Miguel. La bandera del colegio y del país, a media asta, ondeaban sin fuerza en el patio de recreo. Padres, representantes, bachilleres de distintos colegios y adolescentes con la franela del equipo de fútbol del San Ignacio cargaban flores.

Podían cargar el uniforme escolar o un atuendo negro, pero el tricolor nunca faltaba. Llevando en las manos también las banderas de Venezuela y del San Ignacio, la caminata hacia Las Mercedes, donde cayó Miguel la tarde del pasado 10 de mayo, empezó en silencio. Después, entonaron cantos litúrgicos y rezaron un rosario al ritmo de la marcha. Al frente, los padres del joven iban en una caravana de dos carros.

“Yo no conocí a Miguel. Él se graduó del colegio en 2008, cuando yo estaba en segundo grado; pero la muerte de Miguel es como si nos hubiera pasado a todos”, aseguró Jorge Manuel, uno de los miembros del centro de estudiantes del San Ignacio.

Los trabajadores de los comercios que quedaban en la vía abandonaban todo al ver la cantidad de gente que pasaba. Desde los edificios, las personas saludaban a los manifestantes. “Señor, me has mirado a los ojos, sonriendo has dicho mi nombre…”, cantaba la marcha durante su paso por Las Mercedes. Un heladero en el sitio se detuvo y también entonó la canción.

Al llegar al Centro Venezolano Americano, lugar frente al que cayó Miguel, la marcha se detuvo. Ahí continuaron los rezos y un sacerdote roció el pavimento con agua bendita. “Que esta agua los bendiga a todos”, dijo el presbítero. “Bienaventurados nosotros, mis hermanos, que luchamos por el país y nuestra libertad“, continuó.

Los presentes lanzaron flores y pusieron una bandera negra con la palabra “Paz” en el mismo sitio donde el joven recibió un disparo a la altura de la axila izquierda. Las flores seguían cayendo mientras los manifestantes cantaban el himno nacional, el himno del colegio y “Venezuela”.

En la plaza Alfredo Sadel oficiaron una misa. Desde ahí, la madre de Miguel, Carmen Elena Bracho, demandó justicia tras la muerte de su hijo. “Miguel lo único que quería era un país libre donde pudiera ejercer su profesión de comunicador social. Él lo único que pedía era eso y, por pensar diferente, lo matan. Quiero pedir justicia y al Gobierno que, por favor, basta de represión. Están matando venezolanos, jóvenes venezolanos”, dijo antes de retirarse.

Los familiares del periodista pidieron a la prensa que no los retuvieran por mucho tiempo. Debían terminar los últimos detalles del funeral de Miguel y del cumpleaños de la abuela con la que vivió toda la vida, ya que el próximo lunes 15 de mayo celebrará 90 años sin su nieto. “Nos espera un día largo”, lamentó su tía, María Angélica de Bracho, al marcharse junto al alcalde de Baruta, Gerardo Blyde.

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