Cuando son las 6:00 de la tarde, Yasmín, Dani y Carmen se preparan para vender en las plazas de Caracas. Aprovechan que desde hace semanas la Navidad entró con todo su esplendor y el destello de luces colgando por doquier.
Para estas vendedoras llegó la hora de exhibir los globos lumínicos, los cintillos con luces y hasta para ofertar cotufas y algodón de azúcar, tal cual en ferias carnestolendas.
Carmen, vendedora de cotufas, está puntual de jueves a domingo en la plaza de Parque Carabobo. Durante esos días es cuando acuden más personas y cuando logra vender mucho más.
«Estamos aquí hasta las 9:00 de la noche, que la policía esté nos da un poco de tranquilidad». Mientas ella acomoda su tarantín y está a la espera de los compradores, los adolescentes que pasean a su alrededor se toman fotos y más fotos.
Los niños corretean sin parar aprovechando la distracción de los adultos. La imagen que se aprecia es de tranquilidad, de disfrute, sin la presión que impone el distanciamiento social, necesario por la pandemia del COVID-19.
Son minutos de «regreso a la normalidad», dicen quienes caminan por los bulevares en horas de la noche.
«Ponte, voltea, tómame otra, quiero una ahí,» son las frases que se escuchan decir a la gente que frecuentan el casco histórico de Caracas, la plaza El Venezolano, el Pasaje Linares, la esquina de San Jacinto y la plaza Bolívar.
Lugares que hace unos meses eran acordonados para evitar aglomeraciones por el coronavirus, actualmente esas plazas sirven de reencuentros, de paseo, de juegos.
El centro de Caracas está lleno de luces, negocios con música en vivo, vendedores, y opciones para diferentes bolsillos.
En El Valle, al sur de Caracas, en el paseo Los Ilustres está Yasmin Gudiño, vendiendo cintillos y globos con luces, y aunque Yasmin trabaja en el hospital El Lídice no pierde la oportunidad de hacer «dinerito» extra en esta temporada.
«Mi sueldito no me alcanza para nada y, aunque mis hijos están grande, me vengo todos los días para acá a hacer mi dinerito».
Tiene dos años vendiendo en el paseo Los Ilustres durante temporada decembrina. A su juicio es una buena opción por la cantidad de personas que van a ver los adornos navideños.
«Empezamos con fresas con cremas y luces, pero las frutas a veces se nos dañaban. Y este año mi hijo me dijo para traer cintillos y globos, y nos ha ido bien».
El paseo Los Ilustres está lleno de comerciantes informales. Es el único punto donde se concentran, debido a que en Los Próceres no se pueden instalar.
En Los Próceres, todos los árboles están iluminados, en algunos tramos hay carros estacionados con música a todo volumen, las plazas se convirtieron en canchas de fútbol, para patinar o correr. Y en medio de todo ese ambiente festivo, se mezclan sigilosamente los vendedores de pelotas, tostones, productos que venden a un dólar.
Los que no patinan o corren, se toman fotos en la esfera, con las estrellas, en los árboles.
«Ya se fueron, vamos a tomarnos otra aquí». Se escucha decir a un grupo que esperaba su turno para entrar a uno de los globos de luces, la atracción para grandes y niños.
Caracas en las noches se transforma. Cambia de color, de olor, de ambiente. La gente sale a todo riesgo, incluso caminan largos trechos si no hay transporte público y usan el Metro de Caracas.
Las familias han vuelto a reencontrarse, a disfrutar de lo cotidiano. Se dan la libertad de no usar el tapabocas ni cualquier otra medida de seguridad, pese a que la pandemia en el país no está controlada.
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Cuando son las 6:00 de la tarde, Yasmín, Dani y Carmen se preparan para vender en las plazas de Caracas. Aprovechan que desde hace semanas la Navidad entró con todo su esplendor y el destello de luces colgando por doquier.
Para estas vendedoras llegó la hora de exhibir los globos lumínicos, los cintillos con luces y hasta para ofertar cotufas y algodón de azúcar, tal cual en ferias carnestolendas.
Carmen, vendedora de cotufas, está puntual de jueves a domingo en la plaza de Parque Carabobo. Durante esos días es cuando acuden más personas y cuando logra vender mucho más.
«Estamos aquí hasta las 9:00 de la noche, que la policía esté nos da un poco de tranquilidad». Mientas ella acomoda su tarantín y está a la espera de los compradores, los adolescentes que pasean a su alrededor se toman fotos y más fotos.
Los niños corretean sin parar aprovechando la distracción de los adultos. La imagen que se aprecia es de tranquilidad, de disfrute, sin la presión que impone el distanciamiento social, necesario por la pandemia del COVID-19.
Son minutos de «regreso a la normalidad», dicen quienes caminan por los bulevares en horas de la noche.
«Ponte, voltea, tómame otra, quiero una ahí,» son las frases que se escuchan decir a la gente que frecuentan el casco histórico de Caracas, la plaza El Venezolano, el Pasaje Linares, la esquina de San Jacinto y la plaza Bolívar.
Lugares que hace unos meses eran acordonados para evitar aglomeraciones por el coronavirus, actualmente esas plazas sirven de reencuentros, de paseo, de juegos.
El centro de Caracas está lleno de luces, negocios con música en vivo, vendedores, y opciones para diferentes bolsillos.
En El Valle, al sur de Caracas, en el paseo Los Ilustres está Yasmin Gudiño, vendiendo cintillos y globos con luces, y aunque Yasmin trabaja en el hospital El Lídice no pierde la oportunidad de hacer «dinerito» extra en esta temporada.
«Mi sueldito no me alcanza para nada y, aunque mis hijos están grande, me vengo todos los días para acá a hacer mi dinerito».
Tiene dos años vendiendo en el paseo Los Ilustres durante temporada decembrina. A su juicio es una buena opción por la cantidad de personas que van a ver los adornos navideños.
«Empezamos con fresas con cremas y luces, pero las frutas a veces se nos dañaban. Y este año mi hijo me dijo para traer cintillos y globos, y nos ha ido bien».
El paseo Los Ilustres está lleno de comerciantes informales. Es el único punto donde se concentran, debido a que en Los Próceres no se pueden instalar.
En Los Próceres, todos los árboles están iluminados, en algunos tramos hay carros estacionados con música a todo volumen, las plazas se convirtieron en canchas de fútbol, para patinar o correr. Y en medio de todo ese ambiente festivo, se mezclan sigilosamente los vendedores de pelotas, tostones, productos que venden a un dólar.
Los que no patinan o corren, se toman fotos en la esfera, con las estrellas, en los árboles.
«Ya se fueron, vamos a tomarnos otra aquí». Se escucha decir a un grupo que esperaba su turno para entrar a uno de los globos de luces, la atracción para grandes y niños.
Caracas en las noches se transforma. Cambia de color, de olor, de ambiente. La gente sale a todo riesgo, incluso caminan largos trechos si no hay transporte público y usan el Metro de Caracas.
Las familias han vuelto a reencontrarse, a disfrutar de lo cotidiano. Se dan la libertad de no usar el tapabocas ni cualquier otra medida de seguridad, pese a que la pandemia en el país no está controlada.