Las Tejerías- un año del deslave- 2023 (Mairet Chourio)
Hace un año un deslave destruyó 300 casas y mató a 57 personas. Foto: Mairet Chourio.

Hay un camino de tierra húmeda, escombros y basura donde antes se alzaban casas endebles llenas de familias. Antes del deslave, del barro que lo engulló todo. Antes del 8 de octubre de 2022.

Ahora hay un descampado en el que trabajadores gubernamentales plantan decenas de palmas con apuro. Ya pasó un año en Las Tejerías, en Aragua, y los vestigios de la tragedia aún no han desaparecido en Castor Nieves Ríos y El Matadero, aunque el gobierno se esfuerce en disimularlos.

Las Tejerías- un año del deslave- 2023 (Mairet Chourio)
Trabajadores del gobierno realizan labores el 6 de octubre de 2023. Foto: Mairet Chourio.

“Allá abajo quedó mucha gente tapiada”, repiten desapasionados los vecinos de esta localidad, en el centro norte de Venezuela. Miran con indiferencia el suelo, hacen memoria del desastre y, tras unos minutos, se les humedecen los ojos al recordar a los amigos que se ahogaron. Hilvanan las palabras con apatía, hablan lento y en voz baja.

Es de esa forma que Freddy Corro cuenta que lleva 365 días desempleado, viviendo solo, luego de que su taller mecánico desapareciera en la inundación y su hermano muriera arrastrado por el lodo, al igual que otras 57 personas, según información oficial. El cadáver fue recuperado y enterrado en el cementerio municipal.

Actualmente no le queda ningún familiar en ese pueblo ubicado en el municipio Santos Michelena, en el que vive desde hace 60 años. Tampoco tiene una casa propia.

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Freddy Corro perdió la totalidad de su casa en el sector Matadero. Foto: Mairet Chourio.

En el lugar donde se hallaba su vivienda la hierba ha crecido hasta alcanzar un metro. No hubo nada que hacer por la estructura: cedió como la mayoría en el antiguo mercado, que los habitantes siempre han llamado “El Matadero”, por la empresa del mismo nombre que funcionó en el sitio hasta octubre de 2022.

“Voy al comedor comunitario que nos atiende. Yo ya no estoy pendiente de que me den casa, aquí hay mucha gente que quería y quería y no les dieron”, murmura Corro. Suele quedarse en una vivienda que le prestó su hermana en Los Jabillos, a 44 kilómetros de Las Tejerías. El 6 de octubre camina con lentitud y sin rumbo, con una cucharilla guardada en el bolsillo trasero, esperando la hora del almuerzo.

El 8 de octubre de 2022 el desbordamiento de cinco quebradas dejó 300 casas en “pérdida total” y perjudicó a otras 700, según información de Protección Civil. Para diciembre del mismo año, el Estado había entregado al menos 260 viviendas a las familias damnificadas o en riesgo.

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En el pueblo funciona un único comedor comunitario gestionado por la iglesia Nuestra Señora del Carmen. Foto: Mairet Chourio.

A pocos pasos de Corro, bajo el cielo despejado y junto a la quebrada, Jesús Gabriel Moncada saca tierra con una pala, separa la basura, se concentra en el movimiento mecánico de sus brazos. Vende arena a 20 dólares el metro a quien quiera comprársela y con el dinero mantiene a su madre y tres hermanas menores. Señala con el dedo el tramo opuesto, a una piedra solitaria en Castor del Río.

Ahí estaba mi casa. No quedó nada, nada se salvó”, dice sin dejar de trabajar. Recuerda claramente el deslave: la adrenalina cuando corrió con todas sus fuerzas para escapar del agua, el sonido de la vaguada reventando ventanas y derrumbando muros mientras él atravesaba callejones que apenas podía ver en la noche.

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En el sector Castor Nieves Ríos aún quedan escombros de las casas removidas. Foto: Mairet Chourio.

Ahora vive en el centro del pueblo, en un departamento alquilado. En realidad, le gustaría estudiar Veterinaria en Maracay, pero no pudo terminar el bachillerato y tampoco tiene el dinero suficiente para viajar a la capital de Aragua. Acaba de cumplir 18 años.

«A mi tía le dieron un apartamento en Maracay. Yo quiero trabajar para darle a mi familia. Esto lo hacemos varios, también hago otras cosas, lo que me salga”, explica, sin atisbos de resignación. Responde con la misma calma con la que habla Corro.

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Jóvenes se emplean como obreros para ganar un ingreso que les permita subsistir. Foto: Mairet Chourio.

La mitad de Las Tejerías se ha vuelto un pueblo indolente, lamentan sus habitantes. De gente que cuenta sus historias con tranquilidad, porque están cansados de repetirlas, pero que derrama lágrimas a puertas cerradas. Es distinto cuando llueve, entonces la indiferencia en las calles se convierte en miedo. Pánico al ver el camino de tierra junto a la quebrada, donde antes hubo casas precarias, llenas de familias que ya no están.

No seremos nunca los mismos, esto no se olvida. Este pueblo todavía llora, aunque no lo veas. Es la misma cuestión psicológica que nadie ha resuelto”, dice Gladys Torres, que lleva 33 años viviendo en el poblado.

Mudanzas apresuradas

El último día de Gladys en Las Tejerías es el 6 de octubre de 2023. El deslave no se llevó su casa, pero la afectó lo suficiente para que el gobierno decidiera desalojar a la familia entera, de ocho personas, y enviarla a La Victoria, a 25 kilómetros.

“Nos vamos hoy. El gobierno nos compró una casa y nos podemos ir desde hoy. Luego nos llaman para darnos los documentos. Gracias a Dios, porque en este pueblo ha habido una degradación social desde el desastre, la gente está muy deprimida”, explica Torres.

Las Tejerías- un año del deslave- 2023 (Mairet Chourio)
Para el 6 de octubre algunas familias todavía estaban siendo reubicadas en Aragua. Foto: Mairet Chourio.

Espera poder dormir mejor en su nuevo hogar. Desde el año pasado no puede acostarse en paz si hay nubes negras en el cielo; el ruido de los truenos le eriza la piel del cuello y trae sueños vividos de agua marrón que se traga medio pueblo. Tampoco duerme su vecina y amiga, Yelitza Calderón, que ha solicitado al gobierno ayuda para reparar su hogar. Actualmente reside en una casa de dos pisos ubicada detrás de la de Gladys, donde el suelo se está hundiendo y los muros se agrietan con los días.

Las filtraciones están hasta el segundo piso. ¿Cómo duermes? Tú no puedes dormir así”, dice. Pero no es solo el agua que se mete por las hendiduras o el traqueteo del cristal de las ventanas cuando hay una tormenta lo que la mantiene en vilo, es la memoria que no la deja cerrar los ojos y el llanto de su nieto de cinco años, Alexander, que odia la lluvia porque cada vez que cae un aguacero se corta la energía eléctrica.

Las Tejerías- un año del deslave- 2023 (Mairet Chourio)
Decenas de casas están afectadas por la humedad y las grietas. Foto: Mairet Chourio.

Yelitza recuerda sus propios gritos durante el deslave. Se encontraba en el segundo piso de su casa, mirando desde la ventana a los pobladores que intentaban escapar por los tejados y que encendían los teléfonos para mostrar dónde estaban encaramados.

La imagen de las luces de los celulares apagándose mientras cientos de adultos y niños se hundían en la oscuridad la persigue a un año del suceso. Gritaba porque no los podía ayudar y no sabía que otra cosa hacer.

“Él me da fuerzas para seguir adelante”, explica mientras señala a Alexander. “Hay gente que se ha derrumbado por la depresión. Si fuera por mí, yo me derrumbo. Es muy triste. Yo no perdí a nadie, pero tenía unos vecinitos arriba que perdieron a su mamá, ella tenía 23 años. Se la llevó la vaguada, son cosas que se vivieron y que te quedan”, comenta.

Las Tejerías- un año del deslave- 2023 (Mairet Chourio)
Pobladores afirman que no pueden dormir cuando llueve, pues temen que se repita el deslave. Foto: Mairet Chourio.

El Matadero es un punto silencioso, casi no quedan escombros. Está al fondo, escondido tras la entrada pintada y reluciente de Las Tejerías. El 6 de octubre los trabajadores del gobierno de Maduro se apuran a dejar el lugar acomodado, limpian, quitan tierra del camino. En dos días el presidente visitará el sitio e inaugurará un nuevo hospital por el aniversario del desastre. La orden es arreglarlo todo antes del domingo.

«Aquí hay muchas cosas que atender y están todos pendientes de la inauguración del bendito hospital. Todos estos terrenos hasta mi casa están socavados, el agua se mete. Estamos a la deriva de Dios», comenta Yelitza.

Qué pasa en Pinto Salinas

Mariposas blancas vuelan en la calle Pinto Salinas, a la que se puede llegar si se cruza desde El Matadero hasta Castor El Río y de allí se sube siguiendo las marcas marrones —la huella del deslave— en las casas.

Las mariposas aletean en todos lados y nadie las aparta. No llaman la atención de los niños y los adultos parecen no darse cuenta de su presencia. Al igual que en noviembre de 2022, los residentes permanecen ensimismados, la vida va a paso lento.

El taller en el que trabaja Darío Peñalver permanece igual que el año pasado: a su compadre y a él les tomó solo 30 días limpiarlo. Ahora funciona desde la mañana y hasta que cae el sol. Darío también habla en voz baja, tranquilo. Es la misma calma con la que los demás narran sus historias.

Me siento triste, yo conocía a toda esta gente. La mayoría de las casas de aquí atrás se las llevó el agua. Yo después de esto quedé traumado, seis meses que no pude dormir. Me siento triste, pero uno tiene que seguir adelante”, comenta.

Las Tejerías- un año del deslave- 2023 (Mairet Chourio)
Negocios volvieron a funcionar tras el desastre. Foto: Mairet Chourio.

Nancy Álvarez articula despacio, susurra, casi no se le entiende. Ella no se muestra tan tranquila como Peñalver. No puede seguir adelante porque no tiene cómo desde que perdió su máquina de coser en el desbordamiento. Intenta retener el llanto mientras explica que su hijo sufre de cáncer y que vive de limosnas o solidaridad de los vecinos.

La sala de su casa está llena de arena y algunos materiales de construcción que le dio el gobierno para que reparara los daños que dejó la tragedia y se aprecian en las paredes manchadas.

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El gobierno envió materiales a varios habitantes para reparar sus casas, a una semana del aniversario del desastre. Foto: Mairet Chourio.

“Me enviaron todo esto, pero no mandaron obreros y yo no tengo a nadie que pueda ayudarme. Pedí a la alcaldía que me mandaran una cuadrilla, pero me dijeron que no”, explica. “Supuestamente esto tenía que haber estado listo en dos semanas, pero el material lo entregaron la semana pasada. Y todavía hay cosas que faltan. Teníamos que arreglar todo para el domingo”, agrega.

Es la prima de los fallecidos Evangelin Paulismar Rosas Ávila y Ángel Jeremías Semprum, los hermanos de tres meses y siete años que murieron durante el desastre. La familia de los niños reside ahora en Maracay, cuenta. Ella no puede moverse de Pinto Salinas, porque su hijo de 30 años necesita a alguien que lo cuide.

Finalmente traga sonoro y suspira. No deja salir lágrimas. En Las Tejerías se llora a puertas cerradas. Afuera, miembros del Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv) recorren la calle. Hombres descargan ladrillos para otras casas, sacos de arena y pintura. Hay que darse prisa, casi es domingo.

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Habitantes reparan sus propias viviendas con recursos enviados por el Estado. Foto: Mairet Chourio.

Pueblo de fantasmas y gariteros

En noviembre de 2022, varios pobladores, incapaces de dormir tras el deslave, deambulaban en las calles del pueblo durante las noches, caminaban sin rumbo fijo hasta la madrugada y solo volvían a casa cuando los sorprendía el sol.

Sin embargo, desde que alguien corrió el rumor de que a medianoche una mujer vestida de blanco atravesaba la quebrada dando alaridos, las salidas nocturnas disminuyeron.

Es una historia típica del imaginario popular y que pone nerviosos a los habitantes, que incluso han llamado al padre Jose David Ortega, de la parroquia Nuestra Señora del Carmen, para que bendiga la zona.

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Las bandas delictivas operan actualmente en Las Tejerías, afirman habitantes. Foto: Mairet Chourio.

Algunos siguen afirmando que escuchan a las almas tapiadas, gritos de auxilio en la negrura. Otros fruncen el ceño ante los cuentos de fantasmas y afirman que si hay alguien a quien tenerle miedo es a los gariteros.

Se niegan a identificarlos, pero afirman que pertenecen a un nuevo grupo llamado El Pantera, que se refugia en la zona rural, y cobra “vacunas” en los negocios. Afirman que hace tres semanas mataron a tiros a un teniente en público.

“Hay una calma, pero no total, porque no sabemos en qué momento se puede explotar un problema con esta situación. Ellos quieren tomar otra vez Tejerías”, explicó un habitante que pidió mantener su identidad a resguardo.

Otros mencionan al Tren de Aragua, pero muestran reticencia a hablar más sobre el tema. En febrero de este año se reportaron varios ataques a comisarias en el pueblo de presuntos miembros de la banda y nadie quiere comentar al respecto. Para octubre de 2023 hay efectivos de la Policía Nacional Bolivariana (PNB) en la mayoría de los cruces del sitio.

Se necesita apoyo psicológico

La iglesia de Las Tejerías fue reparada pero el reloj enorme en su exterior sigue detenido, sin dar la hora. Adentro, el padre José David asegura que el gobierno se ha encargado de pintar algunas edificaciones, habilitar un Mercal y equipar un hospital al que llamarán “Las Nuevas Tejerías” y que es la respuesta a una solicitud que los pobladores hicieron hace media década.

No obstante, asegura que hay un punto en el que el Estado debe centrarse: la ayuda psicológica para los afectados. Para el 6 de octubre sobre su escritorio hay fotos de 20 de los 58 fallecidos registrados. Es necesario que instituciones del Estado envíen un equipo de psicólogos, insiste el religioso.

El pueblo que tenemos ahora es un pueblo que no ha superado esta tragedia. A pesar de que están las licorerías llenas, de que la gente tiene sus fiestas. Realmente hay un grupo de personas que todavía lleva el duelo. Todavía ese corazón está allí porque muchos de ellos todavía no han conseguido a sus familiares, son pocos los que pudieron enterrarlos y pudieron quedarse tranquilos”, indicó Ortega.

Las Tejerías- un año del deslave- 2023 (Mairet Chourio)
El 8 de octubre de 2023 se realizará un mural con las fotos de los fallecidos. Foto: Mairet Chourio.

La tristeza está marcada en el pueblo, enmascarada de impasibilidad ante la vida. El dolor no desaparece y no hay seguimiento al problema. Habitantes continúan sosteniendo que más de 200 personas se ahogaron ese 8 de octubre, aunque las cifras oficiales sean otras.

“Yo todavía no lo he superado, a pesar de ser el sacerdote”, afirma el padre. Explicó que la recuperación del pueblo es progresiva y que es necesario que la gobernación y la alcaldía trabajen en función de acelerar ese proceso.

“No es fácil, cuando las personas ven ese hueco donde antes había casas es como revivirlo de nuevo”, explica.

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Este domingo se espera la visita de Nicolás Maduro al lugar de la tragedia. Foto: Mairet Chourio.

Hay un camino de tierra húmeda, escombros y basura allí donde antes se alzaban casas endebles llenas de familias. Es el camino que los obreros gubernamentales intentan decorar con plantas en el aniversario de la segunda tragedia más grave documentada en el país, detrás de lo ocurrido diciembre de 1999 en el estado Vargas, también en el centro norte costero del país, cuando miles de personas murieron por deslizamientos de tierra e inundaciones.

Lo único que no pueden maquillar es la tristeza, la apatía, el miedo que le crispó los nervios a todos durante las lluviosas semanas de septiembre.

El agua que cae del cielo traslada a Las Tejerías a una noche de sábado, de gritos, barro, luces apagadas. Si la quebrada sube, los habitantes se acercan a la plaza o huyen a las casas más altas del poblado. Cuando escampa, vuelven a sus propios hogares. A llorar, afirma el padre, no han dejado de llorar.

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