galletas hechas con amor-Mauro Scarangella-Chacaito

Sentado en un muro frente a la torre Easo, en Chacaíto, Mauro Scarangella endulza las mañanas de quienes transitan por esa calle donde vende sus “galletas hechas con amor”. Con 84 años de edad, el italiano de origen y nacionalizado venezolano, no solo ha ganado clientela sino también la satisfacción de mantenerse activo, “hasta que no pueda más”.

La jornada, para él, comienza temprano. A las 7:30 de la mañana, el martes 28 de mayo, ya exhibía los paqueticos de galletas de 600, 1.000, 1.500 y 2.000 bolívares encima de una caja de cartón, arropada por un mantel de borde rosado. Encima de otras cajas, más pequeñas, también había un camioncito de madera y un velero miniatura.

—Me da una de mil—, pidió una muchacha y extendió dos billetes de Bs. 500
—Gracias, que la disfrute—, respondió él mientras le entregaba la bolsita. Ella fue la primera de una decena de personas que poco a poco vaciaron la bolsa donde guarda la mercancía.

“No puedo vender caro porque la gente comienza a preguntarme ‘¿Tiene punto de venta? ¿Acepta transferencia?’ y cómo voy a ver yo si me la hacen”, explicó.

Ingredientes escasos

Scarangella vive en Venezuela desde hace 63 años. En 1956 emigró desde el pueblo de Toritto, de la ciudad de Bari. “Si Italia tiene forma de bota yo soy de aquí”, dijo mientras se tocaba el tobillo.

Fue en su país natal donde aprendió el oficio de albañil, y donde también vio cocinar a su madre y abuela, por lo que años más tarde no se le hizo complicado preparar galletas y venderlas para sumar ingresos a la pensión que recibe.

Relató que desde el año pasado comenzó con ese negocio, pero lo suspendió temporalmente porque los ingredientes estaban escasos. Para conseguir los insumos a precios más económicos, recorre distintos mercados y locales en la ciudad: Quinta Crespo, Propatria y Petare. Resiente que en las panaderías de Chacao, la zona donde vive, no quieren venderle harina de trigo.

Tuvo dos matrimonios y cuatro hijos, uno de ellos que vive fuera del país. Ellos, que le costean su tratamiento para la tensión y la tiroide, no quieren que él trabaje a su edad. Le insisten que no es necesario. El señor Mauro confesó que, para el esfuerzo que hace, la ganancia no es tanta. Sin embargo, señaló que no puede estar “sin hacer nada”.

Foto viral

El cartel que identifica que sus dulces son “hechos con amor” se lo regaló “la señora Jiménez”, una mujer que en una ocasión pasó por la torre Easo y le ofreció una bolsa de comida. “Me emocioné mucho y se me olvidó regalarle una galleta”, recordó.

Hace unos días su foto salió en Twitter e Instagram. Él, que no tiene redes sociales ni teléfono inteligente, se enteró por la misma gente que fue a buscarlo tras las publicaciones. “Yo no ando buscando publicidad ni nada”, aclaró.

Sobre Venezuela dice que “hay gente buena” y para él “es el país más bello del mundo”; tampoco apoyaría una intervención extranjera. Parte de su filosofía de vida es que “si quieres que te respeten, tienes que respetar a los demás”. También cree que cada oficio “debe ser bien hecho”.

Fotos: Mairet Chourio – @MairetChourio

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