Historias tras el volante: ¿quiénes son los nuevos «riders» de Caracas?

LA HUMANIDAD · 8 ENERO, 2022 17:40

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Albany Andara Meza | @AlbanyAndara


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El chófer del Ford Fiesta rojo es un profesor con cuatro titulaciones. Tiene 41 años y ha recogido al menos seis pasajeros en lo que va del día. Conduce con cautela y, mientras lo hace, describe el contraste entre el este y el oeste de la capital de Venezuela. Caracas resulta una ciudad pequeña cuando la has cruzado tantas veces, dice. 

Hay algo pedagógico en la forma de hablar de Gilberto Muñoz y es normal. Egresó de la Universidad Simón Rodríguez como licenciado en Educación Integral, obtuvo un T.S.U en Informática, se especializó en Planificación y Evaluación y consiguió una maestría en Ciencias de la Educación en la Universidad Santa María. Pasó dos décadas de su vida enseñando en el aula de clases a adolescentes y adultos.

Ahora maneja un pequeño auto rojo a través de las calles caraqueñas, las arterias que conectan los setecientos ochenta y cuatro kilómetros cuadrados de ciudad. Hace más de tres meses que se afilió a una de las aplicaciones de transporte privado que proliferaron el último año y que cada vez son más populares en una urbe donde el transporte público superficial colapsa recurrentemente. Es un servicio parecido al del famoso Uber en otros países de América.

A la semana puede hacer hasta 400 dólares, que utiliza para comprar lo necesario para su esposa y dos niñas.

“Una sola carrerita aquí es el sueldo mío de un mes”, aclara. Se ha convertido en un rider, que es la forma en la que ahora llamamos a las personas que se dedican a ser taxistas pero que están inscritos en plataformas digitales.

De acuerdo con Cotejo.Info, el salario de los docentes en Venezuela ha disminuido 91,66% en solo seis años. Actualmente, los maestros y profesores ganan un estimado de 3 a 5 dólares por mes (13,5 a 22,5 bolívares al cambio).

Según el Centro de Documentación y Análisis para los Trabajadores (Cendas), el costo de una canasta básica de alimentos para agosto de 2021 era de 232 dólares con 80 centavos. Por ello, miles de educadores en Venezuela han optado por cambiar de empleo o buscar otras fuentes de ingreso.

Gilberto Muñoz se enteró de las aplicaciones de transporte a través de un amigo. Dejó de lado las clases de posgrado que dictaba en la Santa María y se inscribió en el proceso de selección de riders en línea. Cuando acudió a la cita presencial, la entrevistadora lo miró con sorpresa luego de chequear su hoja de vida y su examen psicotécnico.

“¿Qué hace usted aquí?”, preguntó, incómoda.

“Uno tiene que adaptarse a las circunstancias cuando se te cae tu proyecto de vida”, respondió Muñoz, con una sonrisa amable.

Sus prestaciones por 20 años de servicio al Estado sumaron ocho billetes de un dólar. A la semana, Muñoz puede ganar 50 veces esa cantidad como rider. Pero explica que es fundamental saber administrarse, porque los autos necesitan mantenimiento y hay que comprar gasolina, cuyo precio se ubica en diez céntimos (Bs. 0,10) por cada litro subsidiado en el mes de octubre.

Sin embargo, al profesor se le hace difícil despegarse de la que ha sido su vocación durante dos décadas. Por ello alterna su tiempo en las carreteras con algunas clases que ofrece en una escuela primaria cercana a Los Ruices, al este de Caracas. Todavía siente ese asomo de alegría al ver que puede educar a alguien en un país donde cada vez hay menos maestros.

Algunos de sus pasajeros podrían ser sus alumnos. Muñoz tiene una inclinación natural a hablar con cortesía de una multitud de temas. Es un hombre inteligente que ha almacenado mucha información a través de los años y que la transmite en comentarios puntuales, que te hacen pensar que su Ford Fiesta es una especie de aula móvil.

Según Raquel Figueroa, especialista en políticas educativas y dirigente sindical de la Federación Colegio de Profesores de Venezuela, la deserción docente supera el 50% para la fecha.

Caraqueños prefieren el transporte público superficial antes que el Metro

La historia de Muñoz se repite una y otra vez en la capital. La alternativa y el ingreso económico que prometen las aplicaciones de transporte privado son tan atractivos, que es habitual que el conductor designado sea un profesional venezolano graduado, que ha abandonado parcial o totalmente su trabajo porque le resulta más lucrativo laborar con un auto, llevando a desconocidos de un punto a otro en la bulliciosa Caracas.

Desde ingenieros hasta maestros, pasando por abogados y arquitectos, hay una variopinta lista de profesiones que están detrás del volante. Historias escondidas. Curiosas anécdotas que deben ser contadas y que Efecto Cocuyo presenta a continuación.

Caracas se mueve de forma distinta

A principios de 2021, solo el 15 % de las unidades de autobuses funcionaba en Venezuela, según indicó José Luis Trocel, secretario del Comando Intergremial de Transporte. Este mismo año, Jhonny León, representante de la Asociación Civil Metro Comunidad, reportó que había un déficit del 80 % de los trenes en el sistema de metro de Caracas.

Por otro lado, un taxi normalmente podía cobrar hasta 15 dólares en distancias de poco más de tres kilómetros. En un país donde el sueldo mínimo alcanza los 2 dólares al cambio (10 bolívares), una persona que solo dependa de ese salario necesitaría su pago de ocho meses para costear el servicio.

El evidente colapso del transporte público y las tarifas del privado dio pie a que las plataformas de riders encontraran un lugar para instalarse. 

En marzo de 2021 comenzó a operar la primera aplicación de transporte privado disponible en las store de Iphone y Android. En julio del mismo año, otra se sumó al nuevo mercado. La ola de publicidad de ambas empresas llenó de pronto cada computadora y teléfono, sobre todo en Caracas. En YouTube, Instagram, Facebook y Twitter abundan slogans y anuncios coloridos que invitan a los usuarios a descargar las respectivas apps. 

Las dos aplicaciones operan de un modo similar: el usuario debe indicar su ubicación y el destino al que se dirige bajo un sistema semejante al de Google Maps. Automáticamente, la plataforma calcula la tarifa basándose en la distancia que se recorrerá. Luego de que se haya elegido el método de pago, el conductor recoge al pasajero. El taxímetro empieza a correr en cuanto este sube al vehículo. La tarifa mínima es de 3 dólares, en rutas cortas como Chacao – Bello Monte (3,89 kilómetros). 

En pocos meses, las apps han prosperado en el país, donde es difícil esconder la crisis del transporte público. En total, las dos reportan, en conjunto, más de 10.000 vehículos activos en al menos ocho ciudades del territorio nacional. Se trata de Ridery y Yummy Rides

Los candidatos al volante deben aprobar varios filtros antes de convertirse oficialmente en riders. Las solicitudes se multiplican, puesto que el ingreso económico que proponen las compañías es llamativo: de 500 a 800 dólares semanales, cuando en Venezuela el sueldo mínimo apenas supera los dos dólares al cambio (unos 10 bolívares). Es por ello que profesionales han dejado atrás años de carrera para dedicarse a trabajar pisando el acelerador.

Andreína, abogada penalista y con 29 años recién cumplidos, comenta que labora como «rider» porque le parece más rentable aunque a veces siente la frustración subirle por la garganta.

“No me fui del país porque me dije que no quería terminar trabajando como camarera o delivery en otro lugar. Y mira, soy taxista aquí en Venezuela. Espero ejercer, pero por ahora necesito dinero y esto me lo da”, cuenta.

La literatura de Emilio Maffi

Caracas hierve y apenas son las siete de la mañana. El pitido del teléfono anuncia que el conductor está estacionado afuera del edificio. Acelera en cuanto se cierra la puerta del copiloto. Transcurren tres minutos de viaje con las ventanillas abajo y el silbido de la brisa tibia del lunes. Las Colinas de Bello Monte desaparecen gradualmente y comienza a dibujarse la vía hacia Las Mercedes, en el este de la ciudad.

El chofer sortea con ingenio el típico comentario universal sobre el clima tan extraño, ese sol mañanero que le da paso a los nubarrones del mediodía. No responde con una afirmación corriente. Más bien cita a un autor argentino que habla sobre las vicisitudes del tiempo. Conecta frases con tanta habilidad, que termina platicando sobre la obra de Edgar Allan Poe y de Ernest Heminway sin que exista ningún giro brusco entre oraciones. 

Durante los 15 minutos en la autopista, pasea dentro de la literatura estadounidense, inglesa y latinoamericana, deteniéndose brevemente en algunos autores y capítulos. El reloj marca las siete y veinte.

-“¿Qué hace usted, señor, además de ser taxista?”

-“Soy ingeniero industrial”, contesta.

Emilio Maffi se graduó en la Universidad Católica Andrés Bello y fue alguna vez el dueño de CTV Comunicaciones. Vivió en México durante 18 años. Al volver a Venezuela poco reconoció al país que dejó en 2003.

Los últimos cuatro años, Maffi disfrutó de las olas y el sol en Puerto Vallarta, dentro de la costa del Pacífico de México, con los ahorros de los 14 años que pasó invirtiendo en la capital. Su trabajo como empresario en el área de los centros de comunicaciones progresó con éxito desde que puso un pie en Centroamérica.

Para 2010 ya poseía 18 sucursales en suelo mexicano, hasta que la IA (Inteligencia Artificial) y el avance de la tecnología sepultaron gradualmente a los viejos centros de copia y llamadas. Fue entonces que Emilio se retiró y pensó que era buena idea disfrutar del mar mientras intentaba reinventarse.

Ya había empezado a organizarse en un coworking cuando en México se detectó el primer caso de COVID-19, en febrero de 2020. En 2021, Maffi regresó a Venezuela con su familia, con poca idea de qué hacer una vez estuviese de vuelta en Caracas. Ejercer su profesión no era una opción para él: después de investigar el sueldo promedio en el área, prefería ocuparse en cualquier otra cosa. 

Ya en la ciudad, halló un post de Ridery en redes sociales y decidió intentarlo. Con lo último del capital traído de México compró un Renault Logan y ahora maneja desde las siete de la mañana hasta las doce de la noche.

“Volver a Venezuela con 52 años, ver el Ávila de nuevo, es un evento casi extraordinario. Uno no piensa que va a regresar así, claro. Tengo otros planes a futuro, pero en estos momentos no me va mal haciendo esto”, cuenta.

Fanático de Mario Vargas Llosa y La guerra del fin del mundo, de Henri Beyle, Franz Kafka, Mario Puzo y otros tantos escritores, Maffi entabla agradables discusiones con los pasajeros que comparten su amor por la lectura.

Así empieza un lunes con él al volante: un viaje a través de novelas y clásicos, que hacen que el tráfico y la algarabía del caraqueño recién despierto se diluyan, hasta que la aplicación anuncia que han llegado al punto de destino.

El mito de la “mala conductora”

Cada vez que un hombre se sube a su auto, mira a Betzabeth Tirado con una mezcla entre suspicacia y sorpresa. Ella, de gestos calmados y serenos, ofrece un cortés saludo mientras maneja su auto a través de calles y avenidas con la sabia experiencia de varios años recorriendo Caracas. Cuando el insano mito de que “las mujeres manejan mal” se desmorona, algunos pasajeros masculinos se lo mencionan en un tono condescendiente que la hace entornar los ojos.

Betzabeth llegó a Yummy Rides hace cuatro semanas, luego de una vida de crear micro-emprendimientos que le permitieron mantenerse, después de que la trasnacional para la que laboraba se fuese del país a inicios de la crisis económica.

Tiene 35 años. Es graduada con honores de Administración, con una mención en Recursos Financieros, egresada de la Universidad Simón Rodríguez y el Colegio Universitario de Caracas. Se perfila como una de las conductoras que se afiliaron a la plataforma digital de Yummy atraída por la promesa de un ingreso en divisas.

Si bien la compañía ha empezado a implementar un plan llamado “She rides”, en el que buscan reclutar mujeres para que trasladen pasajeros, es cuestión de suerte toparse con una a la hora de utilizar la app con la opción estándar. Olivia Gonzales, usuaria recurrente, indica que, tras dos meses usando el sistema, solo en tres oportunidades su chófer ha sido una mujer.

“En realidad, me siento más segura cuando ocurre eso. Sobre todo en las noches”, explica.

Betzabeth Tirado asegura que le entretiene hablar con las personas que se suben a su carro. Es cuando provecha para contar algunas de sus anécdotas y, especialmente, escuchar a sus interlocutores.

“Tras el volante, tú eres como un psicólogo. La gente entra en confianza y comienza a contarte sus problemas y experiencias. Las mujeres se sienten incluso más seguras porque es otra mujer la que está manejando. Es como si estuvieses en el carro de una amiga”, narra Tirado.

En Venezuela no existe una estadística que resuma cuántas mujeres se dedican al servicio de taxi. No obstante, la cifra es bastante baja en países hispanohablantes. En España solo el 4% de los taxistas y riders son mujeres y en México el porcentaje es aún menor.

Así mismo, existen personas en la capital venezolana que aún asumen el viejo adagio de que las mujeres son malas para conducir, una antigua frase gestada en un entorno machista. Alberto López, otro usuario de la app de Yummy, comentó a Efecto Cocuyo que ha cancelado al menos dos viajes cuando su conductora es una mujer. 

«Hay muchas cosas que pueden salir mal de eso», expresó. Pero esa es la clase de comentario que Tirado ha aprendido a ignorar.

La inseguridad en Caracas no atemoriza a Betzabeth, quién señala que hasta ahora solo ha pasado por experiencias positivas. Sin embargo, se mantiene siempre alerta en la autopista. Mucho más cuando oscurece y las rutas son largas.

Otros caminos

El 3 de octubre de 2021, una joven dentista que iba conduciendo a través de la autopista Francisco de Miranda, comentó que no había vuelto a pisar un consultorio desde que casi muere después de contagiarse de COVID-19 en diciembre de 2020. La aplicación de Yummy Rides estaba encendida en la pantalla de su teléfono y ella la miraba de vez en cuando para verificar que iba por buen camino.

Una semana después, la rider era arquitecta y profesora de francés. Confesó que estaba ahorrando para largarse a Montpellier en cuanto tuviese la oportunidad. Le siguieron un enfermero, una fisioterapeuta y un geógrafo que se quejaba por el Esequibo y recitaba una cronología de hechos históricos insólitos ocurridos a principios del siglo XIX. Todos con la vista fija al frente, en la vía.

De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística e Informática en Perú, al menos el 57% de los venezolanos en ese país (poco más de 1,2 millones) es un profesional con títulos universitarios. La Universidad Antonio Ruiz de Montoya, el Ministerio de Trabajo, la Organización Internacional del Trabajo y la Organización Internacional de Migraciones realizaron un estudio en varias regiones peruanas a principios de 2021. El informe arrojó que 9 de cada 10 venezolanos tiene un empleo informal relacionado con ventas, delivery y transporte. 

En Colombia, donde viven al menos 1,7 millones de connacionales, las áreas en las que más trabajan los migrantes son restaurantes, transporte, servicio al cliente, empleos domésticos y bares, según el Registro Único de Trabajadores Extranjeros en Colombia (Rutec). El 17% de los venezolanos en suelo colombiano cuenta con estudios de pregrado y posgrado. 

Pero no hay que ir tan lejos, dentro de Venezuela es evidente el número de profesionales que migran hacia otros sectores de trabajo, motivados a buscar un mayor ingreso para enfrentar la hiperinflación del país, que cerrará con un aumento del 2700% este año, según el Fondo Monetario Internacional.

Así mismo, de acuerdo con la Encovi (Encuesta de Condiciones de Vida), en 2020 se esfumaron 1,3 millones de empleos dentro de los límites nacionales. Ahora los trabajadores intentan encontrar otras vías para obtener ganancias en divisas extranjeras.

Aunque Ridery y Yummy Rides no ofrecieron balances de cuántos profesionales graduados se encuentran trabajando como conductores afiliados a sus apps, las distintas experiencias narradas por pasajeros asombrados sugieren que el fenómeno va en aumento al mismo tiempo que otras compañía empiezan a ofrecer servicios similares en el Distrito Capital.

LA HUMANIDAD · 8 ENERO, 2022

Historias tras el volante: ¿quiénes son los nuevos «riders» de Caracas?

Texto por Albany Andara Meza | @AlbanyAndara

El chófer del Ford Fiesta rojo es un profesor con cuatro titulaciones. Tiene 41 años y ha recogido al menos seis pasajeros en lo que va del día. Conduce con cautela y, mientras lo hace, describe el contraste entre el este y el oeste de la capital de Venezuela. Caracas resulta una ciudad pequeña cuando la has cruzado tantas veces, dice. 

Hay algo pedagógico en la forma de hablar de Gilberto Muñoz y es normal. Egresó de la Universidad Simón Rodríguez como licenciado en Educación Integral, obtuvo un T.S.U en Informática, se especializó en Planificación y Evaluación y consiguió una maestría en Ciencias de la Educación en la Universidad Santa María. Pasó dos décadas de su vida enseñando en el aula de clases a adolescentes y adultos.

Ahora maneja un pequeño auto rojo a través de las calles caraqueñas, las arterias que conectan los setecientos ochenta y cuatro kilómetros cuadrados de ciudad. Hace más de tres meses que se afilió a una de las aplicaciones de transporte privado que proliferaron el último año y que cada vez son más populares en una urbe donde el transporte público superficial colapsa recurrentemente. Es un servicio parecido al del famoso Uber en otros países de América.

A la semana puede hacer hasta 400 dólares, que utiliza para comprar lo necesario para su esposa y dos niñas.

“Una sola carrerita aquí es el sueldo mío de un mes”, aclara. Se ha convertido en un rider, que es la forma en la que ahora llamamos a las personas que se dedican a ser taxistas pero que están inscritos en plataformas digitales.

De acuerdo con Cotejo.Info, el salario de los docentes en Venezuela ha disminuido 91,66% en solo seis años. Actualmente, los maestros y profesores ganan un estimado de 3 a 5 dólares por mes (13,5 a 22,5 bolívares al cambio).

Según el Centro de Documentación y Análisis para los Trabajadores (Cendas), el costo de una canasta básica de alimentos para agosto de 2021 era de 232 dólares con 80 centavos. Por ello, miles de educadores en Venezuela han optado por cambiar de empleo o buscar otras fuentes de ingreso.

Gilberto Muñoz se enteró de las aplicaciones de transporte a través de un amigo. Dejó de lado las clases de posgrado que dictaba en la Santa María y se inscribió en el proceso de selección de riders en línea. Cuando acudió a la cita presencial, la entrevistadora lo miró con sorpresa luego de chequear su hoja de vida y su examen psicotécnico.

“¿Qué hace usted aquí?”, preguntó, incómoda.

“Uno tiene que adaptarse a las circunstancias cuando se te cae tu proyecto de vida”, respondió Muñoz, con una sonrisa amable.

Sus prestaciones por 20 años de servicio al Estado sumaron ocho billetes de un dólar. A la semana, Muñoz puede ganar 50 veces esa cantidad como rider. Pero explica que es fundamental saber administrarse, porque los autos necesitan mantenimiento y hay que comprar gasolina, cuyo precio se ubica en diez céntimos (Bs. 0,10) por cada litro subsidiado en el mes de octubre.

Sin embargo, al profesor se le hace difícil despegarse de la que ha sido su vocación durante dos décadas. Por ello alterna su tiempo en las carreteras con algunas clases que ofrece en una escuela primaria cercana a Los Ruices, al este de Caracas. Todavía siente ese asomo de alegría al ver que puede educar a alguien en un país donde cada vez hay menos maestros.

Algunos de sus pasajeros podrían ser sus alumnos. Muñoz tiene una inclinación natural a hablar con cortesía de una multitud de temas. Es un hombre inteligente que ha almacenado mucha información a través de los años y que la transmite en comentarios puntuales, que te hacen pensar que su Ford Fiesta es una especie de aula móvil.

Según Raquel Figueroa, especialista en políticas educativas y dirigente sindical de la Federación Colegio de Profesores de Venezuela, la deserción docente supera el 50% para la fecha.

Caraqueños prefieren el transporte público superficial antes que el Metro

La historia de Muñoz se repite una y otra vez en la capital. La alternativa y el ingreso económico que prometen las aplicaciones de transporte privado son tan atractivos, que es habitual que el conductor designado sea un profesional venezolano graduado, que ha abandonado parcial o totalmente su trabajo porque le resulta más lucrativo laborar con un auto, llevando a desconocidos de un punto a otro en la bulliciosa Caracas.

Desde ingenieros hasta maestros, pasando por abogados y arquitectos, hay una variopinta lista de profesiones que están detrás del volante. Historias escondidas. Curiosas anécdotas que deben ser contadas y que Efecto Cocuyo presenta a continuación.

Caracas se mueve de forma distinta

A principios de 2021, solo el 15 % de las unidades de autobuses funcionaba en Venezuela, según indicó José Luis Trocel, secretario del Comando Intergremial de Transporte. Este mismo año, Jhonny León, representante de la Asociación Civil Metro Comunidad, reportó que había un déficit del 80 % de los trenes en el sistema de metro de Caracas.

Por otro lado, un taxi normalmente podía cobrar hasta 15 dólares en distancias de poco más de tres kilómetros. En un país donde el sueldo mínimo alcanza los 2 dólares al cambio (10 bolívares), una persona que solo dependa de ese salario necesitaría su pago de ocho meses para costear el servicio.

El evidente colapso del transporte público y las tarifas del privado dio pie a que las plataformas de riders encontraran un lugar para instalarse. 

En marzo de 2021 comenzó a operar la primera aplicación de transporte privado disponible en las store de Iphone y Android. En julio del mismo año, otra se sumó al nuevo mercado. La ola de publicidad de ambas empresas llenó de pronto cada computadora y teléfono, sobre todo en Caracas. En YouTube, Instagram, Facebook y Twitter abundan slogans y anuncios coloridos que invitan a los usuarios a descargar las respectivas apps. 

Las dos aplicaciones operan de un modo similar: el usuario debe indicar su ubicación y el destino al que se dirige bajo un sistema semejante al de Google Maps. Automáticamente, la plataforma calcula la tarifa basándose en la distancia que se recorrerá. Luego de que se haya elegido el método de pago, el conductor recoge al pasajero. El taxímetro empieza a correr en cuanto este sube al vehículo. La tarifa mínima es de 3 dólares, en rutas cortas como Chacao – Bello Monte (3,89 kilómetros). 

En pocos meses, las apps han prosperado en el país, donde es difícil esconder la crisis del transporte público. En total, las dos reportan, en conjunto, más de 10.000 vehículos activos en al menos ocho ciudades del territorio nacional. Se trata de Ridery y Yummy Rides

Los candidatos al volante deben aprobar varios filtros antes de convertirse oficialmente en riders. Las solicitudes se multiplican, puesto que el ingreso económico que proponen las compañías es llamativo: de 500 a 800 dólares semanales, cuando en Venezuela el sueldo mínimo apenas supera los dos dólares al cambio (unos 10 bolívares). Es por ello que profesionales han dejado atrás años de carrera para dedicarse a trabajar pisando el acelerador.

Andreína, abogada penalista y con 29 años recién cumplidos, comenta que labora como «rider» porque le parece más rentable aunque a veces siente la frustración subirle por la garganta.

“No me fui del país porque me dije que no quería terminar trabajando como camarera o delivery en otro lugar. Y mira, soy taxista aquí en Venezuela. Espero ejercer, pero por ahora necesito dinero y esto me lo da”, cuenta.

La literatura de Emilio Maffi

Caracas hierve y apenas son las siete de la mañana. El pitido del teléfono anuncia que el conductor está estacionado afuera del edificio. Acelera en cuanto se cierra la puerta del copiloto. Transcurren tres minutos de viaje con las ventanillas abajo y el silbido de la brisa tibia del lunes. Las Colinas de Bello Monte desaparecen gradualmente y comienza a dibujarse la vía hacia Las Mercedes, en el este de la ciudad.

El chofer sortea con ingenio el típico comentario universal sobre el clima tan extraño, ese sol mañanero que le da paso a los nubarrones del mediodía. No responde con una afirmación corriente. Más bien cita a un autor argentino que habla sobre las vicisitudes del tiempo. Conecta frases con tanta habilidad, que termina platicando sobre la obra de Edgar Allan Poe y de Ernest Heminway sin que exista ningún giro brusco entre oraciones. 

Durante los 15 minutos en la autopista, pasea dentro de la literatura estadounidense, inglesa y latinoamericana, deteniéndose brevemente en algunos autores y capítulos. El reloj marca las siete y veinte.

-“¿Qué hace usted, señor, además de ser taxista?”

-“Soy ingeniero industrial”, contesta.

Emilio Maffi se graduó en la Universidad Católica Andrés Bello y fue alguna vez el dueño de CTV Comunicaciones. Vivió en México durante 18 años. Al volver a Venezuela poco reconoció al país que dejó en 2003.

Los últimos cuatro años, Maffi disfrutó de las olas y el sol en Puerto Vallarta, dentro de la costa del Pacífico de México, con los ahorros de los 14 años que pasó invirtiendo en la capital. Su trabajo como empresario en el área de los centros de comunicaciones progresó con éxito desde que puso un pie en Centroamérica.

Para 2010 ya poseía 18 sucursales en suelo mexicano, hasta que la IA (Inteligencia Artificial) y el avance de la tecnología sepultaron gradualmente a los viejos centros de copia y llamadas. Fue entonces que Emilio se retiró y pensó que era buena idea disfrutar del mar mientras intentaba reinventarse.

Ya había empezado a organizarse en un coworking cuando en México se detectó el primer caso de COVID-19, en febrero de 2020. En 2021, Maffi regresó a Venezuela con su familia, con poca idea de qué hacer una vez estuviese de vuelta en Caracas. Ejercer su profesión no era una opción para él: después de investigar el sueldo promedio en el área, prefería ocuparse en cualquier otra cosa. 

Ya en la ciudad, halló un post de Ridery en redes sociales y decidió intentarlo. Con lo último del capital traído de México compró un Renault Logan y ahora maneja desde las siete de la mañana hasta las doce de la noche.

“Volver a Venezuela con 52 años, ver el Ávila de nuevo, es un evento casi extraordinario. Uno no piensa que va a regresar así, claro. Tengo otros planes a futuro, pero en estos momentos no me va mal haciendo esto”, cuenta.

Fanático de Mario Vargas Llosa y La guerra del fin del mundo, de Henri Beyle, Franz Kafka, Mario Puzo y otros tantos escritores, Maffi entabla agradables discusiones con los pasajeros que comparten su amor por la lectura.

Así empieza un lunes con él al volante: un viaje a través de novelas y clásicos, que hacen que el tráfico y la algarabía del caraqueño recién despierto se diluyan, hasta que la aplicación anuncia que han llegado al punto de destino.

El mito de la “mala conductora”

Cada vez que un hombre se sube a su auto, mira a Betzabeth Tirado con una mezcla entre suspicacia y sorpresa. Ella, de gestos calmados y serenos, ofrece un cortés saludo mientras maneja su auto a través de calles y avenidas con la sabia experiencia de varios años recorriendo Caracas. Cuando el insano mito de que “las mujeres manejan mal” se desmorona, algunos pasajeros masculinos se lo mencionan en un tono condescendiente que la hace entornar los ojos.

Betzabeth llegó a Yummy Rides hace cuatro semanas, luego de una vida de crear micro-emprendimientos que le permitieron mantenerse, después de que la trasnacional para la que laboraba se fuese del país a inicios de la crisis económica.

Tiene 35 años. Es graduada con honores de Administración, con una mención en Recursos Financieros, egresada de la Universidad Simón Rodríguez y el Colegio Universitario de Caracas. Se perfila como una de las conductoras que se afiliaron a la plataforma digital de Yummy atraída por la promesa de un ingreso en divisas.

Si bien la compañía ha empezado a implementar un plan llamado “She rides”, en el que buscan reclutar mujeres para que trasladen pasajeros, es cuestión de suerte toparse con una a la hora de utilizar la app con la opción estándar. Olivia Gonzales, usuaria recurrente, indica que, tras dos meses usando el sistema, solo en tres oportunidades su chófer ha sido una mujer.

“En realidad, me siento más segura cuando ocurre eso. Sobre todo en las noches”, explica.

Betzabeth Tirado asegura que le entretiene hablar con las personas que se suben a su carro. Es cuando provecha para contar algunas de sus anécdotas y, especialmente, escuchar a sus interlocutores.

“Tras el volante, tú eres como un psicólogo. La gente entra en confianza y comienza a contarte sus problemas y experiencias. Las mujeres se sienten incluso más seguras porque es otra mujer la que está manejando. Es como si estuvieses en el carro de una amiga”, narra Tirado.

En Venezuela no existe una estadística que resuma cuántas mujeres se dedican al servicio de taxi. No obstante, la cifra es bastante baja en países hispanohablantes. En España solo el 4% de los taxistas y riders son mujeres y en México el porcentaje es aún menor.

Así mismo, existen personas en la capital venezolana que aún asumen el viejo adagio de que las mujeres son malas para conducir, una antigua frase gestada en un entorno machista. Alberto López, otro usuario de la app de Yummy, comentó a Efecto Cocuyo que ha cancelado al menos dos viajes cuando su conductora es una mujer. 

«Hay muchas cosas que pueden salir mal de eso», expresó. Pero esa es la clase de comentario que Tirado ha aprendido a ignorar.

La inseguridad en Caracas no atemoriza a Betzabeth, quién señala que hasta ahora solo ha pasado por experiencias positivas. Sin embargo, se mantiene siempre alerta en la autopista. Mucho más cuando oscurece y las rutas son largas.

Otros caminos

El 3 de octubre de 2021, una joven dentista que iba conduciendo a través de la autopista Francisco de Miranda, comentó que no había vuelto a pisar un consultorio desde que casi muere después de contagiarse de COVID-19 en diciembre de 2020. La aplicación de Yummy Rides estaba encendida en la pantalla de su teléfono y ella la miraba de vez en cuando para verificar que iba por buen camino.

Una semana después, la rider era arquitecta y profesora de francés. Confesó que estaba ahorrando para largarse a Montpellier en cuanto tuviese la oportunidad. Le siguieron un enfermero, una fisioterapeuta y un geógrafo que se quejaba por el Esequibo y recitaba una cronología de hechos históricos insólitos ocurridos a principios del siglo XIX. Todos con la vista fija al frente, en la vía.

De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística e Informática en Perú, al menos el 57% de los venezolanos en ese país (poco más de 1,2 millones) es un profesional con títulos universitarios. La Universidad Antonio Ruiz de Montoya, el Ministerio de Trabajo, la Organización Internacional del Trabajo y la Organización Internacional de Migraciones realizaron un estudio en varias regiones peruanas a principios de 2021. El informe arrojó que 9 de cada 10 venezolanos tiene un empleo informal relacionado con ventas, delivery y transporte. 

En Colombia, donde viven al menos 1,7 millones de connacionales, las áreas en las que más trabajan los migrantes son restaurantes, transporte, servicio al cliente, empleos domésticos y bares, según el Registro Único de Trabajadores Extranjeros en Colombia (Rutec). El 17% de los venezolanos en suelo colombiano cuenta con estudios de pregrado y posgrado. 

Pero no hay que ir tan lejos, dentro de Venezuela es evidente el número de profesionales que migran hacia otros sectores de trabajo, motivados a buscar un mayor ingreso para enfrentar la hiperinflación del país, que cerrará con un aumento del 2700% este año, según el Fondo Monetario Internacional.

Así mismo, de acuerdo con la Encovi (Encuesta de Condiciones de Vida), en 2020 se esfumaron 1,3 millones de empleos dentro de los límites nacionales. Ahora los trabajadores intentan encontrar otras vías para obtener ganancias en divisas extranjeras.

Aunque Ridery y Yummy Rides no ofrecieron balances de cuántos profesionales graduados se encuentran trabajando como conductores afiliados a sus apps, las distintas experiencias narradas por pasajeros asombrados sugieren que el fenómeno va en aumento al mismo tiempo que otras compañía empiezan a ofrecer servicios similares en el Distrito Capital.