Los docentes enseñan con hambre. Unos 12.852,92 bolívares es lo que cobra mensualmente Ahiskel Mendoza, una maestra del colegio Luis Cañizález Verde, en el 23 de Enero, por 36 horas semanales de trabajo. Su sueldo sirve de poco para mantener a su hija. Incluso con el ingreso de su esposo, la docente ha tenido que sacrificar comidas y porciones para hacer rendir el alimento. «Hace tres meses que no comemos ni pollo ni carne«, aseguró, «gracias al mango y la sardina sobrevivimos».
El mismo sueldo cobra Zoraida Moya, quien enseña en el colegio María Rosa Molas, en Catia. No tiene hijos, pero los bolívares poco le rinden para su familia de tres, conformada por ella, su hermano y su mamá. Los pagos se atrasan y faltar al colegio cuando no hay qué comer no es una solución: le descontarían el día.
En más de una ocasión a Zoraida le ha tocado tragar grueso e ir a trabajar. Así, sin haber desayunado ni llevar comida para el almuerzo. Lo único que carga en el bolsillo solo alcanza para pagar el pasaje. Otras veces, le ha tocado cenar solamente un vaso de leche.
El drama de los docentes no solo se circunscribe a las realidades de Ahiskel y Zoraida. La misma hambre la pasan otros colegas del gremio. Es por esta razón que los educadores de Fe y Alegría protestaron este viernes, 22 de julio, frente al Ministerio de Educación para exigir la honra de los pagos, según lo establecido en la I Convención Colectiva Única y Unitaria, correspondiente a un convenio entre el Mppe y la Asociación Venezolana de Educación Católica (Avec).
Los educadores solicitaron que se realizara el ajuste salarial de 55% del mes de abril y el otro 10% pendiente del mes de junio. También pidieron otros beneficios contemplados en el convenio, como el ajuste de la diferencia del bono de alimentación para todos los trabajadores. «Hemos esperado más de 120 días. Queremos irnos de vacaciones con los pagos honrados: nos deben abril, mayo y junio», denunció Rafael Peña, director de la escuela San Jose Obrero, Fe y Alegría.
Los trueques para conseguir alimentos de la cesta básica se han vuelto más frecuentes en las salas de profesores. También repartir la comida entre todos. «En los almuerzos hacemos un compartir. Si tengo harina PAN, entonces traigo mi arepa y dos más para darles a otros profesores. Otro maestro trae un poquito de granos y así vamos», relató Ahiskel.
Docentes de diferentes partes del país protestaron frente al Ministerio de Educación
Las tareas dirigidas no solían ser una opción para Zoraida. No obstante, estas vacaciones lo considerará. No solo ha llegado hasta el punto de intercambiar un producto por otro, sino también manicuras y secados de cabello. «Yo no tengo dinero para llevar estos pantalones a la costurera; pero le digo que sé secar el pelo y pintar las uñas», señaló.
A pesar de la dura realidad que atraviesan, los maestros no quieren renunciar a su vocación. Ese es el caso de Ahiskel, quien da clases de Contaduría. Anteriormente, solía trabajar en un banco. Sin embargo, confesó que desde que entró en un salón de clases descubrió qué es lo que verdaderamente quería hacer.
La docente Luisa Pernalete, del Centro de Investigación y Formación de Fe y Alegría, explicó que la red de escuelas ha optado por realizar talleres para ofrecer apoyo a sus empleados. Entre las actividades, llevan a cabo dinámicas de resiliencia para encarar todos juntos la situación. «Los profesores hacen trueques o crean redes para conseguir medicamentos para otros educadores con enfermedades crónicas», dijo. «Aquí nadie dice yo me voy o yo dejo el aula sola«, agregó.
Tras la reunión que sostuvieron profesores de Fe y Alegría con funcionarios del Ministerio de Educación se acordó que, para el próximo jueves, 28 de julio, se cancelaría a los maestros la mayoría de los pagos adeudados.
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Los docentes enseñan con hambre. Unos 12.852,92 bolívares es lo que cobra mensualmente Ahiskel Mendoza, una maestra del colegio Luis Cañizález Verde, en el 23 de Enero, por 36 horas semanales de trabajo. Su sueldo sirve de poco para mantener a su hija. Incluso con el ingreso de su esposo, la docente ha tenido que sacrificar comidas y porciones para hacer rendir el alimento. «Hace tres meses que no comemos ni pollo ni carne«, aseguró, «gracias al mango y la sardina sobrevivimos».
El mismo sueldo cobra Zoraida Moya, quien enseña en el colegio María Rosa Molas, en Catia. No tiene hijos, pero los bolívares poco le rinden para su familia de tres, conformada por ella, su hermano y su mamá. Los pagos se atrasan y faltar al colegio cuando no hay qué comer no es una solución: le descontarían el día.
En más de una ocasión a Zoraida le ha tocado tragar grueso e ir a trabajar. Así, sin haber desayunado ni llevar comida para el almuerzo. Lo único que carga en el bolsillo solo alcanza para pagar el pasaje. Otras veces, le ha tocado cenar solamente un vaso de leche.
El drama de los docentes no solo se circunscribe a las realidades de Ahiskel y Zoraida. La misma hambre la pasan otros colegas del gremio. Es por esta razón que los educadores de Fe y Alegría protestaron este viernes, 22 de julio, frente al Ministerio de Educación para exigir la honra de los pagos, según lo establecido en la I Convención Colectiva Única y Unitaria, correspondiente a un convenio entre el Mppe y la Asociación Venezolana de Educación Católica (Avec).
Los educadores solicitaron que se realizara el ajuste salarial de 55% del mes de abril y el otro 10% pendiente del mes de junio. También pidieron otros beneficios contemplados en el convenio, como el ajuste de la diferencia del bono de alimentación para todos los trabajadores. «Hemos esperado más de 120 días. Queremos irnos de vacaciones con los pagos honrados: nos deben abril, mayo y junio», denunció Rafael Peña, director de la escuela San Jose Obrero, Fe y Alegría.
Los trueques para conseguir alimentos de la cesta básica se han vuelto más frecuentes en las salas de profesores. También repartir la comida entre todos. «En los almuerzos hacemos un compartir. Si tengo harina PAN, entonces traigo mi arepa y dos más para darles a otros profesores. Otro maestro trae un poquito de granos y así vamos», relató Ahiskel.
Docentes de diferentes partes del país protestaron frente al Ministerio de Educación
Las tareas dirigidas no solían ser una opción para Zoraida. No obstante, estas vacaciones lo considerará. No solo ha llegado hasta el punto de intercambiar un producto por otro, sino también manicuras y secados de cabello. «Yo no tengo dinero para llevar estos pantalones a la costurera; pero le digo que sé secar el pelo y pintar las uñas», señaló.
A pesar de la dura realidad que atraviesan, los maestros no quieren renunciar a su vocación. Ese es el caso de Ahiskel, quien da clases de Contaduría. Anteriormente, solía trabajar en un banco. Sin embargo, confesó que desde que entró en un salón de clases descubrió qué es lo que verdaderamente quería hacer.
La docente Luisa Pernalete, del Centro de Investigación y Formación de Fe y Alegría, explicó que la red de escuelas ha optado por realizar talleres para ofrecer apoyo a sus empleados. Entre las actividades, llevan a cabo dinámicas de resiliencia para encarar todos juntos la situación. «Los profesores hacen trueques o crean redes para conseguir medicamentos para otros educadores con enfermedades crónicas», dijo. «Aquí nadie dice yo me voy o yo dejo el aula sola«, agregó.
Tras la reunión que sostuvieron profesores de Fe y Alegría con funcionarios del Ministerio de Educación se acordó que, para el próximo jueves, 28 de julio, se cancelaría a los maestros la mayoría de los pagos adeudados.