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El siguiente reportaje es resultado de una alianza con el grupo Cunaguaro, integrado por profesionales de distintas disciplinas comprometidos con el periodismo independiente

“Yo no se en qué va a parar todo esto y en qué va a parar mi salud”, lamentaba Luis Machado al salir, con las manos vacías, del Hospital Psiquiátrico “Dr. Jesús Mata De Gregorio”. Tiene 66 años de edad, vive en el sector Pablo VI de Petare y sufre de demencia vascular mixta que frecuentemente lo aleja de la realidad. Sin embargo, el martes 6 de octubre estaba absolutamente consciente del drama que vive por la escasez los medicamentos que necesita.

“Encontré solo uno de los seis que vine a buscar. Quién sabe cuándo van a llegar los demás. Hay uno, el Oxicodal, que hace meses que no llega. Me han dicho que tengo que encontrarlo rápido, porque si no me voy a descompensar. Aquí lo que me dicen es que no hay, y ya está. Algunas medicinas son caras y la pensión no me alcanza ni para la comida, pero ni que tuviera los reales para comprarlas resolvería el problema, porque en ninguna parte se consiguen. Eso me angustia mucho”, dice con frases que pronuncia lentamente y con dificultad, mientras espera el transporte público para regresar a su casa.

“Yo vengo cada 15 días a ver qué consigo. Y yo sé lo que es no tomarme las medicinas y descompensarme. Si me descompenso, me deprimo, me extravío, tengo dolores de cabeza y otras cosas más que no recuerdo ahorita. Si me descompenso, segurito, me tienen que volver a hospitalizar. Eso es lo más horrible. Yo tengo esta enfermedad desde hace años y he estado hospitalizado en Sebucán, en El Peñón; en Lídice estuve una vez”.

Íngrimo, aquel hombre sigue rumiando su amargura en la parada del autobús: “Ojalá no tomen represalias por estar diciendo la verdad a un periodista. Total: ¿qué más daño me pueden hacer?”.

Antes de Machado, pasó por la farmacia del hospital psiquiátrico Emily Cazorla González, que padece Trastorno Bipolar Tipo I: “Desde hace dos meses aquí no hay carbonato de litio, que es un oxigenante cerebral, ni el Ativar, que es para dormir. Yo estoy estabilizada, pero cuando me falta un medicamento me altero un poco. Tengo una tía en España que a veces nos manda. Pero mi tratamiento es de por vida. Yo soy auxiliar de preescolar y madre de tres hijos pequeños. Necesito estar bien para llevar mi vida lo más normal posible, pero tengo mucho miedo de tener una recaída por la escasez de medicamentos”.

Miriam Rodríguez también perdió al viaje: “Sufro de depresión y me dijeron que las medicinas que necesito no han llegado, que volviera la semana que viene”.

Durante media hora (lo máximo que el personal de seguridad del hospital soportó la  presencia de un equipo reporteril antes de expulsarlo del lugar) se pudo verificar que todos los que se acercaron a la taquilla de expendio de medicinas recibieron, por lo menos, una misma respuesta: “De este no hay”.

Para obtener mayores explicaciones, Efecto Cocuyo formalizó ante la Dirección de Prensa del Instituto Venezolano de los Seguros Sociales una solicitud de entrevista a la directora del Hospital “Dr Jesús Mata De Gregorio”, Miriam Sánchez. Sin embargo, solo se obtuvo la promesa verbal de gestionar el requerimiento.

Hoy 10 de octubre es el Día Mundial de la Salud Mental. Este año la dignidad del paciente fue escogida como lema, pero el desabastecimiento de medicamentos en Venezuela se ha convertido en un problema sistemático que impide que en el país se logre algún avance en ese sentido.

El paciente y su entorno

La Federación Farmacéutica Venezolana calcula que el déficit de medicinas en Venezuela ha ascendido en los últimos meses a 70%. “Por la escasez de medicamentos, los familiares viven en un permanente estrés y se convierten en pacientes, pues comienzan a sufrir trastornos mentales como ansiedad, depresión e incluso ataques de pánico, que también ameritan tratamiento y medicación”, asegura Freddy Ceballos, presidente del organismo gremial.

Sostiene que se está llegando a extremos alarmantes: “No olvidemos el caso reciente de un muchacho esquizofrénico que salió desnudo y en actitud agresiva en la avenida Rómulo Gallegos, precisamente porque no estaba tomando los antipsicóticos que requería, pues no estaban disponibles en el mercado”.

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Pastor Oropeza advierte que los más afectados son los esquizofrénicos

Pastor Oropeza, presidente del Colegio Venezolano de Neuropsicofarmacología, confirma que los esquizofrénicos son unos de los pacientes mentales más afectados por el desabastecimiento. “Son los que corren el riesgo de descompensarse más rápidamente por no tomar oportunamente las medicinas que necesitan, lo cual en algunos casos amerita hospitalización”.

La hospitalización constituye un gran temor compartido por la mayoría de los pacientes y especialistas consultados para este reportaje. “Las patologías psiquiátricas han aumentado vertiginosamente en Venezuela, pero la infraestructura de los servicios públicos se mantiene como hace 20 años”, indica la secretaria general de la Sociedad Venezolana de Psiquiatría, Adele Mobilli. A modo de ejemplo, fuentes extraoficiales informaron que el Hospital Psiquiátrico “Dr. Jesús Mata De Gregorio”, uno de los mejor acondicionados del país, apenas dispone de 80 camas. “Y las otras opciones que hay en Caracas; es decir, el Centro de Salud Mental del Este (El Peñón), el Hospital Psiquiátrico de Caracas (Lídice), el Hospital José María Vargas, el Hospital Universitario de Caracas y el Hospital Militar Carlos Arvelo no son suficientes. Tienen las mismas deficiencias estructurales que toda la red pública de hospitales y ambulatorios del país”, acota Oropeza, pero hace la salvedad del Vargas, cuyo servicio de psiquiatría fue remodelado hace un mes.

La hospitalización en centros privados implica un costo promedio de 12.000 bolívares diarios, según una consulta realizada por Efecto Cocuyo en tres clínicas de la capital. “Con el deterioro progresivo del poder adquisitivo de los venezolanos casi nadie puede pagar eso”, afirma Manuel Sánchez, director de Catesfam Caracas, quien tiene un hijo y un hermano esquizofrénicos. En Venezuela y en todos los países, muy pocas compañías de seguros cubren las patologías psiquiátricas.

“Hasta donde conocemos en Catesfam Caracas, el mayor déficit de los medicamentos relacionados con la esquizofrenia se concentra en los antipsicóticos. El Eponex es el que ha fallado más, precisamente uno de los medicamentos de última generación para la esquizofrenia”.

La recaída de un esquizofrénico se puede manifestar con alucinaciones visuales, auditivas y táctiles, precisa Sánchez. “Cuando un paciente está en crisis puede llegar al extremo del suicidio. Puede oír voces reiteradamente que le indican que su vida no vale nada y que es preferible morir. En el caso particular de mi hijo, andaba por la calle hablando solo, tirando raquetazos al aire, matando a un supuesto demonio que lo toca en sus partes íntimas, en la frente y en los ojos, que le mete puyas por los brazos… Imagínate vivir todo el tiempo con esas alucinaciones. Cuando llega a esa situación hay que hospitalizarlo. Normalmente le hacen un tratamiento hospitalario durante un mes para estabilizarlo”.

Juan Carlos Martín, coordinador del Grupo Gema, Gente Esquizofrénica en Máxima Armonía, aporta otro punto de vista: “La disciplina con que cada uno de los pacientes asumamos el tratamiento puede tener, en sí misma, efectos terapéuticos; pero la búsqueda infructuosa de lo que necesitas puede tener efectos totalmente contrarios: nos estresamos más y nos descompensamos más rápido”.

Para afrontar la carencia de medicamentos, hace un año Gema promovió la creación de una red de apoyo mutuo entre pacientes, familiares, amigos, voluntarios, médicos y representantes de laboratorios.

“Este movimiento queremos hacerlo como una autogestión de ciudadanos venezolanos antes de que sea más tarde para idear y concretar estrategias. Que protejan nuestra salud mental como un derecho humano”, indicaba la convocatoria. Sin embargo, la persistencia de la escasez demuestra que la solidaridad no es suficiente y que la intervención responsable del Estado es imprescindible.

De lo necesario a lo mínimo

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Cuando le dieron el medicamento en la farmacia del Hospital Psiquiátrico “Dr. Jesús Mata De Gregorio”, la señora arrugó la cara, pero no le quedó más remedio que resignarse: “Esta marca comercial es diferente y me cae muy mal, pero lo que me dijeron es que no hay la que me mandó el médico”. Antes, la misma persona encargada de atender al publico le había dicho a otra paciente que la medicina que necesitaba solo estaba disponible en una cantidad de miligramos menor a la que le prescribieron, por lo cual le sugirió preguntarle a su médico tratante si le servía.

La situación ilustra la especificidad con la que se debe administrar el tratamiento de las personas con enfermedades mentales, de modo que para afrontar la escasez de medicamentos no basta sustituir un medicamento por otro similar, o prescribir indistintamente el que tenga el mismo principio activo, independientemente de la marca comercial.

Un medicamento que es bueno para un paciente, quizás no lo sea para otro paciente con el mismo diagnóstico. Con los pacientes mentales se da un proceso de ajustes progresivos hasta lograr el tratamiento específico e individualizado que necesita cada quien. Después de que tú logras estabilizarlo y desaparece alguno de los medicamentos que integran su tratamiento, se vuelve al principio.  En algunos casos  ello implica un riesgo inminente de crisis y hospitalización”, explica el psicólogo Antonio Moncada.

“Hace 15 días –prosiguió el especialista- una paciente estuvo buscando un medicamento agotado y al cabo de un mes comenzó a descompensarse. Se sustituyó el antidepresivo por un ansiolítico para afrontar la angustia que le estaba causando no conseguir el antidepresivo, pero ello no resolvió la alteración de la medicación y los daños pueden ser irreversibles. Lo que hacen los pacientes es comprar lo más que puedan para prevenir la escasez. Sin embargo, las compras nerviosas pueden implicar más desabastecimiento, como sucede con cualquier producto”.

El presidente del Colegio Venezolano de Neuropsicofarmacología ofrece más detalles: “Hace cuatro años, antes de que se profundizaran las dificultades para la asignación de divisas, Venezuela estaba a la par de otros países de América Latina. Teníamos todos los medicamentos necesarios para ofrecer servicios de salud mental de calidad. Y hace 15 años, en el país teníamos las moléculas más modernas del mundo, especialmente las correspondientes a los antipsicóticos, que se distribuían gratuitamente en todos los hospitales y servicios de la red pública. Ahora ni siquiera están garantizadas las bioequivalencias que hacen las facultades de Farmacia de nuestras universidades, para verificar la calidad de los medicamentos sustitutos o genéricos”.

Poco se sabe de la atención que ha prestado el Estado venezolano a la escasez de medicamentos para pacientes psiquiátricos; apenas que el 30 de abril de 2014, el ministro de Salud, Henry Ventura, solicitó a la Sociedad Venezolana de Psiquiatría una “lista mínima” de principios activos y nombres comerciales de los medicamentos más frecuentemente utilizados en el país.

La respuesta por escrito, fechada el 8 de mayo de 2014, indica: “Luego de una deliberación detenida, llegamos a la conclusión de que lo ideal es disponer de todos los principios activos presentes en el mercado venezolano, y posiblemente añadir otros que aún no lo están. No se trata, de ninguna manera, de una posición caprichosa ni de una negativa a colaborar. Es que hemos consultado con clínicos y profesionales expertos en psicofarmacología, y se llegó al consenso de que, hoy por hoy, lo aconsejable es disponer del más amplio petitorio, pues a menudo ocurre que pacientes con la misma patología responden mejor  a principios activos distintos (no estamos hablando de marcas comerciales). Ello coincide con la más moderna  investigación farmacogenómica, que recomienda el mayor grado de particularización  posible de cada tratamiento, no solo en principios activos, sino también en dosis, vías de administración y otras propiedades farmacológicas”.

Miguel Angel De Lima, miembro de la Junta Directiva de la Sociedad Venezolana de Psiquiatría, se expresó menos protocolar. “Cuando un Estado solicita una lista mínima de fármacos a una sociedad médica está reconociendo su incapacidad para hacer una cobertura farmacológica de calidad para los distintos problemas de salud que afectan a la diversidad de pacientes. En medicina  no vale una cobertura mínima, sino una cobertura suficiente. La mayoría de las patologías psiquiátricas entran en la categoría de enfermedades crónicas. Tomar un medicamento no es una opción, es una necesidad de cobertura imprescindible. Cuando el paciente deja de tomar el medicamento que necesita va a experimentar una serie de síntomas que le van a causar un sufrimiento, porque la enfermedad se va a reactivar. Y hay una altísima prevalencia en las enfermedades psiquiátricas, incluyendo el campo de neuropsiquiatría, donde está el alzheimer, la epilepsia… No nos pueden detener en el tiempo o  llevarnos al pasado, tratando de negar o ignorar los avances de la ciencia y de la farmacología. Y de esos avances en farmacología no se habla. Por lo tanto, en el Día Mundial de la Salud, Venezuela tiene poco que celebrar”.

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